27/09/2024

Revista InfoAgro México

Toda la agricultura, ahora en tus manos

Descripción del cultivo de Mango

Descripción, desarrollo y requisitos del cultivo 

 

  1. Introducción
  1. Descripción del mango
  1. Fases de crecimiento
  1. Requisitos de clima y suelo

 

  1. Introducción

 

Aunque el mango es un árbol de origen tropical, posee una capacidad de adaptación bastante destacable, siendo los factores climáticos, especialmente la temperatura, la luz y la humedad, los que van a condicionar, tanto su desarrollo como su rendimiento. Además, otros factores como las condiciones del suelo y/o el conocimiento de sus fases fisiológicas van a incrementar las posibilidades de alcanzar el objetivo productivo pretendido. Este conjunto de condicionantes también va asociado a un óptimo manejo del cultivo, destacando ciertas labores como la poda, la fertilización, la preparación del terreno, los tratamientos sobre los frutos, etc. 

 

  1. Descripción del mango

 

El mango (Mangifera indica L.), tiene su origen en Asia (Mitra y Devi, 2016), concretamente en la región tropical del sudeste, cultivándose en la actualidad en más de 100 países, ubicados normalmente entre los 36 ° de latitud norte y los 33 ° de latitud sur, lo que supone un suministro constante a lo largo de todo el año, por su amplia distribución, así como por el desarrollo de técnicas de manejo de la floración (García et al., 2023). 

 

Existen numerosos cultivares de mango en el mundo, en función de las peculiaridades de cada región, lo que da lugar a una amplia diversidad de características de los frutos como, por ejemplo, tamaño, forma, color de la piel y de la pulpa, sabor, aroma o contenido de azúcar, entre otras. En cualquier caso, es necesario conocer las rasgos generales de las diferentes partes del árbol, las cuales son descritas por investigadores del IIFT y del GAG (Cuba) del siguiente modo: 

 

– Tronco. El gran tamaño que posee este árbol, pudiendo alcanzar entre 10 y 40 metros de altura, supone un tronco relativamente recto, cilíndrico y con un diámetro de 75 – 100 cm, de corteza, normalmente color gris café, que presenta grietas longitudinales o surcos reticulados poco profundos que, a veces, contienen gotitas de resina. 

 

– Sistema radicular. Es denso y vigoroso, generalmente con una raíz principal pivotante, en condiciones naturales, de 6 a 8 m y raíces adventicias superficiales, cuya mayor densidad se encuentra en los primeros 2.5 m de profundidad.  

 

– Hojas. Son simples, alternas, de tamaño y forma variada, bordes lisos u ondulados, con peciolos entre 2 y 12 cm, que se hinchan en la base. Suelen emerger en brotes y tienen tonalidades rojizas o amarillo-verdosas, que evolucionan finalmente a verde, distintivo de su madurez. A medida que se van desarrollando, adquieren una posición horizontal y permanecen en el árbol de uno a tres años.  

 

– Flores. Se agrupan en inflorescencias de forma cónica o piramidal, de dimensiones variadas. Muestra flores pequeñas (5 – 10 mm) y pentámeras, con los sépalos verdes y los pétalos de color variable, con tonos rojos, verdes o amarillos.  

 

Las flores pueden ser estaminadas (masculinas) o hermafroditas. Tienen un estambre fértil con un filamento blanco, una antera rosada y cuatro estaminoides (estambre rudimentario y estéril), aunque pueden faltar parte de ellos o todos. En las hermafroditas, el ovario es súpero, globoso, brillante y de color amarillo, con un estilo insertado de forma lateral y con una longitud similar al estambre, curvado hacia arriba, liso y con un solo estigma.  

 

– Fruto. Es una drupa carnosa con una pulpa comestible, que presenta una diversidad en aspectos como tamaño, forma, color y sabor. La forma de la semilla también es variable, ya que puede ser ovoide, alargada, con una testa delgada y de consistencia muy débil. Además, presenta una cubierta doble consistente en dos capas papiráceas.  

 

Análisis de fruto realizados a 30 cultivares estudiados por el Instituto de Investigaciones en Fruticultura Tropical (IIFT) han mostrado variabilidad en los sólidos solubles totales y en la acidez, dependiendo del cultivar, con valores promedio de 15 º Brix y 0.4 %, respectivamente.   

 

  1. Fases de crecimiento

 

Noriega et al. (2014) diferencian el crecimiento del mango, dependiendo de si éste se produce en condiciones tropicales o subtropicales. De este modo, el árbol presenta un menor desarrollo en condiciones subtropicales, en comparación con las tropicales. En las primeras, el crecimiento depende fundamentalmente de los cambios de temperatura, mientras que en las segundas se rige básicamente por la disponibilidad de agua en el suelo. 

 

De forma general, el crecimiento del árbol se presenta por ciclos o flujos, que se originan en las yemas apicales y/o laterales de las ramas, pudiendo ser vegetativos o reproductivos. En los vegetativos, los brotes jóvenes pueden tener tonalidades iniciales diferentes, como violáceos, cobrizos o amarillo-verdosos, según el cultivar, pasando a verde pálido conforme maduran para, finalmente, tomar un color verde oscuro definitivo, característico de las hojas adultas (García et al., 2023). 

 

Según estos autores, el crecimiento es intermitente, con un periodo de actividad (emisión del brote o flujo), seguido de otro de reposo, siendo los árboles jóvenes los que emiten un mayor promedio de flujos con periodos de reposo cortos. Asimismo, en condiciones tropicales, los árboles muestran un mayor número de flujos vegetativos por año que los cultivados en zonas subtropicales. 

 

Por lo general, en cada ciclo anual del cultivo se presentan varias etapas de crecimiento vegetativo y uno de crecimiento reproductivo, cuya época de floración estará influenciada por factores climáticos, especialmente temperatura y humedad, variedad o cultivar, manejo agronómico y edad o madurez del árbol (Monselise y Goldschmisdt, 1982; Schaffer et al., 1994; Galán, 1999). Por su parte, Galán (1999), diferencia la fenología del mango por presentar fases bien marcadas en climas subtropicales, mientras que en el trópico muestra sobreposición de dichas fases fenológicas. 

 

El INIFAP realiza una caracterización del crecimiento de la variedad Ataulfo en las costas de Guerrero, observando cinco fases de crecimiento vegetativo durante el ciclo anual, presentando en verano de dos a tres, otra a finales de otoño y una más a finales del invierno. Tiene dos épocas de floración, la más importante se produce en otoño-invierno (de noviembre a febrero) y la segunda ocurre a finales de la primavera o inicios de verano, que coincide con la época de lluvias en la región (de mayo a septiembre). 

 

En lo que respecta a la concentración de hormonas, los trabajos de investigación han constatado que el nivel de giberelinas es superior en ramas que se encuentran en crecimiento vegetativo en relación con los valores registrados durante el periodo de prefloración, ya que esta disminución de su contenido beneficia la diferenciación floral. 

 

Así pues, el proceso fisiológico de inducción de la floración está influenciado y regulado, además de los factores citados anteriormente, por el balance hormonal entre giberelinas y citoquininas. Sobre dicho balance hormonal influye de manera determinante la temperatura, ya que valores nocturnos inferiores a 20 º C son inductivos, mientras los diurnos superen los 25 º C y no excedan los 30 º C. Además, si la diferencia entre las temperaturas del día y la noche es grande, se generan inflorescencias mixtas de flores y hojas. Igualmente, influye la humedad del suelo, cuyo déficit en las zonas de cultivo con climas tropicales, constituye el factor inductor de la yema floral, como consecuencia de la disminución del crecimiento vegetativo por el estrés hídrico y el bajo contenido endógeno de giberelinas en el árbol (García et al., 2023).  

 

La polinización de las flores es cruzada y depende en gran medida de los insectos (conocida como entomófila), siendo los polinizadores más importantes del cultivo la abeja (Apis mellifera) y la mosca doméstica (Musca domestica). Esta polinización cruzada mejora notablemente la producción, aunque la autopolinización es posible, habiéndose registrado en algunos cultivares (García et al., 2023). 

 

  1. Requisitos de clima y suelo

 

Es preciso conocer las necesidades de este cultivo para poder optimizar las condiciones de su entorno y, de este modo, mejorar su desarrollo y rendimiento. Se podría decir que el mango es un árbol que presenta una buena capacidad de adaptación climática, a pesar de su origen tropical, aunque hay valores, sobre todo térmicos, que es mejor mantener para no tener problemas. 

 

En lo referente a sus requerimientos climáticos, se describen a continuación, los principales factores que influyen en su crecimiento. Un grupo de investigadores del IIFT y del GAG (Cuba), recomiendan los siguientes criterios: 

 

– Temperatura. Es el factor climático más influyente en el desarrollo del mango. El rango óptimo para el crecimiento se sitúa entre 24 º y 26.5 º C, siendo el intervalo 30 º – 33 º C el ideal para la maduración del fruto. Como límite superior, se estima que puede tolerar hasta 50 º C, no siendo adecuadas las temperaturas inferiores a 19 º C en el caso de las mínimas, donde el valor promedio del mes más frío debe ser inferior a 15 º C. 

 

Para la inducción floral es recomendable una relación entre los valores del día y la noche de, aproximadamente, 19 º C / 13 º C durante dos semanas o más. También es importante recordar que las temperaturas elevadas favorecen el crecimiento vegetativo en detrimento de la fase reproductiva, lo que perjudicaría la floración del cultivo. 

 

– Humedad (lluvia). El mango es un árbol que puede adaptarse a situaciones donde se producen precipitaciones variables, desde 250 hasta 5,000 mm anuales, siendo la distribución a lo largo del año más importante que la cantidad total en el mismo. Se considera que, aproximadamente, 700 mm anuales repartidos de forma regular, es el mínimo requerido para el cultivo comercial de mango. Según Martínez et al. (2020), humedades relativas comprendidas entre 40 y 85 % pueden resultar adecuadas. 

 

Por otra parte, puede ser tolerante a la sequía, debido a la gran capacidad de extracción de agua y nutrientes de su potente sistema radicular. Asimismo, se considera como moderadamente tolerante al encharcamiento, pudiendo sobrevivir en condiciones de inundaciones continuas, aunque es importante tener en cuenta que las lluvias y el rocío excesivo en la fases de floración, cuajado y recolección de los frutos provocarán diversos problemas, desde una reducción de la cosecha, con pérdidas de calidad, hasta daños causados por enfermedades, especialmente fúngicas y bacterianas. 

 

– Luminosidad. Un buen nivel de luz en las plantaciones es importante, ya que una distribución adecuada tiene un efecto notable sobre el crecimiento y la posterior productividad del árbol. De este modo, una mayor penetración de la radiación solar, como resultado de la poda, puede provocar un incremento significativo de la producción, así como de la coloración y de la calidad de los frutos. 

 

– Viento. El mango muestra una cierta sensibilidad al viento en cualquiera de sus fases fisiológicas, principalmente durante la floración, el engorde y la recolección de los frutos, siendo los daños causados directamente proporcionales a la intensidad de la velocidad de los vientos incidentes en cada región.  

 

– Altitud. El cultivo se adapta a altitudes diferentes, las cuales pueden oscilar entre el nivel del mar y una elevación de unos 1,500 metros. 

 

Finalmente, el mango puede desarrollarse en diferentes tipos de suelo, aunque las condiciones edáficas más apropiadas para su cultivo (Huete, 2007; Martínez et al., 2020; García et al., 2023), responden a las siguientes características:  

 

  • Buena capacidad de drenaje, sin presentar problemas de pedregosidad (debe ser inferior al 10 %), de compactación ni de encharcamiento. 

 

  • Buena textura (media o ligera como son limo-arenosos o arcillo-arenosos), para la penetración de las raíces, siendo deseable como mínimo entre 80 y 100 cm de profundidad.  

 

  • Pendiente variable entre 0.1 y 15 %. 

 

  • Valores de pH comprendidos entre 5.0 y 7.0.  

 

De este modo, las condiciones ambientales y de suelo, así como el conocimiento de las fases fisiológicas y de las características varietales, entre otros, van a ser aspectos cruciales a la hora de obtener el mejor rendimiento posible.