23/11/2024

Revista InfoAgro México

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ENFERMEDADES DEL AGAVE

Enfermedades del agave. Parte II

Síntomas y daños ocasionados

Según Luna (2003), las enfermedades presentan un ciclo biológico que comprende seis etapas: inoculación, penetración, infección, invasión, crecimiento, reproducción y diseminación, cuyos daños son más evidentes y desarrollados en las etapas más avanzadas del cultivo.

Hay que tener en cuenta que, en ocasiones, los organismos fitopatógenos no actúan solos, sino que pueden interactuar con otros, según las condiciones del entorno y del estado del propio cultivo. Por ello, los síntomas observados y los daños causados son consecuencia de la situación creada, incluyendo la acción sinérgica de dos o más invasores.

De forma general, los daños causados en las plantaciones responden a las manifestaciones observadas, las cuales no siempre son sencillas de relacionar con el agente causal, haciendo difícil establecer un diagnóstico. Los síntomas generales detectados normalmente en los cultivos son:

  • Crecimiento anormal de la planta o de sus partes. Estos síntomas implican una situación de atrofia, pudiendo ocasionar un desarrollo de ciertas partes de la planta mayor de lo normal o, por el contrario, un crecimiento deficitario, en cuyo caso se denomina “achaparramiento” o “enanismo”.
  • Coloración anormal de los tejidos. En determinadas zonas, o en toda la planta, puede ocurrir una alteración en la pigmentación normal. Si existe una diferencia de tonalidad alterna, se le llama “mosaico”. Si los cambios de color se producen en forma de manchas o líneas irregulares se les denomina “moteado”. Cuando la planta pierde su coloración verde y toma un tono amarillo se le conoce como “clorosis”.
  • Necrosis o muerte de los tejidos. Estas marcas aparecen en diferentes partes de la planta, pudiendo ser localizadas o extendidas. Asimismo, se les denomina de una forma u otra, dependiendo del tipo o aspecto de la lesión. Si se presenta en forma de puntos dispersos se llama “manchado”. Si las marcas en hojas son deprimidas en relación al tejido sano, “antracnosis”. Cuando las manchas están sobre tejidos leñosos, ocasionando depresiones, se denomina “cancros” o “cánceres”. Si las necrosis van acompañadas de pequeños abultamientos de los tejidos, reciben el nombre de “roña” o “sarna”. Cuando está acompañada de secreción de sustancias mucilaginosas o azucaradas se denomina “gomosis”.
  • Marchitez o tristeza. Es la pérdida de turgencia de la planta, pudiendo ser temporal o permanente. Si el proceso es crónico, culminará en la muerte de la planta.
ENFERMEDADES DEL AGAVE
Según Luna, las enfermedades presentan un ciclo biológico que comprende seis etapas: inoculación, penetración, infección, invasión, crecimiento, reproducción y diseminación. Foto: Ilustrativa.

Los síntomas y daños observados en plantaciones de agave son descritos a continuación, según referencias del CESAVEG (Guanajuato):

  • Tizón. El síntoma inicial es una clorosis, después el cogollo tiende a inclinarse, apareciendo pudriciones blandas en la parte media de las pencas o en el cogollo. Finalmente, avanza hasta formar grandes áreas de coloración gris azulosa. Se presenta en planta madre de 3 a 4 años, también en los hijuelos. En estas lesiones pueden proliferar bacterias, lo que va a dificultar el diagnóstico de la enfermedad.
  • Marchitez bacteriana. Comienza en la espina apical o en las laterales, avanzando hacia el centro de la penca. Así causa una pudrición descendente hasta la piña con la pérdida del cogollo, siendo favorecida por la humedad de las hojas internas del miso, así como por la falta de oxigenación. Esta pudrición afecta a las pencas, como consecuencia de las heridas causadas por insectos como el picudo.
  • Viruela o negrilla. Al inicio se pueden ver pequeñas áreas oscuras que son similares a las manchas de un marcador. Generalmente, se ven afectadas las pencas bajas, que se llegan a necrosar cuando el daño es severo. Resulta letal si se presenta en hijuelos recién plantados.
  • Anillo rojo. Las hojas presentan una banda de color rojizo bien marcada, que puede penetrar y dañar al cogollo. La costra formada provoca la obstrucción de los tejidos y una pérdida de la actividad fotosintética del área foliar, dando como resultado plantas pequeñas, con un pobre crecimiento. En estas lesiones también pueden encontrarse bacterias.
  • Mancha marginal o marchitez foliar. Las zonas afectadas presentan un color oscuro por ambos lados de las hojas, rodeadas por un borde amarillento. Con la humedad pueden presentarse secreciones rojizas. Cuando la infección avanza, se forman lunares regulares en los bordes foliares o en la parte media, doblando y partiendo la penca. Estos daños suponen una reducción de la capacidad fotosintética y del área foliar. Generalmente afecta a las hojas viejas y bajas.
  • Roña o sarna. Los síntomas iniciales responden a pérdida de turgencia y decoloración de las hojas, apareciendo estrías más tarde, que pueden llegar a derivar en grietas. En general, la planta se debilita y se reduce su actividad fotosintética. Es común encontrar esta afección en tiempo seco.
  • Se manifiesta en forma de manchas necróticas hundidas en las hojas, creando círculos concéntricos regulares. Cuando el ataque es severo la penca puede secarse por completo, provocando un desgarramiento del tejido. Normalmente, se presenta en las hojas externas, en condiciones de daño mecánico y humedad.
  • Punta seca. Se inicia con un amarillamiento en el ápice o punta de las hojas nuevas, que se va extendiendo hasta producir la muerte de la hoja. Suele estar propiciada por un cambio de temperatura, así como por heladas.
  • Mancha anular. El hongo responsable causa una serie de anillos concéntricos de color rojizo, que son muy regulares, tornándose pardos a medida que maduran. Se observa en las hojas bajas y viejas, invadiendo posteriormente a las pencas sanas y a la planta por completo. Para su actuación requiere condiciones de humedad.
  • Síntomas fisiológicos. Además de los daños causados principalmente por hongos y bacterias, existen lesiones causadas por determinadas situaciones de estrés de diverso origen (temperatura, humedad, nutrición, manejo, etc.). Bajo estas condiciones adversas pueden aparecen síntomas como falta de turgencia o consistencia, irregularidades en el color de los tejidos, clorosis y necrosis en distintas partes de la planta, con la posible presencia de microorganismos saprófitos, que pueden contribuir a dificultar el diagnóstico.

En lo que respecta a la incidencia de enfermedades, durante los últimos 20 años, la producción de agave azul ha sido afectada, principalmente, por la marchitez vascular y la pudrición seca del cogollo (Rubio, 2007; Gómez et al., 2011).

Jiménez et al. (2017), afirma que la marchitez vascular comienza con un enrollamiento de la punta de las hojas, debido a la obstrucción de los haces vasculares, lo que provocan una deshidratación y una muerte progresiva de los tejidos, seguido de un cambio de coloración del azul turquesa al verde opaco. En un estado avanzado de la enfermedad, las plantas muestran un enrollamiento foliar firme, eventualmente coriáceo, mayor al 50 % del área foliar. En la mayoría de los casos se pierde anclaje por reducción o destrucción total del sistema radicular.

Las plantas afectadas por la pudrición seca del cogollo se caracterizan por lesiones corrugadas de color negro y amarillo-pálido, que descienden desde la punta hasta la base del cogollo. Inicialmente, la pudrición se ve restringida al ápice interno del cogollo que, a diferencia de la mancha gris por Cercospora o pudrición blanda por Pectobacterium spp. y Erwinia sp., mantiene su textura rígida, sin colapso ni presentar mal olor (Jiménez et al., 2004; Rincón et al., 2014; Coria et al., 2019).

Es importante destacar que se ha reportado la asociación de diversos organismos, entre ellos F. oxysporum y F. solani, a los agentes causales de estas enfermedades (Rubio, 2007; Gómez et al., 2011; Vega et al., 2013; Ramírez et al., 2017). En este sentido, cabe mencionar el estudio realizado por López et al. (2020), en 40 plantaciones comerciales de A. tequilana azul en 13 municipios de Los Altos, Jalisco, destacando el papel que desempeña Fusarium spp. en las enfermedades clave del cultivo.

 

ENFERMADES DEL AGAVE
Es fundamental que, tanto los agricultores como los asesores técnicos agronómicos, adopten técnicas de carácter preventivo frente a los ataques de los organismos fitopatógenos. Foto: Ilustrativa.

 

Medidas de control

Las estrategias establecidas deben mantener cierta coherencia y formar parte del manejo integrado de enfermedades en agave, el cual busca reducir los niveles de infestación basándose en el muestreo, que dará una información muy útil sobre los niveles epidemiológicos y sus tendencias de crecimiento. En este mismo sentido, es fundamental que, tanto los agricultores como los asesores técnicos agronómicos, adopten técnicas de carácter preventivo frente a los ataques de los organismos fitopatógenos. Para ello, es importante la identificación y la diferenciación de los síntomas observados en las parcelas de cultivos, causados principalmente por hongos y bacterias. En el mercado existen algunos productos fungicidas – bactericidas, aunque deben ser empleados de forma legal y adecuada.

Algunas de las acciones que se pueden llevar a cabo para combatir los daños producidos en el agave por estos agentes son las siguientes:

  • Realizar una revisión fitosanitaria a los hijuelos, previa a la plantación, para no instalar hijuelos con presencia de patógenos.
  • Hacer una desinfección preventiva de los hijuelos y del terreno antes de la plantación.
  • Realizar muestreos periódicos, desde el inicio, para detectar posibles brotes de enfermedades.
  • No enterrar en exceso los hijuelos, para evitar pudriciones.
  • Evitar los suelos arcillosos o pesados, así como con un alto nivel de humedad.
  • Eliminar las malezas próximas a las hileras de cultivo, ya que son hospederas de patógenos.
  • Fertilizar el cultivo de manera correcta y equilibrada, que lo hará más tolerante y menos susceptible a las enfermedades.
  • Evitar al máximo las labores del cultivo que impliquen los daños mecánicos.
  • Eliminar las plantas o partes de éstas que estuvieran infectadas, con el objetivo de reducir la dispersión.
  • Desinfectar las herramientas de trabajo con cloro u otro esterilizante después de cada corte o, como mínimo, a la entrada y salida de cada hilera de plantas.
  • Aplicar, si fuese necesario, tratamientos con productos fungicidas – bactericidas.

Así pues, las labores deben ir orientadas a la vigilancia continua de las plantas en busca de síntomas de enfermedades, eliminando aquellas que resulten afectadas y, en caso necesario, realizar labores de saneamiento y/o aplicaciones con productos específicos. Sin duda, es importante realizar correctamente la identificación del patógeno para combatirlo de manera eficaz.