08/11/2024

Revista InfoAgro México

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ENFERMEDADES DEL AGAVE

Enfermedades del agave. Parte I

La producción nacional de agave se ve amenazada por la incidencia de diversas enfermedades, las cuales reducen los volúmenes de cosecha y la calidad del producto, lo que supone pérdidas económicas, en ocasiones severas. Estas enfermedades son causadas, principalmente, por distintas especies de hongos y bacterias. Para hacer frente a estos enemigos fitopatógenos es preciso llevar a cabo ciertas medidas de control enfocadas en la prevención y en una correcta identificación del invasor, labor que, a veces, no resulta sencilla.

ENFERMEDADES DEL AGAVE
Las enfermedades del agave son causadas, principalmente, por distintas especies de hongos y bacterias. Foto: Ilustrativa.

Principales causantes de enfermedades

La importancia que tiene la industria del tequila en México es evidente, siendo una seña de identidad del país. A este respecto, es preciso señalar que México ostenta la Denominación de Origen del Tequila (DOT) desde 1997, la cual está compuesta por 181 municipios, distribuidos en los estados de Nayarit (8), Guanajuato (7), Tamaulipas (11), Michoacán (30) y Jalisco (125) (SIAP, 2018).

Según cifras de SIAP, en 2018, la producción primaria de agave azul (Agave tequilana) como materia prima para la elaboración de tequila implicaba en torno a 65 mil hectáreas de cultivo, equivalentes a más de 206 millones de plantas. Por ello, dicha producción de Agave tequilana Weber variedad Azul está regida por esta norma internacional (DOT), cuyo principal objetivo es proteger el abasto y la calidad del tequila.

Sin embargo y, considerando la importancia del agave en los procesos de producción y fabricación, este cultivo ve amenazado su volumen de cosecha por la incidencia de determinadas enfermedades que la reducen, así como la calidad del producto, lo que provoca pérdidas económicas que, en algunos casos, pueden resultar considerables.

A continuación, se enumeran algunas de las principales enfermedades que afectan al agave, reportadas por el Comité Estatal de Sanidad Vegetal (CESAVEG) de Guanajuato, así como los microorganismos responsables de causarlas:

  • Tizón. Como organismos responsables de esta lesión se han señalado a distintos hongos como Cercospora agavicola, Fusarium oxysporum o Chalara sp., entre otros.
  • Pudrición del cogollo y marchitez bacteriana. Los causantes son bacterias como Erwinia sp. y Pectobacterium spp.
  • Viruela o negrilla. El hongo Asterina mexicana ocasiona los daños.
  • Anillo rojo. Se reportan como responsables a los hongos Fusarium sp. y Phytophthora sp.
  • Está causado por el hongo Fusarium spp., encontrándose principalmente a la especie Fusarium oxysporum.
  • Mancha marginal o marchitez foliar. Los hongos Phoma sp. y Alternaria sp. son los que producen estos daños.
  • Roña o sarna. Esta enfermedad está ocasionada por el hongo Elsinoe sp.
  • Se han reportado como causantes a los hongos Colletotrichum sp., Botryodiplodia sp., Diplodia sp. y Diplodinia sp.
  • Punta seca. Está ocasionada por los hongos Fusarium sp. y Alternaria sp.
  • Mancha anular. En esta lesión se ha encontrado a los hongos Didymosphaeria sp. y Nectria sp.
  • Factores abióticos. En ocasiones, las plantas pueden estar enfermas por condiciones extremas como calor o frío excesivo, elevado nivel de humedad en el suelo que causa la muerte de la raíz, etc. En los tejidos debilitados pueden aparecer y desarrollarse organismos fitopatógenos como hongos y bacterias.
ENFERMEDADES DEL AGAVE
Las enfermedades que invaden a las plantas son producidas por diversos microorganismos patógenos, principalmente bacterias y hongos. Foto: Ilustrativa.

Modo de acción de los organismos fitopatógenos

Las enfermedades que invaden a las plantas son producidas por diversos microorganismos patógenos, principalmente bacterias y hongos. Estos agentes invasores aprovechan sus oportunidades para actuar cuando se dan las circunstancias propicias, normalmente condicionadas por situaciones de estrés, debilitamiento de la planta, desequilibrios hídricos y/o nutricionales, heridas en los tejidos, etc.

No obstante, a pesar de la debilidad por parte del vegetal, el éxito del fitopatógeno para infectar y provocar una serie de síntomas en su hospedante depende de su capacidad para secretar metabolitos que resulten dañinos para éste. Dichos metabolitos, producidos en su mayoría por determinadas especies de bacterias y hongos, se conocen como toxinas.

A este respecto, es importante conocer qué efectos provocan estas toxinas en las plantas infectadas. Algunos de los desequilibrios o perjuicios causados son (Franco y Zavaleta, 2002):

  • Alteración, directa o indirecta, del flujo de sustancias como agua, iones y otros compuestos a través de las membranas celulares y tejidos vasculares.
  • Inhibición de algunas enzimas, las cuales son esenciales en el metabolismo de la planta.
  • Trastorno de las funciones de los reguladores de crecimiento del sistema vegetal.
  • Dificultad para realizar funciones vitales de la planta como pueden ser la fotosíntesis, la generación de moléculas altamente energéticas (síntesis de adenosín trifosfato, ATP), el metabolismo de ácidos nucleicos y la síntesis de proteínas, entre otras.

De este modo, los patógenos inductores de enfermedades, a través de las toxinas, suelen afectar la fisiología de las plantas, ejerciendo una acción subletal a concentraciones relativamente bajas. También es preciso mencionar que las toxinas comprenden un grupo muy diverso de metabolitos, mostrando diferencias entre sí en lo que respecta a sus características estructurales, encontrándose péptidos, glucopéptidos, compuestos fenólicos, terpenoides, glucósidos y polisacáridos (Vurro y Ellis, 1997).

Asimismo, algunas toxinas son específicas para ciertas especies o cultivares de plantas, siendo consideradas como determinantes primarios de la enfermedad y conocidas como “patotoxinas” o “toxinas selectivas”, cuya resistencia o susceptibilidad de una planta respecto a su invasor está en función de la mayor o menor sensibilidad que muestre frente a la toxina, o insensibilidad si fuese el caso (Vassilev et al., 1996).

Por otra parte, las “toxinas no selectivas” o “vivotoxinas”, se definen como determinantes secundarios de la enfermedad (o factores de virulencia) y son capaces de inducir al menos una parte de los síntomas causados por el patógeno, tanto en plantas hospedantes como en las que no lo son (Vassilev et al., 1996).

En las distintas especies de agave, como sucede en cualquier especie vegetal, el proceso de infección viene inducido por un agente patógeno responsable de la enfermedad. En este sentido, una vez identificado dicho patógeno biótico, cuyos metabolitos resultan tóxicos para la planta huésped, se debe determinar cuál es la función de la toxina en el desarrollo de la enfermedad, es decir, si dicha toxina es requerida para que se manifieste la enfermedad o, simplemente, contribuye a incrementar la virulencia del patógeno que la produce (Franco y Zavaleta, 2002).

Es importante señalar que los estudios de los compuestos biológicamente activos, como es el caso de las toxinas, generalmente son difíciles porque cuando se aíslan del medio de cultivo donde se desarrolló el patógeno, su toxicidad resulta relativamente baja, no poseen marcadores distintivos y, en ocasiones, sus efectos no se diferencian con claridad. No obstante, independientemente de la estrategia experimental que se adopte, la investigación sobre el mecanismo de acción de las toxinas en las plantas no debe restringirse únicamente a la interacción específica entre la toxina y algunos tejidos o enzimas del hospedante, sino abordar de forma más completa los procesos metabólicos alterados que causan los síntomas característicos de la enfermedad, aunque sin duda, este tipo de estudios suponen un alto grado de dificultad (Franco y Zavaleta, 2002).

En definitiva, es importante conocer los procesos mediante los cuales los microorganismos fitopatógenos suelen debilitar, colonizar y enfermar a las plantas, así como en las funciones vitales de éstas sobre las que actúan. Hay que recordar que los daños causados en las parcelas de cultivo, con mayor o menor trascendencia, suponen pérdidas económicas para los productores.