El frijol (Phaseolus sp.), leguminosa domesticada en Mesoamérica hace 8,000 años, es uno de los alimentos más destacados de la dieta básica de las y los mexicanos, del cual se pueden encontrar alrededor de 150 especies en el mundo; 50 de ellas se encuentran en México con gran variedad de tamaños, colores y requerimientos ecológicos.
Esta leguminosa contiene carbohidratos, alto contenido de proteínas, fibra, grasa y minerales (calcio y hierro) y vitaminas del complejo B como la niacina, riboflavina, ácido fólico y tiamina. En México se cultivan principalmente cuatro variedades: claros, negros, pintos y flores.
En la parte económica, es importante mencionar que a marzo, la superficie sembrada de frijol, para el cierre del año agrícola 2016, fue de 1 millón 632 mil hectáreas, de las que se obtuvo una producción de 1 millón 088 mil 766 toneladas; 12.3% mayor a la obtenida en el año agrícola anterior, derivado de favorables condiciones climatológicas. Además, la mayor producción de esta leguminosa proviene del ciclo primavera-verano con 80%, y el resto (20%) del otoño-invierno.
Nayarit es quien más incrementó su producción: 92.5% respecto del año anterior, mientras que Zacatecas, Durango, Chihuahua y Sinaloa aportan casi 65% de la producción nacional.
De la producción de frijol obtenida en 2016, 36% fue de negros, 29% de pintos, 18% de claros (azufrado, bayo, mayocoba, peruano y otros claros), 14% de flores (mayo y junio) y el restante 3% de otros.
Es así que este alimento conocido como frijol, poroto, alubia, caraota y judía y que alcanza su mayor disponibilidad en noviembre, seguirá dentro de las preferencias del mercado nacional e internacional (México es el 4º productor a nivel mundial).
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