Los procesos de transformación y evolución de la materia orgánica aportada al suelo se estimulan por muchos factores entre los que cabe destacar, en el contexto que se analiza, los siguientes:
- Alta accesibilidad de los microorganismos a los residuos. La materia orgánica incorporada debe ser acondicionada físicamente para aumentar la superficie de contacto y favorecer la actuación de los microorganismos. Para ello los materiales deben ser picados, triturados y/o desfibrados mediante la realización de tratamientos mecánicos. El tipo e intensidad del tratamiento físico dependerá de la estructura, forma y tamaño del residuo.
- Aireación suficiente para permitir que el metabolismo edáfico se realice en condiciones aerobias, requisito indispensable para las reacciones de oxidación que caracterizan la mineralización y la humificación.
- pH cercano a la neutralidad y suficiente disponibilidad de calcio, para favorecer la actividad microbiana y determinar la naturaleza de los compuestos húmicos formados.
- Temperatura en el rango de 15 a 30ºC, que promueva una aceptable velocidad en los procesos de transformación y evolución de la materia orgánica.
- Humedad del suelo cercana a 2/3 de la capacidad de campo, evitando la sequía pero también las condiciones de anegamiento.
- Presencia de azucares solubles en el residuo y suficiente disponibilidad de nitrógeno en el suelo.
En las condiciones edafoclimáticas mediterráneas, el factor más restrictivo es la baja disponibilidad de agua en el período estival que limita fuertemente la evolución de los residuos que se incorporan al suelo en esta época del año.
La velocidad de las transformaciones de los residuos orgánicos depende de la naturaleza y composición de los mismos: rápida en residuos vegetales verdes, jóvenes y ricos en nitrógeno, azúcares solubles y sales minerales, y lenta en residuos viejos, secos, ricos en celulosa y lignina y pobres en azúcares solubles y en nitrógeno. En cualquiera de los casos, no obstante, el proceso requiere disponer de tiempo suficiente antes de la siembra o plantación del siguiente cultivo. De lo contrario se puede presentar un efecto depresivo en el cultivo posterior como resultado de la baja disponibilidad de nitrógeno (hambre de nitrógeno) debida a su inmovilización por los microorganismos y de la reducción del crecimiento radicular debida al efecto inhibidor de la microflora de descomposición. Los anteriores inconvenientes pueden ser obviados incorporando nitrógeno orgánico o mineral al residuo, siempre y cuando se disponga de tiempo suficiente entre cultivos.
Cuando los factores restrictivos son muy evidentes (período intercultivo demasiado corto, baja disponibilidad de agua, incidencia de patógenos y/o parásitos de riesgo, riesgo evidente de fitotoxicidad, alta dificultad para el condicionamiento físico del material, etc.) la mejor alternativa consiste en retirar del campo los residuos y someterlos a un proceso de compostaje, después de aplicar los tratamientos de acondicionamiento previo. El compost de calidad así obtenido podrá ser incorporado al suelo posteriormente.
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