Los pulgones están considerados un temible enemigo para los cultivos, especialmente por su resistencia a los tratamientos fitosanitarios y por su gran capacidad reproductiva. La lechuga no es una excepción al respecto, siendo igualmente afectada por esta plaga y sufriendo severos daños que se traducen en pérdidas económicas para los productores. El control biológico es una herramienta que puede ser de gran ayuda frente a estos invasores tan difíciles de controlar. De hecho, su uso viene aumentando durante los últimos años, mostrando buenos resultados en determinados casos.
El pulgón en el cultivo
Los áfidos o pulgones constituyen una de las principales plagas de los cultivos, donde la lechuga no se escapa a sus ataques. Estos homópteros presentan un aparato bucal picador – chupador, siendo insectos típicamente chupadores, los cuales clavan su estilete en el tejido vegetal, del que extraen gran cantidad de savia, que es filtrada en su aparato digestivo, donde retienen sustancias que necesita para su desarrollo, como aminoácidos y otros nutrientes, eliminando, en forma de gotas de melaza, el exceso de agua e hidratos de carbono que contiene la savia de la planta huésped (Méndez, 2014).
Algunas de las especies de pulgón, de las numerosas que existen, que pueden infectar los cultivos de lechuga son Myzus persicae (pulgón verde del melocotonero), Nasonovia ribis-nigri (pulgón rosado de la lechuga), Aphis fabae (pulgón negro de las habas), Aphis gossypii (coloración variable, con los sifones negros) y Macrosiphum euphorbiae (Sánchez y Bustillo, 1977; Sánchez y Moreno, 2004; Simbaqueba et al., 2021).
Una de sus cualidades dañinas más destacada es su gran capacidad de reproducción cuando las condiciones les son favorables. Presentan dos formas morfológicas muy diferentes, encontrándose individuos ápteros e individuos alados (Méndez, 2014). Las hembras pueden reproducirse por partenogénesis, sin necesidad de machos, es decir, que paren directamente a sus crías, las cuales, comienzan inmediatamente a alimentarse, formando densas colonias (Vahos y Botero, 1995; Díaz et al., 2012).
Cuando las condiciones del entorno no son confortables pueden emigran a otras plantas a través de los individuos alados, extendiendo de esta forma su colonización. Asimismo, se puede producir una generación sexuada, con machos y hembras alados, que darán lugar a los huevos invernantes (Méndez, 2014).
Los pulgones suelen causar numerosos y graves daños en los cultivos. En el caso de la lechuga, ataca con más incidencia a las plantas con las hojas más desarrolladas, que suelen ser más receptivas. Por tanto, entre los principales daños que ocasionan estos individuos se pueden destacar (Méndez, 2014; Perring et al., 2018):
- Inyectan toxinas cuando clavan su estilete para alimentarse.
- Ocasionan un alto estrés a la planta.
- Provocan pérdidas energéticas a nivel metabólico.
- Producen una reducción de la superficie vegetal, que afecta a la fotosíntesis, debido al desarrollo de un moho negro o fumagina (negrilla).
- Son potente vectores de virus, como el LMV.
- Facilitan la entrada de patógenos, causantes de enfermedades, por las heridas originadas a las plantas.
- Disminuyen el rendimiento y la calidad del producto cosechado (deformación de las hojas, suciedad, melaza pegajosa, etc.).
Teniendo en cuenta los daños tan variados y severos que puede provocar esta plaga en el cultivo, es muy importante realizar labores continuas de vigilancia, mediante muestreos de las plantas en busca de estos individuos, principalmente por los laterales de las parcelas. Estos muestreos deben llevarse a cabo cada pocos días, dada su gran facilidad de reproducción y dispersión, especialmente en los momentos más propicios, como son una climatología favorable y cuando el cultivo ha pasado la fase de roseta. La utilización de trampas cromotrópicas adhesivas es otra alternativa muy válida para su detección.
Estrategias de control biológico
El control biológico, fundamentado en la promoción del crecimiento poblacional de organismos biocontroladores, se desarrolla mediante diversas estrategias, entre las cuales destacan el de conservación, el clásico, el aumentativo, el de inoculación y el inundativo. Cada una de estas estrategias presentan enfoques específicos, a través de prácticas culturales y de diversificación, pero todas buscando un control efectivo sobre los insectos considerados plagas (Cotes et al., 2018).
En control biológico de conservación se basa en la implementación de prácticas culturales que proporcionen un entorno favorable para la reproducción y el crecimiento poblacional de organismos capaces de controlar a los insectos plaga (Grandperrin, 2023).
El control biológico clásico responde a la introducción y establecimiento permanente de especies foráneas con el fin de suprimir las plagas, restableciendo así un equilibrio biológico en el ecosistema de interés (Nicholls, 2008).
El control biológico aumentativo implica la liberación masiva de enemigos naturales para generar una alta densidad poblacional de agentes de control biológico en el agroecosistema, logrando así una disminución efectiva de las plagas. Por tanto, su aplicación debe ser constante (Eilenberg et al., 2001).
El control biológico de inoculación pretende actuar sobre las poblaciones de organismos plaga mediante el establecimiento, a término fijo, de un agente de control. Esto se realiza con la finalidad de restaurar el equilibrio natural y prevenir la superación del umbral de daño económico en la mayoría de los casos (Eilenberg et al., 2001).
Como se ha mencionado anteriormente, los pulgones constituyen una de las plagas agrícolas más perjudiciales y devastadoras. Por ello, es preciso diseñar estrategias de manejo cultural y biológico que puedan reducir sus efectos dañinos en los cultivos. No obstante, a pesar de la existencia y el uso de éstas, es necesario seguir profundizando en este tema tan importante.
Algunas de las técnicas de control utilizadas frente al pulgón en el cultivo de lechuga, que pueden considerarse biológicas, se describen a continuación:
– Uso de enemigos naturales depredadores:
- Eupeodes corollae se alimenta del polen de las flores y coloca sus huevos en plantas infectadas de áfidos, permitiendo que sus larvas se alimenten de éstos. La liberación continua de adultos ayuda a reducir la velocidad de crecimiento de las poblaciones plaga. Además, este depredador no afecta a otros controladores biológicos, pero su eficacia se ve afectada por bajas temperaturas, por lo que debe emplearse en épocas cálidas o en ambientes controlados como invernaderos (Li et al., 2023).
- Coccinella undecimpunctata manifiesta su preferencia por estos individuos mediante su aparato bucal masticador. La eficacia de su acción aumenta con su estado de crecimiento y la densidad de presas, siendo las larvas de cuarto instar y los adultos los más eficientes en el control de áfidos (Ramzan y Khursheed, 2023).
- Menochilus sexmaculatus es otro depredador de pulgones mediante su aparato bucal masticador. Su mayor consumo ocurre en el cuarto instar y en el estado adulto, llegando a consumir hasta 3 mil individuos. Su mayor actividad se produce a temperaturas comprendidas entre 22 º y 28 º C (Ali et al., 2012).
- Aphidoletes aphidimyza depreda exclusivamente en su estado larval, desde el primer instar. Se guía por las mieladas (excreciones azucaradas) secretadas por sus presas. Este enemigo natural actúa específicamente sobre áfidos que se alimentan de savia, paralizándolos mediante la aplicación de saliva y cortando alguna articulación del cuerpo. Su capacidad de depredación está condicionada por la densidad de presas cercanas, consumiendo más pulgones de los necesarios para satisfacer sus requerimientos nutricionales. Las larvas hembra muestran una mayor voracidad que los machos (Boulanger et al., 2019).
- Harmonia axyridis también presenta un consumo significativo de áfidos, tanto en sus instares larvales (en torno a 50 diarios) como en su etapa adulta (más de 200). Esta especie exhibe una notable voracidad, aunque se debe tener en cuenta que, en algunos casos, puede afectar a otros controladores biológicos (Koch, 2003; Santos et al., 2014).
– Uso de enemigos naturales parasitoides:
- Aphidius ervi, cuya estrategia radica en introducir un huevo dentro del pulgón, desarrollándose en su interior y provocando su muerte. Su actividad parasítica abarca los cuatro instares de los pulgones, culminando en la formación de «momias» como resultado del desarrollo larval (Legarrea et al., 2014; Trotta et al., 2018).
- Aphidius colemani actúa del mismo modo, insertando la hembra su órgano ovopositor en el huésped, mostrando preferencia por los instares 3 y 4. Este parasitoide se ha reconocido como una estrategia de control económicamente efectiva, especialmente a través de la liberación inundativa en sistemas controlados (Messing y Rabasse, 1995; Goh et al., 2001; Zamani et al., 2007).
– Empleo de organismos entomopatógenos:
- Lecanicillium lecanii es un hongo que causa enfermedades infecciosas naturales en los individuos plaga. Se caracteriza por conidios típicamente cortos y elipsoidales, con tamaños homogéneos y una coloración de colonia blanca amarillenta. Algunos estudios han revelado una elevada producción de conidios y un porcentaje de control del 95 % (Díaz et al., 2009; Hanan et al., 2020).
- Erynia neoaphidis, cuyas esporas esporulan a partir de cadáveres bajo condiciones de alta humedad, alcanzando a un nuevo hospedero que colonizar. Sus infecciones en el suelo resultan más rápidas (23 – 36 %) a los 14 días de la inoculación, en comparación con las aplicaciones foliares (10 – 14 %) en el mismo periodo (Shah et al., 2000; Scorsetti et al., 2007).
- Verticillium lecanii es un hongo entomopatógeno y microparásito, que produce enzimas que degradan la cutícula de los insectos. Estudios evidencian su eficiencia, causando la muerte de los pulgones cuatro días después de la inoculación (Askary et al., 1998).
- Brevibacillus laterosporus es una bacteria capaz de activar la resistencia en las plantas mediante la activación de las rutas del ácido jasmónico y salicílico, además de crear una barrera física contra los áfidos (Javed et al., 2023).
El control biológico puede ser una herramienta muy valiosa en la lucha contra los pulgones, sobre todo, si se tiene en cuenta la extraordinaria resistencia de esta plaga. En el cultivo de la lechuga, donde estos individuos se esconden muy bien entre las hojas de las plantas, la acción de estos agentes naturales puede llegar donde los tratamientos convencionales no lo hacen. Sin embargo, es imprescindible continuar los estudios sobre el tema con el fin de perfeccionar las estrategias de control biológico de plagas.
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