12/03/2025

Revista InfoAgro México

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Enfermedades de la palma de coco 

Enfermedades de la palma de coco 

 

  1. Introducción
  2. Anillo rojo
  1. Pudrición del cogollo
  1. Tizón de la hoja

 

  1. Introducción

 

Diversas son las enfermedades que afectan a las palmas de coco. Lo mismo que sucede con otros cultivos tropicales, estas afecciones causan daños en las plantas, mermando sus producciones. Generalmente, los causantes de dichas enfermedades suelen ser hongos, bacterias, virus, viroides, fitoplasmas y nematodos. Estos enemigos son numerosos, ya que se reconoce un amplio rango de ellos como, por ejemplo, 173 especies de hongos y 78 especies de nematodos. En el presente artículo se describen tres enfermedades de las más conocidas que inciden en las plantaciones cocoteras. 

 

  1. Anillo rojo

 

El causante de esta enfermedad es el nematodo Rhadinaphelenchus cocophilus, de la familia Aphelenchoididae, el cual es alargado, de aproximadamente 1 mm de longitud, con la parte de la cabeza más estrecha que el cuerpo y un estilete de 12 a 15 micras de largo. Su tercer estado larval es el que infecta a las palmas, siendo su vector de transmisión el picudo negro del cocotero Rhynchoporus palmarum L (Aldana et al., 2011). 

 

En cuanto a su distribución, la enfermedad ha sido reportada en numerosos países como Belice, Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Ecuador, Venezuela, Trinidad y Tobago, Guyana o Panamá. En México se encuentra presente en todas las zonas productoras de coco (Tizapa, 1999).  

 

Respecto a los síntomas que se manifiestan, existen una extensa variedad, según la edad del cultivo y la severidad o el tiempo de infección que tenga la palma enferma, así como por las condiciones ambientales y de manejo del cultivo, aunque hay algunos más característicos, tanto externos como internos, que pueden ser usados para el diagnóstico de la enfermedad en el campo (Motta et al., 2008). 

 

En el inicio de la enfermedad se manifiestan como una coloración amarilla en la punta de los foliolos de las hojas más viejas, extendiéndose por las venas hasta el raquis de éstas. Más tarde, la coloración adquiere un tono anaranjado y después marrón café (bronceado), muriendo finalmente y quedando colgada al lado del tallo. Estos síntomas avanzan en sentido ascendente, es decir, desde las hojas más bajas hasta las del cogollo. La palma afectada termina muriendo en un periodo comprendido entre 3 y 4 meses (Tizapa, 1999; Lizano, 2001).  

 

Probablemente, el síntoma más característico de esta enfermedad es un anillo de color rojizo, de 3 a 5 cm de ancho, en la zona interna del tronco cuando se realiza un corte transversal de éste. En algunos casos este anillo no se observa bien definido. Otro indicio se conoce como “hoja pequeña” y tiene como principal característica que el follaje se mantiene verde, pero la planta empieza a producir hojas muy cortas que forman una masa compacta en el cogollo de ésta (Lizano, 2001; Motta et al., 2008). 

 

La incidencia de este patógeno puede ocasionar pérdidas elevadas en las plantaciones de coco, al incrementarse el número de plantas muertas por la transmisión a través de su insecto vector, que agrava la situación cuando hay otras especies cerca, como papayas, plátanos, cañas de azúcar, palmas de aceite y más, a las que también visita (Restrepo et al., 1982; Griffith, 1987; Rochat, 1987; Chinchilla, 1988; Genty, 1988; Zagatti et al., 1993). 

 

Según Tizapa (1999), las situaciones más problemáticas pueden ocurrir en palmeras con edades entre tres y diez años, cuando el tallo está claramente definido y el tejido cortical exterior se endurece.  

 

En lo referente a la transmisión de la enfermedad, el nematodo puede ser localizado en el suelo, cerca de las raíces de la palma, pudiendo darse un contagio a través del contacto de raíces enfermas y sanas. Asimismo, es importante señalar que, cuando una larva del picudo se está alimentando del tejido de una palma contaminada, ingiere al nematodo. Los adultos también pueden adquirirlo y dispersarlo en la alimentación y en la reproducción (Calvache et al., 1995).  

 

El periodo que responde a una mayor transmisión es entre abril y noviembre. Además, las palmas con anillo rojo son más abundantes en suelos que presentan un mal drenaje y un contenido pobre en nutrientes (Tizapa, 1999).  

 

Las medidas de control de la enfermedad están enfocadas al insecto vector, el cual debe ser capturado y destruido (Barreto, 1986; Posada, 1988; Genty, 1988; Vera y Orellana, 1988; Villanueva y González, 1988; Moura et al., 1990). La eliminación de las palmas enfermas también es una medida necesaria (Lizano, 2001; Grueso y Betancourth, 2009; Aldana et al., 2011). 

 

  1. Pudrición del cogollo

 

El patógeno responsable de la enfermedad es el hongo Phytophthora palmivora, cuya distribución se produce en varios países de Centroamérica y El Caribe, como Jamaica, Honduras, Guyana, Cuba, Ceilán, Hawaii, Costa Rica, Trinidad, Brasil, Colombia, Puerto Rico y más. En México aparece en todas las zonas productoras de coco, pero su presencia responde más a la época de lluvias (Griffith, 1979; Domínguez, 1999). 

 

Los síntomas, descritos por Tizapa (1999), se manifiestan en el cogollo de las plantas, donde las hojas recientemente emergidas adquieren una tonalidad verde opaco, que contrasta con el verde normal de las demás hojas. Posteriormente, se presentan algunas manchas de color marrón con forma redonda o alargada en las hojas cercanas al cogollo, el cual puede ser fácilmente arrancado de la planta con un ligero tirón.  

 

Más avanzada la enfermedad, se presenta en la palma una pudrición acuosa de los tejidos, que se licúan produciendo un olor desagradable o fétido, prosperando en ambos sentidos de las hojas y adquiriendo en la parte más extrema de la lesión una coloración café rojiza característica de la enfermedad.  

 

Después, la evolución del fitopatógeno pasa al tallo, pudriendo también los tejidos. En los frutos, se ven afectados aquellos que tienen de 2 a 5 meses de edad, comenzando con lesiones húmedas cercanas al perianto, más tarde se tornan cafés y adquieren una forma irregular, rodeadas por un borde amarillento. De este modo, el hongo pudre las partes internas y externas del fruto, provocando su caída prematura en cualquier época, pudiendo afectar también a las inflorescencias de la palma.  

 

Las hojas más viejas permanecen de color verde algunos meses (como una corona). Luego, se secan y cuelgan durante cierto tiempo antes de desprenderse y dejar el tallo de la palmera sin hojas, aunque los frutos formados maduran normalmente (Lizano, 2001). 

 

En cuanto a los daños causados, la enfermedad puede afectar a palmeras de todas las edades, siendo más frecuente en el intervalo 15 – 45 años (Menon y Pandalai, 1958), donde el patógeno solamente puede infectar a través de heridas causadas en la corona, normalmente por vientos o lluvias fuertes, siendo esporádica en los lugares donde no son comunes los huracanes y endémica en aquellos con precipitaciones abundantes (Tizapa, 1999).  

 

La diseminación del hongo responde principalmente a la acción del viento y la lluvia, pasando de una planta a otra, viéndose favorecido cuando existe una humedad relativa superior al 90 % y una temperatura entre 20 y 25 grados centígrados. Asimismo, puede sobrevivir como micelio en los tejidos afectados y en forma de oospora en las épocas de sequía. En el caso de la pudrición de la yema, se piensa que la mosca Telostylinos sp. puede ejercer de vector, pero jugando un papel secundario en la diseminación (Tizapa, 1999). 

 

Finalmente, abordando el control de la enfermedad, no existe resistencia genética frente a ésta, por lo que las acciones deben enfocarse a la erradicación del patógeno. Lizano (2001), hace las siguientes recomendaciones al respecto: 

 

  • Cortar y quemar las palma de coco afectadas. 

 

  • Si se detecta precozmente, cuando las hojas centrales empiezan a marchitarse, se debe limpiar y eliminar el material infectado que se encuentre en la corona, aplicando posteriormente algún producto de acción fungicida. 

 

  • De manera preventiva, se pueden aplicar fungicidas en el cogollo de palmas aparentemente sanas y cercanas a las que estén enfermas. 

 

  • Evitar sembrar en áreas bajas y/o realizar labores de drenaje que eviten los encharcamientos dentro de las plantaciones.  

 

  1. Tizón de la hoja

 

El agente causal de la enfermedad es Pestalotia palmarum, un hongo que produce conidios en ambos lados de la hoja. Es común encontrarla en todas las áreas donde se cultiva coco, reportándose en países como India, Filipinas, Ceylán o Trinidad y Tobago, entre otros (Lizano, 2001). 

 

Para Tizapa (1999), se considera la enfermedad más común en la palma de coco, resultando más importante a nivel de vivero, donde puede provocar el quemado total del follaje. En México aparece en todas las zonas productoras de coco, pero no está considerada demasiado importante, al hacer incidencia en plantaciones desatendidas o expuestas a condiciones desfavorables. 

 

Los síntomas responden a manchas pequeñas, al principio transparentes o de color claro, para después volverse amarillentas, rodeadas por bandas grises y cuyo centro cambia de blanco a grisáceo, tornándose marrones por la necrosis. Varias de estas manchas se unen, formando áreas irregulares necróticas. En la superficie de las hojas, el patógeno forma puntos negros, globosos esféricos o rectangulares, que corresponden a los cuerpos fructíferos del hongo. También pueden aparecer manchas pequeñas de color café, que crecen de forma concéntrica, detectando en los anillos dichas fructificaciones. En etapas avanzadas, las puntas y los márgenes de las hojas se secan y dan apariencia de “quemadura”, por lo que se le da el nombre de “tizón”. Con el tiempo el tejido afectado se desprende (Lizano, 2001).  

 

La enfermedad está presente prácticamente todo el año, aunque se observa con mayor intensidad en la temporada de lluvias o en los viveros descuidados en lo concerniente a sombra y humedad, donde los daños provocados por el hongo afectan más a las hojas jóvenes o que han sufrido lesiones por el hombre o los insectos cuando los tejidos están tiernos (Tizapa, 1999). 

  

Cuando la enfermedad ataca a un gran número de hojas, las que se encuentran en la yema terminal son las únicas que permanecen paradas, cayendo después de algún tiempo, dando como resultado la muerte de la planta. Algunos afirman que tiene un origen fisiológico, apuntando a una falta de drenaje y a una deficiencia de potasio como los factores principales que predisponen al ataque de las hojas (Domínguez, 1999). 

 

Este patógeno se establece como un parásito de las plantas, afectando a todas las hojas en cualquier fase del cultivo. Su transmisión se produce a partir de los conidios, que son liberados por el viento para infectar nuevas plantas o nuevas hojas de la misma planta. Asimismo, el hongo sobrevive en los residuos de hojas secas, que se convierte en una fuente de inóculo primario. En el estado de Guerrero está asociado con el insecto de follaje Homaledra sp. (Tizapa, 1999). 

 

En cuanto al control de la enfermedad, algunas recomendaciones técnicas (Liyanage et al., 1999) para reducir o prevenir los ataques del tizón son: 

 

  • Eliminar el follaje afectado por el hongo en las plantas de vivero. 

 

  • Evitar la siembra en suelos compactados y mal drenados.  

 

  • Evitar dañar plantas y eliminar residuos de hojas. 

 

  • Aplicar fertilizantes a base de potasio, como puede ser el cloruro potásico. 

 

  • Realizar aspersiones de productos fungicidas al follaje, por ejemplo, a base de cobre. 

 

Por tanto, es importante realizar labores de prevención, especialmente en los viveros, también de vigilancia, intentando divisar hojas afectadas, y la aplicación de tratamientos fungicidas pueden ser una ayuda en determinados momentos.