09/11/2024

Revista InfoAgro México

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Enraizantes para los cultivos del campo

La importancia de los pelos absorbentes
Las nuevas raíces se producen por un desarrollo celular que crea inicialmente una masa de color blanco con una gran capacidad de captación de nutrientes. Más tarde, se suberiza (se endurece y se impermeabiliza) parte de ella y ya no absorbe nutrientes.

Esta primera formación de raíces se denomina pelos absorbentes. Se conoce como pelos ya que tienen un grosor muy pequeño, del tamaño de una célula y muy susceptibles al “maltrato”. De ahí que se recomiende no abonar durante las primeras semanas y mantener una humedad constante, de cara a no aumentar en exceso la conductividad eléctrica del sustrato.

De ahí el uso importante que se da a los aminoácidos como enraizantes, ya que aportan nitrógeno orgánico (entre un 6 y un 10% de norma general) y tienen una gran asimilación por la planta.

La conductividad en el cepellón, un factor importante

Como hemos visto antes, la conductividad en el entorno radicular es importante que esté baja para no dañar la formación de los pelos absorbentes, que suelen ser muy sensibles a la acumulación de sales y dañan su crecimiento.

De forma natural, las raíces tienden a crecer en zonas con menor concentración de sales. Desde un punto de vista evolutivo, tiene sentido y facilita prosperar en entornos que puedan ser hostiles.

En muchos semilleros o viveros donde se producen plantas, se suele aumentar la conductividad del cepellón y recomiendan hacer lavados en el huerto con el fin de que las plantas concentren raíces en un entorno más salino que el “exterior”.

Por ello, las raíces que se encuentran en desarrollo se extienden hacia zonas con menor conductividad en las primeras semanas y esto hace que aumente la capacidad enraizante de la planta.

De forma manual, podemos preparar una solución nutritiva rica en nitrógeno y fósforo, sin que aporte mucha conductividad, y mojar el cepellón antes de realizar el trasplante.

Sin embargo, tendremos que conocer algunos datos adicionales como la conductividad de la solución nutritiva y la del huerto donde queremos plantar. Un conductivímetro nos podrá ayudar a salir de dudas si queremos probar este experimento.

Nitrógeno, fósforo y materia orgánica, una combinación perfecta

Siempre se ha considerado que el fósforo es un nutriente indispensable en las primeras etapas de crecimiento. Es así porque este elemento es el encargado del aporte energético en la planta, conocido como ATP.

El fósforo activa el metabolismo de la planta y mejora su rendimiento energético. De ahí que suela utilizarse durante varios riegos abonos ricos en fósforo. Un ejemplo puede ser el conocido 13-40-13, aplicado a razón de 1 kg por cada 1,000 m2 de superficie. Esto aporta 13% de nitrógeno, 40% de fósforo y 13% de potasio.

Ahora bien, la materia orgánica, bien descompuesta, aporta nitrógeno orgánico que viene bien para no subir excesivamente la conductividad, ya que antes hemos comentado que era un factor limitante en la creación y formación de los pelos absorbentes.

Una combinación muy interesante y efectiva que suele realizarse es la siguiente mezcla. Medida para 1,000 m2 de superficie y que facilmente se puede adaptar a la superficie de vuestro huerto.

Por cada 1,000 m2 de superficie, durante 2 semanas de riego:

  • 1 kg de 13-40-13
  • 0.5 kg de nitrato amónico (34,5%)
  • 1 L ácido húmico/fúlvico

La proporción del 13-40-13 no tiene por qué ser así, si no que puede variar. Es una mezcla muy conocida y usada y que podéis preparar en casa si disponéis de varios abonos como el nitrato amónico, el fosfato monoamónico y el nitrato potásico. Saldrá bastante más barato.

Se hace de la siguiente manera si queremos preparar el equivalente a 10 kg de un 13-40-13 con fertilizantes simples:

  • Nitrato amónico (34.5%): 0.64 kg
  • Fosfato monoamónico (11-61-0): 6.55 kg
  • Nitrato potásico (13-0-46): 2.82 kg

Esto lo mezclamos y es perfectamente soluble en un medio de agua por lo que tendríamos nuestra solución de 13-40-13 bastante más barata que comprando el complejo.

Ya hemos hablado de la importancia del fósforo y del nitrógeno en las primeras semanas de desarrollo después del trasplante pero, ¿y los ácidos húmicos o fúlvicos?

Éstos, aunque muchos aumentan la conductividad eléctrica en el entorno, si se gestiona con la dosis mencionada (1 L por 1,000 m2), controlas el aporte de sales y beneficias enormemente las características físicas, químicas y biológicas del suelo.

Si ya tienes una fuente importante de materia orgánica en el huerto, te puedes ahorrar añadir estos ácidos húmicos o fúlvicos.

La importancia del nitrógeno nítrico y amoniacal en la formación de raíces
Aunque el fósforo es el elemento que se considera de mayor importancia en la formación de las raíces durante las primeras semanas después del trasplante, el nitrógeno también es importante.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que su uso debe ser limitado en las primeras fases de desarrollo. No por causar un problema en el cultivo si no porque hay aún pocas raíces y va a haber mucho nitrógeno (sobre todo la forma nítrica) que se va a percolar y va a contaminar acuíferos.

El uso de ese 0.5 kg de nitrato amónico por riego y 1,000 metros cuadrados de superficie es suficiente, junto con el resto de fertilizantes, para hacer un uso gestionado y eficiente del nitrógeno. Usando un riego por goteo será mucho más responsable y optimizaremos el uso del nitrógeno.

La forma amoniacal (la mitad de lo que añadimos en el nitrato amónico en cuanto a riqueza) promueve la formación de raíces laterales, interesante para lograr un crecimiento horizontal de las raíces y una mejor captación de nutrientes.

La forma nítrica (la mitad de lo que añadimos en el nitrato amónico en cuanto a riqueza) estimula el crecimiento de esas raíces que la forma amoniacal ha ayudado a crear. Esta mezcla se complementa muy bien para lograr un buen desarrollo radicular.