El clima de la tierra ha variado de forma natural a lo largo de sus más de 4,500 millones de años de existencia, en los últimos años estos cambios se han acelerado.
Cuando hablamos de cambio climático nos referimos a una variación en el clima directa, o indirectamente provocada por la actividad humana, que afecta a la composición natural de la atmósfera.
A través de la historia, el hombre ha ido transformado su entorno, los avances tecnológicos lo han dotado de una capacidad productiva, inimaginable hace algunas décadas. Este poder a traído grandes beneficios, pero no siempre se ha utilizado de manera controlada, su consecuencia negativa es la mayor amenaza a la que se enfrenta nuestro planeta “el cambio climático”.
La variación del clima de la tierra con fenómenos meteorológicos extremos tiene grandes efectos ambientales, económicos y sociales. La actividad del hombre a provocado que la concentración de gases de efecto invernadero en atmosfera haya aumentado drásticamente en las últimas décadas.
El sector agrícola y ganadero ha contribuido a este proceso debido a las emisiones que genera. Pero también puede aportar importantes beneficios ambientales, para lograr un desarrollo sostenible.
Con una población mundial en crecimiento constante y unos recursos que no son ilimitados, la actividad agrícola debe de afrontar el reto de la alimentación sin degradar el medio ambiente, convirtiéndose en un aliado para su conservación.
Ante la gravedad de la citación y consensuado científicamente el origen del problema, se hace imprescindible el debate para encontrar ideas y propuestas contra el cambio climático y garantizar el futuro de nuestro planeta.
Según La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ONUAA, o más conocida como FAO (por sus siglas en inglés: Food and Agriculture Organización) El cambio climático puede golpear a la agricultura en diversas formas.
El cambio climático a largo plazo, en particular el calentamiento del planeta podría afectar a la agricultura en diversas formas, y casi todas son un riesgo para la seguridad alimentaria de las personas más vulnerables del mundo:
- Sería menos previsible el clima en general, lo que complicaría la planificación de las actividades agrícolas.
- Podría aumentar la variabilidad del clima, ejerciendo más presión en los sistemas agrícolas frágiles.
- Los extremos climáticos –que son casi imposibles de prever- podrían hacerse más frecuentes.
- Aumentaría el nivel del mar, lo que sería una amenaza para la valiosa agricultura de las costas, en particular en las islas pequeñas de tierras bajas.
- La diversidad biológica se reduciría en algunas de las zonas ecológicas más frágiles, como los manglares y las selvas tropicales.
- Las zonas climáticas y agroecológicas se modificarían, obligando a los agricultores a adaptarse, y poniendo en peligro la vegetación y la fauna.
- Empeoraría el actual desequilibrio que hay en la producción de alimentos entre las regiones templadas y frías y las tropicales y subtropicales.
- Se modificaría espectacularmente la distribución y cantidades de pescado y de otros productos del mar, creando un caos en las actividades pesqueras establecidas de los países.
- Avanzarían plagas y enfermedades portadas por vectores hacia zonas donde antes no existían.
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