11/03/2025

Revista InfoAgro México

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Plaga de Picudo negro en Palma de Coco, parte 2

Plaga del picudo negro. Parte II 

 Clic aquí para leer la primera parte del artículo de la Plaga del picudo negro.

  1. Daños e impacto económico

 

La presencia del picudo negro en palmas de coco fue reportada hace mucho tiempo (Blandford, 1893, citado por Hagley, 1965), a través de la infestación de sus larvas. Desde entonces se ha constituido como una de las principales plagas en las plantaciones de coco (Cocos nucifera L.) y de palma de aceite (Elaeis guineensis) en América Latina y el Caribe (Morin et al., 1986; Esser y Meredith, 1987; Griffith, 1987; Posada, 1988). 

 

Las pérdidas económicas que pueden causar sus ataques son variables, dependiendo de diversos factores, como la biología del insecto, las condiciones de la zona de cultivo o las actuaciones fitosanitarias, entre otros, pudiendo destruir más del 80% de las plantas susceptibles, que suelen ser las que tienen de tres años a seis años después del trasplante (Lizano, 2001). 

 

Según Aldana et al. (2011), una importante región productora de coco de Colombia vio afectada su superficie durante los años 90 en unas 500 hectáreas, en la que tuvieron que eliminarse cerca de 90 mil palmas, pasando de un 0.5 % en 1990 a un 8 % en 2002 (Gómez et al., 2004). Las pérdidas económicas asociadas a este suceso, entre costes fijos y administrativos, se estimó aproximadamente en ocho millones de dólares (Mosquera, 2005). 

 

En cuanto a los daños que puede originar este insecto, éstos pueden ser directos o indirectos, llegando en ambos casos a la muerte de las palmas, especialmente si se producen de manera simultánea.  

 

Los daños directos los causan las larvas del picudo, las cuales después de emerger, durante su desarrollo, se alimentan de los tejidos blandos en las bases peciolares, en las zonas del cogollo de las palmas o incluso en las inflorescencias, lo que impide que la palma pueda recuperarse al no producir brotes ni hojas nuevas, incluso causar la muerte del árbol si se afecta al meristemo principal del tronco (Griffith, 1968; 1987; Sánchez, 1987; Chichilla, 1988; Acosta, 1991).  

 

Para Hagley (1965) y Fenwick (1967), una población de 30 larvas es suficiente para causar la muerte de una planta adulta de coco, incluso un número menor puede tener el mismo efecto en plantas jóvenes. En este sentido, Lizano (2001), considera una capacidad de digestión de una larva de hasta 500 gramos de tejido antes de transformarse en pupa, cuyos síntomas solo son visibles cuando la palma ya está irremediablemente afectada. 

 

Además, los daños ocasionados por estos insectos provocan la incidencia de enfermedades por hongos y bacterias (Sánchez et al., 1993), entre las que destaca la pudrición del cogollo, asociada a la palma (Acosta, 1991; Aldana, 2005), lo que provoca la aparición masiva de individuos como consecuencia de la atracción que sienten los adultos por los tejidos en fermentación, ya que resultan ser lugares ideales para su reproducción, pudiendo convertirse en una situación limitante para el cultivo, sobre todo en las siembras nuevas (Aldana et al., 2011). 

 

Asimismo, los cortes y heridas causados en labores agronómicas como la poda y/o la cosecha, favorecen su actividad, ya que las hembras depositan sus huevos en dichas heridas o en las zonas de la planta afectadas por alguna enfermedad. Los adultos también generan daños mediante galerías en distintas partes como son las florales, la base del peciolo, los entrenudos de la corona y, de forma eventual, en la base del tallo, todos con el objetivo de alimentarse y reproducirse (Sánchez et al., 1993).  

 

Según Aldana et al. (2011), en cultivos de renovación y en zonas con más de cinco individuos de R. palmarum capturados al mes es preciso tener especial cuidado porque, aunque las palmas se encuentren sanas, cualquier corte va a aumentar su vulnerabilidad al insecto, en especial en zonas con más de un 10 % de incidencia de enfermedades. 

 

El daño indirecto es ocasionado por la transmisión del nematodo Bursaphelenchus cocophilus, ya que el picudo negro es reconocido desde hace mucho tiempo como su vector principal (Coob, 1919; Ashby, 1921, Goodey, 1960; Hagley et al., 1963; Bajaguard, 1989), incluso para algunos es el único vector (Griffith, 1987; Rochat, 1987; Chinchilla, 1988; Genty, 1988), causante de la enfermedad conocida como anillo rojo (Hagley, 1965; Sánchez, 1967; Ramírez, 2008; López et al., 2012), de la no se pueden recuperar (Grueso y Betancourth, 2009).  

 

  1. 7. Medidas de control

 

Como suele suceder desde hace décadas con la mayoría de cultivos, el principal medio de control ha sido la aplicación de insecticidas, aunque casi siempre con los inconvenientes que presentan este tipo de productos, como son la contaminación medioambiental, el aumento de los costes del cultivo o la creación de resistencias por parte de la plaga, principalmente. 

 

En el caso de las palmas de coco, la fumigación con diferentes insecticidas a las axilas de la palma y también a ésta completa, sólo ha mostrado cierta eficacia frente a las fases larvarias, siendo muy escasa en el estado de adulto (Lizano, 2001). 

 

De este modo, el denominado control químico por sí solo no resulta suficiente para mantener las poblaciones de este gorgojo, siendo necesaria la integración de otros métodos o medidas, entre los que destacan: 

 

– Monitoreo mediante trampas. Es una práctica generalizada que consiste en la atracción de adultos hacia trampas impregnadas con algún insecticida, cuyos recipientes pueden ser de plástico o un tocón de una palmera enferma, siendo los atrayentes cebos artificiales como la feromona sintética de agregación Rhynchophorol y/o tejidos vegetales de plantas hospederas como pedazos de palmeras, caña de azúcar, frutos de mango, plátano o piña (Motta et al., 2008; López et al., 2012). 

 

Para Aldana et al. (2011), la eficiencia del trampeo va a depender de factores como la ubicación y la densidad de las trampas, su distribución en el área de la plantación, el mantenimiento de las mismas o la capacitación del personal responsable, entre otros. 

 

Por tanto, la principal finalidad de esta técnica es atraer y capturar el mayor número de adultos posible, disminuyendo así sus poblaciones, pero nunca erradicarlas (Grifith, 1970; Arango y Rizo, 1977; Barreto, 1986; Posada, 1988; Genty, 1988; Vera y Orellana, 1988; Villanueva y González, 1988; Moura et al., 1990).  

 

En este sentido, la gran capacidad que posee este insecto para percibir los olores que les atraen, los hace más susceptibles a esta estrategia de trampeo con feromonas sintéticas y/o naturales (Rocha, 1992). Además, ofrece un buen grado de efectividad sin la necesidad de realizar una gran inversión y sin ningún impacto ambiental (Lizano, 2001).  

 

– Control biológico. Existen algunos enemigos naturales para el control de R. palmarum, entre los que se citan (Lizano en plantaciones de El Salvador) Parathesia menezesi, Staphyninido xanthopygus o Parabilbea rhynchophorus, aunque en palma de aceite. También la acción de las bacterias Micrococus roseus y Bacillus thuringiensis, así como los hongos Metharrizum thuringiensis y M. anisoplae. Sin embargo, para este autor no existe evidencia práctica sobre el control biológico del picudo negro del cocotero. Por otro lado, las infecciones causadas al picudo con Beauveria bassiana han tenido éxito en pruebas de laboratorio (Santos et al., 1998). 

 

– Eliminación de palmas enfermas. Supone una de las principales medidas de control para evitar que se formen reservorios de la plaga y se dispersen en las plantaciones cocoteras. Por ello, es recomendable no hacer heridas en los tallos por los olores que despiden los tejidos, atrayendo a los adultos, siendo necesario cubrir las heridas y eliminar las plantas enfermas y/o afectadas por la plaga (Lizano, 2001; Grueso y Betancourth, 2009; Aldana et al., 2011). Cuanto antes se lleve a cabo esta labor menor será el daño sufrido (Martínez et al., 2008; Torres et al., 2008). 

 

De este modo, viendo las enormes capacidades olfativas, reproductivas y de transporte de los adultos del picudo negro, así como la voracidad de sus larvas, realizar un trabajo preventivo se destaca como la mejor medida de control, intentando detectarlo lo antes posible, incluso evitar que llegue al cultivo, ya que, si dicha detección se produce de manera tardía, los daños que va a provocar en las palmas de coco pueden causar severas pérdidas económicas.