Hospedantes de la plaga
El picudo supone una plaga muy severa para las distintas especies de agave, tanto silvestres como cultivadas. De hecho, se considera la principal plaga de importancia económica, siendo el gran problema en la industria del tequila y el henequén en nuestro país, así como en la industria del sisal en África e Indonesia (Ruíz et al., 2003; Servín et al., 2006; Pérez y Rubio, 2007).
Este insecto afecta a las especies pertenecientes a las familias Agavaceae, Asparagaceae y Cactaceae, mostrando una preferencia por especies del género Agave, tales como el agave tequilero (A. tequilana Weber var. Azul), el henequén (A. fourcroydes Lem.), el maguey pulquero (A. atrovirens Karw), el maguey mezcalero espadín (A. angustifolia Haw), el maguey mezcalero papalote (A. cupreata Trel y Berger), el sisal (A. sisalana Perrine), el agave amarillo (A. americana L.), la lechuguilla (A. lechuguilla Torr.), el cuello de cisne (A. attenuata Salm-Dyck), el cocui (A. cocui Trel), la caculla (A. cubensis Jacq), A. ferndinandiregis, A. mexicana y el agave de la costa (A. shawii Engelm) (SENASICA, 2016).
Pero además de la familia del agave, también se reportan otros géneros de plantas donde causa daños, como son el sotol (Dasylirion spp.), el nardo (Polianthes tuberosa L.), la palma cola de caballo (Beaucarnea recurvata Lem), el Drago de las islas caimán (Dracaena draco L.), el gigante de Cabuya (Furcraea foetida Haw), la yuca (Yucca valida Bradegee, Y. aloifolia L., Y. elephantipes Baker in Regel, Y. glauca Nutt, Y. pendula glauca) y el cardón (Pachycereus pringlei Watson) (Halffter, 1957; Camino et al., 2002; Espinosa et al., 2005; Barrios et al., 2006; Servín et al., 2006; González et al., 2007; Maya et al., 2011; Vassiliou y Kitsis, 2015; CAB, 2016).
Daños causados a los cultivos
Después de comprobar el inmenso número de especies vegetales que son atacadas por el picudo, vamos a describir la forma en que este insecto causa los daños en las plantas, los cuales pueden ser directos e indirectos.
Los daños directos en los agaves son ocasionados por las larvas. Cuando éstas eclosionan de los huevos depositados por las hembras adultas en la parte cercana al ápice del cogollo, van perforando la piña, el cogollo y las pencas, especialmente de las plantas maduras. Así, se van creando galerías, que pueden ser más o menos profundas, siendo visibles los orificios cuando las pencas se van abriendo (Pérez y Rubio, 2007).
Los ataques más agresivos se producen en plantas de más de 4 años de edad, ya que éstas producen altas cantidades de azúcares, aunque también pueden colonizar plantas jóvenes entre 1 y 3 años, e incluso hijuelos. La voracidad alimenticia de las larvas puede causar la muerte de plantas de menos de un año (González et al., 2007).
Además del daño físico causado por las perforaciones, también puede aparecer rodeando las galerías, una pudrición o necrosamiento endurecido de color rojo intenso, como consecuencia de una reacción química de la propia planta o por el desarrollo de fitopatógenos (Solís et al., 2001). Asimismo, puede observarse una secreción de color café, de claro a oscuro, que puede estar relacionada con la presencia de bacterias, como sucede en A. tequilana (Servin et al., 2006).
En relación con los daños causados en plantaciones de agave, existen estudios (Bravo et al., 2003; Aquino et al., 2007) que revelan que la proporción del daño está relacionada con factores climáticos como la lluvia y la altitud, aumentando la incidencia de la plaga conforme se incrementan estos factores.
Otros síntomas observados en cultivos distintos, como la yuca, responden a clorosis foliar y a manchas necróticas en las hojas, que pueden ser superficiales o profundas, evolucionando en algunos casos a una pudrición de color café variable en su base. En el cardón, los adultos barrenan la región apical de los brazos, mientras que las larvas consumen la médula de éstos, produciendo la necrosis, o incluso la muerte, de plantas jóvenes (Maya et al., 2011).
Los daños indirectos vienen derivados de las galerías realizadas, por las cuales entran otros insectos plaga y demás fitopatógenos, contribuyendo a una muerte rápida de la planta. Sin embargo, se ha observado que los ataques del picudo a hijuelos o a plantas jóvenes no han causado pudriciones (González et al., 2007).
Obviamente, los daños en los cultivos suponen determinadas pérdidas económicas, que pueden ser de diversa índole, dependiendo de la severidad de los ataques. Algunos datos reportados al respecto son: 40 % en cultivo de henequén en Yucatán, 30 % en agave pulquero en Hidalgo, Tlaxcala y México o un 25 % en agave tequilero en Jalisco (Solís et al., 2001; Valdés et al., 2004). Existen estudios con daños más severos como son: entre 80 y 92 % en piñas de agave tequilero en Jalisco (Barraza, 2007), incluso superiores, alcanzando el 97 % (Figueroa, 2009), llegando al 100 % de plantas afectadas en predios prácticamente abandonados en Tamaulipas (Terán y Azuara, 2013).
Medidas de control
Para el control de cualquier plaga, es preciso combinar todas las estrategias disponibles con el objetivo principal de lograr el mejor resultado posible. El caso del picudo del agave no es una excepción. Por ello, es recomendable integrar en el plan de lucha el mayor número de medidas de las comentadas a continuación (González et al., 2007; SENASICA, 2016):
– Control cultural. Entre las labores culturales a destacar figuran las siguientes:
- Realización de muestreos para una detección temprana de la plaga.
- Limpieza de la parcela, eliminando malezas y otras especies vegetales que puedan ser hospedantes.
- Eliminación de las plantas afectadas, evitando los focos de infección, sobre todo las maduras.
- Instalación de trampas con feromona, tanto en las hileras como en el suelo, para conocer la fluctuación poblacional del picudo.
– Control biológico. Teniendo en cuenta la larga duración del cultivo (6 – 8 años), es recomendable el cuidado y la conservación de los enemigos naturales asociados a esta plaga. Entre los organismos que se reportan como agentes de control biológico para el picudo del agave se encuentran los histéridos depredadores de larvas: Hololepta spp., Placodes ebeninus, Lioderma yucateca, L. cacti y Phileurus valgus. En el caso de parasitoides de larvas destaca la avispita Alienoclypeus insolitus, para pupas se encuentra Cyclaulacidea sp. y como depredador de pre-larvas y larvas del picudo existe el escarabajo Hololepta spp.
El uso de microorganismos entomopatógenos frente al picudo también puede considerarse control biológico, destacando a los hongos Beauveria bassiana, Metarhizium anisopliae, Verticillium spp. y algunos nematodos como Heterorhabditis bacteriophora o Steinernema spp. (Álvarez, 2000; Pacheco, 2002; Espinosa et al., 2005; Aquino et al., 2006; Hueso et al., 2006; González et al., 2007).
– Control químico. Este método no resulta fácil, mostrando a veces una eficacia indeseada, ya que, generalmente, las larvas, pupas y adultos se encuentran en las raíces, así como en el interior de la piña del agave, lo cual dificulta la llegada del producto aplicado hasta los insectos. Existen diversos estudios (Hernández, 1999; Solís et al., 2001; González, 2001; Terán et al., 2012) realizados sobre la eficacia de distintos insecticidas con resultados variables.
Algunos autores destacan que, debido a la poca exposición fitosanitaria sufrida por esta plaga, las poblaciones del picudo han estado a una baja presión de selección, siendo muy susceptibles a casi cualquier insecticida. Por ello, este método de control debe utilizarse con precaución y, siempre que sea posible, como un último recurso, empleando insecticidas que posean registro oficial y estén comprendidos dentro del Manejo Integrado de Plagas.
En definitiva, considerando que el picudo del agave es la principal plaga del cultivo y que puede arrasar las plantaciones si las condiciones son propicias, los métodos de lucha frente a este enemigo deben ser integrados en una estrategia coordinada que resulte eficaz.
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