El consumo de herbicidas en cereales de invierno ocupa un destacado lugar dentro del uso total de fitosanitarios. Sin embargo, durante estos últimos años, las condiciones de sequía, los bajos precios de los cereales, los elevados costos de algunos herbicidas, el desarrollo de resistencias y la creciente sensibilidad social hacia el empleo de productos agroquímicos, ha llevado a buscar sistemas de control más integrados, con un uso más racional de los mismos. Dicha racionalización pasa por la realización de un buen diagnóstico de la situación, por la utilización de una serie de prácticas agronómicas que dificulten el desarrollo de las poblaciones de malas hierbas más problemáticas y por el empleo de criterios de decisión claros y basados en conocimientos científicos. Sin olvidar que una correcta aplicación (con los equipos adecuados bien mantenidos y calibrados) es imprescindible para conseguir los objetivos buscados.
PRINCIPALES ESPECIES DE MALAS HIERBAS
Antes de realizar ningún tipo de tratamiento herbicida, es imperativo llevar a cabo un diagnóstico lo más preciso posible de la situación. Para ello, es necesario conocer las principales especies de malas hierbas presentes en cada una de las parcelas a tratar. No se trata de hacer un inventario florístico ni de determinar con precisión las densidades presentes, sino de identificar los riesgos más importantes a los que se tendrá que enfrentar el cultivo durante su desarrollo.
En el caso de que los herbicidas a utilizar sean de pre-emergencia, dicha estimación se tendrá que hacer en base a los problemas detectados en los años previos, con las consiguientes imprecisiones que ello implica. En ese sentido, es muy conveniente disponer de una cierta información sobre el historial del campo, es decir, que cultivos estuvieron sembrados, que prácticas culturales y herbicidas fueron utilizadas, que tipo de problemas de malas hierbas se desarrollaron. Esta información nos ayudará a prever el tipo y la gravedad del problema al que habrá que enfrentarse en la próxima campaña. Dado que las infestaciones de malas hierbas no suelen estar distribuidas uniformemente por todo el campo, será asimismo conveniente conocer la localización de los rodales que pueden presentar mayores problemas, bien sea por tratarse de especies particularmente agresivas o por encontrarse densidades muy elevadas. En el caso de que el cultivo precedente sea otro cereal, esta localización se podrá realizar en el momento de la cosecha (desde la cabina de la cosechadora) y podrá ser recogida en forma de un mapa de las infestaciones de la parcela utilizando algunas de las herramientas tecnológicas disponibles (equipos de cartografía móvil con GPS, monitor de cosecha)
En el caso de utilizar herbicidas de post-emergencia (el caso más habitual) es deseable realizar un recorrido por las parcelas tan pronto como el cereal esté ya establecido para realizar la evaluación de las principales malas hierbas que invaden cada parcela. Esta evaluación se deberá hacer lo antes posible (en cuanto las poblaciones de malas hierbas puedan ser fácilmente reconocibles a simple vista) con objeto de poder planificar y realizar tratamientos tempranos, que son los más recomendables por su mayor eficacia. Sin embargo, el elevado tamaño de la mayoría de las parcelas y la habitual heterogeneidad espacial de las infestaciones impiden el realizar dicha evaluación “pateando el campo”. La disponibilidad de vehículos ATV y de equipos de cartografía móvil con receptores GPS pueden facilitar enormemente dicha labor. La identificación de las diferentes especies en ese estado tan temprano no es siempre fácil, especialmente en el caso de las gramíneas. Para dicha labor es necesario recurrir a guías de identificación de plántulas y, sobre todo, es necesaria mucha experiencia de campo. Hoy en día, existen programas informáticos de ayuda a la identificación de malas hierbas que pueden ser muy útiles en este sentido.
Aunque las principales especies infestantes pueden ser bastante diferentes de una región a otra, de una explotación a otra e incluso entre diferentes parcelas de una misma explotación, podemos hablar de unas cuantas especies que están bastante extendidas por toda la geografía española y que representan una seria amenaza por su competitividad con el cultivo, por la dificultad de su control y por la rápida expansión de sus poblaciones. Entre ellas podemos citar a cuatro gramíneas anuales:
En primer lugar tenemos la «avena loca», “ballueca” o “cogula” (Avena sterilis, A. fatua). Esta mala hierba tiene un ciclo biológico casi idéntico al de los cereales, germinando simultáneamente con ellos y durante un periodo de tiempo bastante prolongado (hasta la primavera) y tirando su semilla justo antes de la recolección del cereal. Esta característica, unida a su capacidad para emerger a partir de profundidades relativamente elevadas (hasta 25 cm) y a la prolongada persistencia de sus semillas en el suelo (más de 3 años) facilita su desarrollo y permanencia en terrenos labrados. Sin embargo, el principal motivo de su nocividad es su capacidad de causar elevadas pérdidas en los rendimientos del cereal. Se ha estimado que densidades de 5 plantas/m2pueden causar una merma del 10% en los rendimientos y que densidades de 100 plantas/m pueden llegar a causar hasta un 40% de pérdidas.
El «vallico» o “margal” (Lolium rigidum) está bastante extendido geográficamente. Esta especie germina con las primeras lluvias del otoño, iniciando su nascencia habitualmente antes de la siembra del cereal. Si estas primeras “camadas” no son destruidas completamente mediante labores o tratamientos herbicidas de pre-siembra pueden llegar a convertirse en grandes competidores con el cultivo. El periodo de nascencia de Lolium es bastante más breve que el de Avena y la mayoría de sus semillas germinan al año siguiente de su producción, lo que hace que la contención o erradicación de sus poblaciones sea más sencilla que en el caso de la otra gramínea. Aunque las nascencias de pre-siembra pueden resultar muy dañinas para el cultivo, su competitividad con el cereal es bastante menor que la de la Avena. Se estima que hacen falta al menos 20 plantas/m2 para causar un 10% de pérdidas en el cultivo, lo que implica que se necesitan 4 plantas de Lolium para provocar un efecto equivalente a 1 planta de Avena.
Los «alpistes» (Phalaris paradoxa, P. minor, P. brachystachys) son posiblemente las gramíneas más problemáticas. La nascencia de estas plántulas es otoño-invernal, pudiéndose prolongar hasta el inicio de la primavera si las lluvias son suficientes. Las labores del terreno favorecen la nascencia de estas especie, habiéndose observado nuevas emergencias tras cada labor realizada. La emergencia es principalmente superficial, de forma que ésta resulta entorpecida por el enterramiento de sus semillas a cierta profundidad. Su persistencia en el suelo es menor que en el caso de Avena pero mayor que la de Lolium y Bromus. Su competencia con el cultivo es relativamente elevada, habiéndose observado que los rangos de pérdidas en los rendimientos del trigo suelen estar entre un 7 y un 25%.
El “bromo” o “espigajo” (Bromus rigidus, B. diandrus) era una especie muy frecuente en los márgenes de caminos y campos cultivados hasta la llegada de la agricultura de conservación. Con la reducción o supresión del laboreo se ha introducido rápidamente en los sembrados causando problemas importantes.
Estas especies están bien adaptadas para emerger desde la zona más superficial del suelo, lo que explica su aversión a suelos labrados. Su periodo de nascencia es muy breve, iniciándose con las primeras lluvias del otoño, y prácticamente todas las semillas germinan al año siguiente de ser producidas. En ese sentido, resulta fácil de controlar con rotaciones y/o labores. Aunque su competitividad con el cultivo no es tan elevada como la de la Avena, es superior a la de Lolium o Phalaris, siendo suficientes 10 plantas/m2 para causar daños significativos en el cultivo.
Al margen de las cuatro gramíneas mencionadas anteriormente, existen algunas especies de dicotiledóneas anuales de alta nocividad, bien sea por su abundancia, su competividad o por las dificultades que entraña su control. En el caso de la “amapola” (Papaver rhoeas) su problemática se debe más a su gran abundancia (asociada a una enorme producción de semillas y a una elevada persistencia de estas en el suelo) que a su competitividad con el cultivo (relativamente baja) o a la escasa dificultad de su control.
Algo similar ocurre con los “jaramagos” (Sinapis arvensis, Diplotaxis erucoides), aunque en este caso su competitividad con el cultivo puede llegar a ser bastante elevada. Por último tenemos el caso de la “lapa” (Galium aparine), una especie trepadora de rápido crecimiento que puede llegar a ahogar casi completamente al cereal. Se estima que son suficientes 2 plantas/m2 de esta especie para causar daños significativos al cultivo. Un problema añadido de esta especie es la dificultad de controlarla con los herbicidas habituales, lo que exige invertir en herbicidas específicos para su control.
Momento de aplicación según el estado del cereal |
Tipos de malas hierbas controladas |
Materias activas |
Pre-emergencia | Gramíneas | clortoluron, isoproturon, trifluralina |
Dicotiledoneas | clorsulfuron, linuron | |
Post-emergencia temprana | Gramíneas | clortoluron, diclofop-metil, fenoxaprop-etil |
Dicotiledoneas | bromoxinil, clorsulfuron, triasulfuron, metribuzina | |
Post-emergencia tardia | Gramíneas | clodinafop, tralkoxidim |
Dicotiledoneas | 2,4-D, MCPA, fluroxipir, bentazona |
CUADRO 1. Ejemplos de algunos herbicidas empleados en cultivos de cereales en función
del momento de aplicación y del tipo de malas hierbas.
APARICIÓN DE RESISTENCIAS
La aparición de resistencias como consecuencia de una mala praxis es cada día más frecuente. La aplicación continuada de un mismo producto (o de productos pertenecientes a la misma familia química o a familias con el mismo modo de acción) a lo largo de un cierto periodo de tiempo lleva, más pronto o más tarde, a la aparición de biotipos resistentes a ese producto. Este fenómeno se ha observado en nuestro país en numerosas ocasiones. Quizás los casos más conocidos son los relativos a la aparición de poblaciones resistentes de Lolium rigidum en los cereales. Originalmente, hace ya más de 17 años, esta resistencia se observó en campos de cereales que habían sido tratados continuamente con diclofop-metil. Posteriormente, numerosos tipos de resistencia han sido encontrados en esta especie. La presencia de biotipos de Papaver rhoeas resistentes a tribenuron metil y/o a 2,4-D se detectó inicialmente en cereales de invierno. En el caso de Avena sterilis y A. fatua, aunque actualmente no se considera un problema grave, se han localizado de forma incipiente poblaciones resistentes en campos de cereal en los que esta mala hierba muestra dificultad de control con los avenicidas específicos (diclofop-metil, tralkoxidim, clodinafop, fenoxaprop).
Aunque los casos de resistencia parecen ir en aumento, comprobar y confirmar la existencia de resistencias en una parcela o en una zona concreta no es fácil. El Comité de Prevención de Resistencias a Herbicidas (CPRH) ha editado diversas guías en las que se detalla el procedimiento a seguir para confirmar un caso de resistencia. En último caso, y si las sospechas parecen ser fundadas, será necesario ponerse en contacto con los Servicios de Sanidad Vegetal de la Comunidad Autónoma correspondiente o con algún centro de investigación o universidad en la zona para que confirmen el caso.
Los métodos de prevención y control para el manejo de estas situaciones son los siguientes:
- Empleo de rotaciones de cultivo, utilizando cultivos de primavera que permitan eliminar los biotipos resistentes antes de su siembra o emplear herbicidas alternativos no aplicables en cultivos de cereales.
- Empleo del barbecho y de prácticas de control mecánico durante la campaña.
- Evitar el movimiento de semillas con resistencia de un campo a otro, limpiando cuidadosamente los equipos de laboreo y recolección.
- Empleo de densidades de siembra adecuadas para obtener un cultivo competitivo.
- Empleo de herbicidas sólo cuando sea necesario, alternando herbicidas pertenecientes a diferentes grupos según su modo de acción.
No hay que olvidar que la mejor estrategia para evitar la aparición de resistencias es la prevención y el uso integrado de tantos métodos de control como sea posible.
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