Dentro de un ambiente protegido por material plástico tienen cabida productiva multitud de especies vegetales, tales como las correspondientes a las florales, ornamentales, frutícolas y hortícolas. De todas ellas, las últimas son las que tienen una preponderancia manifiesta en Almería, por lo que, de ahora en adelante, haré referencia en exclusiva a ellas.
Durante el ciclo productivo de cualquiera de las especies hortícolas se producen agresiones de mayor o menor entidad a nuestro entorno, causadas por el uso y en ocasiones por el abuso de posibles agentes contaminantes, en especial de los productos químicos utilizados principalmente del tipo de los fitosanitarios y fertilizantes. Como el impulso a nivel mundial de las nuevas concepciones productivas respetuosas con el ambiente han tenido su origen y principio en la necesidad de reducir los tratamientos fitosanitarios, y ha sido precisamente la Sanidad Vegetal la que ha estado y está profundizando más en estos temas es por lo que mi exposición pondrá un mayor énfasis en los problemas derivados de la Protección Fitosanitaria.
Como es bien sabido esta agricultura bajo cubierta plástica necesita para su arranque productivo de una fuerte inversión inicial en instalaciones, para posteriormente encarar unos gastos corrientes de cultivo muy elevados. Estos elevados costes productivos modelan el pensamiento y la actuación de los empresarios agrícolas, de tal forma que su proceder se dirige a reducir al máximo la incertidumbre sobre el futuro de su plantación. Esto se traduce en que cualquier innovación técnica, que suponga una alternativa a alguna ya existente, no se acepta si previamente no se demuestra que mejora, o al menos iguala, el grado de incertidumbre anterior; acompañado además todo ello de una constatación visible y hasta palpable del éxito inmediato que la aplicación de tal técnica supone. Si esta prueba se supera, y como colofón además las producciones aumentan, la nueva técnica tendrá asegurada su rápido establecimiento.
El empresario para mantener un compromiso de producción y de calidad con sus compradores se ve obligado, por la misma complejidad del proceso productivo, a contratar en la mayoría de las ocasiones los servicios de profesionales agrícolas, a los que exige que cumpla con el objetivo que el mismo se ha marcado y que ya he comentado en el párrafo anterior. Como es lógico estos profesionales, que yo denominaría enciclopédicos por sus conocimientos genéricos, abordan el manejo del cultivo desde una perspectiva de salvaguarda, al precio que sea, de la plantación, sin plantearse una gestión óptima de los recursos con que cuenta la explotación.
No obstante, en los últimos años este panorama está empezando a cambiar, debido a la presión social dirigida hacia el mantenimiento de un entorno que esté limpio y libre de contaminaciones generadas por las actividades humanas. Esta presión se ha trasladado también a los mercados agrarios de destino que comienzan a exigir unos artículos que hayan sido producidos de acuerdo con unas normas mínimas que garanticen la conservación de los recursos y del entorno, y que además no contengan materias que sean nocivas para la salud. Estos movimientos están originando que otras concepciones en el manejo de los cultivos estén tomando cuerpo en la actualidad, y que en particular en lo que concierne a la protección fitosanitaria, tradicional usuaria de productos químicos, también se estén formalizando nuevos modos de practicarla.
CALENDARIO DE TRATAMIENTOS.
Este es el sistema típico utilizado por los profesionales «enciclopédicos» y que, a costa de un mayor número de tratamientos que el necesario, ofrece garantías de mantener las plantaciones con niveles mínimos, en especial de plagas, lo que siempre es un motivo de seguridad para el agricultor. El profesional para ejercer con eficacia su papel únicamente necesita distinguir las principales plagas y enfermedades que afectan a los cultivos, conocer de forma aproximada cuando se produce su aparición y poseer una lista de los productos químicos más adecuados para luchar contra ellas, con detalle de las fases fenológicas de los cultivos en las que pueden ser utilizados, con el fin de evitar los posibles riesgos de presencia de residuos de materias activas en los productos. Con este simple bagaje de conocimientos, y a la vista de la presencia, o de la predecible presencia, de agentes fitoparasitarios procede a la confección semanal, o decenal como máximo, de una receta con los ingredientes que considera más idóneos en cada período.
Si apareciesen otros agentes no conocidos atacando a la plantación, el profesional rápidamente recoge la correspondiente muestra y la traslada a un centro oficial para que sea identificada y se le dé la solución más apropiada para combatirla.
Este sistema ha sido plenamente aceptado por el Sector y cuenta con el beneplácito total del empresario agrícola, que de esta forma comprueba como una de sus posibles vías de incertidumbre, a la que antes me referí, desaparece casi por completo. Su razonamiento para obrar de esta forma es claro y contundente, el coste de uno o más tratamientos repercute de forma mínima en el total de sus costes, pero en cambio sí le puede asegurar la cosecha futura, o lo que es lo mismo la inversión y los gastos generados. Además con este sistema se ha producido un número ínfimo de rechazos en destino a causa de residuos de fitosanitarios, con lo cual aún se abona más su utilización.
Esta situación, de no variar -como actualmente empieza a suceder- las condiciones y exigencias del mercado, es claramente contraria a la introducción de otras técnicas alternativas, que de entrada para el agricultor le supondrían un incremento en su estado de incertidumbre, circunstancia ésta que él no está dispuesto a aceptar. Por este motivo en los cultivos hortícolas protegidos no se ha dado aún el caldo de cultivo necesario para que otros sistemas más racionales y más respetuosos con el medio ambiente encuentren una buena acogida.
Este sistema se utiliza como arma arrojadiza por los países competidores de la Europa central contra los productos de Almería concretamente, y siempre lo comparan con los sistemas, con preponderancia los de tipo biológico, que ellos utilizan en sus invernaderos y en sus condiciones climáticas, que en invierno se convierten en el biocida por excelencia y más erradicante conocido, y que por esas circunstancias pueden permitirse ese tipo de actuación sin coste añadido alguno. En cambio, en nuestras condiciones, que no son sólo el paraíso del turismo sino también por desgracia el de las plagas y enfermedades, el uso único de esos sistemas serían un rotundo fracaso.
Aunque los tratamientos en estos recintos, más o menos herméticos, presentan una contaminación atmosférica menor que los realizados a cielo abierto, es evidente que el aplicador tiene una exposición superior en estos casos a las materias activas utilizadas y que por lo tanto será más probable una intoxicación si no se adoptan las medidas preventivas adecuadas. Por otra parte como siempre se prefiere un mayor gasto de caldo que el que sería estrictamente necesario se corre el riesgo de un excesivo goteo de líquido desde las plantas al suelo con su consiguiente contaminación y en ciertos casos con el transporte a capas más profundas, pudiendo llegar incluso hasta la capa freática.
BUENAS PRÁCTICAS AGRÍCOLAS. GUÍA DE PROTECCIÓN FITOSANITARIA.
Cualquier paso adelante que se pretenda dar en la racionalización de la protección fitosanitaria pasa obligatoriamente por una adecuación de los conocimientos y mentalidad de agricultor y de profesional. El primero de ellos debe comprender que una cierta población de una determinada plaga no producirá mermas en la producción y que por consiguiente no es motivo para que se extremen las medidas de control. El profesional por su parte ha de convertirse progresivamente en un profesional especializado en protección fitosanitaria, lo cual implica que sus fundamentos tanto biológicos, en especial los referentes a la fauna auxiliar como a los comportamientos de plagas y de enfermedades, como ecológicos deben afianzarse, para que comprenda y ponga en práctica otros remedios de más contenido técnico y científico que los utilizados hasta el momento. Esta tarea formativa no es sencilla y en la realidad encuentra numerosos inconvenientes y trabas.
Si se logra dar un primer paso en ese sentido, el profesional debe contar con alguna herramienta que le dirija en la aplicación de esa mejora cuando realice sus observaciones y dé las oportunas recomendaciones en campo. Con ese fin se han elaborado unas guías de protección fitosanitaria de los principales cultivos de la zona con las que a partir de unas observaciones meramente cualitativas en la plantación, el profesional puede adoptar la medida que mejor responda al problema o problemas detectados.
Este modo de actuar se encuadra dentro un amplio plan pluridisciplinar que recibe el nombre de Buenas Prácticas Agrícolas y que incluye otras medidas, entre ellas las de fertirriego, que tienden a mejorar la utilización y gestión de los recursos, con el objetivo último de preservar nuestro entorno. Con ese conjunto de medidas, de un carácter marcadamente orientativo, se tiene la intención de que en el Sector se opere un progresivo cambio de mentalización, que le permita adoptar posteriormente otros avances con un mayor grado de sofistificación.
PROTECCIÓN INTEGRADA
Un paso posterior, aunque según las circunstancias y en ciertos casos puntuales puede ser el primero que se dé, lo ofrece este tipo de protección. En este caso, el profesional se ha de convertir en un especialista de Protección Fitosanitaria, con no tan sólo conocimientos profundos biológicos de las plagas y enfermedades de los cultivos, sino también con unos fundamentos ecológico-matemáticos suficientes que le permitan comprender y poner en práctica el proceso final de la toma de decisiones.
Actualmente los términos Lucha Integrada, Control Integrado, MIP (Manejo Integrado de Plagas), IPM (Integrated Pest Management), Defensa Integrada, Protección Integrada y algunos otros más que de forma periódica aparecen, son denominaciones sinónimas que intentan caracterizar un sistema de protección fitosanitaria basado en el conocimiento cuantitativo, cuanto más perfecto mejor, del sistema agrario sobre el que se actúa y, en particular, en el de los fitófagos y en el de sus interrelaciones con el medio (físico y biológico). Este conocimiento será, en definitiva, el que suministre las claves para actuar de forma óptima cuando intentemos, no sólo reducir los efectos perjudiciales producidos por los fitoparásitos, sino además mantener el medio sin desequilibrios ni alteraciones que, a menudo, son difícilmente subsanables.
Con este sistema de defensa se pretende optimizar la gestión de los recursos que tiene a su disposición la explotación para su protección fitosanitaria, con el objetivo último de mantener su rentabilidad, o superarla, y de reducir, vuelvo a insistir, a cotas mínimas el impacto medioambiental y los residuos químicos sobre los frutos. De los recursos comentados destacan por su importancia dentro de los biológicos, la fauna beneficiosa tanto autóctona como importada, las variedades resistentes o tolerantes a los fitoparásitos y los insecticidas bioracionales. Dentro de los abióticos son dignos de mención todos aquéllos que mejoran las condiciones medioambientales dentro del invernadero y los que evitan, de forma mecánica, la propagación de los fitoparásitos, y sin olvidar, claro está, los productos químicos convencionales.
Este es el espíritu que impregna a este sistema de protección, y en cultivos como manzano, alfalfa, algodón y soja está en funcionamiento desde hace años. En hortícolas bajo plástico, cuando en Almería a principios de los noventa se encaró la investigación inicial de este sistema, los avances eran mínimos a nivel mundial, y hasta aquellos momentos nos habíamos conformado, ya fuera con efectuar, u oir, declaraciones de buenas intenciones, o con realizar investigaciones sobre algunos fitófagos aislados, en especial artrópodos, o con aplicar estos conocimientos junto con el uso de medios biológicos (introducción de fauna beneficiosa) y físicos como una primera aproximación a la Protección Integrada, pero sin que se hubiera logrado enfocar y estudiar de forma conjunta al complejo fitoparasitario y al medio en el cual se haya inmerso.
El equipo investigador de Almería, antes de comenzar estos estudios, era consciente de la dificultad que entrañaba poner a disposición del Sector un producto que, tras recibir las correspondientes bendiciones científico-técnicas, permitiera al agricultor la aplicación, con el menor coste añadido posible, de este sistema de protección fitosanitaria. De antemano se sabía que, por desgracia, muy poco se había hecho en el campo de la aplicación comercial de la Protección Integrada en estos cultivos hortícolas. Para afirmar esto, claro está, tomábamos como referencia las coordenadas en las que nosotros encuadramos este sistema, que no son otras que las de adoptar, como unidad de trabajo, la plantación y, tras la observación metódica y periódica de su complejo fitoparasitario (artrópodos y patógenos), de su situación fenológica y de las condiciones medioambientales de la parcela, adquirir una serie temporal de datos, representativos de todos y cada uno de los agentes nocivos, que una vez analizada y, de acuerdo con unos criterios objetivos previamente estudiados y establecidos, nos permitiera adoptar, en cada momento, las medidas más convenientes para impedir o frenar el efecto de los fitófagos. Esto en última instancia se convierte en la gestión óptima, ya comentada, de los recursos disponibles, de tal modo que esta gestión conduzca al mínimo impacto medioambiental y al mínimo de residuos; manteniéndose, o incluso superándose, la rentabilidad que la explotación tenía.
Como acabo de comentar, la realidad con que nos encontrábamos al inicio era bastante desoladora. Salvo algún artrópodo, el resto de los fitoparásitos eran unos perfectos desconocidos desde los puntos de vista cruciales para desarrollar correctamente la Protección Integrada. Así, no existía documentación epidemiológica de carácter cuantitativo de la mayoría de los patógenos, que pudiera encauzar nuestro estudio previo de la progresión y propagación de las enfermedades producidas por ellos. No existían estudios sobre medidas de las poblaciones a través de parámetros eficientes de rápida identificación y observación, lo que siempre facilitaría la recogida de información sobre las poblaciones de los fitófagos o de sus efectos. Tampoco existían diseños muestrales, acordes con las posibilidades económicas de los agricultores, que posibilitaran la estimación de esos parámetros de una forma rápida, sencilla y fiable. De este modo, se podrían seguir enumerando deficiencias de todo tipo que hacían presagiar un esfuerzo notable para alcanzar el fin propuesto.
Todo esto que, si se estudiaba independientemente para cada uno de los fitófagos, podría suponer años y años de investigación y esfuerzo, para finalmente no conducir a resultados prácticos aplicables, ya que normalmente la propia dinámica del Sector los hubiese dejado obsoletos antes de su obtención, nos indujo a afrontar directamente, sin pasos previos, en toda su extensión y complejidad el estudio de la Protección Integrada, que inicialmente se dirigió hacia el tomate.
El estudio de la Protección Integrada en tomate tuvo una duración de cuatro años y durante ellos se observaron semanalmente un total de 30 parcelas. La magna información que se generó nos permitió abordar la predicción. Para ello con el conjunto de los datos se desarrollaron, para los más importantes fitófagos, modelos simples de regresión lineal múltiple, con los que se podía predecir con total fiabilidad, como en años posteriores se confirmó, la incidencia que habría una o dos semanas después de la de observación. Con los patógenos más importantes además se procedió establecer el método de predicción de la semana de aparición de una determinada intensidad de ataque previamente designada.
Con todo esto y con el análisis minucioso de los datos de cada agente se procedió a establecer un plan de Protección Integrada, que fue sometido a comprobación durante los dos años siguientes. Después de efectuar las correcciones que se creyeron más convenientes, se desarrolló una aplicación informática para la toma de decisiones y todo ello quedó recogido en una normativa.
Actualmente es el único que de una forma objetiva, basada en procedimientos científicos, puede determinar el cuándo y el cómo de la aplicación de las medidas fitosanitarias, y el único con el que se consigue la máxima reducción de tratamientos, y en consecuencia con el que se respeta al máximo nuestro entorno y con el que se reducen al mínimo los residuos. El inconveniente del sistema estriba en que es necesaria la presencia de un técnico que realice las observaciones, e introduzca los datos en la aplicación informática. Este técnico supone un coste que, en el caso de las hortícolas bajo plástico, es alto como consecuencia de la obligación de observar independientemente cada parcela, puesto que las recomendaciones han de ser específicas para cada uno de ellos. El número máximo que un técnico puede observar varía de veinte a veinticinco, dependiendo principalmente del tiempo que tarde en desplazarse de uno a otro. Esta cifra supone una superficie aproximada de 10 a 15 Ha, que indudablemente es baja, pero que en las actuales circunstancias es prácticamente imposible de superar.
Este coste adicional es actualmente un freno a la expansión de la Protección Integrada; aunque, bien mirado, en estas primeras fases es preferible crear un germen suficientemente consolidado de pocos, pero ilusionados, agricultores a partir de los cuales se impulse posteriormente el lanzamiento definitivo de este sistema de protección. Este es nuestro enfoque, y esperamos que gracias a él podamos algún día lograr que la lucha contra las plagas y enfermedades en los cultivos hortícolas bajo plástico se efectúe bajo el lema prioritario de la Protección Integrada. Ya en estos momentos están a punto de aparecer los programas y las respectivas normativas para calabacín, melón y sandía.
PRODUCCIÓN INTEGRADA
Un último paso al que actualmente se tiende es al de aunar todo el proceso productivo dentro de un ámbito de respeto pleno a los recursos y al entorno, en el que las tomas de decisiones sobre cualquier tema se adopten con criterios basados en estudios científicos previos, y que no queden sometidas al subjetivismo del profesional. Como es lógico, una pieza clave en esta estructura, conocida ya de antiguo como Producción Integrada, es el tipo de Protección Integrada sin olvidar tampoco la correcta gestión del fertirriego. En esta faceta confluyen dos elementos muy importantes, agua y fertilizantes. El primero porque es un bien escaso y de su correcto uso y consumo dependerá en buena parte que los elementos más solubles se incorporen a las aguas subálveas contaminándolas. El segundo, los fertilizantes, porque un excesivo aporte no implica mayores producciones, sino que por contra acarrea problemas en suelo, planta y con la acumulación de determinados componentes químicos nocivos en las plantas.
Alcanzar el objetivo de la Producción Integrada será difícil porque se tendrán que conjugar los intereses particulares de multitud de disciplinas, y esto por desgracia no es sencillo; pero esperemos que la presión social sea lo suficientemente fuerte como para obligar a todos los agentes interesados a avanzar en este sentido.
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