La seguridad alimentaria contempla 4 dimensiones fundamentales: la disponibilidad de alimentos, el acceso a los alimentos, el aprovechamiento de los alimentos y la estabilidad permanente.
Los efectos del cambio climático, la deforestación, el crecimiento exponencial de la población mundial y el cada vez más limitado espacio disponible para cultivar, aunado a los resultados de la crisis financiera, energética y alimentaria de 2008, la seguridad alimentaria se posicionó como prioridad en la agenda política de los gobiernos alrededor del mundo. Ante este escenario adverso, las respuestas descoordinadas de los países productores de granos básicos más importantes del mundo amplificaron el problema creando inestabilidad, volatilidad de precios y un aumento generalizado en los precios de los granos básicos. Ante esto, los avances en el alcance del primer objetivo del milenio de disminuir a la mitad el porcentaje de personas en desnutrición se estancaron súbitamente. México no quedó al margen de tal problemática.
Esta dinámica de cambio, entre otros, tuvo como resultado el aumento del número de hogares y personas que presentan carencia por acceso a la alimentación, sobre todo entre 2008 y 2010. Al mismo tiempo, el país dio un paso trascendental al llevar a rango constitucional el derecho a la alimentación con la reforma a la Constitución. En este sentido, la FAO estipula que la seguridad alimentaria se consigue cuando una nación es capaz de producir al menos el 75% de los alimentos que demanda su población. México es el séptimo mercado de alimentos en el mundo con un valor estimado de 903 mil millones de pesos al año, sin embargo, según el CONEVAL, 18.3% de la población se encuentra en algún grado de carencia alimentaria y 16% está en situación de riesgo alimentario permanente
El alimento básico del mexicano es el maíz. El maíz representa la mayor parte del porcentaje de la dieta de la población en situación de carencia alimentaria o de riesgo alimentario permanente. Se cultiva prácticamente en las 32 entidades del país, sobresaliendo los estados de Sinaloa, Guanajuato, Estado de México, Jalisco, Michoacán y Chihuahua, entidades que aportan el 61.5% de la producción nacional. Su período de cultivo es durante todo el año, generándose en los Ciclos Primavera-Verano y Otoño-Invierno, en este último se obtiene la mayor parte de la producción de la variedad amarillo (para consumo pecuario e industrial) y en el primero la variedad blanco (para consumo humano) de la cual México es autosuficiente.
Conforme a la balanza disponibilidad-consumo prevista para el ciclo comercial 2017, se estima una oferta total de 25.6 millones de toneladas de maíz blanco, de las cuales 23.3 corresponden a la producción, 1.5 millones de toneladas de inventario inicial y el resto por compras al exterior. En tanto, se considera una demanda total de 23.3 millones de toneladas, la cual prácticamente está cubierta por la producción nacional, misma que se encuentra integrada por un consumo humano de 12.5 millones de toneladas, autoconsumo 4.4 millones de toneladas, y consumo pecuario 4.4 millones de toneladas, entre los rubros más importantes.
A pesar de que México se encuentra entre los principales productores de alimentos en el mundo, un porcentaje de la población se encuentra en algún grado de carencia o riesgo alimentario. Es importante el diseño de una política agropecuaria integrada con los sectores de desarrollo social, economía, salud y educación, que considere prioritario el abasto suficiente de alimentos a la población, un aprovechamiento máximo de los alimentos para reducir su desperdicio, así como una distribución efectiva de alimentos.
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Álvaro Espíritu Santo
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