[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»Introducción»][vc_wp_text]
El cultivo de la papaya tiene en la actualidad una marcada relevancia en nuestro país, ya sea por su producción en aumento durante los últimos años, por sus buenos niveles de exportación o porque es un alimento altamente demandado por el mercado. En cualquier caso, sería muy beneficioso que las plantaciones de papayo de las diferentes zonas productoras a nivel nacional mantuvieran o, mejor aún, incrementaran sus rendimientos, así como la calidad de sus cosechas. Para ello, es preciso conocer con cierta exactitud las necesidades o requerimientos de estas plantaciones, entre las que destacan las referentes a la climatología propia de cada región o a las características específicas del suelo donde son cultivadas.
[/vc_wp_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»Condiciones climáticas»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_wp_text]
El papayo es un cultivo que puede considerarse muy versátil, ya que se adapta a diversas latitudes, con un rango moderadamente amplio en cuanto a condiciones de clima. Las mayores plantaciones comerciales se ubican entre las latitudes 23 º N y 23 º S. Sin embargo, su producción se ha extendido hasta las latitudes comprendidas entre 32 º N y 32 º S, siempre y cuando se encuentren al nivel del mar (Nakasone y Paull, 1998). La altitud óptima para la producción de este frutal, según Benacchio (1982), oscila de 0 a 600 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) si se desea obtener frutos de buena calidad con un alto contenido de azúcares.
Como suele ocurrir en la mayoría de las plantas cultivadas, el factor ambiental más determinante es la temperatura, cuyos valores extremos ocasionan problemas a los cultivos y suponen el principal aspecto limitante de la producción. Por el contrario, los valores óptimos de esta variable climática provocan un crecimiento adecuado, con resultados satisfactorios.
Los requerimientos ambientales que precisa el papayo son los siguientes:
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– Temperatura. Para Vázquez et al. (2010), el rango promedio óptimo para el cultivo del papayo se sitúa entre 21 º y 33 º C, siendo el ideal para el proceso de la fotosíntesis entre 25 º y 30 º C. Es preciso señalar que este frutal es muy sensible a las temperaturas frías, especialmente las variedades con un alto porcentaje de flores hermafroditas, ya que por debajo de 17 º C durante la fase de floración, se induce a una fusión de los estambres de las flores con los carpelos del ovario, provocando de esta manera, frutos deformes (carpeloides), que no tienen ningún valor comercial. Además, otros efectos de las bajas temperaturas que afectan al normal desarrollo del cultivo son (Benacchio, 1982; De los Santos et al., 1997; Nakasone y Paull, 1998):
- Parada del crecimiento de las plantas a 15 º C.
- Serios daños en la vegetación a 0 º C.
- Considerables daños en los frutos a – 2 º C.
- Muerte de la planta a – 4 º C.
Por el contrario, temperaturas superiores a 35 º C provocan esterilidad femenina, debido a la atrofia del ovario, lo que conlleva a que el fruto no se desarrolle o, si lo hace, presenta deformaciones (carpeloidía). A esto hay que añadir que el rango de fotosíntesis neta disminuye rápidamente, así como la conductancia estomática y la asimilación de CO2 (Nakasone y Paull, 1998; Abreu, 2000; Jeyakumar et al., 2007).
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– Humedad relativa. Este factor también ostenta cierta relevancia en el ciclo de cultivo, ya que valores reducidos de humedad generan problemas en la floración y el cuajado de los frutos, así como la proliferación de determinadas plagas como pueden ser las poblaciones de araña roja, responsable de serios daños cuando el entorno le es favorable. En el caso opuesto, es decir, con elevados niveles de humedad, existe el riesgo de sufrir ataques de organismos fitopatógenos como hongos y bacterias. Para Nakasone y Paul (1998), la humedad relativa ambiental no debe ser menor del 66 %, para favorecer una óptima conductancia estomática y un buen crecimiento del cultivo.
– Luz. El papayo se considera una planta de día neutro, sin influencia del fotoperíodo. La inducción floral está controlada genéticamente y se produce cuando se ha alcanzado la etapa apropiada de desarrollo (Storey, 1985). Algunos autores reportan que estas plantas crecen mejor bajo niveles de radiación fotosintéticamente activa, entre 1000 µmol·m-2·s-1 (Nakasone y Paul, 1998) y 1650 µmol·m-2·s-1 (Jeyakumar et al., 2007). Por lo tanto, este frutal se encuentra más confortable en áreas soleadas que en la sombra, donde la planta reduce su crecimiento al desarrollar una menor área foliar, reduciendo la densidad estomática e incrementando la longitud de entrenudos y peciolos (Vázquez et al., 2010).
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– Viento. Los papayos son delicados y requieren de cierta protección cuando la velocidad de los vientos es superior a 64 km·h-1, al provocar una mayor evaporación del agua del suelo, así como una intensa transpiración de las plantas con el correspondiente estrés hídrico. Si la velocidad aumenta, por ejemplo, por encima de 120 km·h-1, se puede producir la quiebra de plantas, ocasionar la absición de flores y frutos, además de la disminución del contenido de los sólidos solubles en los frutos maduros (De los Santos et al., 1997; Nakasone y Paul, 1998).
– Lluvia. Autores como Nakasone y Paull (1998), señalan que el papayo puede crecer bien y generar buenas cosechas bajo condiciones de temporal, siempre y cuando el mes más seco del año registre un mínimo de 100 mm de agua pluvial. En caso de no ser así, no sería suficiente, siendo necesaria la aplicación de riegos complementarios. Por su parte, Jeyakumar et al. (2007), indican que un déficit de agua mayor del 82 % del contenido relativo en las hojas, induce a una disminución de la conductancia estomática y de la asimilación del CO2 y, por tanto, a una situación de estrés en la planta. En términos generales, Benacchio (1982), señala que el papayo requiere de 800 a 2,000 mm de lluvia anuales y no tolera periodos largos de sequía, siendo necesario aportar agua en dichos periodos secos a través del riego, con el objetivo de mantener la disponibilidad hídrica por parte de la planta y que no sufra los problemas que suelen darse bajo dichas condiciones, tales como abortos florales o no amarre de frutos.
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La elección del terreno de cultivo es un factor que resulta primordial para la siembra de la papaya, aunque parece demostrado que esta planta puede adaptarse y crecer en una amplia variedad de tipos de suelo. No obstante, no puede hacerlo en cualquiera y siempre bajo unos parámetros o características que se exponen a continuación:
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Es un requerimiento fundamental, ya que, si no existe una buena capacidad de drenaje, ya sea superficial o interna, podrían formarse encharcamientos que causaran daños a la raíz, incluso hasta la muerte de la planta. Por tanto, es muy sensible al exceso de humedad en el suelo, no tolerando encharcamientos próximos a su sistema radicular, mayormente superficial, por más de 48 horas.
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s importante resaltar que la papaya requiere suelos de textura media (de franco a franco-arenoso), no tolerando perfiles muy arcillosos, siendo recomendable un contenido de arcilla entre un 10 y un 30 %. Los suelos compactados tampoco son adecuados para su cultivo.
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Son necesarios los perfiles con una profundidad superior a 80 cm, incluso más, aproximadamente 1.20 metros. De este modo, los suelos poco profundos no le son favorables.
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Los valores óptimos para el cultivo se sitúan entre 5.6 y 7.0. En suelos con pH inferior a 5.6 es recomendable encalar, sobre todo si el porcentaje de saturación de aluminio es mayor al 15 % (De los Santos et al., 1997). En el caso opuesto, con valores alrededor de 8.0 es posible producir papaya, aunque deben emplearse productos acidificantes y/o fertilizantes con propiedades reductoras del pH durante los riegos.
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No tolera los suelos salinos, aunque autores como Benacchio (1982), definen al papayo como ligeramente tolerante a la salinidad.
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La presencia de piedras en el terreno de cultivo puede afectar negativamente el anclaje de las plantas, pudiendo llegar a provocar la caída en estado adulto. Por esto, es deseable un suelo libre de piedras y despejado, así como con un nivel moderado de fertilidad.
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Esta cualidad también puede resultar determinante si es excesiva. Para Arroyo et al. (2003), es recomendable sembrar en terrenos con una pendiente menor al 5 % para poder realizar adecuadamente las labores de mecanización.
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Como se ha podido comprobar, son numerosos los factores que influyen en el desarrollo de la papaya, afectando a su rendimiento y calidad finales, tanto en sentido positivo como negativo. Por tanto, es recomendable a la hora de sembrar o de llevar a cabo las labores durante el cultivo, tener en cuenta qué condiciones son las más favorables para este frutal, lo cual proporcionará unos mejores resultados.
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