Clorosis férrica, un problema común
1. ¿Qué es la clorosis férrica?
2. ¿Por qué se produce?
3. Formas de corrección
1. ¿Qué es la clorosis férrica?
Este fenómeno fisiológico no es exclusivo del limón, ocurre en muchas de las plantas cultivadas como, por ejemplo, las hortalizas. Sin embargo, sí es muy característico en los cítricos, cuyos síntomas más visibles consisten en una pérdida de la intensidad del color verde de las hojas de los árboles.
Normalmente, suele ocurrir en las hojas más jóvenes, las cuales se vuelven de una coloración verde claro o amarillenta, perdiendo así su reconocible verde intenso. Además, se produce un amarillamiento internervial, es decir, la superficie de las hojas se amarillea, pero las nervaduras se mantienen verdes.
Cuando los casos son más severos, esta pérdida de pigmentación puede afectar a las hojas adultas y si se sigue agravando, aparecerán problemas mayores como pueden ser: pérdida de la actividad fotosintética, disminución del volumen arbóreo, complicaciones en la floración y el cuajado de frutos y hasta en el rendimiento final.
Por tanto, se podría decir de manera sencilla que una clorosis férrica es un amarilleo o pérdida de pigmentación, principalmente, en las hojas jóvenes, como consecuencia de una deficiencia de hierro en la planta, la cual, si no es corregida, puede derivar en serios problemas. Esta pérdida de pigmentación está causada por la disminución del contenido de clorofila en los cloroplastos.
2. ¿Por qué se produce?
Como ya hemos adelantado en el apartado anterior, esta clorosis se produce por una situación de carencia o insuficiencia de hierro en la planta, un microelemento esencial para su normal desarrollo. La importancia del hierro en el funcionamiento vegetal es crucial, ya que este elemento mineral participa en numerosos procesos enzimáticos y metabólicos, así como en la síntesis de la clorofila.
Sin embargo, la solución no consiste en aplicar algún compuesto que contenga hierro y problema solucionado. No es tan sencillo, ya que intervienen una serie de condicionantes que dificultan, a veces, la solución del problema.
A este respecto, es preciso tener en cuenta ciertas cuestiones fundamentales:
- La deficiencia de hierro suele ser común en suelos calcáreos, es decir, con valores de pH elevados. La mayoría de los suelos del centro y norte de México son de tipo calcáreo (Rodríguez, 1986).
- Está demostrado que cuando los cítricos son plantados en este tipo de suelos, se reduce la producción y se relaciona con una insuficiente disponibilidad de hierro (Zaiter et al., 1992; Chad et al., 2003), así como con una pobre absorción y transporte de este elemento por parte de las plantas (Tagliavini y Rombolá, 2001).
- Aunque los suelos, en general, tienen grandes cantidades de hierro total, el elemento no se encuentra en forma disponible para las plantas, ya que forma óxidos e hidróxidos férricos de muy baja solubilidad (Loeppert, 1988).
- La presencia de altas cantidades de carbonatos y bicarbonatos, así como la alcalinidad asociada con estos compuestos en el suelo son las principales causas de la baja solubilidad del hierro (Lindsay, 1979; Loeppert, 1988).
- En el interior de la planta, el principal factor asociado con la clorosis férrica bajo condiciones de suelos calcáreos parece ser el efecto del ión bicarbonato sobre la absorción y el transporte del hierro (Inskeep y Bloom, 1986; Chouliaras et al., 2004), dando como resultado la desactivación o inmovilización del mismo dentro de la planta (Obreza et al., 1993).
- La mayoría de las plantas pueden absorber el hierro como ión libre (Fe2+) y este elemento se encuentra en este estado solamente cuando el pH del suelo se sitúa entre los valores 5.0 y 6.5 (Cheng y Lu, 2006).
- La clorosis férrica también se puede atribuir a otros factores como bajas temperaturas, nivel deficitario de materia orgánica, pobre aireación, alto contenido en el suelo de elementos como el fósforo, el cobre o el zinc, entre otros (Maldonado, 2011).
Por tanto, hay que tener en cuenta varios aspectos a la hora de considerar el motivo de esta insuficiencia de hierro y actuar en consecuencia para corregir dicho equilibrio de manera eficaz.
3. Formas de corrección
Existen dos maneras de aplicar el hierro a los cultivos: a través de tratamientos foliares y mediante el agua de riego. Ninguno de los dos es infalible, pero vamos a ver a continuación algunos aspectos interesantes en la aplicación de los mismos.
Aplicación vía foliar
La aplicación de hierro a las partes aéreas se realiza a través de tratamientos, en los que existen en el mercado una amplia gama de compuestos, tanto en forma mineral como en forma de quelatos. En este sentido, se suelen recomendar los quelatos, ya que ofrecen una mejor asimilación, solubilidad y estabilidad frente a los compuestos basados en sales de hierro.
En el mercado suelen ofrecerse distintos tipos de quelatos, aunque los más conocidos son:
- EDDHA: Son los más usados. Pueden ser de alta estabilidad y eficacia a largo plazo o de menor estabilidad, pero de rápida respuesta.
- EDDHMA, EDDHSA y EDDCHA: También presentan una alta estabilidad y los dos últimos pueden ser usados en fertilizantes líquidos, ya que son muy solubles.
- EDTA, HEEDTA y DTPA: Presentan menos estabilidad, pero se pueden usar en cultivos poco sensibles.
A pesar de que estos tratamientos pueden paliar en parte el problema, no es una solución definitiva. Según Loussert (1990), la aspersión de hierro sobre los cítricos para corregir el problema de la clorosis férrica es una práctica muy frecuente, pero no siempre resulta eficaz, ya que con ésta se obtienen resultados parciales y de escasa persistencia.
Para Trocme y Gras (1979), estas aplicaciones foliares hacen reverdecer las hojas sólo en manchas que corresponden a los puntos de impacto de la solución, pero no producen ningún efecto sobre las hojas que brotan después de la aplicación, por lo que es necesario repetir las aspersiones durante el crecimiento de las hojas.
Según Obreza et al. (1993), la aplicación foliar de FeSO4 y quelatos de hierro no corrigen satisfactoriamente la clorosis férrica en los árboles, debido a una pobre translocación del hierro en la hoja. Similarmente, Loué (1988) afirma que las aspersiones foliares representan una solución parcial para el problema de la clorosis férrica, pero pueden contribuir a evitar que los árboles mueran cuando ésta es muy severa.
Sin embargo, en muchos casos, la aspersión foliar de hierro se ha utilizado con éxito al encontrar respuesta a algunos compuestos que se podrían asperjar sobre el follaje (Trocme y Gras, 1979), como sulfato ferroso, citrato férrico y quelatos de hierro (Chouliaras et al., 2004; Álvarez-Fernández et al., 2005).
Como ejemplo puede citarse el ensayo realizado por Rivera-Ortiz et al. (2008) en una huerta de limón italiano (Citrus lemon) establecida en un suelo calcáreo, ubicado en un municipio de Tamaulipas.
Los limoneros fueron tratados con soluciones de sulfato ferroso y citrato férrico. La aplicación de estas sales de manera individual (o separada) obtuvo un bajo reverdecimiento de las hojas (de 4 a 5 %) en forma de manchas circulares, pero cuando ambas sustancias fueron mezcladas, la respuesta fue significativamente mayor, ya que se logró un reverdecimiento de las hojas de casi un 20 % de la superficie foliar.
Esta respuesta se debe, probablemente, a que el ión citrato disminuyó la precipitación del sulfato ferroso dentro de la planta y facilitó la absorción y el transporte del hierro, como lo señala Römheld (1991). Se cree que, al juntar la solución de citrato férrico con la solución de sulfato ferroso, los aniones citrato disociados se unieron a los iones Fe2+, formando una combinación de hierro que tuvo una mayor capacidad de ser absorbida y transportada dentro de la hoja.
Similarmente, Tiffin (1970) señala que el citrato es el principal compuesto involucrado en mantener móvil al hierro dentro de las plantas, ya que este anión es el transportador natural del micronutriente por tener una gran afinidad por él y una alta capacidad para disminuir su precipitación.
Asimismo, en Arizona, Estados Unidos, las aplicaciones foliares de hierro son el método más popular por su bajo costo si se compara con las aplicaciones al suelo, donde los quelatos son los compuestos que más se aplican debido a sus resultados eficaces (Wright, 1996).
Aplicación vía riego
Las labores de fertilización son muy importantes frente a este problema, ya que se pueden realizar de manera eficiente, aportando una adecuada nutrición a los árboles y actuando sobre determinados elementos del suelo que dificultan la absorción del hierro. También se puede actuar frente a los carbonatos y bicarbonatos presentes, reduciendo su concentración mediante el empleo de ácidos, por ejemplo. En el tema de la fertilización, los análisis de suelo son una excelente herramienta para conocer las causas que pueden generar la baja disponibilidad de hierro en los cultivos.
Normalmente, en las técnicas de fertilización (también fertirrigación), se presta más atención a la incorporación de los macroelementos, especialmente a nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y, en menor medida, azufre o magnesio, quedando los microelementos, entre los que figura el hierro, a veces, en el olvido, sin tener en cuenta su carácter esencial en el desarrollo de la planta.
Para la aportación de fertilizantes al suelo se pueden usar las sales inorgánicas, tales como el sulfato ferroso (FeSO4) o el sulfato férrico [Fe2(SO4)3], disponibles en el mercado. Sin embargo, su aplicación se debe limitar a suelos con pH ligeramente ácidos a neutros porque con valores alcalinos, donde la concentración de carbonatos es alta, el hierro será fijado rápidamente al suelo por la acción de los carbonatos y no podrá ser absorbido por la planta. En tales casos, sería necesario aplicar estos fertilizantes en dosis más altas y más frecuentes, con lo que resultaría demasiado costoso.
También se pueden emplear quelatos de hierro. Zude et al., (1999) mostraron que la aplicación de estos quelatos en el suelo produce un reverdecimiento de las hojas de cítricos con carencias. En este sentido, una estrategia bastante común para aportar hierro en suelos calcáreos es la acidificación del suelo, que puede hacerse añadiendo diferentes sustancias, entre las que destacan las formas de azufre, materia orgánica, ácidos húmicos, ácidos como el nítrico o el fosfórico, etc. El objetivo de esta práctica es bajar el pH del suelo a tal grado que el hierro quede disponible para ser absorbido por las raíces.
Existen otras alternativas además del aporte se sustancias férricas como, por ejemplo, el uso de variedades y porta-injertos adaptados, que sean menos sensibles a este tipo de carencias, lo cual puede resultar una alternativa viable si se va a implantar plantaciones nuevas o en proceso de renovación.
De este modo, para elegir una estrategia de fertilización férrica que resulte eficaz, se deben conocer los factores que limitan la disponibilidad para la planta de dicho elemento y, en función de éste, decidir el método más adecuado.
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