03/04/2024

Revista InfoAgro México

Toda la agricultura, ahora en tus manos

Mosca blanca en berenjena

1. Introducción

La mosca blanca fue descrita desde hace más de 100 años y desde entonces se ha convertido en una de las plagas más importantes del mundo en la agricultura, tanto en cultivos al aire libre como en sistemas de producción en invernaderos. Su gran capacidad de colonización se basa en su fácil adaptación a diferentes tipos de plantas hospederas y a nuevas regiones geográficas. Esta plaga puede causar graves daños al cultivo de berenjena, lo que la hace especialmente temible, por lo que su control resulta de gran importancia.

2. Descripción

Las dos principales especies de mosca blanca que ataca los cultivos de berenjena son Bemisia tabaci, conocida como la mosca del tabaco, y Trialurodes vaporariorum (mosca de los invernaderos). 

Bemisia tabaci

Presenta los siguientes estados de desarrollo durante su ciclo de vida: huevo, tres instares ninfales, un cuarto instar llamado pupa y adulto. La duración del ciclo, comprendida desde la fase de huevo hasta la emergencia del adulto, oscila entre 20 y 28 días, dependiendo de factores ambientales y biológicos (Morales et al., 2006). 

El huevo, de forma oval y delgada, es depositado en el envés de las hojas por la hembra y está provisto de una especie de pedicelo, que le sirve de anclaje. El periodo de incubación varía con la temperatura y la humedad, estimándose la duración de esta fase en 6 – 7 días a 25 ° C y 75 % de humedad relativa (Morales et al., 2006; López-Ávila, 2004). 

Una vez eclosiona el huevo, emerge la ninfa que presenta cuatro instares, diferenciados principalmente en el tamaño. Inmediatamente, busca el lugar más apropiado en la hoja para alimentarse. La duración aproximada de los distintos instares es de 3 – 4 días en ninfa I, 3  días en ninfa II y 5 – 6 días en ninfas III y IV (Morales et al., 2006). 

La duración del estado adulto varía considerablemente, siendo de 5 a 15 días para los machos y de 5 a 32 días para las hembras. Los machos son generalmente más pequeños y delgados que las hembras (López-Ávila, 2004).

B. tabaci se adapta mejor a regiones con altitudes inferiores a 1,000 metros y zonas costeras, ya que requiere de un clima cálido y poco lluvioso, al menos durante algunos meses del año. Se han identificado diferentes biotipos de la misma plaga en diferentes áreas del mundo. Estos biotipos presentan variaciones en su desarrollo y en los daños fisiológicos que causan al cultivo (Oliveira et al., 2001).

Trialurodes vaporariorum

Tanto las etapas de desarrollo de su ciclo biológico como la duración de las mismas son similares a las que presenta B. tabaci, situadas en el envés de las hojas. El huevo es liso y alargado, con la parte superior terminando en punta y la inferior redondeada. Son inicialmente  blancos, cambiando a amarillos y finalmente color café oscuro cuando están próximos a la eclosión. 

Los tres primeros instares de ninfa son translúcidos y de forma oval, con una duración aproximada de 3 días. El cuarto (pupa) es casi transparente, volviéndose opaca a medida que avanza su desarrollo. En las más desarrolladas, próximas a la emergencia de adultos, los ojos se observan con facilidad. Su duración promedio es de 8 días (Cardona et al., 2005).

Recién emergida la pupa, el adulto mide aproximadamente 1 mm de longitud. El cuerpo presenta un color amarillo limón, con alas transparentes, estrechas en la parte anterior y ensanchándose hacia atrás, cubiertas por un polvillo blanco. Las hembras son de mayor tamaño que los machos, viven entre 5 y 28 días. Se alimentan y ovipositan en el envés de hojas jóvenes, las cuáles seleccionan por atracción de color. Se puede reproducir partenogenéticamente, dando lugar a progenies constituidas exclusivamente por machos (Cardona et al., 2005).

T. vaporariorum se adapta muy bien a zonas con altitudes comprendidas entre 950 y 3,000 msnm, con temperaturas medias de 18 º – 22 º C y humedades relativas superiores al 60 %. Las lluvias fuertes son un factor importante en la dinámica de población de moscas blancas, al disminuir el número de adultos y desprender gran cantidad de ninfas, lo que disminuye los niveles de infestación.

3. Daños en el cultivo

Los adultos se posan en el tercio superior de la planta y en las hojas nuevas de los rebrotes. La mosca blanca alcanza rápidamente el estatus de plaga, favorecida por aspectos tales como el uso de insecticidas, que estimulan su preferencia, el abuso de fertilizantes nitrogenados y la presencia de malezas hospederas.

De este modo, esta plaga causa daños en el cultivo de la berenjena, tanto directos como indirectos. Los primeros surgen como consecuencia del proceso de la alimentación del adulto y de los estados inmaduros, los cuales necesitan mucha proteína para crecer y, por ello, consumen una gran cantidad de savia, que tiene un alto contenido de azúcar. Su exceso se segrega a modo de melaza, produciendo los individuos más grandes, mayores cantidades. Los daños ocasionados en las plantas son los siguientes: 

  • Amarilleamiento o clorosis.
  • Encrespamiento, curvado o rizado.
  • Defoliación (caída de hojas).
  • Reducción del vigor de la planta.
  • Ralentización del crecimiento. 
  • Disminución de la producción.
  • Menor calidad de los frutos.

En cuanto a los daños indirectos, éstos son causados por la citada excreción de la sustancia azucarada, la cual recubre las hojas y sirve de sustrato para el posterior crecimiento de hongos de micelio negro, fumagina o negrilla (Cladosporium spp.), causando daños como: 

  • En hojas, disminución de la superficie fotosintética y la transpiración, con sus consecuencias.
  • En frutos, se vuelven sucios y pegajosos, impidiendo su comercialización. En casos graves, el fruto se pudrirá.
  • En planta, en general, disminuye el valor estético de los cultivos. 

Si las poblaciones de mosca blanca en la berenjena son elevadas, pueden originar daños muy severos, ocasionando grandes pérdidas económicas.

4. Métodos de control  

A veces resulta realmente complicado conseguir un control eficaz de esta plaga. Para lograrlo, es preciso aplicar unas medidas preventivas que impidan una rápida instalación en el cultivo, así como un muestreo que sirva para cuantificar su presencia. A este respecto, podemos destacar:

– Instalación de barreras físicas. En el caso de estructuras como invernaderos o malla-sombras, es necesario que los materiales estén en buen estado para resultar herméticos ante la entrada de estos insectos

– Instalación de barreras naturales. Si la plantación es al aire libre, se puede plantar un cultivo barrera, alrededor de la berenjena, para dificultar su entrada y establecimiento. Para esto, se utilizan especies vegetales de rápido crecimiento y con nula o reducida preferencia alimenticia por parte de la mosca blanca. En el caso de la berenjena, se recomienda sembrar la barrera viva 30 días antes de la plantación.

– Instalación de placas adhesivas. Los adultos son atraídos por sus colores llamativos, especialmente el amarillo, quedando pegados en ellas. De este modo, se puede ejercer un control de las poblaciones presentes en el cultivo.

– Instalación de setos o especies vegetales atrayentes. Estas plantas atraerán a las moscas blancas, las cuales se acumularán, siendo más susceptibles de controlar mediante sueltas de fauna auxiliar o tratamientos fitosanitarios, aplicando ambos a esos reservorios.

Control biológico 

Estas técnicas pueden resultar de una gran ayuda si se realizan de forma adecuada. Consisten, fundamentalmente, en la suelta y posterior instalación de diferentes tipos de insectos que ejercen un  control sobre esta plaga. Principalmente, se pueden dividir en dos grupos:

– Parasitoides. Normalmente, introducen un huevo en cada huésped, desarrollándose y alimentándose de su contenido interno. En este grupo destacan: 

  • Eretmocerus eremicus. Es una avispa parásita. Se utiliza para el control biológico de B. tabaci y T. vaporariorum. La hembra adulta actúa durante el segundo y tercer estado larvario. Se recomienda su uso de forma preventiva y a la primera señal de presencia de la plaga.
  • Encarsia formosa. Es otra avispa parásita que también se emplea para controlar ambas especies de mosca blanca. La hembra adulta ataca durante el tercer y cuarto estado larvario. Igualmente, se recomienda un uso preventivo y a la primera señal de presencia de la plaga.

– Depredadores. Se alimentan del insecto plaga, en alguna de sus fases biológicos. Los principales son:

  • Chinches depredadores: Nesidiocoris tenuis y Macrolophus pygmaeus. Estos individuos, tanto adultos como ninfas, buscan activamente sus presas y las consumen, dejando únicamente el tegumento en su forma original. Se recomienda su introducción al inicio de la temporada de crecimiento, ya que este chinche depredador necesita tiempo para establecerse y desarrollarse.
  • Amblyseius swirskii. Son ácaros depredadores que se alimentan de huevos y larvas de mosca blanca (ambas especies). Los adultos buscan su presa o esperan a que pase cerca para atacar. Son recomendables las sueltas preventivas y cuando se observen los primeros síntomas de plaga.
  • Chrysopa (Chrysoperla carnea). Principalmente devora pulgones, pero puede alimentarse de otras plagas, entre las que se encuentra la mosca blanca. Son las larvas de la crisopa las que atacan a las presas, succionando sus fluidos corporales. Deben realizarse las sueltas con las primeras apariciones.
  • Delphastus catalinae. Es un escarabajo depredador, cuyos adultos y larvas comen una gran cantidad de huevos y ninfas de mosca blanca. Los muerden hasta abrirlos y succionan su contenido. Se utiliza para B. tabaci y T. vaporariorum, en focos o a la primera señal de su presencia.

Otra alternativa es la aplicación de productos, cuya base son hongos entomopatógenos, los cuales desarrollan una enfermedad sobre la plaga. El modo de acción de estos hongos inicia con la germinación del hongo en la cutícula o piel del insecto, luego penetran y colonizan el interior del huésped. Entre las especies más importantes se encuentran Lecanicillium lecanii, Paecilomyces fumosoroseus y Beauveria bassiana. Estos productos se aplican de la misma forma que los plaguicidas, con la diferencia de no contaminar, resultando totalmente inocuos para el agricultor y los consumidores.

Control químico

Como siempre decimos, este tipo de prácticas deberían ser las últimas, empleándose cuando las demás han fracasado, siendo altamente recomendable el uso de fitosanitarios permitidos y registrados en el cultivo, respetuosos con el medio y la fauna auxiliar y que hayan sido prescritos por el técnico agrónomo competente. Algunos de estos insecticidas son: azadiractin, piretrinas naturales, piriproxifen, spirotretamat, etc. También se pueden utilizar productos formulados con aceites y/o sustancias naturales. Sin embargo, es muy importante tener en cuenta que, a veces, se producen fitotoxicidades en berenjena con motivo de estas aplicaciones.