Quema o avanamiento del arroz
Enfermedades del cultivo I
1. Introducción
2. Denominación y distribución
3. Desarrollo y dispersión
4. Síntomas y daños
5. Medidas de control
1. Introducción
La quema o avanamiento del arroz es una enfermedad ampliamente distribuida por el mundo, considerada muy grave si las condiciones son favorables para su desarrollo. El patógeno que la causa puede actuar en cualquier estado del cultivo, afectando a diferentes partes de la planta de arroz. Además, hay que destacar su gran capacidad de dispersión y de supervivencia. Por ello, las estrategias orientadas a la prevención suelen ser muy recomendables, especialmente cuando las condiciones del entorno resultan óptimas para que este hongo actúe. Por ello, la reducción de los daños en los arrozales es un objetivo primordial.
2. Denominación y distribución
La enfermedad conocida como “quema del arroz” tiene como organismo fitopatógeno responsable al hongo Magnaporthe oryzae, cuyos sinónimos son M. grisea, Pyricularia oryzae, P. setariae, P. grisea y Dactylaria oryzae (EPPO, 2020).
Asimismo, otros nombres con los que se denomina a esta enfermedad son, dependiendo del idioma, en español, añublo del arroz, mancha Johnson del plátano o avanamiento del arroz; en inglés, blast of rice, blast of wheat, gray leaf spot of ryegrass, Johnson spot of banana, oval leaf spot, pitting disease of banana, rice blast, rotten neck of rice, seedling blight of rice o wheat blast y en francés, brunissure du riz, pitting de la banana, pyriculariose du ray-grass, pyriculariose du riz (EPPO, 2020; Mycobank, 2020).
Magnaporthe oryzae es un patógeno que ataca principalmente al cultivo del arroz (Oryza sativa), aunque también se han reportado otras especies hospedantes como Hakonechloa macra, Lolium perenne, Schedonorus arundinaceus, Triticum aestivum o Zea mays (EPPO, 2020).
La distribución mundial de este organismo es total, ya que está presente en los cinco continentes (fig. 1), siendo muy numerosos el número de países donde se puede encontrar al patógeno, también identificado como Pyricularia oryzae.

Por tanto, la quema o el avanamiento del arroz es la enfermedad que presenta la mayor distribución y la mayor importancia económica en el cultivo, principalmente en zonas templadas y subtropicales (Couch y Kohn, 2002).
3. Desarrollo y dispersión
Es un hongo ascomiceto que produce ascosporas hialinas, fusiformes, cuyos conidios son piriformes con base redonda y ápice estrecho. El color del micelio varia de marrón grisáceo a púrpura claro, siendo el más viejo de color marrón (Gowrisri et al., 2019; Shahriar et al., 2020).
Las condiciones de desarrollo para los conidios se producen en unos valores máximos de temperatura de 23 º- 28 º C y una mínima de 15 °C, junto a una humedad relativa superior al 92 %. A partir de 37 º C se inhibe el crecimiento del hongo. Además, el crecimiento micelial se incrementa en el rango de pH 3.5 – 6.5. Los conidios se producen después de varias horas de humedad, siendo liberados fácilmente en torno a mediodía, especialmente si actúa el viento (Shahriar et al., 2020).
Estas condiciones coinciden con el medio de cultivo del arroz, normalmente sumergido en agua de manera parcial, aunque en determinadas regiones se cultiva en tierras altas. Por tanto, se cumple dicha combinación de temperaturas moderadas y periodos de humedad elevada superior a 12 horas que se producen en los campos de arroz inundados (TeBeest et al., 2007).
El ciclo biológico de este hongo fitopatógeno es descrito por TeBeest et al. (2007) de forma que las esporas originadas como inóculo primario en los restos de plantas provocan las infecciones iniciales en las plántulas jóvenes cuando son depositadas en las hojas, germinando e infectando los tejidos de éstas, siendo la gravedad de la enfermedad proporcional a la cantidad de material infestado y apareciendo las lesiones unos días después de la infección.
Estas lesiones (secundarias) producen más esporas, que son fácilmente diseminadas por el viento a los tejidos sanos de las hojas cercanas. Este proceso puede repetirse en numerosas ocasiones durante el crecimiento del cultivo, estando influenciado el número de ciclos y la carga de esporas por varios factores, entre los que destacan la temperatura, la precipitación, la profundidad del agua en el arrozal, la cantidad de fertilizante nitrogenado utilizado o la resistencia genética del cultivar, entre otros.
A este respecto, se han registrado incidencias muy severas en variedades susceptibles a la enfermedad (en comparación con otras genéticamente resistentes) en condiciones tales como temperaturas diarias moderadas, exceso de nitrógeno en el cultivo o en aguas de inundación por debajo de las profundidades recomendadas (Rosas, 1992; Correa et al., 1997).
Es preciso señalar que, si existe alguna incidencia de la enfermedad durante la fase vegetativa, especialmente en su fase final, la invasión fúngica continuará en la fase reproductiva, siendo las infecciones que se presentan en el cuello las que se consideran las más perjudiciales, ya que pueden disminuir la formación de semillas en la panícula, las cuales también pueden ser infectadas (Choi et al., 2013).
Como ya se ha mencionado, la dispersión de las esporas se produce por el viento, así como por las salpicaduras de las gotas de lluvia a los tejidos sanos de las hojas. Por otra parte, la supervivencia suele ser durante el invierno en pastos, en restos de cultivos anteriores infestados y en semillas contaminadas en la superficie del suelo después de la siembra mecánica (Choi et al., 2013).
Para concluir, hay que tener presente que este patógeno es capaz de infectar las plantas de arroz en cualquiera de sus fases de crecimiento, desde la plántula hasta la formación del grano, apareciendo las lesiones causadas en un periodo de 4 a 5 días después de producirse el contagio, principalmente cuando las temperaturas son óptimas (Srivastava et al., 2014).
4. Síntomas y daños
Los síntomas observados en las plantaciones arroceras son la consecuencia del desarrollo de las lesiones provocadas por Magnaporthe oryzae (o Pyricularia oryzae), que se pueden encontrar en todas las partes de la planta (hojas, cuello de las hojas, entrenudos superiores y base de las panículas (o cuello), pedicelos, panículas y semillas), incluso algunos autores mencionan a las raíces como posible zona afectada, aunque el síntoma más común se encuentra en forma de diamante en las hojas (TeBeest et al., 2007).
Estos autores describen los síntomas en función de la parte de la planta afectada, respondiendo del siguiente modo:
– Síntomas en hojas. Son manchas alargadas en forma de rombo, con borde oscuro y la zona central más clara, aunque puede variar según aspectos como las condiciones ambientales, la edad de la planta o la resistencia del cultivar. Los más sensibles muestran lesiones iniciales de color verde grisáceo y de aspecto húmedo con margen verde oscuro, las cuales se van extendiendo con el tiempo y las más viejas se tornan de color marrón claro con bordes necróticos, mientras que en cultivares resistentes las lesiones suelen presentar un tamaño pequeño de color marrón.
– Síntomas en tallo. Se muestran como necrosis, principalmente en el nudo del tallo, por encima del cual el tejido de la planta se seca.
– Síntomas en el cuello de la hoja. Esta zona se considera la unión entre la propia hoja y la vaina del tallo, cuyos síntomas responden a una necrosis general en dicha unión. Las infecciones en esta parte pueden causar la muerte de toda la hoja, pudiendo extenderse unos milímetros alrededor y dentro de la vaina.
– Síntomas en el cuello de la panícula. Esta zona comprende la porción del tallo que se eleva por encima de las hojas y sostiene a la panícula. La infección sucede de forma inicial por el nudo para pasar posteriormente al cuello, pudiendo resultar bastante severa al ocasionar que las semillas no se llenen (avanamiento del grano) o que la panícula se caiga debido a la pudrición. El patógeno también puede contaminar las panículas conforme se van formando las semillas, apreciándose las lesiones en las ramificaciones, espigas y espiguillas, a menudo de color marrón grisáceo que con el tiempo pueden romperse en el punto de desarrollo de la lesión.
– Síntomas en las semillas. Consisten en manchas de color marrón, enrojecimientos y, ocasionalmente, la lesión típica en forma de diamante observada normalmente en las hojas. Se sospecha que el modo de causar la infección es durante la formación de las semillas, cuya duración parece ser desconocida.
Finalmente, las pérdidas económicas que puede ocasionar esta enfermedad son variables porque dependen de la incidencia de varios factores, principalmente las variedades cultivadas, las condiciones ambientales y el manejo del cultivo. Gálvez y Castaño (1974), mencionan unas pérdidas del rendimiento de grano muy globales (10 – 95 %). Por su parte, Rosas (1992) reporta una merma de la producción en el estado de Veracruz de hasta el 30 % en siembras de temporal.
Boddy (2016), estima las pérdidas de la producción mundial de arroz entre un 10 y un 30 %, siendo especialmente devastadores los daños causados por la pudrición del cuello y la panícula, que llegan a alcanzar hasta un 80 % en pérdidas de rendimiento cuando los ataques de la quema son graves.
5. Medidas de control
Las estrategias de manejo frente a esta enfermedad deben basarse en la prevención, ya que ciertos factores como los ambientales o algunos agronómicos son cruciales para su aparición y desarrollo, por lo que se debe intervenir para reducir la probabilidad de ataque. En este sentido, algunas recomendaciones en cuanto al control cultural son:
- Realizar rotación de cultivos, que es una técnica sencilla pero efectiva porque separa las esporas presentes en los restos de cultivos de las nuevas plántulas.
- Llevar a cabo una fertilización equilibrada, sin caer en el abuso del nitrógeno. Hay que tener presente que los cultivos excesivamente nitrogenados son muy apetecibles para plagas y enfermedades.
- Emplear variedades que presenten una cierta resistencia al ataque de este patógeno, lo cual reducirá su gravedad si las condiciones no son demasiado favorables para su desarrollo.
- Mantener un nivel de inundación adecuado para el cultivo, ya que se ha determinado que la enfermedad es más severa en los campos, o zonas de éstos, en los que el nivel del agua no se encuentra en los niveles recomendados.
- Aplicar labores preventivas cuando las condiciones climáticas, como lluvias o humedad relativa elevada, sean favorables para la aparición de la enfermedad.
El desarrollo y uso de variedades resistentes, mencionado anteriormente, es el método más utilizado para el control de M. oryzae. Sin embargo, las variedades pierden su resistencia en un periodos de uno a tres años después de su liberación (Correa et al., 1997). Hay que prestar atención a determinados hongos fitopatógenos, como es el caso de C. oryzae, cuya resistencia varietal como método de control provoca el desarrollo de nuevas razas de este patógeno, considerando la aplicación de productos fungicidas una buena alternativa de manejo (TeBeest et al., 2007).
La opción de los tratamientos fungicidas se ha visto registrada con diversos resultados positivos en diferentes estudios (Fraire, 1976; Rosas, 1992; Ayón y Esqueda, 1992) para el control de la quema o avanamiento del arroz, algunos en el estado de Veracruz. No obstante, el control químico siempre debe realizarse de forma racional, evitando un mal uso que desemboque en contaminación ambiental, creación de resistencias por parte del patógeno, escasa eficacia, etc. Por ello, siempre es recomendable seguir los requerimientos técnicos y estratégicos de los productos utilizados.

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