24/07/2024

Revista InfoAgro México

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Roya del café I

Durante más de un siglo, la roya ha sido una amenaza para los cultivos de café. Especialmente, en la última mitad del S-XX, esta enfermedad se convirtió en una de las más devastadoras que limitaban la producción de café. Desde que fue reportada en 1869, está considerada la enfermedad más severa del cultivo cafetalero, causando grandes pérdidas productivas en distintos países de Asia, África y América.  

Generalmente, cuando ésta ha aparecido en una región, no ha sido posible eliminarla, a pesar de las diferentes estrategias empleadas. En consecuencia, los daños ocasionados han obligado a desarrollar prácticas culturales, así como diversos métodos de prevención, aunque la gravedad de los ataques va a depender de las condiciones del entorno como, por ejemplo, las variaciones climáticas o el manejo del cultivo, entre otras.  

 

Origen de la enfermedad 

El primer reporte de la roya del café se produjo en el año 1869 en el continente asiático, concretamente en Sri Lanka, siendo descrita por Miles J. Berkely, un investigador británico, especialista en hongos, quien describió al responsable de la enfermedad, otorgándole el nombre científico de Hemileia vastatrix (Avelino y Rivas, 2013). 

Generalmente, un patógeno suele aparecer por primera vez en las proximidades del centro de origen de la especie vegetal a la cual afecta (Leppik, 1970). Esta afirmación sitúa el origen de la roya del café en una gran duda, la cual ha sido motivo de discusión entre diversos autores, especialistas del tema. 

A este respecto, hay quienes ubican el origen de dicha enfermedad muy lejos de Sri Lanka, concretamente en el continente africano. En 2006, McCook expuso la hipótesis de que la roya del café fue introducida a Sri Lanka desde el Este de África de forma accidental a través de plantas enfermas.  

La expansión de los británicos hacia esta región respalda dicha teoría, ya que el flujo de numerosas personas, con sus pertenencias (plantas y sus fitopatógenos incluidos) facilitó dicha dispersión. De este modo, al llegar a Sri Lanka, el hongo patógeno encontró las condiciones climáticas idóneas para su desarrollo, como consecuencia de las lluvias abundantes que se producen en la isla, por efecto de los vientos monzónicos, los cuales favorecen los procesos infectivos (Virginio y Astorga, 2015). 

A esto hay que añadir que los colonos europeos habían cultivado el café en Sri Lanka en plantaciones homogéneas, con materiales que resultaban ser susceptibles al patógeno, con una total exposición a la radiación solar, que es otro factor determinante en el desarrollo de la enfermedad (Virginio y Astorga, 2015).  

En este sentido, Avelino y Rivas (2013), afirman que es importante recordar que en esa época las opciones de control químico de la enfermedad eran muy limitadas, más bien inexistentes. Por ejemplo, el conocimiento y difusión de las magníficas propiedades fungicidas del caldo bordelés fueron difundidas en 1885, es decir 16 años después del reporte de la roya del café en Sri Lanka. 

Otro aspecto a tener en cuenta en su origen africano es que el café presenta diversos grados de resistencia a la roya, sobre todo los cafés silvestres de Etiopía. Así, el primer reporte sobre el responsable de la roya pudo haberse hecho en 1861, anterior al informe de Sri Lanka, por un explorador británico (Wellman 1952), quien observó la sintomatología en arbustos silvestres de café en la región del lago Victoria, en África Oriental. En dicha región, las especies de café más susceptibles a la enfermedad eran naturalmente raras, lo que podría explicar que durante muchos años ésta pasara desapercibida (Saccas y Charpentier, 1971).  

 

Distribución por el mundo

Después del reporte de la aparición de la roya del café, el cultivo cafetalero se expandió a muchas regiones del continente asiático y, posteriormente, a otros continentes, aunque también lo hizo la enfermedad, comenzando a causar pérdidas en diferentes zonas geográficas, mostrando algunos países en la tabla 1. 

 

Tabla 1. Distribución mundial de la roya del café entre 1869 y 1983. Fuente: Virginio y Astorga, 2015. 

 

Como se puede observar en la tabla de datos, en los años iniciales la presencia de Hemileia vastatrix se detectó en zonas asiáticas, siendo identificada en África occidental en 1966, reportándose unos años después por una parte significativa del continente americano. En esta propagación, existe la teoría que los vientos alisios fueron los responsables de dispersar la enfermedad desde África occidental a América. 

Algunos aspectos de interés en la distribución de la roya del café por el mundo son: 

 

  • Filipinas era uno de los mayores países exportadores en el mundo, pasando en tres años de ocupar el cuarto puesto a una producción casi nula en 1892.  
  • Las pérdidas sufridas por la enfermedad desembocaron en la sustitución del café por el té (Rayner, 1972), así como por la sustitución de Coffea arabica por C. canephora (café robusta), una especie mejor adaptada a las altas temperaturas y con mayor resistencia a la roya (McCook, 2006).  
  • No obstante, los países asiáticos continuaron produciendo café a altitudes mayores a los 1,000 msnm, en zonas donde el cultivo era menos susceptible a la enfermedad, con unas condiciones ambientales más adversas para el hongo.  
  • La dispersión de la roya del café en el continente africano fue mucho más lenta, hasta llegar a la zona occidental, cuyo primer reporte conocido fue en 1966, en Angola. Según McCook (2006), el lento progreso de la enfermedad se debió al poco desarrollo de la caficultura en África central y occidental, como consecuencia las fuertes crisis económicas de la primera mitad del siglo XX. 
  • Su aparición en el continente americano ocurrió en 1970, cuando fue reportada por primera vez en Brasil. Bowden et al. (1971), sugieren que las uredosporas (estructuras reproductivas) del hongo fueron transportadas por los vientos alisios desde África occidental hasta Brasil. Por su parte, Waller (1972) afirma que la enfermedad fue introducida accidentalmente a través de material vegetal o ropas contaminadas.
  • Desde que se detectó su presencia en América, en un periodo de trece años, se dispersó a todos los países productores de café, desde el límite sur (Bolivia y Perú) hasta el límite norte, en México. 

 

Daños productivos y económicos

Desde la llegada de la roya del café a Bahía (Brasil) en 1970, y su posterior diseminación por el continente americano, la principal preocupación del sector cafetalero ha sido que se produjeran epifitias, como ocurrió a finales del siglo XIX y principios del XX en los países asiáticos, que hizo peligrar la existencia de los cultivos de café.  

El hecho de que la mayoría de variedades cultivadas fueran susceptibles a la enfermedad hacía presagiar una situación catastrófica similar, reduciendo así la producción de café hasta, prácticamente, hacerla desaparecer. 

Por ello, se comenzaron a tomar ciertas acciones en Brasil (Muller, 1971), Nicaragua (Schuppener et al., 1977) y México (Gutiérrez y Carreón, 1982), basadas en las medidas adoptadas en Papúa Nueva Guinea, aunque en dicha región terminaron aceptando, en 1986, que la enfermedad se había establecido definitivamente, después de intentar erradicarla en tres ocasiones (1892, 1903 y 1965) (Avelino y Rivas, 2013). 

Sin embargo, la aparición inicial de este fitopatógeno en Centroamérica no produjo los grandes daños que se esperaban, posiblemente como consecuencia de las medidas implementadas por productores y personal técnico con el objetivo de convivir con la enfermedad. Desde 1976, cuando se reportó la presencia de la roya en Nicaragua (Schuppener et al., 1977), no se produjeron ataques severos. De hecho, no se cuantificó ninguna reducción en la producción (Virginio y Astorga, 2015). 

Unas pocas décadas después, a partir de 2010, la incidencia de la roya en los cultivos comienza a empeorar, dándose en la cosecha 2012 – 2013 la tan temida epitifia, que causó los correspondientes daños agronómicos y pérdidas económicas, tanto por la reducción de los ingresos a los productores como por el desempleo (Cristancho et al., 2012). 

No obstante, antes de esta fecha, se han reportado en distintos países, algunos ataques de la roya anaranjada, tales como: epidemia severa en Costa Rica en 1989-90 (Aguilar, 1990; McCook, 2009), aumento de la incidencia en Nicaragua en 1995-96 (Avelino, 1996; McCook, 2009), epidemia en El Salvador en 2002-03 (McCook, 2009), condiciones favorables para su desarrollo en Colombia en 2008-11 (Cristancho et al., 2012). 

Las pérdidas sufridas por el ataque de la roya del café en la región centroamericana durante la cosecha 2012-2013 (establecidas en la reducción de la producción con respecto a la cosecha en 2011-12 o la estimada para 2012-13) reflejan los datos siguientes: 

  • Honduras: 31 % 
  • El Salvador: 23 % 
  • Guatemala: 15 % 
  • Panamá: 13.5 % 
  • Costa Rica: 5 % 
  • Nicaragua: 3 % 
  • Pérdida promedio: 15 % 

Promecafé e IICA (2013), estiman las pérdidas en el sector cafetalero en Centroamérica en más del 19 % de la producción, lo que equivale económicamente a unos 3.5 millones de sacos de café de 60 kg (casi 500 millones de dólares US). Asimismo, más de 373.5 mil personas fueron desplazadas como consecuencia del desastre. Hay que tener presente que casi 2 millones de personas dependen del café para su supervivencia, viéndose afectados el 80 % de los caficultores, los cuales son pequeños productores que carecen de otras fuentes de ingresos. 

Uno de los principales motivos del desarrollo de la enfermedad parece ser la bajada de los precios del café en el mercado internacional en los años 2010 y 2011, lo que provocó la reducción de las prácticas de manejo de los cafetales, cuya edad superaba los 25 años, unido esto a las variaciones climáticas favorables a la evolución de la roya, causando los daños descritos, particularmente los impactos socioeconómicos (Virginio y Astorga, 2015). 

Intentando reconducir la situación, se tomaron medidas en 2013, llevando a cabo distintos programas de combate contra la roya y para la recuperación de la capacidad productiva, con la participación de los institutos del café, los ministerios de agricultura, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el Programa regional para la protección y modernización de la caficultura en Centroamérica y Panamá (Promecafé) y el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) (Avelino y Rivas, 2013).