Los agricultores dedicados a las naranjas, los limones y las mandarinas están aterrados. El dragón amarillo, la enfermedad más devastadora de los cítricos, aporrea las puertas de España. La peste, desatada por una bacteria, ya aniquila los árboles de Asia, África y América. El microbio amarillea las hojas y deforma los frutos, provocando además un sabor desagradable, entre amargo y salado, que arruina las cosechas. No tiene cura. Solo en Florida (EE UU), la plaga ha provocado pérdidas de más de mil millones de euros.
La bacteria del dragón amarillo no viaja sola, sino a lomos de la psila africana, un diminuto insecto con alas de origen subsahariano. En 2014 sonaron todas las alarmas. El insecto se detectó por primera vez en el continente europeo, en las comarcas gallegas de A Barbanza y de O Salnés, a ambos lados de la ría de Arosa. El Ministerio de Agricultura preparó en seguida un plan de contingencia y autorizó el uso de un insecticida, el tiametoxam, para luchar contra el bicho alado portador del microbio y evitar una catástrofe que dejara los supermercados sin naranjas, limones y mandarinas.
El tiametoxam es el paradigma de la encrucijada en la que se encuentran los pesticidas en el mundo. En 2013, la UE restringió el uso de este insecticida en aplicación del principio de precaución, por sus presuntos efectos sobre las abejas. Hace poco más de dos meses, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) confirmó que el tiametoxam supone un riesgo para las abejas “en general”. Y, este viernes, la UE ha decidido prohibir totalmente su uso al aire libre. Mientras tanto, la empresa pública ChemChina, controlada por el Partido Comunista chino, puso 39.000 millones de euros sobre la mesa para comprar la multinacional suiza Syngenta, la propietaria del tiametoxam.
Una empresa controlada por el Partido Comunista chino ha comprado por 39.000 millones de euros el fabricante de un insecticida prohibido el viernes por la UE
El mismo pesticida es un veneno según Greenpeace, un insecticida aceptable en algunos usos según la EFSA y una joya geoestratégica para China, el país que vio nacer la peste del dragón amarillo. Con 1.400 millones de bocas que alimentar, China no renuncia a nada. Abandera el cultivo de plantas transgénicas, demonizadas en Europa, y compra la I+D agrícola mundial. ChemChina también ha adquirido la israelí Adama, el imperio mundial de los pesticidas genéricos para plantas: herbicidas, insecticidas y fungicidas.
“Hay que regular los fitosanitarios, pero no ser tan estrictos que nos los carguemos todos. Impides la producción agrícola europea y facilitas la importación de alimentos de países terceros a los que no se les exigen los mismos requisitos”, lamenta José Ramón Díaz, ingeniero agrónomo de Asaja, la mayor organización agraria de España, con más de 200.000 afiliados. La familia de Díaz tiene olivos en Cuenca. Están muy preocupados por la bacteria Xylella fastidiosa, apodada en los medios de comunicación “el ébola de los olivos”, que ya ha arrasado un millón de árboles en Italia y se extiende desde hace pocos meses por España. La enfermedad, diseminada por la cigarra y otros insectos, tampoco tiene tratamiento fitosanitario todavía. Bruselas recomienda arrancar los olivos en 100 metros a la redonda de uno infectado.
La propia UE presume, con razón, de que sus leyes sobre pesticidas son “las más estrictas del mundo”. En 1991, la Comisión Europea comenzó a reevaluar los ingredientes activos presentes en los mercados europeos. Desde entonces, las autoridades han aprobado 429 y han rechazado 828. Hace dos años, la principal agrupación de agricultores europeos, Copa-Cogeca, presentó un informe que alertaba de que nuevas condiciones, cada vez más exigentes, podrían significar la retirada de otras 75 sustancias activas. El documento dibuja una debacle. Sin estos pesticidas, asegura, los rendimientos de los cultivos caerán un 92% en zanahoria, un 60% en manzana, un 65% en pera, un 40% en aceituna, casi un 40% en tomates y cítricos y un 15% en cereza.
Sin embargo, la organización ecologista Greenpeace exige más prohibiciones hasta “llegar progresivamente a un futuro de agricultura ecológica, 100% libre de pesticidas químicos”, según explica su portavoz, el filósofo portugués Luís Ferreirim. La ONG ha encabezado durísimas campañas contra tres insecticidas —imidacloprid y clotianidina, fabricados por Bayer, y tiametoxam, de Syngenta, los tres prohibidos el viernes por la UE para su uso al aire libre— y contra el glifosato, el herbicida más utilizado del planeta. El glifosato, libre de patente, versátil y barato, se usa contra las malas hierbas en campos de cereal, frutales, olivares, viñas y cultivos industriales. Se emplea en casi cuatro millones de hectáreas en España, el 28% de la superficie de cultivo, según los datos de la Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas (AEPLA).
“La UE, claramente, no podría vivir sin usar pesticidas. Tendría que importar todos los alimentos”, sostiene José Vicente Tarazona, un veterinario español al mando de la unidad de pesticidas de la EFSA. “Yo no me imagino una Europa en la que no tengamos un buen jamón de bellota o un buen chorizo, en la que todo sean hamburguesas de vacas americanas. Creo que producir alimentos en Europa es fundamental y que, hoy por hoy, depende en parte de la utilización de pesticidas, sea en agricultura ecológica o convencional”.
Pese a su fama, efectivamente, la agricultura ecológica también utiliza pesticidas tóxicos, como el cobre, el azufre y el spinosad, un insecticida de origen natural y dañino para las abejas. “Los pesticidas, como los medicamentos, cuanto menos se usen, mejor. La situación ideal es que tuviéramos medicamentos que curasen todas las enfermedades, pero que nuestra salud fuera tan buena que nunca tuviéramos que utilizarlos. Con los pesticidas es lo mismo”, reflexiona Tarazona.
“La UE no podría vivir sin usar pesticidas. Tendría que importar todos los alimentos”, sostiene José Vicente Tarazona, de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria
El veterinario recuerda haber visto en un documental en televisión el caso de un pueblo de Latinoamérica en el que los terratenientes fumigaban sus inmensos monocultivos con herbicidas desde avionetas, que incluso sobrevolaban escuelas. “En España tendrían a la Guardia Civil en la puerta en 10 minutos”, asegura Tarazona. Una directiva europea de 2009 prohíbe la pulverización aérea de pesticidas, salvo autorizaciones excepcionales, como las concedidas en España por plagas de procesionaria en los pinares. En países como EE UU, Argentina y México sí es habitual fumigar desde el aire.
El debate sobre los pesticidas es radicalmente diferente fuera de la UE. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hizo un llamamiento en julio de 2013 para “acelerar la retirada de plaguicidas altamente peligrosos del mercado en los países en vías de desarrollo”. Días antes, 23 niños murieron en un pueblo de Bihar (India) tras ingerir en su escuela un almuerzo contaminado con el insecticida monocrotofós, prohibido en la UE. El colegio cocinaba con aceite almacenado en un antiguo envase del producto.
“Desde el punto de vista de los pesticidas, es más seguro comer en Europa que en cualquier otro sitio del mundo”, zanja Tarazona. La EFSA, recuerda el veterinario, coordina un programa europeo de vigilancia de residuos de plaguicidas en alimentos. En el último informe anual, con datos de 2015, casi el 99% de las 2.186 muestras analizadas en España cumplían los límites máximos permitidos por la ley. Las excepciones suelen estar relacionadas con topes fijados para garantizar la seguridad del operario en el campo. “En los últimos años no hemos encontrado ninguna razón de preocupación para los consumidores por residuos de pesticidas”, subraya Tarazona.
La exposición crónica a pesticidas se relaciona con trastornos del desarrollo, esterilidad y cáncer, según la revista médica ‘The Lancet’
La exposición crónica a pesticidas se ha relacionado con trastornos del desarrollo, con la esterilidad y con varias enfermedades como el cáncer, sobre todo en agricultores y en mujeres embarazadas y niños de comunidades agrícolas, según recordaba un reciente editorial de la revista médica The Lancet. La Organización Internacional del Trabajo calcula que un 60% de los niños que trabajan en el planeta lo hacen en la agricultura. Además, 250.000 personas cada año ingieren pesticidas como método de suicidio, según cifras de la OMS.
La abogada turca Hilal Elver, relatora especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, ha reconocido en un reciente informe que “resulta sumamente difícil demostrar la existencia de un vínculo definitivo” entre la exposición a los plaguicidas y la aparición de enfermedades o de daños en los ecosistemas. “Esta dificultad se ha visto exacerbada por una negación sistemática (alimentada por la agroindustria y la industria de los plaguicidas) de la magnitud de los daños provocados por estas sustancias químicas, y las tácticas agresivas y poco éticas empleadas en el ámbito de la mercadotecnia se siguen sin cuestionar”, denuncia la relatora.
“Los productos europeos tienen total garantía. Es una pena esta histeria”, afirma Carlos Palomar, portavoz de la patronal de fabricantes
“Todos queremos que los fitosanitarios sean de bajo riesgo para el operario, que no aparezcan residuos en los alimentos y que no haya impactos en el medio ambiente”, afirma el ingeniero agrónomo Carlos Palomar, director general de la patronal española AEPLA, que representa a fabricantes de fitosanitarios como Bayer, Syngenta, Monsanto y Basf. “Los productos europeos tienen total garantía. Es una pena esta histeria, esta deriva histérica, de prohibir cualquier cosa con el principio de precaución. El riesgo cero no existe”, opina.
Palomar pone el ejemplo de un cultivo de lechugas. Nadie quiere pulgones en su ensalada. Y la mejor solución hasta ahora, según el ingeniero, son los insecticidas ahora restringidos por sus presuntos efectos colaterales sobre las abejas. “Los quieren prohibir, pero nunca hay abejas en un campo de lechugas”, señala Palomar.
Fresas afectadas por el hongo ‘Botrytis cinerea’.GCPAL
El sector factura 1.100 millones de euros al año en España. Según AEPLA, para desarrollar una nueva sustancia activa se necesita una inversión de unos 250 millones de euros, más casi una década de investigación. “En la UE se están eliminando sustancias en las que se ha hecho una inversión tremenda en I+D”, lamenta el director general.
Palomar enumera plagas hijas de la globalización, inexistentes en España hasta hace unos años. La mosca de alas manchadas, autóctona de Asia, apareció por primera vez en Europa en Tarragona, en 2008, y se ceba con las cerezas, que preña de larvas. Se han llegado a contabilizar 65 en un solo fruto. Nuevas cepas del hongo de la roya amarilla del trigo atacan los campos de cereal por toda España, expandiéndose desde Navarra. Y la peligrosa polilla guatemalteca, llegada a la península Ibérica en 2015 a través de A Coruña, agujerea las patatas. Los excrementos de sus larvas provocan la pudrición de los tubérculos. “Hay que buscar un equilibrio entre un riesgo aceptable y los beneficios de los fitosanitarios”, defiende el portavoz de AEPLA.
Los fabricantes luchan contra la visión de los pesticidas como venenos, pregonada por organizaciones ecologistas como Greenpeace. “Hay una batalla grande para recuperar la imagen de que somos medicinas de las plantas. Estamos yendo a los colegios, a clases de niños de 9 o 10 años, para explicarles la producción agrícola”, apunta Palomar.
Plagas como el dragón amarillo de los cítricos, el ‘ébola de los olivos’ y la roya amarilla del trigo amenazan los campos españoles
“Los ecologistas manipulan mucho la opinión pública”, opina Elisa Viñuela, catedrática de Entomología Agrícola de la Universidad Politécnica de Madrid. Viñuela es experta en control biológico: el uso de bichos buenos para eliminar bichos malos. Estudia parasitoides que crecen “como un alien” dentro de la mosca blanca, una de las principales plagas de tomates, pimientos y calabacines.
“La directiva europea de uso sostenible de los plaguicidas, de 2009, ya nos obliga a utilizar los plaguicidas como última opción”, sostiene. Los agricultores recurren, por ejemplo, a los mencionados bichos buenos, a la rotación de cultivos y a la instalación de mallas contra insectos. “En cualquier caso, identificar lo natural con bueno y lo sintético con malo es un error muy grave. Los griegos y los romanos se envenenaban con cicuta”, advierte la catedrática.
“Los pesticidas se usan mal”, certifica la microbióloga Dolores Fernández Ortuño, de la Universidad de Málaga. La investigadora trabaja con una de las enfermedades más devastadoras para las fresas, provocada por el hongo Botrytis cinerea. “Es el moho grisáceo que ves sobre la fruta en tu casa”, ilustra. Ante la aparición de resistencias a algunos fungicidas, el equipo de Fernández Ortuño analiza las cepas del hongo que le envían desde cooperativas agrícolas de Huelva y recomienda un tratamiento personalizado. Con enfoques como este se podrían ahorrar toneladas de pesticidas inútiles. Hace un mes, científicos del CNRS francés alertaron de la desaparición de un tercio de las aves agrarias en los últimos 17 años y señalaron al abuso de pesticidas en la agricultura intensiva.
“Yo puedo estar en contra del mal uso de los antibióticos en las personas, pero no a favor de su prohibición. Hay determinadas enfermedades a las que es imposible enfrentarse con la agricultura ecológica, como la Botrytis cinereay el oídio de las cucurbitáceas [otro hongo que arruina cosechas de sandías, melones, pepinos y calabacines en el sur de España]. El control químico es fundamental en estas enfermedades”, sentencia la microbióloga.
El ingeniero agrónomo José Luis Alonso Prados, responsable de la evaluación de pesticidas en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, resume la situación con pocas palabras: “Una agricultura excesivamente intensiva no es sostenible. El objetivo es que sea respetuosa con el medio ambiente, viable económicamente para el agricultor y aceptada socialmente”. Casi nada.
Un nuevo método, no dañino para el medio ambiente y basado en la energía fotoquímica, permite producir amoníaco, el principal ingrediente de los fertilizantes comerciales, usando luz solar.
Todos los seres vivos requieren nitrógeno para sobrevivir, pero el mundo depende de sólo de dos procesos conocidos para romper los enlaces ultra-fuertes de nitrógeno que permitan convertirlos en una forma que puedan consumir humanos, animales y plantas.
Uno es un proceso natural bacteriano del que los agricultores han dependido desde los albores de la agricultura y el otro es el proceso centenario Haber-Bosch, que revolucionó la producción de fertilizantes y estimuló el crecimiento sin precedentes de la oferta mundial de alimentos.
«Vivimos en un mar de nitrógeno, sin embargo, nuestros cuerpos no pueden acceder a él desde el aire –explica el bioquímico de la Universidad Estatal de Utah (USU, por sus siglas en inglés), Estados Unidos, Lance Seefeldt–. En su lugar, obtenemos este compuesto que ayuda a prolongar la vida de las proteínas de los alimentos». Seefeldt y sus colegas anuncian un proceso impulsado por la luz que podría revolucionar la agricultura, reduciendo el tiempo de dependencia de los combustibles fósiles para el suministro mundial de alimentos y aliviando la pesada huella de carbono de Haber-Bosch.
El equipo de investigación, que incluye también a Derek Harris, Andrew Rasmussen y Nimesh Khadka, de USU; Katherine A. Brown y Paul W. King, del Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL, por sus siglas en inglés), en Colorado; Molly Wilker, Hayden Hamby y Gordana Dukovic, de la Universidad de Colorado, y Stephen Keable y John Peters, de la Universidad del Estado de Montana, detalla sus hallazgos en un artículo publicado en ‘Science’.
En cualquier forma que se mire, la fijación de nitrógeno es un proceso que consume mucha energía, según Seefeldt, profesor del Departamento de Química y Bioquímica de USU y la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. «El proceso de Haber-Bosch consume actualmente alrededor del 2 por ciento del suministro de combustibles fósiles del mundo -alerta–. Por lo tanto, el nuevo proceso, que utiliza nanomateriales para capturar energía de la luz, podría ser un cambio de juego».
«Usar directamente luz para crear un catalizador es mucho más eficiente energéticamente –subraya Brown, científico investigador en NREL–. Este nuevo proceso de producción de amoniaco es el primer ejemplo de cómo la energía de la luz puede acoplarse directamente a la reducción de dinitrógeno, es decir, la luz del sol o la luz artificial pueden alimentar la reacción».
La producción eficiente de energía de amoniaco es una promesa no sólo para la producción de alimentos, sino también para el desarrollo de tecnologías que permitan el uso de combustibles alternativos ambientalmente más limpias, incluyendo las células de combustible mejorado para almacenar la energía solar.
La Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) de México realizó una reunión de trabajo con empresarios de la República Popular China y productores de hortalizas del país, con el propósito de potenciar inversiones en cultivo, procesamiento y empaque de hortalizas para su exportación a los mercados de Canadá, Estados Unidos y a esa nación asiática.
Entre los cometidos de la reunión destacan la viabilidad de ampliar, en una primera etapa, el cultivo de okra –hortaliza de alto valor nutritivo y consumo en la población china, japonesa y coreana, con residencia en Norte América-, así como diversificar la siembra de brócoli, zanahoria, cebolla amarilla, morada y blanca, chile habanero, serrano y jalapeño, entre otros.
En el encuentro, celebrado en las instalaciones de la dependencia federal, las partes acordaron el inicio de trabajos para la valoración de la región del norte del estado de Tamaulipas, principal productora de okra a nivel nacional, con una superficie de cinco mil hectáreas y un potencial de más de 36 millones de toneladas al año, en dos ciclos, con un tercero opcional.
El coordinador general de Asuntos Internacionales de la SAGARPA, Raúl Urteaga Trani, afirmó que el Gobierno de la República mantiene su estrategia de apertura de mercados internacionales para los productos agroalimentarios y, en esa mecánica, hay una respuesta positiva de los productores nacionales en la definición de acciones de los protocolos sanitarios, infraestructura y logística.
Señaló que el interés de empresas extranjeras por invertir en el campo mexicano es cada vez mayor, y como referencia está la empresa china Wah Teng Produce enfocada en el cultivo y comercialización de hortalizas, especialmente okra y brócoli, para consumidores asiáticos de Canadá y Estados Unidos, con presencia en los estados de Nayarit y Guanajuato.
El director de Wah Teng Produce, Dongshen Chen, expresó su sorpresa al saber que en el norte de Tamaulipas se produce una gran variedad de hortalizas con calidad de exportación, especialmente del cultivo de okra, ya que está región le favorece su cercanía y accesibilidad al mercado de Estados Unidos.
Con la representación de productores de hortalizas, el presidente de la Unión Regional Productores de Hortalizas de Tamaulipas, Jorge Luis Suárez Ríos, y el productor Fructuoso García Rivas, informaron que sus productos agrícolas: okra, zanahoria, cebolla, brócoli y chiles son exportados a Estados Unidos, vía McAllen, Texas.
Aseguraron que cuentan con un alto potencial para ampliar las áreas de cultivo para su comercialización en otros mercados internacionales como China, a través de una organización consolidada de productores, integrada por más de 100 asociados, en una tercera generación de agricultores, lo que representa una garantía para la negociación de alianzas estratégicas.
Productores, empresario y autoridades acordaron instrumentar una agenda de trabajo para iniciar las visitas técnicas de reconocimiento y evaluación para una futura inversión orientada al impulso del cultivo de hortalizas e infraestructura para el procesamiento y empaque de productos para su próxima exportación a Norte América y Asia.