[vc_row][vc_column][vc_single_image image=»7559″ img_size=»full» alignment=»center»][vc_column_text]La enfermedad conocida como el Mosaico de la Higuera supone un quebradero de cabeza, no solamente para los productores de higos y brevas, sino también para todo el personal profesional relacionado, como pueden ser ingenieros agrónomos o fitopatólogos, entre otros. La incidencia de este virus en los cultivos comerciales afecta al desarrollo de los árboles, mermando, en mayor o menor medida, su rendimiento y rentabilidad. Los estudios realizados en las plantaciones de higueras buscando la presencia de dicho virus en las células vegetales han mostrado un resultado positivo prácticamente en el 100 % de los casos, por lo que las labores de vigilancia y prevención deben ser muy estrictas para combatir los efectos nocivos de este organismo. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»Síntomas y daños»][vc_column_text]Los primeros registros de la enfermedad fueron realizados por Condit (1922) y Swingle (1928) (Cağlayan et al., 2009; Hafez et al., 2011), aunque el primer estudio determinante lo establecieron Condit y Horne (1933).
El virus causante de la enfermedad es trasmitido por el eriófido Aceria ficus y reportado en todos los lugares donde se cultiva la higuera, aunque con distinta importancia (Casadomet et al., 2016). Los principales síntomas que provoca en las plantas son muy diversos, apareciendo generalmente en hojas y frutos, entre los que se pueden destacar: [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]
- Manchas cloróticas claramente delimitadas.
- Venas y hojas deformes o decoloradas.
- Anillos cloróticos.
- Necrosis localizadas.
- Hojas con mosaicos de diversos patrones.
- Caída prematura de frutos.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]Además de la sintomatología típica donde se observa el mosaico con sus clorosis (y necrosis) características, pueden apreciarse también otro tipo de síntomas como por ejemplo clorosis distintas, enrollamientos de brotes y deformaciones foliares. Estas particularidades hacen sospechar que pudieran estar implicados otros virus. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]Por otra parte, los síntomas pueden variar entre árboles distintos, apareciendo diferencias incluso en una misma rama (Tzanetakis et al., 2010). Es posible que estas diferencias sean debidas a la influencia de algunos factores del entorno sobre los árboles o el propio patógeno. A este respecto, una conclusión extraída de los estudios realizados sobre esta enfermedad es que la expresión fenotípica del virus se acentúa con el estrés de la higuera por diversos motivos: sequía extrema, podas severas, carencia de nutrientes en el suelo, trasplante reciente, etc. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]Otra conclusión que resulta interesante es que la expresión externa del virus es muy sensible a las altas temperaturas, de manera que cuando éstas son bastante elevadas, las hojas afectadas suelen recuperar su color verde oscuro normal o bien se secan y caen, brotando unas semanas después hojas nuevas con aspecto sano, aunque sólo externamente porque el virus sigue en el interior de las células, pero sin expresarse, ya que se encuentra paralizado por el calor. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]Las plantaciones presentan con frecuencia síntomas de esta virosis, aunque por el momento no se ha asociado su presencia a árboles debilitados (Casadomet et al., 2016). Sin embargo, ante el hecho de encontrar dicha presencia en, prácticamente la totalidad de los análisis realizados, la única diferencia entre los diferentes cultivares estriba en la mayor o menor resistencia a la manifestación de la enfermedad según el genotipo varietal de la higuera. De este modo, existen genotipos que presentan distintos niveles de tolerancia, siendo resistentes, parcialmente resistentes y susceptibles a la expresión fenotípica del virus. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]En cuanto a los daños sufridos, cuando la higuera presenta una afectación severa, su crecimiento se ve reduciendo con brotes que presentan entrenudos más cortos, hojas más pequeñas, deformadas y decoloradas, además de una menor producción de frutos que, a veces también presentan manchas del mosaico y, por tanto, mayores pérdidas económicas para el productor. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]Para autores como Segarra et al. (2005), la acción del virus puede reducir el vigor y la producción hasta un 30 % o incluso más. Sin embargo, la evaluación del verdadero impacto económico de esta enfermedad es difícil de cuantificar porque, igual que sucede con otras virosis, los síntomas generalmente son confundidos con el resultado de la acción de otros agentes, tanto bióticos como abióticos (Ubidia P., 2014). De este modo, el desconocimiento de la enfermedad lleva consigo un mayor coste de producción, tanto en el vivero como en el campo, como consecuencia de la aplicación de medidas de control inapropiadas. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_custom_heading text=»Medidas de control»][vc_column_text]Tal y como sucede en todas las enfermedades víricas, el control debe enfocarse preferentemente hacia la prevención, por lo que la mayoría de estrategias siempre han sido dirigidas a evitar las condiciones que favorecen la infección (Ubidia P., 2014). Algunas de las medidas que pueden llevarse a cabo para intentar controlar el avance de este virus son: [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]
- La utilización de portainjertos resistentes con motivo de algunos estudios de susceptibilidad y resistencia a este virus en diferentes especies de Ficus (Burnett, 1960; Alfieri, 1967).
- La regulación y reglamentación en lo que respecta al ingreso de material vegetal en los distintos estados para certificar el estado sanitario óptimo de las higueras.
- El control del insecto vector del virus, Aceria ficus, resulta una medida sanitaria trascendental, al ralentizar y reducir la transmisión.
- La desinfección de las tijeras y las herramientas de poda, a pesar de que éstas no parecen ser un vehículo de infección importante, son una medida higiénica que no está de más.
- La aplicación de sofisticadas técnicas de reproducción in vitro o por semillas no contaminadas en laboratorio, aunque no parece ésta una medida para ser aplicada a un volumen considerable.
[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]La realidad parece ciertamente complicada, al tratarse de una enfermedad vírica y afectar a la inmensa mayoría de los árboles, su control se vuelve bastante difícil. Además, al estar tan extendido el ácaro transmisor del virus no se arregla demasiado la situación introduciendo plantas sanas, ya que rápidamente son infectadas mediante la picadura del insecto vector. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_custom_heading text=»Otros virus detectados en higuera»][vc_column_text]La higuera es una planta hospedante de varias especies virales pertenecientes a diferentes familias: Closteroviridae, Bunyaviridae, Tymoviridae, Flexiviridae, Partitiviridae y Caulimoviridae (Shahmirzaie et al., 2012). Algunas investigaciones muestran la complejidad de este virus, cuya causa podría estar asociada a la interacción entre diferentes virus y/o patógenos.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_column_text]En este sentido, un trabajo realizado por Ubidia P. (2014), nombra los diferentes virus detectados en la higuera. Son los siguientes:
- Fig leaf mottle–associated virus 1 (FLMaV-1). Familia Closteroviridae, género Closterovirus.
- Fig leaf mottle–associated virus 2 (FLMaV-2). Familia Closteroviridae, género Ampelovirus.
- Fig mild mottle–associated virus (FMMaV). Familia Closteroviridae, género Closterovirus.
- Arkansas fig closterovirus 1 y 2 (AFCV-1 y AFCV-2). Familia Closteroviridae, género Closterovirus.
- Fig cryptic virus (FCV). Familia Partitiviridae, género Deltapartitivirus.
- Fig badnavirus 1 (FBV-1). Familia Caulimoviridae, género Badnavirus.
- Fig mosaic virus (FMV). Familia Bunyaviridae, género Emaravirus.
- Fig fleck–associated virus (FFkaV). Familia Tymoviridae, género Maculavirus.
- Fig latent virus 1 (FLV-1). Familia Betaflexiviridae, género Trichovirus.
[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]La distribución geográfica de estos virus en las plantaciones de higueras de todo el mundo las podemos resumir del siguiente modo, siendo las presencias principales:
– En Turquía, Elci et al. (2012) indican que el 83 % de las muestras analizadas estaban infectadas con un virus como mínimo, siendo los más comunes FBV-1 y FMV (79 % de prevalencia).
– En Egipto se observó que el 90% de las plantas analizadas tenían al menos un virus, siendo FLMaV-1 el más frecuente con un 68.3 % de prevalencia, seguido por FMV con un 46.7 % (Elbeashehy y Elbeaino, 2011).
– En Irán se detectaron FLV-1, FLMaV-1 y FMV (Shahmirzaie et al., 2010; Shahmirzaie et al., 2012).
– En Líbano se observó la presencia de FLMaV-1 con un 47 %, seguido por FMV con un 42 %, FLMaV-2, FMMaV y FFkaV con porcentajes de infección más bajos (Elbeaino et al., 2007; Elbeaino et al., 2012).
– En Arabia Saudita también existen informaciones acerca de la presencia de varios virus infectando a la higuera, especialmente FLMaV-1 y FMV (Alhudaib, 2012).
– En Nueva Zelandia, FMV y FBV-1 fueron los más frecuentes (Minafra et al., 2012).
– En muestras de México y Sudáfrica se encontró FLMaV-1 (Castellano et al., 2007).
– En los países de la cuenca del Mediterráneo el virus más común es FLMaV-1, seguido por FLMaV-2 y FMV (Elbeaino et al., 2011).
– En Japón se observó la presencia de FMV en el 34 % de los huertos comerciales (Ishikawa et al., 2012). [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]Vemos cómo estos virus mencionados tienen una gran presencia en las plantaciones de higos distribuidas por amplias zonas del mundo. Así, podemos extraer como conclusión final que la inmensa mayoría de las higueras, por no decir todas, llevan conviviendo con varios virus, tal vez durante muchos años. Por tanto, es más que probable que a lo largo de unos cuantos años más de evolución en simbiosis forzada, el genoma del virus del Mosaico (en este caso) acabe integrándose en el genoma de las higueras y la enfermedad deje de manifestarse.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
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