02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Antracnosis, un serio problema

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Durante la última década, la demanda de papaya se ha incrementado de manera significativa a nivel mundial, debido principalmente, a las propiedades saludables que aporta a los consumidores y a la rentabilidad que ofrece a los productores. Sin embargo, tanto la producción como la exportación a otros países, se ve seriamente afectada por una enfermedad conocida como antracnosis, que causa graves daños en los frutos. 

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Dicha enfermedad puede considerarse la más importante, no sólo en el cultivo de papaya, sino también en otros frutales como mango, aguacate y otros más. Su importancia radica en su amplia distribución, afectando a zonas tropicales y subtropicales de todo el mundo y, por otra parte, porque actúa durante el cultivo sobre diversas partes de la planta (hojas, tallos, flores, peciolos y frutos), pero de forma más severa, en las fases posteriores a la cosecha (almacenamiento, envasado y transporte), donde mayores pérdidas económicas provoca.

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La antracnosis es una enfermedad causada por diversas especies del hongo Colletotrichum. Según Freeman et al. (1998), es posible encontrar a una misma especie de este género atacando a diversos hospederos, así como varias especies de Colletotrichum causando enfermedades en un mismo cultivo. A este respecto, las enfermedades inducidas por este hongo incluyen: antracnosis, marchitamiento, pudrición radical, mancha foliar, pudrición de flores y tizón en plántulas, presentes en una amplia gama de hospedantes (Freeman et al., 1996; Kim et al., 2001; Kumar et al., 2001).

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La principal especie causante de la antracnosis en las plantaciones de papaya es Colletotrichum gloeosporioides, aunque también se han reportado otras especies de Colletotrichum, tanto en México como en otros países como Costa Rica, Venezuela o Brasil, igualmente responsables. Estas especies muestran conidios diferentes entre sí, que les permiten ser diferenciadas. Son las siguientes:

  • Colletotrichum dematium
  • Colletotrichum acutatum
  • Colletotrichum truncatum

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En cuanto al ciclo de la enfermedad, C. gloeosporioides se caracteriza por presentar estructuras reproductivas o esporas, llamadas conidios, dispuestos en acérvulos, que participan en el proceso de infección de las plantas, en la que se produce una fase inicial en la cual el hongo se establece en el vegetal y se alimenta de las células vivas del mismo, y una segunda fase donde se nutre de las células muertas como consecuencia de su ataque, observándose entonces los primeros síntomas de la enfermedad. Se estima que dichos síntomas son visibles en un periodo aproximado de 7 u 8 días, mientras que la producción de estructuras reproductivas de este patógeno en el interior de la lesión puede ocurrir una semana más tarde.

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La fuente de inóculo del hongo, a través de los conidios, puede encontrarse en otras partes de la planta distintas a los frutos, como hojas con clorosis o necrosis, tallos afectados o también en hospederos alternos. Posteriormente, las esporas se adhieren a la superficie del fruto y pueden germinar a las 24 – 48 horas, formando un tubo germinativo que penetra de manera directa la cutícula del fruto inmaduro (Casarrubias-Carrillo et al., 2002), donde permanece latente, pudiendo activarse durante la maduración del fruto (Prusky, 1996). Una vez dentro, el hongo se encuentra protegido de la acción por contacto de los fungicidas.

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Los peciolos senescentes de las hojas son fuente importante de inóculo para esta enfermedad (Castro et al., 1996) y la remoción de los mismos puede ser una práctica efectiva de control (Durán et al., 2000).

Además, C. gloeosporioides tiene la capacidad de permanecer en invernación en los restos de plantas infectadas, desechos vegetales, así como en las semillas, lo que le permite sobrevivir durante largo tiempo y poder actuar cuando se presenten las condiciones adecuadas, que suele ser en el momento de la maduración del fruto.

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Los principales medios de propagación son el viento o el agua, aunque también puede dispersarse a través de los equipos o herramientas del cultivo, así como por los trabajadores agrarios cuando la vegetación está húmeda.

Como cualquier hongo fitopatógeno, las condiciones ambientales juegan un papel determinante en el proceso de infección y crecimiento sobre las plantas. 

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De este modo, el desarrollo de la enfermedad se ve favorecido por unas condiciones de alta precipitación y humedad relativa (Durán et al., 1998; Tatagiba et al., 2002), lo que responde a climas cálidos, húmedos y lluviosos, generalmente a intervalos frecuentes. Las condiciones ambientales que favorecen la incidencia de la antracnosis son:

– Temperatura entre 20 º y 30 º C, situándose el óptimo en torno a 27 º – 28 º C.

– Humedad relativa elevada, a partir del 80 %, aunque la duración de la humedad sobre la superficie de la hoja es la que influye de forma más directa. 

Conforme la humedad aumenta existe un mayor riesgo, ya que la germinación de las conidias requiere de agua libre y éstas son liberadas de los acérvulos cuando la humedad relativa supera el 95 %. Por tanto, en la mayoría de las regiones productoras de México la incidencia puede producirse en los meses comprendidos entre septiembre y marzo.

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Por otra parte, durante el periodo de postcosecha, la fruta debe ser almacenada y/o transportada bajo unas condiciones ambientales determinadas para evitar la aparición de esta enfermedad. Considerando la característica de quiescencia del hongo, es decir, su no presencia hasta la madurez del fruto, dichas condiciones mencionadas son: 

  • Temperatura: 13 º C
  • Humedad relativa: 60 %
  • Contenido de O2: 3 – 5 %
  • Contenido de CO2: 5 – 8 %

Si estas condiciones se ven alteradas, acercándose a los valores óptimos de actividad del hongo, esta enfermedad puede tener un impacto realmente grave en la fruta, incluso envasada y refrigerada, destinada para la exportación, lo cual afectaría negativamente todo el proceso comercial.

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Este hongo fitopatógeno puede penetrar el tejido de la planta directamente, sin necesidad de aberturas naturales tales como estomas o heridas, mostrando los síntomas varios días después de la infección.

Como ya se ha descrito anteriormente, durante el cultivo, o fase de precosecha, puede producirse la infección en frutos verdes inmaduros que están ligados a la planta y permanecer inactivo hasta el momento de la maduración, donde se muestran los síntomas característicos de la antracnosis.

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Los síntomas son diversos, afectando principalmente a la superficie de los frutos, pero también a la superficie foliar. De forma general, pueden describirse del siguiente modo las lesiones en los frutos:

  • Inicialmente, se presentan en forma de exudados gomosos y pequeñas lesiones de un cm de diámetro de aspecto aceitoso.
  • También aparecen pequeñas manchas rosadas, secas y bien definidas en la superficie del fruto.
  • Las lesiones pueden presentar un aspecto húmedo o estar secas y duras. 
  • Más tarde, estas lesiones se agrandan, se redondean y se hunden, pasando a tonos más oscuros, de marrón a negro.
  • Con el tiempo, las lesiones se extienden a varias zonas del fruto. 
  • En el centro de las lesiones se ubican los acérvulos, de color oscuro, frecuentemente en patrón concéntrico, observándose también los conidios (estructuras reproductivas) en forma de una masa gelatinosa de color naranja a rosa.
  • A medida que el fruto madura se produce un ablandamiento de la epidermis, provocando lesiones con un diámetro superior a 3 cm, que pueden permanecer superficiales o crecer y hundirse.
  • Toda la lesión se puede separar fácilmente de la pulpa de la fruta utilizando un cuchillo, dejando así un agujero bien definido en ella.
  • En ocasiones, estos síntomas, junto con la exudación de látex en el centro de la lesión, puede ser vista varios días antes de la cosecha.
  • La infección postcosecha suele producir lesiones superficiales, pocas veces hundidas, con formas de irregulares a redondeadas y bien definidas, con un característico color marrón rojizo. 

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En cuanto a los síntomas en las hojas, se pueden apreciar como:

  • Se forman manchas de color marrón a negro que, inicialmente, parecen circulares, pero que se acaban fusionando en zonas necróticas más irregulares. 
  • En los peciolos de las hojas aparecen lesiones elípticas oscuras, debidas a la presencia de los acérvulos, los cuales permanecen cuando caen al suelo, dando lugar a infecciones posteriores para las plantas de su entorno.
  • Si las infecciones son graves pueden provocar una defoliación en la planta.

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Colletotrichum gloeosporioides es un patógeno prolífero y económicamente importante, ya que induce pérdidas sustanciales en el rendimiento, al afectar partes vegetativas y causar deterioro postcosecha de frutos en clima templado, subtropical y tropical (Alahakoon et al., 1994; Freeman y Shabi, 1996; Latunde-Dada, 2001).

De este modo, viendo las lesiones que provoca en los cultivos de papaya, podemos imaginar que los daños ocasionados son severos. Desde hace ya bastante tiempo algunos autores definen a C. gloeosporioides como el causante del pelado del fruto, la mancha chocolate y la antracnosis en este cultivo (Álvarez y Nishijima, 1987), el cual provoca enfermedades que afectan el exterior de los frutos y, por lo tanto, genera pérdidas económicas (Arauz, 2000).

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Las pérdidas causadas en papaya por este hongo pueden llegar a ser muy cuantiosas, siendo considerada la principal causa de rechazo para la exportación. En este sentido, hay diferentes datos acerca de las pérdidas sufridas por la antracnosis. Por ejemplo, en Brasil, uno de los principales países productores del mundo, se han reportado pérdidas de hasta un 90 % bajo condiciones ambientales que favorecen el desarrollo de esta enfermedad (Tatagiba et al., 2002). Igualmente, en Costa Rica, Solano y Arauz (1995), reportan incidencias de antracnosis entre un 40 y un 90 % en tratamientos testigo, en los cuales no se realizó ningún control químico. 

En lo que respecta al territorio nacional, Rojo-Báez et al. (2017), estiman las pérdidas en México superiores al 50 %. Asimismo, se produce en el cultivo de papaya unas pérdidas postcosecha del 25 – 40 %, debido a problemas fitosanitarios, entre los cuales se encuentra la antracnosis, con unas pérdidas económicas en torno a 28 millones de dólares.

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A todo esto, hay que añadir que la antracnosis en papaya se asociaba únicamente a Colletotrichum gloeosporioides (Torres-Calzada et al., 2013). Sin embargo, en 2008 se reportó adicionalmente a C. truncatum (Tapia-Tussell et al., 2008; Mahmodi et al., 2014), el cual ha presentado una incidencia de hasta un 40 % (Torres-Calzada et al., 2013).

Por otra parte, dentro de las diferentes variedades de papaya cultivas, tales como Maradol, Tainung, Sunrise y Hawaiana (híbrido), se ha reportado que la variedad más susceptible a la antracnosis es Maradol.

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Las infecciones originadas por antracnosis suelen aflorar en el campo en las primeras etapas de desarrollo de los frutos, atacando las esporas del hongo en el estado verde de los mismos, aunque el patógeno responsable puede permanecer inactivo o latente hasta su manifestación, cuando se alcanza la madurez, momento en el cual se presentan los cambios físicos y químicos necesarios para el desarrollo de las lesiones (Dickman y Álvarez, 1983; Umaña, 1998; Tatagiba et al., 2002).

Una vez en el interior del tejido vegetal, la acción de los fungicidas no es eficaz. Por este motivo y porque cuando se aplican estos productos, tras la aparición de síntomas, suele ser tarde, es muy recomendable llevar a cabo una serie de medidas de manejo preventivas que reduzcan en el mayor grado posible los daños de este patógeno. Algunas son:

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  • Utilizar variedades resistentes o tolerantes.
  • Asegurarse de disponer de planta certificada y libre de enfermedades.
  • Realizar la plantación en un suelo bien drenado.
  • En caso contrario, efectuar drenajes para evitar la acumulación de agua en épocas de alta precipitación, lo que provocaría el aumento de la humedad relativa en el cultivo.
  • Llevar a cabo las rotaciones de cultivos con plantas no hospederas.
  • Eliminar las fuentes de inóculo.
  • Realizar un control de malezas adecuado.
  • Practicar una poda fitosanitaria, eliminando las hojas cloróticas y senescentes, que son frecuentemente en la zona baja de la planta.
  • Destruir y retirar las plantas, o partes de las mismas, infectadas.
  • Practicar técnicas de riego y fertilización para mantener un crecimiento equilibrado del cultivo, nunca excesivo. Elementos como el calcio y el boro son fundamentales en la nutrición vegetal, ya que participan activamente en la formación de la pared celular de los frutos, confiriendo rigidez a la misma.
  • Evitar provocar daños en los frutos, tales como golpes, magulladuras, pinchazos o rayaduras.
  • Aislar los frutos recolectados del suelo, donde podrían adquirir la infección.

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En lo que respecta al control químico, tradicionalmente, el empleo de fungicidas como el benomilo ha destacado entre los más utilizados en la etapa de postcosecha, aunque finalmente dejó de ser eficaz en el control del hongo, debido a motivos de resistencia (Sanders et al., 2000; Liberato y Tatagiba, 2001). No obstante, la aparición de materias activas como el azoxystrobin y kresoxim metil, que actúan sobre Phytophthora spp. (Matheron y Porchas, 2000), Plasmopara viticola (Wong y Wilcox, 2001) y Alternaria alternata (Reuveni y Sheglov, 2002), así como procloraz e imazalil contra Colletotrichum gloeosporioides (Nery-Silva et al., 2001), Colletotrichum acutatum (García y Muñoz, 2002) y Verticilium dahliae (Kurt et al., 2003), han sido una buena opción para el control de enfermedades fungosas en postcosecha. 

Como siempre, es recomendable en la aplicación de tratamientos fitosanitarios, respetar una serie de normas o reglas, como pueden ser:

  • Seleccionar la materia activa más adecuada según las condiciones del entorno.
  • Utilizar fungicidas con diferentes mecanismos de acción.
  • Respetar las dosis establecidas, así como los plazos de seguridad marcados.
  • Aplicar adecuadamente el caldo fitosanitario, cubriendo la superficie del cultivo de forma homogénea.
  • Dejarse asesorar por personal técnico especializado.
  • Seguir las recomendaciones del servicio técnico de la empresa fabricante.

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Respetar estas recomendaciones (y alguna más) puede evitar problemas en el manejo del cultivo y en el resultado final de la producción, tanto en cantidad como en calidad.

Algunas materias con actividad fungicida con las cuales se está obteniendo resultados moderadamente aceptables pueden ser: Hidróxido de cobre (tratamiento preventivo), azoxystrobin, cyprodinil, fludioxonil, thiabendazol, difenoconazol, isopyrazam, boscalida, pyraclostrobin o trifloxystrobin, entre otras.

Sin embargo, la aplicación de fungicidas depende en gran medida de las especies de Colletotrichum que causan antracnosis. Entre las materias citadas pueden relacionarse con las distintas especies de este hongo del siguiente modo:

  • Azoxystrobin + Cyprodinil: C. gloeosporioides, C. truncatum
  • Fludioxonil + Cyprodinil: C. gloeosporioides, C. truncatum, C. acutatum
  • Thiabendazol: C. gloeosporioides, C. acutatum
  • Azoxystrobin + Difenoconazol: C. gloeosporioides, C. truncatum, C. acutatum
  • Isopyrazam: C. gloeosporioides, C. truncatum, C. acutatum
  • Boscalida + Pyraclostrobin: C. gloeosporioides, C. acutatum
  • Trifloxystrobin: C. gloeosporioides

A pesar de disponer de algunas materias fungicidas, algunas de las cuales parecen tener cierta eficacia, no es buena idea esperar a ver los primeros síntomas de la enfermedad para aplicar los tratamientos fitosanitarios. Es del todo necesario, especialmente si se conocen antecedentes de la enfermedad en la parcela de cultivo o condiciones del entorno que sean favorables en su aparición, tomar medidas preventivas desde el primer momento. Estas labores realizadas se verán reflejadas en el momento de la cosecha y después de la misma también.

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