Biocontrol de sinfílidos
1. Introducción
2. Descripción y comportamiento
3. Daños causados al cultivo
4. Control mediante bioinsecticidas
1. Introducción
Entre las principales plagas que afectan al cultivo de la piña se encuentran la gallina ciega (Phyllophaga menetriesi), la cochinilla harinosa (Dysmicoccus brevipes), la cochinilla rosada (Dysmicoccus neobrevipes), la tecla (Strymon basilide), el gusano soldado (Helicoverpa spp.) y los sinfílidos (Hanseniella spp, Scutigerella spp, Symphylella spp), además de los roedores. Todos estos enemigos naturales pueden ocasionar severos daños a la producción de la piña. Una de las herramientas disponibles para su control es el uso de insecticidas biológicos o bioinsecticidas, que aportan una serie de ventajas entre las que destacan la poca o escasa peligrosidad para el consumidor, un bajo o inexistente nivel de residuos y un respeto incuestionable por el medioambiente, el cual no se ve contaminado ni alterado. Por ello, merece la pena plantearse su uso en los cultivos agroalimentarios, especialmente.
2. Descripción y comportamiento
Los sinfílidos son pequeños artrópodos de color blanco, que presentan un cuerpo blando y se parecen a los ciempiés. Monge (2018), cita la presencia de tres géneros distintos (Hanseniella spp, Scutigerella spp y Symphylella spp) en los cultivos de piña de Guatemala, aunque el más conocido y nombrado es Scutigerella spp, concretamente la especie Scutigerella inmaculata.
Una breve descripción de esta especie responde a un tamaño en estado adulto comprendido entre 2 y 6 mm de longitud, con un valor promedio de 4.5 mm (Jiménez, 1999; García y Rodríguez, 2012). La cabeza tiene forma de corazón con partes bucales masticadoras, no poseen ojos, pero sí un órgano postantenal en la base de las antenas, las cuales son largas y formadas por numerosos anillos, con órganos sensitivos en el apéndice y, aproximadamente, 60 segmentos (Acosta, 2006). También, hay que añadir que éstas son movidas de manera agitada cuando los insectos se ven perturbados (Jiménez, 1999).
Los sinfílidos poseen un ciclo de vida similar a la mayoría de miriápodos, con una duración promedio de 82 días, de huevo a adulto (Monge, 2018), aunque esto dependerá de las condiciones ambientales, principalmente de la temperatura. Son ovíparos, es decir, se reproducen mediante huevos, que son de color blanco y depositados en masas de 9 a 25 (Acosta, 2006), siendo protegidos por las hembras de los depredadores y otros enemigos naturales.
La hembra coloca los huevos en el suelo o en las hojas bajeras de la piña, los cuales eclosionan unos 5 días después, dando origen a larvas muy pequeñas, de color blanco que poseen 6 pares de patas y un par de antenas. A través de un proceso de metamorfosis, sufre una serie de mudas mediante las cuales va incrementando su tamaño y el número de patas, hasta completar 12 pares, cuando está completamente desarrollado (Jiménez, 1999; Del Valle, 2015). De este modo, el ciclo está compuesto por la sucesión de estados: huevo-larva-adulto, pasando por 7 instares (García, 2018).
En lo referente a su comportamiento, este artrópodo se mueve de forma muy rápida en el suelo (Del Valle, 2015; Monge, 2018). Por otra parte, la humedad existente en el suelo afecta a factores como su reproducción y desarrollo. Por tanto, su presencia está ligada de manera directa a un buen nivel de humedad en el mismo. Asimismo, prefieren suelos porosos y con terrones (García, 2018).
Los sinfílidos asociados al cultivo de piña muestran hábitos fitófagos o saprófagos, siendo posible encontrarlos en una amplia variedad de suelos, variando desde las parcelas cultivadas hasta las pasturas y bosques. Resultan especialmente abundantes en los invernaderos, donde prefieren suelos húmedos, orgánicos y de textura suelta (Jiménez,1999).
3. Daños causados al cultivo
Esta plaga se encuentra ampliamente distribuida en el mundo, causando daños a numerosos cultivos. Así, no solamente afecta a la piña, también perturba otros como el arroz, el café, la caña de azúcar y diversos cultivos florales, entre otros (Rincón, 1998).
Dada su actividad en el suelo, los daños más significativos los produce en las raíces de las plantas, apareciendo en las parcelas en zonas concretas (focos o parches), que pueden extenderse de forma generalizada si la infestación es importante. Para García y Rodríguez (2012), los primeros meses de desarrollo de la plantación son críticos por la presencia de esta plaga, pudiendo verse afectado el cultivo de forma considerable.
Se alimenta de las partes más tiernas de las mismas, generando un síntoma muy característico, conocido como “escoba de bruja” (Del Valle, 2015; Monge, 2018). Esto es debido a los daños producidos, principalmente, en las raíces secundarias y terciarias, cuyos cortes transversales en los ápices, después de su cicatrización, provocan la salida de otras raíces, que lo hacen de forma desordenada (Jiménez, 1999), recordando el citado término.
Por lo tanto, considerando la trascendencia que tiene el sistema radicular en cualquier planta, los daños pueden ser severos, ya que se verán afectados procesos tan importantes como la absorción de agua y nutrientes, lo que repercutirá negativamente en el crecimiento y en la producción del cultivo.
Finalmente, un factor a tener muy en cuenta respecto al comportamiento de los sinfílidos es que éstos pueden vivir durante varios años en el suelo, así como sobrevivir algunos meses sin alimentarse, por lo que su resistencia parece notable.
4. Control mediante bioinsecticidas
Tradicionalmente, el control frente a las diferentes plagas de los cultivos se viene realizando mediante tratamientos fitosanitarios con insecticidas sintéticos, los cuales originan una serie de problemas de sobra conocidos (contaminación del cultivo y del medioambiente, riesgos agroalimentarios, etc.). Por ello, es absolutamente necesario implementar técnicas que reduzcan o eviten estas consecuencias negativas. De hecho, la actualidad agronómica está encaminada, cada vez más, en aspectos como: el respeto al medioambiente, el cuidado del suelo, el aumento de la biodiversidad en las parcelas de cultivo y el empleo del control biológico mediante enemigos naturales, principalmente.
Entre las estrategias de control respetuosas con el entorno e inocuas para los consumidores se encuentra el uso de insecticidas biológicos o bioinsecticidas. Estos productos se basan, mayormente, en extractos vegetales y/o en organismos vivos (hongos, bacterias, virus), que pueden ocasionar la muerte o influir de forma determinante (repelencia, disminución de la actividad alimentaria, esterilidad, etc.) en el comportamiento normal de los insectos plaga.
Para Coello (2012), este tipo de productos presentan una serie de posibilidades que pueden resultar interesantes, como pueden ser:
- Empleo en las estrategias de Manejo Integrado de plagas (MIP) y Manejo Ecológico de Plagas (MEP), que combinan varias medidas de prevención y combate de insectos e incluyen el uso racional de plaguicidas de baja toxicidad para humanos y no contaminantes.
- Son biodegradables, por lo que la contaminación del cultivo, entorno, personal y consumidor no se produce.
- Los insectos, difícilmente, pueden desarrollar resistencias a los bioinsecticidas, ya que éstos pueden tener diferentes mecanismos de acción.
- Son sustancias preparadas de elementos naturales, que provocan efectos adversos para los insectos invasores y mantienen su población en niveles tolerables.
Un grupo de bioinsecticidas bastante amplio se basa en productos cuyo principio activo está hecho de extractos vegetales, tales como el ajo, la ortiga, la canela, el chile y muchos otros, que presentan diferentes mecanismos de acción, provocando ciertos efectos negativos en los insectos plaga como, por ejemplo, la alteración de su normal desarrollo, la disfunción de sus mecanismos hormonales, la disminución o ausencia de apetito, entre otros. También ejercen acciones repelentes o irritantes.
Otro grupo con cierta trascendencia y eficacia se basa en microorganismos, como pueden ser hongos, bacterias y virus, los cuales afectan igualmente las funciones biológicas de los insectos, concluyendo en la muerte de éstos. Algunos de los productos microbiológicos utilizados en el control de Scutigerella inmaculata, en un estudio realizado por Acosta (2006), son distintas especies de hongos entomopatógenos, entre los que destacan los siguientes:
- Beauveria bassiana. La infección parasítica de este hongo frente a los insectos es causada por las esporas, siendo la ruta más común de penetración directa a través de la cutícula. Los conidios de B. bassiana ingresan a la cavidad del cuerpo del insecto donde se desarrollan, produciendo micelios y blastosporas. Posteriormente, éstos son transportados por la hemolinfa hacia todas las partes del cuerpo, afectando a todos los órganos principales, lo que produce su muerte.
- Metarhizium anisopliae. Su modo de acción comienza por la adhesión del tegumento y la germinación de los conidios o esporas sobre éste. Luego, se produce la penetración a través de la cutícula del insecto, la multiplicación del hongo en el hemocele y la producción de toxinas, provocando la muerte del insecto. Posteriormente, el hongo coloniza todo el interior del hospedero y el micelio sale al exterior, pasando a través del tegumento, esporulando sobre la superficie del insecto y, finalmente, diseminando los propágulos al medio.
- Paecilomyces lilacinus. Este hongo produce sustancias que actúan sobre los huevos y larvas de diversos géneros, provocando deformaciones, vacuolizaciones y pérdida de movimiento. Se pueden observar vacuolizaciones internas de las larvas del primer estadío, segmentación y gastrulación atípicas. Asimismo, el hongo es capaz de penetrar el huevo, crecer dentro del mismo y destruir el embrión.
- Lecanicillum lecanii. Resulta bastante efectivo, provocando en el insecto la pérdida de sensibilidad, descoordinación de movimientos, obstrucción mecánica de los conductos respiratorios, agotamiento de las reservas, interrupción de los órganos y la muerte. Las esporas de L. lecanii se adhieren a la cutícula de los insectos, penetran la misma con ayuda de enzimas que produce el hongo (lipasas, quitinasas y proteasas), que descomponen el tejido y facilitan la penetración de la espora, provocando la infección y la consiguiente muerte del insecto plaga.
Por lo tanto, integrar todas las herramientas de control disponibles repercutirá en una mayor eficacia frente a esta plaga y, si éstas son inocuas y respetuosas, mejor aún. No obstante, es bueno recordar que, considerando que los suelos húmedos y con alto contenido de materia orgánica favorecen la reproducción de los sinfílidos, es preciso actuar sobre este medio. Para controlar dicha humedad del suelo, se deben realizar ciertas labores como preparar adecuadamente el terreno y construir drenajes (Chavarría, 2013; Monge, 2018).
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