Cochinilla harinosa
1. Introducción
2. Distribución e Importancia
3. Morfología y Ciclo de vida
4. Control integrado de la plaga
1. Introducción
Dysmicoccus brevipes es un insecto polífago, es decir, que se alimenta de varias especies vegetales, conocido comúnmente como “cochinilla o piojo harinoso”, debido a su aspecto de color blanco con una capa de cera y a la secreción de sustancias que le confiere una apariencia harinosa. Entre los numerosos hospederos a los que causa daños, se pueden citar, además de la piña, cultivos como el arroz, el maní, el garbanzo, el café, el cacao o los cítricos, entre otros muchos. Los daños que origina en las plantas se producen a través de su alimentación, chupando la savia de las mismas. Puede causar cuantiosas pérdidas en las plantas cultivadas si las condiciones del entorno le son favorables y si no encuentra medidas adversas. Por ello, su control debe ser eficaz desde el primer momento.
2. Distribución e Importancia
La cochinilla harinosa de la piña fue descrita originalmente en especímenes colectados en Jamaica. La forma partenogenética de Dysmicoccus brevipes se encuentra, principalmente, en las partes inferiores de la planta de piña, cerca del nivel del suelo o en el mismo, mientras que la forma biparental se localiza sobre la corona y los frutos en desarrollo (Gratereaux, 2009).
Esta especie polífaga presenta una amplia distribución en la región Neotropical (Willians, 1992), extendiéndose en el continente americano desde México hasta los países del Sur (King y Saunders, 1984). Concretamente, en las parcelas de cultivo y su entorno, es preciso recordar que, solamente, los estadíos iniciales de la cochinilla son móviles, los cuales se pueden dispersar a través de la plantación por el viento, así como por medio de las cajas de recolección, la maquinaria y el personal de campo (Monge, 2018).
Además de dispersarse con facilidad, este insecto presenta una serie de aspectos que resultan muy peligrosos, donde, radica su importancia debido a los daños y pérdidas que puede causar. Se pueden destacar los siguientes:
- Daños por alimentación. Posee un aparato bucal picador-chupador con el que succiona los jugos de la planta y la debilita gravemente, influyendo así en su crecimiento y en su producción. Asimismo, tiene la capacidad de inyectar toxinas en el tejido vegetal y puede transmitir virus (Ramos y Serna, 2004). De este modo, la cochinilla se alimenta chupando la savia de las plantas, a las que puede transferirles la enfermedad vírica conocida como “la marchitez de la piña” (Pineapple Mealybug Wilt-associated Virus, PMWaV).
- Amplitud del ataque. Esta plaga no actúa en un momento concreto o en una zona determinada de la planta. Puede atacar en cualquier fase fisiológica del cultivo como, por ejemplo, en el crecimiento vegetativo, durante la floración, en el periodo de fructificación o incluso en la postcosecha (Gratereaux, 2009). A esto hay que sumar que pueden colonizar, prácticamente, cualquier órgano de la planta, como raíces, hojas, tallos y frutos (Monge, 2018).
- Asociación con otros organismos. Pueden actuar de manera combinada con otros insectos como, las hormigas, con las que mantienen una simbiosis, especialmente con los géneros Solenopsis (S. geminata) y Pheidole (Sether et al., 1998; Sether y Hu, 2002; Monge, 2018). De esta forma, ambas especies obtienen beneficio, las hormigas consumen las sustancias azucaradas producidas por las cochinillas que son protegidas por las hormigas del ataque de otros enemigos. También, actúa como vector de virus, transmitiendo enfermedades a las plantas. Al respecto, al analizar plantas de piña marchitas en regiones de Hawái, Australia y Cuba, se confirmó la relación existente entre esta cochinilla y el virus, PMWaV.
Finalmente, la actuación del piojo harinoso en los cultivos de piña desencadena una serie de síntomas y daños (Py, 1969; Willians, 1992; Sether y Hu, 2002; Monge, 2018), distribuidos en focos o parches en la plantación, tales como:
- Amarilleo de las hojas, con una coloración amarillo-rojiza.
- Desecamiento del ápice, hacia la base de la hoja.
- Enrollamiento en el borde de las hojas.
- Debilitamiento de la planta.
- Retraso del crecimiento.
- Descenso de la producción.
- Baja calidad del fruto, que provoca su rechazo comercial.
Adicionalmente, hay que señalar que las plantas con el virus de la marchitez de la piña, a menudo, producen frutos y coronas pequeñas, que maduran fuera del ciclo con respecto a la mayoría de plantas sin infectar.
3. Morfología y Ciclo de vida
Una descripción general de la morfología de esta cochinilla (Gratereaux, 2009) responde a un cuerpo de consistencia blanda, cuyo tamaño y color puede variar en función de las condiciones medioambientales. En cuanto a su aspecto, puede presentar una forma alargada, oval o casi circular, en cuya superficie dorsal puede observarse la segmentación del cuerpo, pero sin distinguir la diferencia entre cabeza, tórax y abdomen, aunque sí se aprecia con facilidad un par de antenas y tres pares de patas.
Así, la cabeza se encuentra fusionada con el tórax, que presenta la mayor parte del cuerpo, con tres pares de patas, las apófisis esternales del meso, el metatórax y dos pares de espiráculos. En el abdomen, hay ocho segmentos claramente diferenciados por líneas intersegmentales.
Las patas poseen los segmentos propios de un hexápodo: coxa, trocánter, fémur, tibia, tarso (de un solo segmento) y postarso, que es una uña simple en cuya superficie plantar produce, en ciertas ocasiones, un pequeño diente llamado dentículo.
Las características anatómicas de estos insectos (King y Saunders, 1984; Higuera, 2004; Del Valle, 2015; Monge, 2018) suelen referirse al aspecto de las hembras, las cuales son de tamaño pequeño (entre 2 y 6 mm), sin alas, rosadas y cubiertas con una capa de filamentos cerosos que se proyectan lateralmente. Por su parte, los machos son blancos y alados.
En cuanto a su ciclo de vida, es incompleto y ovovivíparo (Del Valle, 2015), con una duración aproximada de 90 días (a 23 º C), de los cuales 56 trascurren en estado adulto (Gratereaux, 2009; Monge, 2018).
Las hembras mantienen los huevos en el extremo posterior de su cuerpo, en una cavidad inferior, o en una cubierta cerosa llamada ovisaco. Los huevos pueden medir 0.29-0.39 mm de longitud y 0.17-0.21 mm de anchura, los cuales, para madurar y alcanzar su desarrollo, necesitan entre 3 y 9 días, dependiendo de las condiciones climáticas (Del Valle, 2015). Son de color blanco, puestos en grupos de hasta 300, bajo una capa algodonosa de cera (Higuera, 2004; Monge, 2018).
Las ninfas hembras alcanzan la madurez después de tres mudas, dispersándose por la planta las correspondientes al primer estadío antes de establecerse (Higuera, 2004). Las patas suelen ser muy reducidas o ausentes, fijándose al hospedero mediante sus estiletes bucales (Ramos, 2006). El macho permanece inactivo durante el tercer estadío (pseudopupal), para lo cual forma un capullo tosco y ceroso (Higuera, 2004).
4. Control integrado de la plaga
El principal recurso frente a esta plaga suele ser la aplicación de tratamientos con insecticidas, generalmente de amplio espectro, como suelen ser los organofosforados (Calderón, 1982; Córdova, 1998) o los piretroides sintéticos. Sin embargo, la estrategia de tratamientos debe ser cuidadosamente planificada, ya que un mal uso de éstos tendrá efectos negativos, contrarios al efecto deseado.
Principalmente, dicho mal uso puede dar lugar a la resistencia de estos insectos y a la eliminación de sus enemigos naturales, cuya ausencia les dejará el camino libre y su reproducción y desarrollo será mayor. Por tanto, la elección de los productos a utilizar debe estar en manos de personal técnico calificado, rotando materias activas de distintas familias químicas y diferentes formas de acción para evitar las indeseadas resistencias de la plaga. En cualquier caso, los insecticidas utilizados deben estar permitidos, con su registro de uso oficial.
Por otra parte, existen otros medios de lucha además del control químico, como puede ser el control biológico, el empleo de productos inocuos y respetuosos con el medioambiente (jabones, aceites, extractos naturales, etc.) y, por supuesto, la puesta en marcha de medidas preventivas que permitan la detección, así como un control precoz.
Para Monge (2018), algunas de las medidas en el manejo integrado de la plaga, con carácter preventivo, que pueden resultar fundamentales, son las siguientes:
- Seleccionar un terreno limpio, que no tenga antecedentes de infestación de piojo harinoso.
- Elegir semilleros libres de cochinilla, para evitar su propagación, así como la entrada a nuevos lotes.
- Sumergir la semilla, antes de la siembra, en soluciones insecticidas (con productos autorizados).
- Controlar las malezas, ya que pueden actuar como reservorios alternos de la plaga.
- Mantener un monitoreo constante de individuos, especialmente en el periodo más crítico, que se produce entre la sexta y la decimosegunda semana de floración, cuando los “ojos de la piña” se mantienen abiertos y la cochinilla puede entrar.
- También es importante monitorear y controlar las poblaciones de hormigas, por su relación simbiótica con estos insectos.
- En casos graves, llevar a cabo una estrategia de tratamientos racional y eficaz, basada en insecticidas permitidos y respetuosos con la fauna auxiliar.
Considerando lo anterior, la cochinilla harinosa puede suponer un problema para los cultivos de piña, entre otros muchos, ocasionando pérdidas económicas a los productores. Por ello, es preciso llevar a cabo un plan de control que integre varios métodos diferentes, principalmente las medidas preventivas y el uso racional de insecticidas.
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