03/04/2024

Revista InfoAgro México

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Control integrado en plagas de gusano

Control integrado en plagas de gusano

1.-Introducción

2.-Principales especies que atacan al cultivo

3.-Manejo integrado de plagas

4.-Medidas de control

  1. Introducción

Los lepidópteros constituyen un amplio grupo de insectos distribuidos por, prácticamente, todas las regiones del mundo, cuyas larvas suponen una enorme amenaza para los cultivos. No solamente para la coliflor, ni siquiera para su familia como son las crucíferas (brócoli, col, col de Bruselas, repollo, rúcula, etc.), sino para un gran grupo de especies cultivadas, desde frutales hasta hortalizas como pimiento, jitomate, calabacita y muchos más. Su control puede resultar bastante complicado dadas las características y pautas de comportamiento de estos individuos. Si a esto hay que sumar las exigencias normativas que demandan técnicas de cultivo que favorezcan aspectos esenciales como son la inocuidad de los alimentos, el respeto al medio ambiente o la preservación de la fauna auxiliar, excluyendo a su vez el uso abusivo de insecticidas, se hace aún más difícil, siendo necesaria la aplicación de técnicas de control integrado, las cuales pueden responder satisfactoriamente a estos requisitos.

  1. Principales especies que atacan al cultivo

El orden Lepidoptera está formado por mariposas (tamaño más grande) y polillas (tamaño más pequeño), de las que se conocen más de 160 mil especies (Rubio, 2019). El comportamiento de estos insectos resulta muy peculiar, ya que, mientras los adultos no suelen causar daños a las plantas, las larvas pueden ser muy voraces, devorando el tejido vegetal y provocando severos daños a los cultivos.

De este modo, los adultos, caracterizados por poseer dos pares de alas recubiertas de escamas, se suelen alimentar del néctar de las flores y diversos jugos, a veces ni se alimentan, incluso pueden resultar beneficiosos para las plantaciones al actuar como polinizadores. Sin embargo, presentan una elevada tasa de reproducción, casi siempre sexual y ovípara, con machos y hembras en una proporción similar en sus poblaciones, siendo buenos voladores que pueden dispersarse a grandes distancias (García y Ferragut, 2002).

Por su parte, las fases larvarias de los lepidópteros son fitófagas en la mayoría de las especies, que muestran una gran voracidad, lo que puede ocasionar considerables daños en las plantas y convertirse en plagas peligrosas de éstas. Las larvas son del tipo eruciforme y, normalmente, poseen tres pares de patas torácicas y cinco de falsas patas o propodios abdominales (Romero, 1991; García y Ferragut, 2002).

En hortalizas son muchos los tipos de lepidópteros que pueden atacar estas plantaciones. Así, por ejemplo, Hermosillo (2016) destaca la presencia en Sonora sobre los cultivos de coliflor de las especies: Trichoplusia ni, conocida como gusano medidor de la col, Spodoptera exigua (gusano soldado), Pieris rapae (gusano importado de la col), Plutella xylostella (palomilla dorso de diamante) y Hellula undalis, denominada gusano barrenador del tallo. También hay que destacar a otras larvas de lepidópteros como son Spodoptera littoralis y Mamestra brassicae (Rubio, 2019).

Para conocer mejor el aspecto y el comportamiento de estas especies que suponen una seria amenaza en numerosos cultivos de, prácticamente, todo el mundo, se expone a continuación una breve descripción de las mismas.

– Trichoplusia ni

Conocido comúnmente como “gusano falso medidor”, tiene una amplia distribución en el orbe, afectando a los cultivos de hortalizas como las crucíferas, aunque se considera la plaga principal del repollo (Orozco, 2019).

El individuo adulto mide, aproximadamente, 2 cm de largo y tiene un rango de vuelo de unos 200 km. Puede llegar a vivir de 10 a 12 días, período durante el cual las hembras ponen de 300 a 500 huevos, de forma aislada en pequeños grupos, los cuales son de color perlado o blanco verdoso, con un diámetro aproximado de 0.6 mm que eclosionan a los 2 – 3 días si la temperatura es de 29 ° C (Toba et al., 1973).

La fase larvaria comprende cinco estadíos, situándose en los tres primeros en el envés de las hojas, dejando el haz intacto, mientras que en el cuarto y quinto defolia toda la hoja, creando grandes agujeros. Su capacidad alimenticia es muy grande, ya que consumen hasta tres veces su masa corporal de alimento al día (Orozco, 2019).

Esta fase no tolera temporadas prolongadas de frío y puede durar de 18 a 25 días si las temperaturas que se dan están entre 21 º y 32 ° C, siendo estimado como valor óptimo según Toba et al. (1973) 26.7 º C. Un estudio suyo reflejó que a 32.2 ° C el desarrollo fue similar, pero se documentó un menor número de actos de apareamiento y fecundidad en los adultos. Asimismo, a partir de los 35 ° C hubo un escaso desarrollo y los pocos insectos que alcanzaron el estado adulto presentaron deformidades.

Durante el último estadío de larva, la oruga teje, en el envés de las hojas o en los residuos vegetales, un capullo frágil de hilos blancos que protegerán la crisálida de un color verde amarillento, que se torna castaño cuando envejece, tardando la pupa de 4 a 7 días, aunque es capaz de permanecer un mayor tiempo bajo esta forma (Orozco, 2019).

De este modo, al menos una generación por mes puede ser completada de forma exitosa bajo condiciones climáticas favorables. Así, en campo, dependiendo del clima, puede tener de 2 a 7 de ciclos de vida al año (Toba et al., 1973).

– Spodoptera exigua

Es un noctuido cosmopolita que coloniza diversas zonas, dado su comportamiento migratorio. También se le conoce con el término de “rosquilla verde”. Está considerada una plaga importante a nivel mundial, al ser una especie polífaga que ataca a diversos cultivos de hortalizas y mostrar dificultades en su control mediante plaguicidas.

Los adultos presentan una coloración variada, que puede ser gris tono ceniza. Las alas anteriores son de color ocre, con alguna escama parda, así como los dibujos orbiculares y reniformes son igualmente ocres, mientras que las alas posteriores son blanquecinas (Gómez, 2002).

(Ciclo de la mariposa de la col Pieris brassicae, 2011)

Las larvas recién eclosionadas se suelen agrupar sobre tallos y hojas, con cierta tendencia a vivir de manera aislada de las más desarrolladas, normalmente a partir del tercer estadío, causando mayores daños y llevando a cabo una mayor actividad durante la noche (Cayrol, 1972). El color de las larvas es variable, ya que depende de su estado de desarrollo, siendo fundamental si se encuentran en fase solitaria o gregaria. En general, en la fase solitaria presentan colores claros, mientras que en la gregaria son oscuros (Caballero y Belda, 1994). Deben pasar por 5 estadíos larvarios, cuya duración total dependerá de la temperatura, variando entre 11 y 25 días (Belda, 1991).

Las crisálidas son invernantes, realizando dicho proceso sobre el suelo o enterradas a poca profundidad. Muestran un color anaranjado oscuro al madurar, con el bajorrelieve bien marcado (Gómez, 2002).

– Pieris brassicae

Es una de las especies de mariposas blancas que causan daños sobre las crucíferas, ya sean cultivadas, silvestres o de jardín, siendo especialmente perjudicial en la col. Igual que sucede con la especie anterior, tiene un área de distribución muy amplia, con un umbral de desarrollo en torno a 10 º C (García y Ferragut, 2002).

Los adultos presentan una envergadura comprendida entre 6 y 7 cm. Son de color blanco, con diversas manchas en las alas. La principal diferencia frente a otras mariposas blancas se encuentra en una mancha negra en el extremo apical del ala anterior, que se extiende lateralmente hacia abajo, ocupando así la mayor parte de su lateral (García y Ferragut, 2002).

Las orugas de esta especie son de color amarillo verdoso más o menos fuerte, con numerosos puntos negros. Suelen ser gregarias, manteniéndose durante todo su desarrollo en grupos de 20 a 30 orugas, que corresponden a las puestas efectuadas por las hembras (Gómez, 2001). Esta especie consta de 5 estadíos larvarios con una duración total del ciclo variable, en función de la temperatura, pudiendo ser desde 10 días hasta más de 20 (Mori, 2014).

Las crisálidas son también invernantes, por lo que se pueden encontrar, prácticamente, durante todo el año. Se mantienen adheridas a su soporte mediante una cintura de seda torácica y por el cremáster a una almohadilla de seda. Tienen un aspecto anguloso con un color blanquecino, amarillento o grisáceo, permaneciendo en este estado entre 10 y 15 días (Gómez, 2001).

(Hospederas afectan la susceptibilidad de Spodoptera exigua a su nucleopliedrovirus, 2022)

– Plutella xylostella

Es una plaga originaria de Europa Occidental que en la actualidad está extendida por todo el mundo y está considerada como una de las más importantes sobre las crucíferas cultivadas. Puede producir ataques esporádicos, con gravedad variable, de manera que puede causar fuertes daños a las crucíferas cultivadas o pasar casi desapercibida (García y Ferragut, 2002).

El adulto posee alas estrechas y alargadas, con una coloración muy característica que permite identificar a esta especie por su aspecto externo. El ala anterior es parda en la cara externa y blanca en el margen interior, separando ambas coloraciones una línea sinuosa (Gómez, 2002).

La larva es blanquecina al principio, adquiriendo poco después el color verde. Ejerce una acción minadora en su primer estadío, haciendo galerías en las hojas de las plantas. A partir del segundo, la oruga vive en el exterior, sobre todo en el envés de las mismas. Es muy móvil, retorciéndose violentamente cuando se le molesta y dejándose caer al suelo con facilidad (García y Ferragut, 2002).

La pupa se encuentra dentro de un tenue capullo de seda blanquecino a través del cual puede verse la crisálida, que es de color pardo y de unos 8 mm de longitud (Del Estal et al., 1998). El número de generaciones anuales de esta especie es muy variable, dependiendo de la climatología, pudiendo oscilar entre cinco y diez (Gómez, 2002).

– Hellula undalis

La larva de este lepidóptero es denominada como el «gusano del brote de la col» y es una especie muy extendida, desde Europa a través de Asia hasta el Pacífico.

Las polillas adultas tienen una envergadura de unos 18 mm, con las alas delanteras que presentan líneas pálidas sinuosas y una marca en forma de riñón. Las alas traseras tienen un oscurecimiento gris uniforme en los márgenes (Gómez, 2002).

Las larvas, que causan los daños en los cultivos, se alimentan de una amplia gama de plantas de la familia Brassicaceae (brócoli, repollo, col, coliflor, etc.). Los estadíos iniciales perforan el tallo de los brotes en crecimiento, mientras que los últimos extraen las hojas y los tallos, formando una red de seda alrededor del área de alimentación donde acumula excrementos. Las orugas miden en torno a 12 – 15 mm de largo, con un color blanquecino y unas rayas longitudinales insertadas de color marrón rosado (García, 2000).

La pupación ocurre dentro de este refugio de seda, en el que la pupa, de unos 8 mm de largo, se forma en un capullo suelto de partículas mezcladas de tierra u otra materia. Muestra un color marrón pálido brillante con una franja oscura en el dorso (Gómez, 2002).

– Spodoptera littoralis

También conocida como “rosquilla negra”, es un noctuido que puede ser muy perjudicial, mostrando fenómenos muy acusados de migración, tanto en estado larvario como en adulto, y con notables fluctuaciones de sus poblaciones. Ataca principalmente plantas hortícolas, mostrando una actividad muy polífaga (García y Ferragut, 2002).

Los adultos vuelan en varias generaciones consecutivas y solapadas. Presentan diversas tonalidades ocres, pardas y blanquecinas, formando dibujos bastante característicos en las alas anteriores, mientras que las posteriores son enteramente blancas. Asimismo, las hembras adultas colocan entre 700 y 4,000 huevos (Gómez, 2002).

 Las larvas de esta especie tienen el dorso ocre oscuro, con los costados pardos y ocres. Constituyen, posiblemente, la mayor plaga que existe, por la gran diversidad de cultivos que ataca, pudiendo ser localizadas entre el follaje de sus plantas huésped. Son, además, orugas invernantes, que pueden ser encontradas durante todo el año si se tienen en cuenta las varias generaciones anuales de los adultos (Gómez, 2002). Las larvas de esta especie pasan por 6 estadíos habitualmente, siendo la duración de todo el estado larvario variable entre 12 y 130 días, siempre en función de la temperatura (Belda, 1991).

Las crisálidas tienen lugar en la tierra, a una profundidad de unos 3 cm, marcando poco el bajorrelieve, con un color rojo oscuro o granate. El tiempo que pasan en este estado varía mucho, con ejemplos como los de Egipto, donde tarde 8 días hasta más de 4 meses en el invierno de la zona mediterránea (Gómez, 2002).

Spodoptera littoralis es muy difícil de destruir cuando la oruga ya adquiere un tamaño considerable, pues muestra una notable resistencia natural a la mayoría de insecticidas. Por ello, es conveniente combatirla cuando las orugas aún son pequeñas (García y Ferragut, 2002).

– Mamestra brassicae

Es un noctuido ampliamente extendido por muchas regiones que ataca habitualmente a cualquier planta herbácea baja, pero particularmente a col, coliflor y plantas relacionadas (Carter y Hargreaves, 1987).

Los individuos adultos pueden tener hasta 3 generaciones anuales en latitudes meridionales, solapándose entre sí. Tienen las alas anteriores de un color gris ocráceo, con dibujos orbiculares y reniformes bien marcados, mientras que las alas posteriores son grises (Gómez, 2002).

Las orugas constituyen, en ciertas condiciones, plagas verdaderamente importantes. El aspecto de las larvas cuando son jóvenes muestra una coloración enteramente verde, con una franja lateral blanca. Al mudar de piel van adquiriendo los colores definitivos, con el dorso gris oscuro y la parte ventral blanquecina o amarillenta clara. Si se encuentran varias orugas sobre una misma planta, unido esto a su voracidad, se convierte en una plaga devastadora en determinados cultivos (Rubio, 2019).

Igual que las demás, son invernantes y crisalidan en la tierra, por lo que se pueden encontrar todo el año teniendo en cuenta las varias generaciones anuales que posee. Muestran poco bajorrelieve, con un color rojizo brillante (Gómez, 2002).

  1. Manejo integrado de plagas

No hace demasiados años, la estrategia principal, por no decir la única, en la lucha frente a las plagas que atacaban los cultivos era el uso excesivo de plaguicidas, algunos de los cuales causaban efectos perjudiciales sobre el aplicador, los consumidores, el medio ambiente y los insectos beneficiosos como, por ejemplo, las abejas. Quizá entonces no éramos conscientes del daño irreparable que se estaba haciendo a los ecosistemas, entre los que se encontraban otras plantas, animales, suelos, fuentes de agua y el ser humano también.

Afortunadamente, empezó una concienciación y una reacción para, si no ponerle remedio, reducir de manera significativa estos daños causados y que no fueran en aumento. De este modo, se desarrolló el denominado “manejo integrado de plagas” (MIP), en respuesta a un abuso constante y creciente de los plaguicidas, que provocó una crisis en el control de las plagas debido, sobre todo, a la resistencia adquirida por éstas, así como a la aparición explosiva de otras plagas secundarias, por no hablar de los casos graves para la salud y el medio ambiente.

A este respecto, la FAO (2022) destaca los siguientes aspectos del manejo integrado de plagas, que sintetiza en estos puntos:

  • Consiste en la cuidadosa consideración de todas las técnicas disponibles para combatir las plagas, así como la posterior integración de medidas apropiadas que disminuyen el desarrollo de dichas poblaciones.
  • Combina estrategias y prácticas (culturales) específicas de gestión biológica, química, física y agrícola para producir cultivos sanos, disminuyendo la utilización de plaguicidas, lo que supone una reducción de los riesgos que suponen estos productos para la salud humana y el medio ambiente.
  • Constituye un proceso dinámico que plantea un enfoque basado en sistemas ecológicos, que anima a los productores a utilizar toda la gama de las mejores opciones disponibles en materia de control de plagas, incluyendo consideraciones económicas, ambientales y sociales.
  • Se basa en la ecología, en el concepto de ecosistema y en el objetivo de mantener las funciones ecosistémicas. Además, promueve el crecimiento de cultivos sanos, perturbando lo menos posible los entornos agrícolas y fomentando los mecanismos naturales de control de plagas.

En este mismo sentido, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura destaca como principales funciones del MIP en la agricultura sostenible, las siguientes:

  • Aplica un control natural de las plagas, basándose en relaciones del ecosistema como son el parasitismo y/o la depredación de las mismas, a la vez que se protegen otros procesos importantes como es la polinización.
  • Reduce los residuos de plaguicidas, tanto en los alimentos como en el entorno del cultivo, favoreciendo así la inocuidad de dichos alimentos y disminuyendo la contaminación ambiental.
  • Mejora los procesos y las relaciones del ecosistema, favoreciendo de este modo el equilibrio de los propios sistemas agrícolas nacionales.
  • Conserva la base de los recursos naturales subyacentes, tales como los suelos, las aguas y la biodiversidad (de especies).
  • Aumenta los ingresos del productor al reducir los costes debido a un menor uso de plaguicidas. De esta forma, generando cultivos de mayor calidad e inocuidad, los agricultores pueden obtener mejores precios en los mercados y aumentar la rentabilidad de sus explotaciones.
  • Refuerza los conocimientos de los agricultores, lo que les permitirá mejorar su capacidad de gestión, haciendo más eficiente el manejo de su explotación.

De este modo, la implementación y la puesta en práctica de una serie de medidas que son, sin duda, respetuosas, responsables, consideradas, adecuadas, comprometidas, beneficiosas, etc. va a fomentar la mejora de los sistemas de producción agrícola, haciendo que éstos sean más sostenibles y seguros, a la vez que menos peligrosos para todos.

  1. Medidas de control

Después de tratar los fundamentos del manejo integrado de plagas, se van a exponer algunas medidas de control frente a los ataques que realizan las larvas de lepidópteros, las cuales forman parte de esta estrategia respetuosa. Son las siguientes:

– Vigilancia periódica. Existen varios indicios para sospechar de un posible ataque de alguna de estas plagas de orugas como, por ejemplo, si ya se ha producido incidencia de dichas plagas en cultivos anteriores en esa parcela de cultivo, en la que es más que probable que volviesen a aparecer. En estos casos es muy conveniente realizar inspecciones visuales de manera periódica con el fin de divisar individuos adultos volando cerca de las plantas o también la presencia, por escasa que sea, de larvas de éstos, ya instalados en el interior del cultivo.

– Trampeo o captura. Una excelente forma de monitorear la presencia de adultos de lepidópteros en los cultivos es utilizando trampas para su captura. A este respecto, se suelen emplear dos tipos diferentes de utensilios: trampas tipo polillero y tipo delta. Las primeras consisten en una trampa en la que se coloca en su parte superior un atrayente hecho de una feromona sexual específica de la hembra, que atrae a los machos para su captura. En la parte inferior se suele colocar un insecticida que los mata y así realizar posteriormente el conteo de individuos.

Por su parte, las trampas delta tienen forma de pirámide triangular con la base horizontal, en la cual se coloca una lámina adhesiva que dispone de una pieza atrayente en el centro que emite el olor de las feromonas sexuales de la hembra de la especie específica que se desea capturar. De este modo, los machos atraídos quedan pegados en ella sin posibilidad de escapar, facilitando así el recuento de los mismos.

– Tratamientos fitosanitarios. Son realizados mediante aplicación foliar dirigida a las plantas, especialmente a las zonas más apetecibles para las larvas de los lepidópteros plaga. Generalmente, los productos utilizados actúan por ingestión, es decir, se mojan los tejidos vegetales con el caldo fitosanitario y después los gusanos se alimentan, muriendo progresivamente. Sin embargo, es muy importante cumplir tres requisitos esenciales. El primero, usar productos que tengan registro oficial para el cultivo y la plaga que se va a tratar. Segundo, asegurarse que el producto que se va a utilizar tiene rango de acción frente a esa plaga concreta. Y tercero, si se está aplicando un control integrado, deben usarse productos respetuosos con la fauna auxiliar, permitidos en los planes de manejo y no perjudiciales para la salud, cumpliendo siempre las recomendaciones de uso como, por ejemplo, el plazo de seguridad.

– Bacillus thuringiensis. Es la materia activa con acción insecticida-larvicida más utilizada contra gusanos en muchísimos cultivos diferentes. El desarrollo de las primeras formulaciones bioinsecticidas de B. thuringiensis se remonta a las primeras décadas del siglo pasado.

Se han aislado diferentes subespecies de B. thuringiensis, entre las que destacan Bt kurstaki y Bt aizawai, que ejercen un buen control sobre una amplia gama de larvas de lepidópteros. La subespecie Bt israeliensis está indicada para los dípteros y la subespecie Bt tenebrionis para los coleópteros. Por tanto, son las dos primeras las que pueden considerarse útiles para luchar contra los conocidos gusanos.

Los cristales de B. thuringiensis son ingeridos y solubilizados después en el intestino medio del insecto, tras lo cual se liberan las proteínas cristalinas en forma de protoxinas. Estas no producirán el daño por sí mismas, sino que deberán ser procesadas por proteasas intestinales

para generar las toxinas activas que llevarán a la muerte de la larva. Bajo su forma monomérica,

las toxinas atraviesan la membrana peritrófica y se unen de forma univalente a la caderina, con

gran afinidad en la cara apical de la membrana epitelial (Bravo et al., 2004).

Se le atribuyen una serie de inconvenientes, como son: reducido espectro insecticida (actúa principalmente sobre larvas), efecto solamente por ingestión (limita sus aplicaciones prácticas), su eficacia se ve influenciada por el estado del desarrollo del insecto (no afecta igual a los primeros estadíos larvarios que a los últimos), tiene poca persistencia (se lava con facilidad por la lluvia y la luz ultravioleta lo desactiva). Sin embargo, estos inconvenientes pueden ser superables a través de líneas de trabajo que se están llevando a cabo en todo el mundo, encaminadas a mejorar las prácticas de aplicación.

Por el contrario, presenta un buen número de virtudes, tales como: ventaja ecológica al ser compatible con los enemigos naturales e insectos polinizadores, especificidad frente a determinadas especies de plagas (especialmente numerosas larvas), ausencia de peligrosidad para el aplicador de los tratamientos, inocuidad para el consumidor, excelente compatibilidad en la mezcla con otros productos fitosanitarios, etc. Sin duda, los productos de B. thuringiensis no pueden faltar en las estrategias de control integrado de plagas.

– Virus de la poliedrosis nuclear (VPNs). Estos microorganismos son los baculovirus más ampliamente distribuidos, ya que se han detectado en más de 400 especies pertenecientes a diferentes órdenes de insectos. De este modo, el Virus de la poliedrosis nuclear de Spodoptera exigua (VPNSe), como su nombre indica, se ha aislado de organismos de dicha especie, considerada como una de las plagas agrícolas más temidas por los daños y las pérdidas económicas que ocasiona.

El ciclo de infección comienza cuando los cuerpos de inclusión son ingeridos por las larvas del insecto. Después de pocos minutos, estos cuerpos son disueltos en el intestino del lepidóptero y los viriones quedan liberados, infectando las células vecinas y afectando a varias partes como: hemocitos, matriz traqueal, epidermis, cuerpo graso, tejidos muscular, nervioso y reproductivo.

Los síntomas de la infección por VPNSe se hacen evidentes en estados avanzados de la enfermedad, siendo uno de los primeros el cambio de coloración de la larva con motivo de la acumulación de cuerpos de inclusión en los tejidos afectados, además de una menor movilidad, mayor flacidez, pérdida de apetito y retraso en el desarrollo.

De esta forma, las larvas muertas por el ataque de estos baculovirus se identifican fácilmente, ya que aparecen colgadas cabeza abajo en las hojas. Después de la muerte del individuo, los tejidos se desintegran, produciéndose la ruptura del tegumento larval y la liberación de masas de cuerpos de inclusión. Generalmente, las larvas de los primeros estadíos mueren al cabo de 2 o 3 días, mientras que las larvas de mayor tamaño pueden vivir 5 – 6 días desde la infección.

Cabe destacar que la transmisión es directa, es decir, no necesita de vectores para lograr la infección de la plaga. La transmisión entre individuos de la misma generación sucede principalmente a través del consumo de follaje contaminado con cuerpos de inclusión originarios de un cadáver infectado. Por tanto, se trata de otra medida de control que resulta inocua, tanto para el aplicador como para los consumidores.

            En definitiva, se pueden aplicar, como hemos visto, una serie de medidas de control frente a las plagas que no contaminan ni provocan daños a los seres del entorno de los cultivos, ni tampoco al medio ambiente. De este modo, se pueden obtener alimentos cultivados, en este caso coliflor (entre las crucíferas), que sea saludable a través de unos procesos sostenibles a la vez que respetuosos.