02/04/2024

Revista InfoAgro México

Toda la agricultura, ahora en tus manos

Descripción y desarrollo del Apio

Descripción y desarrollo del apio 

 

  1. Introducción

 

  1. Morfología de la planta

 

  1. Aspectos fisiológicos importantes

 

  1. Introducción

 

A la hora de cultivar una determinada especie vegetal, es preciso conocer su morfología y sus fases de desarrollo. Por ello, el apio es una planta cuyo ciclo se extiende durante dos años, presentando unas características particulares de cada una de sus partes. Del mismo modo, el crecimiento de este cultivo está influenciado de manera importante por determinadas condiciones, tanto ambientales como de manejo, las cuales deben ser tenidas en cuenta, ya que de éstas dependerá el rendimiento y la calidad de esta especie de la familia de las Apiáceas.  

 

  1. Morfología de la planta

 

El origen de esta planta se remonta al antiguo Egipto. Sin embargo, su presencia de forma espontánea se sitúa en el área de la cuenca del mar Mediterráneo, principalmente en países ribereños de Europa y África, en las zonas húmedas y salinas. Asimismo, datan referencias acerca de su existencia en otras latitudes, como el Cáucaso y las estribaciones del Himalaya, aunque de forma más limitada (López, 2017). 

 

El apio (Apium graveolens L.) es una planta que pertenece a la familia de las Apiáceas (anteriormente Umbelíferas), junto con otras especies conocidas en horticultura como la zanahoria y el perejil. En la antigüedad fue empleada como planta medicinal, debido a sus propiedades diuréticas, carminativas y depuradoras de la sangre, consecuencia de sustancias beneficiosas para la salud tales como el glucósido apiina o dos aceites esenciales, el apiol y el limoneno (Maroto, 1990). 

 

Del Pino (2016), enumera tres tipos cultivados dentro de esta especie. Son los siguientes: 

 

  • Apium graveolens var. dulce (apio acostillado), que presenta pecíolos carnosos, gruesos y largos (pencas), que constituyen el principal aprovechamiento. 

 

  • Apium graveolens var. rapaceum (apio nabo o de raíz), cuyos pecíolos resultan menos desarrollados, más oscuros y con hipocótilo globoso, que contiene parte de la raíz, comestible y almacenable. 

 

  • Apium graveolens var. secalinum, de aspecto más silvestre, siendo utilizadas sus hojas como condimento. 

 

En lo que respecta a los dos primeros cultivares, los mayores antecedentes como especie cultivada, corresponden a A. graveolens var. dulce, mientras que los referidos a A. graveolens var. rapaceum son relativamente recientes y de finales del siglo pasado. En cuanto a la denominada variedad dulce, se distinguen dos grupos: 

 

  • Apios verdes. Más aptos para el cultivo al aire libre y requieren ser blanqueados, cuyo periodo entre almácigo y cosecha varía de 120 a 130 días. 

 

  • Apios amarillos, dorados o autoblanqueantes. No necesitan ser blanqueados y presentan un ciclo más corto, de 80 a 100 días. Se utilizan para el cultivo en invernadero y son más resistentes a la subida a flor prematura (bolting). 

 

Una breve descripción de la morfología de cada una de las partes principales de esta planta bianual o bienal sería la siguiente (Maroto, 2002; Del Pino, 2016): 

 

– Sistema radicular. Está compuesto por un órgano principal dotado de una raíz pivotante muy significada, de naturaleza fibrosa y carnosa, complementado por otro secundario, adventicio, muy profuso o abundante, que se localiza en la zona superficial y su función principal es la absorción de nutrientes. 

 

– Tallo. Durante las etapas iniciales del cultivo, el tallo se ve reducido a un corto eje, mostrándose como un disco basal, desde donde se van generando las hojas alternas, en forma de roseta, con un pecíolo carnoso, ligeramente ensanchado en la base, que presenta una serie de cordones longitudinales de consistencia más dura que el resto del pecíolo, dispuesta longitudinalmente.  

 

En condiciones normales, el apio alcanza una altura comprendida entre 40 y 60 cm durante su primer año de crecimiento. En el segundo año, el tallo sufre una elongación, alcanzando los 80 – 100 cm. De este modo, se produce un aumento longitudinal del mismo. 

 

– Hojas. Son verdes, muy lustrosas, insertadas de forma alterna, a modo de roseta. Asimismo, ofrecen limbos pinnados, divididos de forma doble o triple (bipinnadas o tripinnadas), en tres segmentos cuneiformes, dentados en el ápice. Las centrales, más jóvenes y de escaso crecimiento, están situadas en torno al escapo central de la planta o “corazón del apio”, donde aparecen agrupadas y con sus pecíolos poco desarrollados. Dichos pecíolos son gruesos, más en la parte basal, y carnosos, constituyendo la parte comestible del vegetal. Se prolongan en gran parte del limbo y están surcados longitudinalmente por unas nervaduras más consistentes. 

 

– Flores. En el segundo año de desarrollo, el tallo es coronado en una inflorescencia, en un número alrededor de 12 pequeñas flores, las últimas de color blanco, dotadas de 5 pétalos, 5 estambres y 2 pistilos. A estas inflorescencias se les denomina umbela compuesta. La polinización es cruzada, debido a problemas de desincronización entre el momento de recepción del estilo con la liberación de los granos de polen. 

 

– Frutos. Son secos, en forma de diaquenio, equiparados a semillas, de color marrón, tamaño muy pequeño y forma triangular, aplastados por una cara y curvados por la opuesta. Además, están transitados por dos nervios resiníferos en toda su longitud que contienen aceites esenciales, cuyo aroma termina impregnando toda la planta. 

 

– Semilla. De un tamaño muy pequeño, entre 1 y 1.5 mm de longitud (aproximadamente unas 2,540 semillas pesan 1 gramo), con muy pocas reservas y sin embriones, o con éstos, pero escasamente desarrollados. 

 

  1. Aspectos fisiológicos importantes

 

El cultivo del apio se desarrolla en dos años, siendo el primero dedicado al crecimiento vegetativo, en el que la planta adquiere un mayor porte, así como la elongación de los tejidos, y el segundo se emplea en el desarrollo floral. 

 

Para López (2017), los aspectos de mayor relevancia en este cultivo son la latencia de la semilla y la aparición de fisiopatías en la planta. La primera, conocida también como dormición o letargo, se podría definir como la incapacidad de una semilla para germinar, mientras que las segundas son ciertas anomalías que alteran el normal desarrollo del vegetal. 

 

 Ambos procesos pueden producirse, incluso agravarse, por el efecto negativo de las condiciones del entorno, especialmente las climáticas, como humedad, temperatura y concentración de gases. Las condiciones del suelo o las características de las variedades empleadas también pueden tener un papel decisivo en estos aspectos. 

 

Respecto a la latencia, ésta se considera como una adaptación que favorece la supervivencia del vegetal, ya que limita la germinación cuando considera que los factores del entorno son desfavorables para el desarrollo de la plántula. En dicho sentido, ésta es muy irregular en el apio, estando muy marcada y siendo mayor o menor, según la localización de la umbela, existiendo factores que relacionan entre sí los dos aspectos en cuestión, atribuyendo de este modo, mayor resistencia a la fisiopatía cuanto más marcada es la latencia (Maroto, 2002). 

 

Anteriormente, el problema de la latencia se abordaba mediante la aplicación de hormonas de síntesis, como las giberelinas, y/o ciertas sustancias denominadas “fitorreguladores”, como podría ser el etefón. Asimismo, el empleo del manejo climático también se practicaba para corregir dicha adversidad, aplicando sombreados de una manera prácticamente obligada y reducir el nivel de radiación, teniendo en cuenta la gran irregularidad en las siembras estivales. 

 

En cuanto a las fisiopatías, pueden afectar a distintas partes de la planta como la semilla, influyendo en el grado de latencia, o a la floración, por una inducción prematura de la misma, al no satisfacer sus necesidades vernalizantes, aunque las más importantes son las que afectan a los pecíolos de las hojas, al tratarse de las partes comerciales del vegetal (López, 2017).  

 

Algunos síntomas visibles al respecto son ahuecamientos en su interior, en sentido descendente, quedando acristalado el tejido restante, como consecuencia a la exposición de las plantas a condiciones ambientales adversas como, por ejemplo, bajas temperaturas, en cuyo caso le precede un desprendimiento de la epidermis de los pecíolos, así como un exceso de humedad. El retraso de la recolección puede causar estos efectos contraproducentes (López, 2017). 

 

Para dicha autora, probablemente, los dos más conocidos son el “black heart” (corazón negro) y el “bolting” (floración prematura). La primera fisiopatía se manifiesta a través de pardeamientos y necrosis en las hojas interiores de la planta, debidas a deficiencias en la traslocación del calcio en la planta, no necesariamente causada por una carencia de este elemento, sino más bien, propiciada por alteraciones de la humedad relativa ambiental.  

 

Por otra parte, el bolting (o subida prematura de la flor), ocurre debido a la aparición de la floración (o alargamiento del escapo floral) durante el primer año de cultivo, con lo cual se deprecia la calidad comercial del producto (Del Pino, 2016). Antiguamente, para corregir el crecimiento de la planta, especialmente de los pecíolos de las hojas, así como reducir los ciclos de cultivo, se aplicaban tratamientos con ácido giberélico en determinadas fases fenológicas del desarrollo vegetativo, los cuales han quedado en desuso, siendo sustituidos por determinadas protecciones de cubierta, como filmes continuos de plástico multiperforado o tejidos permeables discontinuos de mantas térmicas o cubiertas flotantes, ya que la incidencia de las bajas temperaturas en las fases iniciales, sobre todo inferiores a 10 º C, rompe la vernalización de la planta (López, 2017), provocando la subida prematura a flor comentada anteriormente. 

 

Por tanto, es necesario conocer los factores del entorno del cultivo del apio que son responsables de provocar daños en el mismo, desde los fallos de germinación hasta las anomalías de la parte aérea de la planta, las cuales van a suponer depreciaciones comerciales del producto.