02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Importancia de los patrones de aguacate frente a la Tristeza radicular

Importancia de los patrones de aguacate frente a la Tristeza radicular

  1. Introducción
  2. Comportamiento del patógeno
  3. Acción de los portainjertos
  1. Introducción

La tristeza o marchitez del aguacate es la enfermedad más limitante del cultivo a nivel mundial. Está causada por el hongo Phytophthora cinnamomi, cuya acción se ve favorecida, principalmente, por condiciones de humedad en el suelo. Generalmente, se intenta controlar mediante tratamientos fitosanitarios, los cuales no tienen demasiada eficacia. Sin embargo, hay alternativas, como el uso de portainjertos, que pueden ayudar a reducir la incidencia de esta enfermedad.

  1. Comportamiento del patógeno

El responsable de la enfermedad conocida como “tristeza del aguacate” es el hongo oomycete Phytophthora cinnamomi Rands, que causa marchitamiento en el sistema radicular de los árboles, provocando así daños, a veces irreversibles, en las plantaciones aguacateras.

Se trata de un patógeno de suelo que es capaz de parasitar a múltiples hospederos en distintos ecosistemas (agrícolas y forestales), sobreviviendo en el terreno como saprófito. De hecho, estas características hacen que una vez que el patógeno esté establecido en el suelo, su erradicación sea muy compleja (Zentmyer y Mircetich, 1967; Pérez-Jiménez, 2008).

Es importante tener en cuenta que P. cinnamomi puede extenderse por las parcelas de cultivo a través de distintos medios como pueden ser los equipos de trabajo utilizados, el agua de riego, escorrentía o infiltración, la siembra de material infectado, el movimiento de tierras y algunos más (Aubrey, 1980; Erwin y Ribeiro, 1996; Pegg et al., 2002).

Asimismo, los suelos que presentan determinadas cualidades que facilitan la acción de este oomycete, como son, poca capacidad de drenaje, alto contenido de arcillas o facilidad de acumulación y movimiento del agua después de la irrigación o la lluvia, han sido asociados históricamente con elevados niveles de severidad de esta pudrición radicular (Burns et al., 1960).

Las variables asociadas a suelos húmedos han supuesto un mayor riesgo de desarrollo de dicha pudrición según modelos de predicción previos (La Manna et al., 2012). En este sentido, es preciso señalar que, altas precipitaciones durante la estación seca provocan suelos húmedos durante la mayor parte del año, siendo este un factor determinante en el incremento de la severidad y la diseminación de varias especies de Phytophthora (Erwin y Ribeiro, 1996).

En el caso de P. cinnamomi, los esporangios solamente son producidos en suelos húmedos (Reeves, 1975). Adicionalmente, las zoosporas requieren que los poros del suelo están llenos de agua para poder facilitar la diseminación de la enfermedad (Aubrey, 1980). Sin embargo, la producción de clamidosporas no depende del nivel de humedad del suelo (Reeves, 1975).

En cuanto a los síntomas que muestran los árboles afectados por este invasor, se pueden observar clorosis, producción de hojas pequeñas, defoliación y, en los estados más avanzados de la enfermedad, marchitamiento de yemas que culmina con la muerte del huésped uno o dos años después del inicio de la infección. Dichos síntomas son más notables y agresivos para los árboles si las condiciones del entorno provocan un estrés, o si dichas condiciones resultan favorables para el patógeno (Coffey, 1987).

Algunas referencias bibliográficas sobre condiciones de desarrollo del oomycete afirman que, en cuanto a la temperatura, la pudrición radicular es más efectiva en la reducción del desarrollo de la raíz a temperaturas entre 21º y 27ºC, con un efecto importante en el borde inferior del rango descrito (Zentmyer, 1981). Por otra parte, el valor óptimo para el crecimiento micelial de este patógeno se encuentra entre 24º y 27ºC, deteniéndose por completo en temperaturas inferiores a 10ºC y superiores a 33ºC (Shepherd y Pratt, 1974; Zentmyer et al., 1976; Zentmyer, 1981).

A este respecto, cabe mencionar un estudio realizado por Osorio et al. (2017), cuyo objetivo era estimar la distribución espacial del marchitamiento radicular del aguacate en la región de Montes de María, considerada la principal región productora de aguacate del Caribe Colombiano. En dicha región, la producción se encuentra en declive, como consecuencia de los problemas fitosanitarios sufridos, especialmente por la acción de Phytophthora cinnamomi.

Según datos de Vega (2012), esta zona alcanzó su máximo histórico de producción en 2004, con 70 mil toneladas, viéndose reducida prácticamente a la mitad (38 mil t) en 2010, como consecuencia de los múltiples problemas fitosanitarios y de manejo del cultivo. Lo mismo sucedió en el área de cultivo, pasando de 3 mil ha en 2007 a 1.7 mil en 2013 (Osorio et al., 2017).

La estimación de dicho trabajo de investigación se realizó a partir de los datos de presencia del marchitamiento de yemas, síntoma característico de la pudrición radicular por P. cinnamomi, el cual es fácilmente distinguible y cuantificable, que mostró una alta correlación entre la incidencia y la severidad de la enfermedad evaluada en fincas.

Los resultados de este estudio reflejaron que la probabilidad de la distribución de la enfermedad se incrementa al aumentar la altitud, interviniendo de manera decisiva la temperatura y la precipitación en dicha dispersión. En el caso de la precipitación, la enfermedad se mantiene estable en el periodo más seco con valores de 27 mm, mostrando un incremento al superar dicho valor y estabilizándose nuevamente a partir de los 33 mm, mientras que las temperaturas promedio para los trimestres más calurosos y fríos indican que a menor temperatura existe mayor probabilidad de presencia de la enfermedad, la cual disminuye a partir de 25º y 23°C, respectivamente.

  1. Acción de los portainjertos

La aplicación de fungicidas no supone un control total de la enfermedad. Por ello, es necesaria una estrategia integrada, efectiva y sostenible, que requiere de una serie de factores implantados en el proceso, como pueden ser material vegetal de siembra en buenas condiciones sanitarias, suelos bien drenados, manejo adecuado del cultivo, especialmente irrigación, uso de patrones resistentes y utilización de fungicidas apropiados (Erwin y Ribeiro, 1996; Pegg et al., 2002).

Generalmente, dicho control se basa en estudios epidemiológicos y en el manejo integrado del cultivo de aguacate. En otros países, como Estados Unidos, Sudáfrica, España o Israel, la prioridad está siendo la búsqueda y selección de portainjertos tolerantes-resistentes a P. cinnamomi (Zentmyer y Schieber, 1987; Gallo, 1992; Gallo et al., 1999; Vidales y Alcántar 1999; Téliz y Mora, 2007).

Andrade-Hoyos et al. (2015) describen que, en las plantaciones de México se utiliza el aguacate Persea americana var. drymifolia raza mexicana, debido a que los híbridos considerados como resistentes a P. cinnamomi no se adaptan a las condiciones edáficas y climáticas de la franja aguacatera comprendida por los estados de Michoacán, Puebla, Morelos, Nayarit y Veracruz. Asimismo, en el caso del uso de portainjertos, la mayoría de los árboles de aguacate en territorio nacional están injertados sobre portainjertos de semilla procedente de árboles de la raza mexicana de polinización libre (Newett et al., 2000; Salazar et al., 2004; Bellon et al., 2009).

En el caso de las enfermedades que afectan el sistema vascular de las plantas, como ocurre con el género Phytophthora, estas reaccionan al ataque del patógeno produciendo estructuras y sustancias que tratan de interferir en el desarrollo del mismo, como es el caso de tilosas, gomas, geles y diversos compuestos fenólicos. Estas estructuras de resistencia son inducidas para formar barreras y limitar su avance en una zona del xilema, con la finalidad de evitar el crecimiento del invasor dentro del tejido de la raíz (Vleeshouwers et al., 2000; Del Río et al., 2002; Hobbes, 2004; Cruz et al., 2006; Agrios, 2010).

La incorporación de estos factores mediante la selección de variedades resistentes en el cultivo de aguacate, probablemente sea la estrategia más efectiva a largo plazo para disminuir los daños causados por P. cinnamomi. Si bien es cierto que la selección de portainjertos tolerantes-resistentes a la pudrición de raíz y su relación con el estudio de mecanismos de defensa histológica a este oomycete no ha sido una prioridad en el cultivo de aguacate, tal y como ha sucedido con estudios en otras especies, como en el caso de la papa, afectada por Fusarium oxysporum, alfalfa por Verticillium albo-atrum, olmo por Verticillium sp., vid por Phaeomoniella chlamydospora y Phaeoacremonium inflatipes, y chile por Phytophthora capsici y Fusarium sp. (Andrade-Hoyos et al., 2015).

Finalmente, no se debe olvidar que este patógeno puede permanecer durante largos periodos de tiempo en el suelo, impidiendo la erradicación efectiva en las áreas afectadas (Gallo-LLobet et al., 2006). En este escenario, las medidas de control cuarentenarias para evitar la dispersión de la pudrición radicular son innecesarias si se tienen en cuenta los factores bióticos que claramente indican cuales son las áreas de mayor riesgo de diseminación, aunque sí es necesario que las áreas de baja prevalencia sean monitoreadas de manera rutinaria para determinar si la enfermedad ha cambiado su nivel de desarrollo (Osorio et al., 2017).  

Asimismo, el reconocimiento de zonas con un mayor potencial de desarrollo de la enfermedad puede ser usado para aplicar programas de selección de patrones, los cuales no sirven únicamente para combatir agentes fitopatógenos, sino también para optimizar el desarrollo aéreo y/o radicular de las plantas, mejorar su resistencia a la sequía, la salinidad o cualquier condición del entorno que supongo una merma en su rendimiento.