12/03/2024

Revista InfoAgro México

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Mildiu de la vid

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El Mildiu de la Vid es una peligrosa enfermedad que ataca a las viñas, causada por el hongo Plasmopara vitícola, el cual puede provocar serios daños en los cultivos, originando graves pérdidas económicas a los viticultores.

Cuando se producen ataques severos, su control resulta especialmente complicado, siendo fundamental llevar a cabo una estrategia de lucha adecuada, comenzando por las labores de prevención.

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La enfermedad se produce por el desarrollo del hongo dentro de los tejidos infectados de la vid. Plasmopara vitícola es un endoparásito obligado que inverna fundamentalmente en forma de oospora en los restos vegetales del ciclo anterior, en las hojas muertas caídas y también como micelio en las yemas y hojas persistentes (este último caso en regiones con inviernos suaves). Cuando la temperatura es superior a 13 º C y se producen lluvias considerables (superiores a 10 mm) las oosporas germinan y emiten esporangios que llegan a las partes verdes de la planta, diseminados por el agua y el viento, liberando las zoosporas.

Estas esporas penetran en los tejidos de la planta a través de los estomas, dando lugar a un micelio intercelular y a lo que se conoce como infestación primaria. Este proceso requiere una humedad relativa del 95 – 100 % y al menos 4 horas de oscuridad. Tras la fase de incubación, se hacen visibles en el envés de las hojas las fructificaciones (o conidios del hongo), que producirán las infestaciones secundarias, las cuales se irán sucediendo a lo largo del periodo vegetativo.

La gravedad de los ataques de mildiu en vid viene determinada principalmente por las condiciones ambientales, además de la sensibilidad varietal. A este respecto, la temperatura óptima para la esporulación es de 18 º – 22 º C. Los esporangios se desprenden de los esporangióforos al diluirse un tabique de calosa, para lo cual se requiere de nuevo una humedad relativa elevada. Su dispersión hacia las hojas, donde germinan en agua, requiere de una temperatura óptima de 22 º – 25 ° C para emitir las zoosporas.

Por tanto, es preciso estar atentos a los avisos meteorológicos de las Estaciones de cada región, tanto si se trata de zonas poco endémicas de la enfermedad como endémicas, para prever los posibles riesgos y controlar la evolución de los ataques en la zona correspondiente.

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El hongo puede atacar a todos las partes verdes de la vid, principalmente a las hojas y racimos, cuyos principales síntomas son:

– En las hojas: Con condiciones favorables, se puede producir la infección primaria, visible por la conocida como “mancha de aceite” en el haz, donde aparecen manchas amarillentas, de aspecto aceitoso y formas angulares, limitadas por los nervios. Las esporas del hongo aparecen de modo característico en el envés, con formación densa, blanca y algodonosa, conocida también como “pelusilla”.

La infección de las hojas es muy importante, tanto como fuente de inóculo para la infección de los racimos como fuente de contaminación futura invernante. Las infecciones secundarias que se suceden a continuación presentan la misma sintomatología. Al final del periodo vegetativo estas manchas se tornan angulares, en forma de mosaico y de color pardo-rojizo. En ataques severos las hojas infectadas caen al suelo, repercutiendo en la cantidad y calidad de la cosecha.

– En racimos: Tanto las flores como los frutos recién cuajados presentan especial sensibilidad. Los racimos jóvenes son muy sensibles, mostrándose grisáceos cuando están infectados y se recubren de un polvo gris debido a la esporulación del hongo. En caso de ataque a estos órganos es característica la aparición de la citada pelusilla blanquecina. Cuando el hongo coloniza el raquis del racimo, se curva en forma de S y se acaba secando, parcial o totalmente. A partir del estado fenológico cuyo tamaño del fruto se asemeja a un guisante, éstos se arrugan y desecan, no existiendo esporulación alguna, lo que se conoce como mildiu tardío o larvado. A partir del envero, el racimo ya no es tan sensible a la enfermedad.

El periodo más crítico ocurre en la fase de floración y cuajado, donde el cultivo es especialmente sensible al ataque del hongo. Por tanto, cuando se producen condiciones de elevada humedad relativa, es conveniente mantener protegido el viñedo desde ese estado fenológico hasta el envero y a partir de la detección de la primera mancha.

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Siempre resulta muy recomendable llevar a cabo medidas preventivas antes de que aparezca cualquier síntoma visible de la enfermedad. De este modo, se reducirán las posibilidades de infección en el viñedo. Algunas de estas medidas son:

  • Las labores de poda y deshojado realizadas tras la floración y cuajado favorecen la aireación de la planta, disminuyendo el riesgo de contaminación por parte del hongo.
  • La orientación de las hileras también favorece la aireación del cultivo, siempre que se realice en la dirección de los vientos predominantes de cada región.
  • La eliminación de malas hierbas contribuye a despejar el espacio, estando más ventilado.
  • No labrar durante la floración.
  • Prestar atención a las previsiones meteorológicas locales que determinarán las condiciones de riesgo. Igualmente, los modelos epidemiológicos de predicción de infecciones pueden resultar de utilidad.
  • Al inicio de la floración se puede realizar un tratamiento preventivo, especialmente si las condiciones meteorológicas son favorables para el desarrollo de la enfermedad.

Una vez que Plasmopara vitícola se ha instalado en el cultivo hay que recurrir a los tratamientos fitosanitarios, los cuales deben ser lo más efectivos posible. Para ello, existe una amplia gama de productos disponibles en el mercado, incluyendo fungicidas sistémicos, penetrantes y de contacto.

Con los productos de contacto hay que tener en cuenta la acción de la lluvia, especialmente cuando éstas resultan abundantes (superiores a 15 – 20 mm), ya que pueden lavar la aplicación realizada, inhibiendo así sus posibles efectos. No será necesaria la repetición del tratamiento si transcurren al menos 1 – 2 horas entre su aplicación y la lluvia, aunque es conveniente consultar las informaciones específicas de cada fungicida a este respecto.

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Los productos sistémicos tienen la capacidad de detener del desarrollo del micelio del hongo durante la primera fase del ciclo. Estos productos se distribuyen por la planta y tienen tres ventajas principales:

  • La sustancia activa no es eliminada por la lluvia.
  • El tratamiento es curativo.
  • La vegetación que se forma después del tratamiento queda protegida.

Se recomienda su uso en zonas lluviosas con riesgo de infección que coinciden con la fase de crecimiento rápido de las cepas.

Los fungicidas penetrantes entran en los órganos tratados, actuando sinérgicamente con el producto con el que se combina, aumentando la eficacia del tratamiento.

Es realmente importante conocer los diferentes productos a emplear, sus características, modo de empleo, modo de acción, etc. para poder realizar una estrategia eficaz, haciendo una alternancia o rotación adecuada, así como una correcta mezcla de los mismos. Su manejo óptimo también resulta fundamental para evitar la aparición de resistencias.

Algunas materias activas empleadas para el control del mildiu son: azoxistrobin, cimoxanilo, famoxadona, hidróxido cúprico, oxicloruro de cobre, mancozeb, piraclostrobin, sulfato cuprocálcico, etc. Las materias pertenecientes al grupo de las fenilamidas son muy eficaces y específicas de este hongo.

Por lo tanto, para ejercer una lucha eficaz contra el mildiu de la vid es preciso, en primer lugar, realizar unas labores preventivas en el cultivo, siempre prestando atención a las condiciones del entorno y de la época reinante, especialmente a las climatológicas. En segundo lugar, la estrategia de control fitosanitario debe estar enfocada en el conocimiento de la enfermedad, de las fases sensibles del cultivo y de las características de los fungicidas aplicados.

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