02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Mosca pinta

Los peligros de la mosca pinta o salivazo

 

Fuente: W.A. Pérez-Aguilar, 2012.

 

1. Introducción

El cultivo de la caña de azúcar sufre a lo largo de su crecimiento el efecto de distintos factores que limitan su rendimiento, afectando así a su rentabilidad comercial. Uno de ellos es la incidencia de la plaga conocida como mosca pinta (o salivazo) que, a veces, presenta elevadas poblaciones que merman su producción en campo, pudiendo llegar a generar considerables pérdidas económicas. Para reducir dichos daños, es importante implantar diferentes estrategias de control, integradas entre sí, no solamente la aplicación de tratamientos insecticidas.

2. Distribución y ciclo biológico

La mosca pinta (Aeneolamia spp. y Prosapia spp.) es originaria del continente americano y presenta una relación coevolutiva con los pastos (García-González et al., 2017), siendo su principal hábitat las gramíneas silvestres, aunque, cuando se introdujo el cultivo de la caña de azúcar en México, este insecto lo adoptó como planta hospedera, siendo en la actualidad su principal plaga en áreas tropicales y subtropicales (Peck, 2001). Además de la caña azucarera, coloniza otros cultivos como son el maíz y el arroz, donde se alimenta, vive y se reproduce, causando diversos daños a las plantaciones.

Al tratarse de un insecto neotropical, también puede colonizar la vegetación existente en las orillas de los ríos, así como sembradíos extensos de caña de azúcar, especialmente en el trópico húmedo. Sin embargo, también puede causar daños de consideración en los cañaverales del trópico seco, como ocurre en el estado de Morelos. Así pues, su distribución geográfica se concentra en el Golfo de México y, en menor grado, en el océano Pacífico (Flores, 1994).

Su presencia puede ser constante todo el año, con un ciclo biológico, cuyos estados fenológicos se describen a continuación:

– Huevos: Son alargados, de forma oval y con un color amarillo cremoso que, cerca de la eclosión, adquieren tonos rojizos. Pueden eclosionar en un periodo aproximado de 10 – 15 días, dependiendo de las condiciones de temperatura y humedad (80 – 90 %). La hembra adulta realiza la puesta de los huevecillos en el suelo de cara al siguiente ciclo, depositando un número comprendido entre 40 y 100.

Huevecillos de Mosca pinta. Fuente: W.A. Pérez-Aguilar, 2012

– Ninfas: Se originan al eclosionar los huevos, evolucionando en cinco instares ninfales que generan una muda en cada una de ellas. Las ninfas recién emergidas tienen una longitud promedio de 1 mm y son de color amarillo a crema, con un punto anaranjado a cada lado del abdomen y unos ojos rudimentarios de color rojo. Las estructuras alares y reproductivas van apareciendo de manera progresiva, hasta que en el quinto instar se transforma en adulto. Comúnmente, se denominan “salivazo”, debido a una sustancia espumosa con la que se cubren y protegen, que tiene la apariencia de la saliva. Según las condiciones ambientales, pueden desarrollarse entre 19 y 27 días.

Ninfas de Mosca pinta. Fuente: Canela-Cantellano, 2012.

– Adultos: El aspecto más característico en el proceso de desarrollo es que los adultos tienen, por lo general, la misma forma de las ninfas. Sin embargo, en el estado adulto tienen hábitos aéreos. Su morfología muestra una frente convexa y sobresaliente, con dos pequeños ocelos en medio de los ojos compuestos que son más protuberantes. Además, presentan antenas cortas y cetáceas, con dos segmentos basales cortos y el resto filiforme. Sus colores son variados y pueden vivir entre 15 y 25 días.

Mosca adulta Fuente: W.A. Pérez-Aguilar, 2012.

Rosero-Guerrero (2011), resume el ciclo biológico de la mosca pinta con el inicio a partir del apareamiento de los adultos en el periodo octubre – noviembre. Posteriormente, la hembra pone los huevecillos aproximadamente a unos dos centímetros de profundidad y cerca del tronco de la caña. Los huevecillos de esta generación son llamados “invernantes o de estivación” porque permanecen enterrados hasta mayo. Este periodo corresponde a la temporada seca del año, cuando la caña y los pastizales sufren los mayores perjuicios por la sequía. Después del establecimiento de las lluvias, se produce un significativo aumento de la humedad relativa del ambiente que, junto con las temperaturas altas, propician las condiciones favorables para la eclosión de dichos huevecillos invernantes. El desarrollo de las ninfas provoca la secreción por el extremo anal de la espuma citada anteriormente y la aparición de las alas en el tercer instar, subiendo al follaje y comenzando la destrucción del cultivo.

Mosca pinta o salivazo. Fuente: W.A. Pérez-Aguilar.

3. Daños en el cultivo

Los daños causados por esta plaga a la caña azucarera pueden dividirse, de forma general, en dos tipos: Por un lado, las lesiones que producen las ninfas cuando se alimentan de las partes bajas de la planta, como son las raíces y los tallos y, por otro, los perjuicios generados por los adultos en la parte alta al alimentarse de retoños y hojas (Umul, 2000).

Así pues, las ninfas se adhieren a las raíces superficiales, alimentándose de la savia y ocasionando una reducción en la producción de biomasa, mientras que los individuos adultos succionan la savia del xilema e inyectan ciertas toxinas en el tejido parenquimatoso de la planta al perforar sus partes verdes y succionar sus jugos (García et al., 2012). La consecuencia de estas lesiones es la aparición de unas manchas en el follaje de color amarillo-blancuzco que se van oscureciendo conforme crecen, tornando a amarillo-rojizo.

De este modo, las zonas dañadas se van secando y, en los casos más severos, se fusionan en grandes áreas. Cuando las plantas se encuentran en crecimiento, (la sequía) el secamiento es muy rápido. Estas lesiones repercuten finalmente en marchitez, como si se tratara de una deficiencia de humedad (INIFAP – SAGARPA, 2012). También se produce una reducción de la actividad fotosintética y, por tanto, de la síntesis de sacarosa, afectando a los rendimientos finales.

La mosca pinta o salivazo está considerada una de las plagas más perjudiciales en la caña de azúcar, ya que provoca severos daños en las plantaciones, reduciendo la producción final del cultivo y, con ello, causando las correspondientes pérdidas económicas. Los datos acerca de estas mermas productivas son variables. Así, Bautista-Gálvez y González-Cortés (2005), estiman una reducción del rendimiento de hasta el 60 %. Otros autores (De la Cruz et al., 2005; García-García et al., 2006) sitúan estas pérdidas de rendimiento en valores que pueden oscilar entre 5 y 20 t ha-1. Finalmente, una estimación media (INIFAP – SAGARPA, 2012) predice que una población de 6 – 10 adultos por cepa pueden causar mermas en la producción comprendidas entre 3 y 6 toneladas por hectárea.

4. Estudio del desarrollo poblacional

La incidencia de esta plaga, como suele ocurrir con otra cualquiera, mantiene una relación estrecha con los elementos del entorno del cultivo. En este sentido, se han realizado diferentes estudios relacionados con éstos, que influyen en la acción de la mosca pinta en la caña de azúcar. Normalmente, dichos elementos son estudiados por separado.

Antes de abordar los distintos condicionantes que influyen en la incidencia de la plaga de la mosca pinta, es preciso mencionar que la producción de la caña de azúcar en el mundo “cañero”, en general, y en México, en particular, se ve limitada actualmente por diversos factores. Estos factores pueden ser de dos tipos:

  • Factores abióticos: sequías, inundaciones, heladas, escasa fertilidad de los suelos, prácticas agrícolas inadecuadas (mala preparación del terreno de cultivo, manejo incorrecto de la nutrición y del riego, etc.) o nivel tecnológico demasiado bajo o nulo, entre otros.
  • Factores bióticos: principalmente, el impacto de malezas, plagas y enfermedades.

(Al respecto) A este respecto, dos son los aspectos a destacar por diferentes autores. En primer lugar, el efecto que favorece el desarrollo de la mosca pinta por parte de la precipitación y la temperatura (Salazar y Badilla, 1997; Castro et al., 2005; García-García et al., 2006). Y, en segundo lugar, la disposición espacial en relación a la dinámica poblacional (Evans, 1972; Pires et al., 2000; Castro et al., 2005; Badii y Castillo, 2009), en la que se ha determinado que las ninfas tienen una distribución binomial negativa, es decir, que los insectos tienen una disposición espacial en agregados, debida principalmente a factores bióticos y abióticos (Castro et al., 2005).

En cuanto a la forma de evaluar el efecto simultáneo de varios factores en la dinámica poblacional de los insectos, existen diferentes alternativas, habiéndose empleado algunos modelos, como son:

  • Modelos de simulación (Acuña y Barnichi, 1996).
  • Modelos de regresión (Valdez-Torres et al., 2012).
  • Modelos predictivos de riesgo, evaluando la contribución de algunos factores bióticos y abióticos a la presencia de poblaciones dañinas de esta plaga (García-García et al., 2006).
  • Modelos lineales mixtos, que consideran efectos, tanto fijos como aleatorios, en plagas como Neochetina eichhorniae o Liometopum apiculatum (Velasco-Corona et al., 2007; Solange-Martínez et al., 2013).

Merece la pena destacar el estudio de García-González et al. (2017), sobre la influencia de los factores bióticos, abióticos y agronómicos, de manera conjunta, en las poblaciones de adultos de mosca pinta. Para ello, se seleccionaron (15) quince parcelas en el estado de Veracruz, que fueron georreferenciadas, siendo calificados sus niveles de infestación del año anterior.

En cuanto al muestreo e identificación de especies, se llevaron a cabo conteos y mediciones de ciertos factores que afectaban a las poblaciones de adultos de mosca pinta. Por tanto, los factores bióticos fueron: poblaciones de ninfas, cobertura de maleza y nivel de infestación de adultos del año anterior (mientras que) y los factores abióticos fueron: temperatura y precipitación. Asimismo, se consideraron los factores de manejo agronómico: aplicación de insecticidas y de entomopatógenos, así como el tiempo de muestreo.

El registro de las variables anteriores se llevó a cabo mediante muestreos semanales de adultos y ninfas de la plaga de la mosca pinta durante el periodo que corresponde a los meses con mayores niveles de población (Flores, 1994; García-García et al., 2006). Los muestreos de adultos se realizaron mediante el uso de trampas adhesivas amarillas situadas a una altura aproximada de 1.50 m a nivel del suelo, las cuales eran retiradas a las 24 h para la posterior identificación de las especies en laboratorio con las claves taxonómicas de Thompson y León (2005). Por su parte, las ninfas fueron contabilizadas mediante inspección visual en los mismos sitios donde fueron colocadas las trampas amarillas para la captura de los adultos.

Las conclusiones finales de este estudio reflejaron que las variables relacionadas positivamente con las poblaciones de adultos de mosca pinta fueron: la presencia de ninfas, el nivel de infestación de adultos en la temporada previa, la cobertura de maleza en el interior de la parcela y la temperatura, siendo la cobertura de malezas en el interior, el factor que contribuyó de manera más significativa. Por el contrario, la presencia de maleza en los bordes no tuvo un efecto significativo en las poblaciones de la plaga durante el periodo de estudio, como tampoco lo tuvo la precipitación y el tiempo de muestreo.

Sin duda, son datos interesantes que se pueden tener en cuenta a la hora de plantear las estrategias de control de la mosca pinta, así como una ayuda en el estudio de la evolución de las poblaciones de esta plaga en el cultivo de la caña de azúcar en territorio nacional.

5. Control de la plaga

Como suele ocurrir con la mayoría de plagas, especialmente cuando alcanzan niveles peligrosos, se recurre a la aplicación masiva de insecticidas. Sin embargo, esta opción puede resultar relativamente efectiva en un primer momento, pero provoca ciertos inconvenientes a largo plazo, siendo los principales:

  • Contaminación del cultivo por niveles altos de fitosanitarios.
  • Contaminación del entorno del cultivo (medioambiental).
  • Riesgos para la salud del consumidor por un uso excesivo.
  • Aumento de la plaga al eliminar a los enemigos naturales de la misma.
  • Creación de resistencia por parte de la plaga debido a un uso repetitivo.

Tradicionalmente, se han venido empleando para el control de la mosca pinta determinadas materias activas que pueden acarrear estos perjuicios si no se usan de manera adecuada, como pueden ser diferentes insecticidas organosintéticos de varios grupos toxicológicos, tales como organoclorados, organofosforados, piretroides y carbamatos (Flores, 1994).

Por ello, es necesario integrar distintos medios de control en una estrategia que resulte, a la vez, responsable, moderadamente efectiva y segura para los consumidores. El control químico no tiene por qué estar fuera de dicha estrategia. Simplemente, deben utilizarse productos autorizados y con las pautas establecidas para llevar a cabo un uso adecuado.

Algunas de las técnicas empleadas para el control de la mosca pinta, que suponen una alternativa a los insecticidas, son:

– Control de malezas, como Digitaria decumbens, Sorghum halepense y Panicum maximum, con el fin de eliminar otras hospederas naturales de la mosca pinta y poder reducir el nivel de infestación (Enríquez et al., 1999). Para esto, se ha empleado el aporque y la requema (Badilla, 2002), así como la aplicación de ingredientes activos como ametrina, atrazina, glifosato, paraquat y 2,4-D (Perdomo, 2004).

– Control de las poblaciones. Se realizan muestreos con carácter preventivo. El control de los huevos se considera una práctica preparatoria para reducir la incidencia de adultos en años posteriores, además de obtener información sobre las poblaciones de la plaga (Canela Cantellano, 2015). Por su parte, García-González et al. (2017), muestrearon las poblaciones de ninfas y adultos de mosca pinta para evaluar su incidencia en los cultivos de caña azucarera.

– Control cultural. Estas prácticas se han convertido en actividades integradas en el sistema de producción, como pueden ser: adaptación de la fecha de siembra, preparación del suelo y/o rotación de cultivos, entre otras (Jiménez-Martínez, 2009).

– Control mecánico. Consiste en la remoción y destrucción de los insectos plaga, así como de órganos infestados de las plantas (Sifuentes-Cruz, 2010). También, evitar o dificultar el contacto del salivazo con la planta (Cervera-López, 2010). Para esto, se utilizan distintos medios o utensilios como herramientas de labranza, atrayentes con feromonas, asoleo del suelo e inundación (Sifuentes-Cruz, 2010). Su aplicación debe darse de manera continua (Jiménez-Martínez, 2009).

– Control biológico. Se han realizado estudios con virus, bacterias, enemigos naturales, nematodos y hongos contra la plaga (Van Driesche y Bellows, 1996), con distintos resultados. Flores et al. (1965), indicaron que la cría artificial y la liberación de los hemípteros Zelus luridus y Castolus plagiaticollis, no ejercieron un buen control. Por el contrario, Ferrer et al. (2004), han reportado que la aplicación de entomopatógenos como Metarhizium anisopliae y Beauveria bassiana sí controlan las poblaciones de esta plaga, considerándose en la actualidad una medida de uso común.

En este sentido, surge el denominado “manejo integrado de plagas” (MIP), que es la aplicación conjunta de diversas técnicas de control, para eliminar una plaga o mantenerla por debajo del nivel dañino establecido (Romero, 2004). Por lo tanto, este método es más eficaz para mantener a raya la incidencia de una plaga, debido a que se utilizan más métodos de control, obteniendo así las ventajas de cada uno, aunque puede resultar más costoso, a la vez que implica la integración de numerosos materiales.

Como conclusión final, se puede interpretar que es altamente recomendable la aplicación de las diversas formas de control contra la mosca pinta bajo el manejo integrado de plagas, sin olvidar que dicha estrategia aportará las ventajas e inconvenientes de cada tipo de control. No obstante, se deben analizar las condiciones del entorno de cada cultivo cañero para integrar las medidas oportunas que puedan resultar eficaces, sin necesidad de aplicar aquellas que pudieran ser innecesarias.