02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Nemátodos del bulbo del ajo

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»1 Introducción»][vc_column_text]

Existen miles de especies de nemátodos que viven libremente, tanto en el agua como en el suelo, alimentándose de plantas y animales microscópicos. Se sabe que varios centenares de estas especies se alimentan de plantas en las que provocan una variedad de enfermedades. De este modo, constituyen uno de los principales enemigos de las plantas cultivadas, alimentándose superficialmente de las raíces y los tallos subterráneos. El cultivo del ajo no es una excepción, el cual también sufre daños severos por parte de estos individuos, estableciéndose como un serio problema cuyo control no siempre resulta una tarea fácil.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»2 Descripción»][vc_column_text]

El responsable de los daños en el ajo es el nemátodo Ditylenchus dipsaci. Dentro del género Ditylenchus, ésta es la especie más importante de todas, conocida comúnmente como “el nemátodo del bulbo y del tallo”. Se encuentra ampliamente distribuido por todo el mundo, pero es particularmente abundante y activo en áreas con climas templados, resultando uno de los nemátodos fitoparásitos más destructivos. Además de las plantas de ajo, ataca a una gran cantidad de hospedantes, como pueden ser cebolla, avena, centeno, alfalfa, fresa, trébol rojo, narciso, jacinto, tulipán, etc.

Es importante reseñar que, aunque todos estos hospedantes son atacados por individuos que pertenecen a una sola especie, las distintas poblaciones o biotipos del nemátodo tienen ciertas preferencias por su huésped y, cuando éstas se dan, les confiere la capacidad de atacar de forma específica a uno o varios de esos huéspedes, pero no a los otros (Agrios,1995).

Las descripciones sobre esta especie de nemátodo hacen referencia a un tamaño comprendido entre 1 y 1.3 mm de largo y un diámetro aproximado de 30 μm. Su cuerpo, de forma cilíndrica, presenta líneas transversales tenues separadas por casi 1 mm. La cola, tanto de las hembras como de los machos, es aguda.

En lo referente a su ciclo biológico, cada hembra oviposita de 200 a 500 huevos. La primera muda se produce en el mismo huevo. La segunda etapa larvaria emerge de éste y rápidamente sufre la segunda y tercera mudas, donde se desarrolla en pre-adulto o larva infectiva, la cual puede resistir condiciones adversas de congelación y de desecación extremas durante largos periodos en fragmentos de tejidos, tallos, hojas, bulbos y semillas de plantas o en el propio suelo.

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Bajo condiciones favorables de humedad y temperatura, las larvas pre-adultas vuelven a la actividad, penetrando en el hospedante, pasando la cuarta muda y desarrollándose finalmente en machos y hembras. Estas últimas ovipositan, sobre todo después de haber sido fecundadas por machos. El ciclo completo transcurre al cabo de 19 a 25 días, según las condiciones del entorno. La temperatura óptima para el incremento de las poblaciones ronda los 15° C.

La reproducción se efectúa en los tejidos suculentos de rápido crecimiento o en los órganos de almacenamiento y continúa durante todo el año, aunque se retarda o inhibe cuando se dan bajas temperaturas.

De este modo, Ditylenchus dipsaci es un nemátodo endoparásito de bulbos, tallos y hojas, el cual pasa generación tras generación en esos tejidos, escapando al suelo solamente cuando las condiciones de vida en los tejidos de la planta se vuelven desfavorables. Cuando los bulbos severamente infectados se pudren, las larvas pre-adultas salen de ellos y, en ocasiones, se reúnen cerca de las láminas basales de los bulbos desecados en forma de masas algodonosas de color blanco grisáceo denominadas «lana del nemátodo”, donde pueden permanecer vivas durante varios años.

La diseminación de este fitopatógeno se produce mediante semilla infestada, agua de riego o por movimiento de suelo infestado.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_custom_heading text=»3 Síntomas y daños»][vc_column_text]

Como hemos dicho, esta especie es muy agresiva, ya que se considera que 20 individuos por cada 100 gramos de suelo pueden producir daños considerables a las plantas. En este sentido, todas las variedades de ajo que se cultivan en México son susceptibles a este patógeno.

En general, los síntomas observados en los campos infestados responden principalmente a un retraso en la emergencia de las plántulas, reduciéndose su número de forma considerable. De este modo, una parte importante de dichas plántulas puede resultar afectada, mostrando un color pálido o quedando retorcidas, arqueadas y con áreas alargadas sobre el cotiledón. La mayoría de las plántulas infectadas mueren a las 3 semanas de la siembra y el resto lo hace más tarde.

En fases más avanzadas, las hojas exteriores pueden perder la rigidez, sufriendo una muerte en sentido descendente, debilitándose así de tal forma que no pueden mantener su posición erecta y caen al suelo. Igualmente, el tallo y cuello del bulbo muestran un ablandamiento que avanza gradualmente en sentido descendente. En casos más severos, puede verse afectado todo el bulbo o grandes zonas de él, pudiendo fragmentarse y sufrir malformaciones. Cuando el clima es seco los bulbos se desecan, pierden su aroma y reducen su peso.

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A veces, los síntomas y daños pueden observarse levemente durante todo el ciclo del cultivo, no detectándose hasta la formación de los bulbos, los cuales se deforman. De este modo, la infección puede observarse al final del cultivo, pasando desapercibida, incluso verse los bulbos sanos superficialmente, pero el nemátodo alojado en los tejidos provoca pérdidas de peso de las cabezas en el almacenamiento.

En resumen, los daños son originados por la penetración directa de las larvas en las raíces o en los dientes germinados, las cuales se alimentan de las células vegetales, absorbiendo su contenido. De esta forma, provoca pérdidas considerables en la mayoría de los cultivos mediante la muerte de plántulas, enanismo de plantas, deformación de tallos y hojas, destrucción o inviabilidad de los bulbos, en general, provocando una reducción de la producción ciertamente considerable.

Por lo tanto, estos daños ocasionados por el nemátodo en el cultivo junto al aumento de su área de diseminación han convertido a este patógeno en un grave problema en las zonas donde se cultiva ajo y, especialmente, en el uso de semilla infestada que, sin ninguna duda, representa un factor trascendental en la difusión del nemátodo.

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_single_image image=»7847″ img_size=»full» alignment=»center»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»4 Métodos de control»][vc_column_text]

Muy probablemente, si el nivel de población en el terreno de cultivo es elevado y/o la infección presenta un estado avanzado, la plantación de ajo tendrá los días contados, resultando prácticamente imposible salvarla.

Por esto, es verdaderamente importante llevar a cabo medidas preventivas que garanticen, en la medida de lo posible, un cierto control frente a este fitopatógeno. A este respecto, hay algunas medidas que resultan verdaderamente fundamentales:

  • Estudio del histórico de la parcela de cultivo, es decir, si anteriormente ha habido presencia de nemátodos es imprescindible realizar una desinfección del terreno previa a la plantación.
  • Análisis nematológico del suelo, de esta forma se podrá conocer si hay presencia de estos organismos y, en el caso de ser así, identificar su especie y patogenicidad.
  • Garantías de que la semilla que se va a utilizar está libre del nemátodo, ya que, aunque el suelo esté libre del mismo, se produciría la infección al introducirlo mediante los dientes de ajo.

Por tanto, estas tres medidas son vitales para comenzar el cultivo con ciertas posibilidades de viabilidad sanitaria.

Con respecto a la desinfección de las semillas o dientes, Zamora (2016) en un documento referente al cultivo de ajo de la Universidad de Sonora, recomienda dos tratamientos para eliminar a Ditylenchus dipsaci:

  • Remojar la semilla desgranada (diente) durante 150 minutos con agua que contenga formalina al 1% y un detergente al 1% a 38° C de temperatura, después volver a remojar la semilla con la misma solución a 49° C durante 30 minutos.
  • Tratar la semilla en una solución de fenamifos durante 30 minutos. Después se saca y se expone al sol para que se seque y se siembra inmediatamente. Con esta solución se pueden tratar hasta 500 kg de semilla.

Por otra parte, una vez que se ha iniciado el cultivo de ajo en un suelo libre de nemátodos, con semilla sana y certificada, se pueden realizar igualmente acciones preventivas como tratamientos nematicidas para evitar un futuro ataque a la plantación.

También es importante realizar una vigilancia periódica donde puedan identificarse síntomas característicos en las plantas, por leves que puedan parecer y, en los casos de probada presencia, realizar aplicaciones nematicidas de carácter curativo que reduzcan estas poblaciones, eso sí con productos registrados y debidamente autorizados. En este sentido, siempre es mejor recibir por parte del agricultor un asesoramiento de personal técnico cualificado.

Finalmente, y a modo de conclusión, el nemátodo D. dipsaci supone un peligro real para los cultivos de ajo, pudiendo llegar a convertirse en un problema grave si no se toman medidas adecuadas. Por tanto, resulta de gran importancia estar seguros de la sanidad de la semilla y del suelo antes de la plantación, así como llevar a cabo una vigilancia periódica al respecto. Cualquier medida que se lleve a cabo será siempre útil en la lucha frente a estos nemátodos fitopatógenos.

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