La producción de pepino en el mundo superaba los 75 millones de toneladas en 2019. No obstante, dicha producción ha sufrido un leve descenso en los años anteriores (gráfica 3), ya que en 2016 y 2017 se superaron los 80 millones.
Introducción
Introducción
El pepino es un cultivo que va adquiriendo cada vez mayor importancia en el país, aumentando sus cifras productivas en los últimos años. Representa el 6.4% con respecto a la producción nacional de hortalizas. Es más, dicho cultivo continúa afianzado su lugar entre las hortalizas que más produce México, tanto para abastecer al mercado interior (consumo anual per cápita de 2.4 kg) como el destinado a la exportación. En 2018 ocupaba el sexto puesto mundial entre los principales países productores de pepino, donde Sinaloa y Sonora son las entidades más generadoras de esta apreciada hortaliza.
Producción nacional de pepino.
La producción nacional de pepino en 2018 superó el millón de kilos anuales, concretamente 1,072,000 kg (SIAL – SAGARPA, 2019). Esta cifra es una consecuencia de una tendencia creciente durante los últimos años. La gráfica 1 muestra dicha evolución en el periodo comprendido entre 2009 y 2018.

Gráfica 1. Evolución de la producción nacional de pepino en el periodo 2009-2018.
SIAL – SAGARPA, 2019
Como puede observarse, las producciones anuales de pepino en México han ido aumentando de forma más o menos clara cada año con respecto al anterior, con las excepciones de 2011 y 2013, que mostraron una leve disminución. Sin embargo, esta evolución de crecimiento es muy evidente a partir de 2014, alcanzando su cifra récord en el año 2018, con más de un millón de kilos. Este volumen de cosecha anual se obtuvo en una superficie de cultivo en torno a las 20 mil hectáreas, lo que supone un rendimiento medio de 53.6 toneladas por hectárea.
Por otra parte, la producción nacional se reparte a lo largo del año conforme a la gráfica 2, donde puede observarse de forma bastante clara que los meses desde febrero hasta mayo, ambos incluidos, son los que mayor porcentaje de producción concentran. Estos cuatro meses suman casi el 50% de la producción total de pepino del país a lo largo del año.

Gráfica 2. Distribución mensual (en %) de la producción nacional de pepino.
SIAL – SAGARPA, 2019.
La evolución gráfica muestra una tendencia decreciente en los meses siguientes, siendo el mes de julio el de menor cuota de producción (3.4% del total), aumentando posteriormente hasta el final del año, aunque en esos meses no se alcanzan las cifras del periodo febrero – mayo.
Estos valores hacen referencia a la producción global del país. A continuación, vamos a conocer cuáles son las principales entidades productores en México y qué volumen de pepino obtienen. Según datos oficiales, los 10 estados que más producen se exponen en la tabla 1. Son los siguientes:
Sinaloa y Sonora son, con diferencia, los estados más productores de esta hortaliza, quedando el resto de entidades más lejos en cuanto a volumen de cosecha se refiere.
Entidad |
Producción (t) |
Sinaloa |
358,681 |
Sonora |
253,843 |
Michoacán |
103,402 |
Guanajuato |
50,374 |
Baja California |
49,588 |
Morelos |
49,111 |
Yucatán |
36,251 |
Zacatecas |
27,110 |
San Luis Potosí |
22,587 |
Jalisco |
21,336 |
Principales productores en el mundo.

Gráfica 3. Producción (miles de toneladas) de pepino en el mundo (Statista, 2020).
En el intervalo mostrado, puede observarse claramente que existe una tendencia creciente desde 2012 en cuanto al volumen de producción global, que alcanza su máximo en 2017 con una cifra de casi 84 millones de toneladas. Sin embargo, en los años posteriores los valores de producción mundial han ido descendiendo.
En lo que respecta a los países que más volumen de pepino cosechan en el mundo, vamos a exponer los principales (tabla 4). No obstante, es preciso matizar que, a veces, no resulta tan importante el volumen total producido como la capacidad de producir, normalmente expresada por términos como “rendimiento” o “productividad”, que hace referencia a la cantidad de cosecha en relación a una superficie de cultivo.
A este respecto, hay regiones concretas (o países) que, aun cultivando una menor superficie, son más productivos que otros. No alcanzarán valores globales superiores, pero sí son capaces de hacer rendir más y mejor su superficie de cultivo. Este aspecto lo veremos a continuación en la clasificación de los principales países productores.
País |
Producción (t) |
Superficie (ha) |
Rendimiento (t/ha) |
China |
61,949,091 |
1,155,840 |
53.6 |
Rusia |
1,992,968 |
68,710 |
29.0 |
Turquía |
1,811,681 |
37,561 |
48.2 |
Irán |
1,707,190 |
59,458 |
28.7 |
Ucrania |
948,900 |
49,800 |
19.0 |
Uzbekistán |
933,310 |
19,682 |
47.4 |
México |
886,270 |
18,603 |
47.6 |
Estados Unidos |
802,220 |
48,030 |
16.7 |
España |
770,704 |
8,504 |
90.6 |
China es el mayor productor del mundo de pepino, como sucede con cualquier producto, seguido del resto de países a mucha distancia, con una diferencia entre los volúmenes de producción muy grande. Sin embargo, en lo que respecta al rendimiento, dicha diferencia no es tanta con otros países, como ocurre con Turquía, Uzbekistán o México, incluso es superada por alguno como España.
Normalmente, los volúmenes de cosecha están directamente relacionados con la superficie cultivada, es decir, que la zona con mayor área suele (o debería) obtener más kilos, aunque esto, a veces, no sucede, ya que intervienen diversos factores (climáticos, tecnológicos, culturales, técnico-científicos, etc.) que influyen de manera determinante en los cultivos, mejorando significativamente la producción final.
El caso más evidente es el de España, donde se puede observar que ocupa el último puesto de la tabla mostrada, con los números más bajos de producción y superficie de los países nombrados, pero con el valor más alto de rendimiento, lo que indica que, en ese país, una hectárea cultivada de pepino ofrece más cantidad de producto cosechado que en el resto.
Finalmente, parece evidente, tanto en México como a nivel mundial, que la producción de pepino ha ido aumentando durante los últimos años. Por tanto, es preciso mantener y mejorar en territorio nacional nuestras técnicas de cultivo para seguir compitiendo en el mercado internacional, ofreciendo así mayores volúmenes de producto y de buena calidad, sin olvidar que cualquier mejora o implementación hará subir el rendimiento de los cultivos.
Related Posts

Mildiu de las cucurbitáceas
Introducción
El pepino, dentro del grupo de las hortalizas cultivadas, es un producto altamente valorado, tanto por su valor agronómico para el productor como por sus cualidades nutritivas para el consumidor, ya que es una fuente de alimento rica en vitaminas y minerales. Sin embargo, este cultivo suele verse afectada a lo largo de su ciclo de vida por algunas enfermedades causadas por organismos fitopatógenos. Sin duda, la más importante es el mildiu, que puede arrasar plantaciones enteras en un espacio de tiempo muy corto si las condiciones ambientales son favorables para su dispersión, causando daños muy graves e irreversibles, por lo que las medidas preventivas y de control resultan fundamentales.
Publicidad
Infección y dispersión
Los mildius son principalmente tizones del follaje de las plantas que atacan y se propagan con gran rapidez por los tejidos verdes, tiernos y jóvenes, incluyendo hojas, tallos y frutos (Agrios, 1995), aunque existen ciertas diferencias entre los llamados tizones, como ocurre con la papa y el tomate. De este modo, los mildius verdaderos pertenecen a un grupo de oomicetos que forman parte de la familia Peronosporaceae.
Todas las especies de esta familia son parásitos obligados de plantas superiores y causan enfermedades en numerosos grupos vegetales que incluyen a la mayoría de las hortalizas y gramíneas cultivadas, así como a muchas plantas ornamentales, arbustos y vides. En el caso del pepino, el organismo responsable de los ataques es Pseudoperonospora cubensis, conocido comúnmente como el “mildiu de las cucurbitáceas”.
P. cubensis fue reportado por primera vez en Cuba en 1868, siendo identificado veinte años más tarde en Japón. Desde 1971 atacaba solamente a los cultivos de pepino en Francia, pero ahora también está presente en otras cucurbitáceas, especialmente en melón donde resulta un limitante de la producción (Blancard et al., 2000).
Sus exigencias climáticas le llevaron a colonizar inicialmente las regiones tropicales y subtropicales, aunque en la actualidad se encuentra distribuido en todos los países donde se cultivan cucurbitáceas de forma comercial (Lebeda y Cohen, 2011). Una de las características más significativas de este organismo es su capacidad de infectar a un amplio rango de hospedantes. Se estima que actúa sobre unas 40 especies de 20 géneros de la familia Cucurbitaceae, destacando por su importancia económica, la sandía, el pepino, el melón y la calabaza (Shetty et al., 2002).
La infección puede producirse con temperaturas entre 8º y 27º C, situándose su óptimo entre los 18º y 23º C. Además, soporta bien las altas temperaturas, de manera que varios días consecutivos a 37º C, no merman su viabilidad (Blancard et al., 2000). Dicha infección está fuertemente influenciada por la presencia de una lámina o capa de agua libre sobre la superficie del tejido vegetal durante un periodo mínimo de dos horas, incrementándose significativamente cuando se superan las diez horas bajo condiciones de elevada humedad ambiental (Aegerter et al., 2002). De este modo, situaciones donde están presentes nieblas, rocíos, lluvias o riegos por aspersión favorecen su dispersión, pudiendo ocasionar pérdidas considerables en los cultivos en muy poco tiempo si las condiciones de su entorno resultan óptimas para su desarrollo.
En este sentido, los mildius forman esporangios sobre esporangióforos, que difieren del micelio por su forma de ramificarse. Cada uno de los géneros de mildiu tienen una forma característica de ramificación de sus esporangióforos, lo que constituye un criterio utilizado para su identificación (Agrios, 1995).
Inicialmente, los esporangióforos son casi siempre largos y blancos, emergiendo en grupos a través de los estomas de la planta. Más tarde, van adquiriendo una tonalidad grisácea o marrón clara y forman una matriz visible que está constituida por las hifas, principalmente en el envés de las hojas, aunque también pueden hacerlo en el haz o sobre otros tejidos infectados.
Cuando se origina una capa de agua sobre las hojas, cada esporangióforo crece hasta alcanzar la madurez, produciendo los esporangios de forma casi simultánea y, éstos a su vez, dan origen a las zoosporas (esporas móviles) que germinan y penetran en el tejido vegetal. Una vez que se ha producido la infección, este organismo fitopatógeno se introduce en la planta y produce haustorios, pequeños órganos que facilitan el consumo de los nutrientes de las células vegetales vivas, creciendo así en el interior de las hojas, donde después de un tiempo, saldrán nuevas estructuras con esporas de los estomas.

La dispersión se puede producir por medio de distintos factores como el viento, las salpicaduras del agua de lluvia, el riego por aspersión y también por contacto a través de utensilios o de trabajadores. Asimismo, se ha reportado que algunos insectos pueden diseminar las citadas estructuras reproductivas.
Su ciclo es relativamente corto, apareciendo los síntomas a los pocos días de la infección. Generalmente, pueden observarse dentro de los 11 días posteriores, con una esporulación que se produce alrededor de 5 – 11 días más tarde (Rebollar et al., 2012). Además, este organismo puede sobrevivir durante los periodos más desfavorables en forma de micelio, principalmente en los restos vegetales, sin la formación de oosporas (estructuras de supervivencia que pueden resistir durante varios años).
Síntomas y daños
P. cubensis necesita tejido vivo para sobrevivir y está altamente especializado en las plantas que infecta. Este pseudohongo penetra en el hospedante de forma directa a través de la cutícula y la epidermis, alimentándose de las células del parénquima por medio de haustorios y una profusa red de micelio intercelular (Álvarez, 2013).
Los síntomas de esta enfermedad se pueden observar sobre todo en las hojas de las plantas de pepino, pero también de forma más ocasional en tallos, pedúnculos, cáliz y pétalos. Inicialmente, en el haz de las hojas se desarrollan manchas con formas irregulares correspondientes a las lesiones, limitadas por los nervios y de color amarillento que, posteriormente, cambia a tonos marrón como consecuencia de la evolución de la clorosis a la necrosis.
En el envés aparecen los signos de la esporulación del patógeno, que corresponden a un micelio con una abundante producción de esporangióforos y esporangios, provocando la apariencia de vellosidad característica de la enfermedad (Hollier et al., 2001). Estas estructuras son la fuente de diseminación a otras plantas, pudiendo colonizar grandes superficies de cultivo a partir de una pequeña zona considerada el foco de la infección.
En cuanto a los daños, como ya se ha mencionado, el mildiu puede ocasionar pérdidas rápidas e importantes en los cultivos donde se presenta. Dichas pérdidas dependen en parte de la cantidad de inóculo inicial, pero, sobre todo, de la prevalencia de una atmósfera húmeda durante la cual estos organismos esporulan profusamente, causando numerosas infecciones y propagándose hacia los tejidos jóvenes suculentos a los que matan con rapidez (Agrios, 1995).
En el pasado, los distintos mildius que han afectado a varios cultivos han causado epidemias catastróficas. Algunos de ellos continúan en la actualidad provocando pérdidas importantes. En lo que respecta al mildiu que ataca los cultivos de pepino, su incidencia resulta variable, asimismo los daños y pérdidas originadas en ellos. Su gravedad depende de varios factores, no sólo climáticos, sino también de manejo por parte del agricultor.
De este modo, estos daños pueden variar desde leves, con un porcentaje afectado en torno al 20% hasta la totalidad de las plantas cultivadas. Las lesiones foliares van aumentando, lo que afecta a la actividad fotosintética de las plantas, reduciendo su desarrollo y rendimiento. Si la evolución de la enfermedad va en aumento provoca un achaparramiento de las plantas y como resultado final la muerte de las mismas. Por supuesto, la cosecha también se ve afectada, tanto de manera cuantitativa (producción) como cualitativa (calidad de los frutos).
Métodos de control
La capacidad de destrucción de los mildius en una atmósfera bajo condiciones favorables puede resultar incontrolable. Por ello, debido a la rapidez del avance de la enfermedad y a la severidad de los daños en el cultivo, resulta fundamental una rápida reacción en cuanto se observen los primeros síntomas (Blancard et al., 2000).
En este sentido, es necesario evitar la presencia de agua libre sobre las plantas. Por ejemplo, no se debe aplicar riegos por aspersión en cultivos al aire libre, especialmente al anochecer ni por la mañana con presencia de rocío. En cultivos protegidos, es preciso reducir los valores elevados de humedad relativa de la parcela, así como el goteo excesivo de la cubierta. Esto puede conseguirse mediante el manejo de la ventilación de la estructura o aplicando una baja frecuencia de riegos, entre otras acciones.
Para reducir las posibilidades de contraer esta enfermedad por parte del cultivo de pepino, las medidas preventivas resultan fundamentales, siendo las principales las siguientes:
- Elegir variedades que presenten cierta tolerancia o resistencia al mildiu.
- Eliminar restos de cultivos anteriores que se han visto afectados.
- Realizar una desinfección previa de la parcela de cultivo.
- Planificar un marco de plantación no demasiado denso para no favorecer una elevada humedad ambiental.
Las medidas culturales o de manejo también son importantes en el control de P. cubensis. Algunas de estas acciones son:
- Realizar un manejo climático adecuado, intentando reducir el exceso de humedad relativa.
- Implantar una orientación óptima de las líneas de cultivo, evitando que queden las menores zonas posibles sombreadas y que el máximo de ellas reciban radiación solar.
- Evitar causar heridas a las plantas que pueden ser la vía de entrada del patógeno.
- Practicar labores de higiene como retirar los restos de poda y hojas senescentes o enfermas.
- Llevar a cabo una fertilización equilibrada, sin excesos de nitrógeno.
- Evitar aplicar demasiado riego al cultivo, así como prevenir las salpicaduras de agua.
Si todas estas actuaciones no impiden la aparición de la enfermedad hay que recurrir al control químico, el cual supone la última opción de combate. De forma general, los fungicidas pueden clasificarse según su forma de acción en preventivos (o de contacto) y curativos (o sistémicos). Los primeros se aplican antes de que las plantas muestren síntomas, ya que sólo actúan cuando las esporas han llegado hasta ellas y están a punto de germinar, mientras que los segundos se aplican cuando las plantas ya se ven enfermas, absorbiéndose a través de las hojas o de las raíces y siendo transportados hacia el resto de la planta.
Algunas recomendaciones de uso son:
- Aplicar algún tratamiento fitosanitario preventivo si las condiciones ambientales son óptimas para la aparición del mildiu, aunque no se observen síntomas.
- Manejar adecuadamente los fungicidas, haciendo un programa de control razonable en cuanto a mezcla y rotación de los productos.
- Aplicar los tratamientos cuando no haya presencia de agua libre sobre las plantas para que se produzca una mejor absorción del mismo.
- Mojar las superficies de las plantas de manera uniforme, sin dejar zonas sin cubrir.
Algunas de las materias activas empleadas en el control de P. cubensis son: azoxistrobin, propamocarb, famoxadona, cimoxanilo, formas de cobre (hidróxido u oxicloruro), fluopicolida, folpet, fosetil-Al, metalaxil y más.
En definitiva, el mildiu en general y el de las cucurbitáceas en particular, supone un peligro sin duda para los cultivos que resulta muy difícil de controlar, especialmente con condiciones ambientales favorables. A este respecto, el empleo de fungicidas, principalmente los sistémicos, han mejorado de manera considerable la capacidad de control de este tipo de enfermedades, aun en los casos donde resulta tremendamente complicado mantenerlos a raya.

¿Por qué se tuercen los frutos de pepino?
Introducción
La producción de pepino en cultivos intensivos ofrece un buen número de frutos en un corto periodo de tiempo, especialmente, si las condiciones en la que éstos se desarrollan son favorables. Además, si todos los frutos cosechados presentan unas buenas características comerciales, su venta tendrá mejores condiciones de venta debido a su mayor calidad. Sin embargo, hay ocasiones en las que, por distintas razones, los frutos no ofrecen su mejor aspecto, presentando síntomas poco atractivos de cara al cliente. Uno de estos casos ocurre cuando el pepino pierde su verticalidad o rectitud y termina torciéndose, mostrando así una marcada curvatura que desvirtúa su valor.
Principales causas.
Los frutos de pepino pueden curvarse por diversos motivos. Algunos de los más importantes se exponen a continuación, distinguiendo cuatro grupos claramente diferenciados: factores climáticos, de manejo, propios de las planta y debido a plagas.
Generalmente, las condiciones extremas son las responsables de este problema, además de otras muchas. En este sentido, hay que tener presente un factor que resulta bastante determinante en el cultivo y es la radiación solar. En los periodos cálidos, dicha radiación suele ser muy elevada, afectando a dos factores climáticos fundamentales, como son:
- Altas temperaturas. El exceso de temperatura provoca un estrés a las plantas que puede ocasionar diversos problemas. Valores superiores a los 40º C ya suponen un perjuicio a tener en cuenta.
- Baja humedad relativa. Del mismo modo, valores de humedad relativa demasiado bajos pueden causar esta sintomatología en los frutos. Dado que el pepino es un cultivo muy sensible a esta condición climática, cuando la humedad del ambiente es inferior al 50% las plantas sufren mucho, con las consecuencias correspondientes.
Estos dos factores causan a las plantas un gran estrés, apareciendo síntomas como amarilleos y/o quemaduras en sus ápices, hojas mustias y curvadas, por no hablar de los frutos, los cuales pierden la consistencia, además de mostrar otras deficiencias, como decoloraciones, defectos en la piel o torceduras en su forma.
- Bajas temperaturas. Durante las épocas frías, las temperaturas inferiores a 10º C son responsables de la curvatura de los frutos, más aún por debajo de 5º C. El motivo es que dichas condiciones provocan una presión sobre la epidermis cuando los frutos están en su etapa más temprana, causando pequeñas estrías, prácticamente inapreciables, que inducen a esta tendencia durante el desarrollo de los mismos.
Otro efecto que se observa en las estaciones frías es una ruptura de forma continua de la epidermis de los frutos, tanto grandes como pequeños, siendo su característica principal unas rayas longitudinales en su superficie. Un gran contraste entre las temperaturas nocturnas y diurnas es el responsable de estos efectos negativos.
Las labores que se realizan al cultivo a veces no resultan adecuadas, provocando ciertas consecuencias negativas. Algunas de estas acciones son:
- Labores culturales. Acciones como liar la guía en el tutorado, eliminar los tallos sobrantes en la poda y quitar las hojas viejas o enfermas, entre otras, pueden causar daños mecánicos a las distintas partes de la planta, especialmente a los frutos, los cuales pueden sufrir heridas involuntarias cuando presentan un tamaño pequeño que, posteriormente, se convertirá en una cicatriz, siendo la responsable de la pérdida de calidad al quedar torcido.
- Déficit hídrico. Es preciso recordar las altas exigencias de agua que tiene este cultivo. Por tanto, cualquier periodo en el que se produzca una falta importante de agua tendrá consecuencias graves en el rendimiento final. Un momento crítico en el que no puede existir carencia de agua es durante la fase de cuaje y comienzo de desarrollo del fruto. Si esto ocurre, se pueden producir abortos de frutos, cuyos síntomas principales son amarilleos, deshidratación de la piel, curvatura, arrugas, etc.
- Nutrición deficiente o desequilibrada. En cualquier hortaliza cultivada de manera intensiva con ciertas particularidades como en hidropónico o en invernadero, el análisis y ajuste del agua de riego para aplicar una solución nutritiva adecuada es casi una necesidad. El cultivo de pepino no es una excepción. De hecho, es bastante exigente en nutrientes. Cuando se producen deficiencias o desequilibrios nutricionales, las plantas pueden mostrar síntomas como tallos delgados, hojas pequeñas, entrenudos alargados, tonos pálidos o amarillentos, floración débil, abortos excesivos (fuera de lo normal), torcedura de frutos o sistema radicular poco desarrollado, entre otros.
Exceso de salinidad. El pepino es un cultivo bastante sensible al exceso de sales, tanto en el suelo como en el agua de riego. Dos elementos especialmente presentes en ambos medios y que suelen ser los responsables mayoritarios de los efectos salinos en la planta son el cloro y el sodio. Por esto, los niveles demasiado elevados de conductividad eléctrica pueden provocar las citadas torceduras en los frutos, además de reducir significativamente la producción y causar situaciones de estrés continuas.
En determinadas ocasiones es el estado de la propia planta el causante de las deformaciones de los frutos. Algunos casos pueden ser:
- Exceso de producción. Si la planta presenta una carga productiva demasiado grande, no tiene fuerza para desarrollar todo y muestra síntomas como afinamiento de las cabezas, más abortos de lo normal y las conocidas torceduras de los frutos.
- Apoyo del fruto en las hojas. Generalmente, los pepinos más largos, como el holandés o europeo, suelen apoyarse en la unión de la hoja y el tallo, quedando encajados en esa posición y doblándose mientras crecen.
Desarrollo de zarcillos. Una parte muy característica de las cucurbitáceas son los zarcillos que desarrollan, los cuales les sirven como un medio para sostenerse y trepar. Algunas veces, estos zarcillos se enrollan estrangulando los frutos y, por tanto, curvándose.
Algunas plagas son las causantes de las torceduras de los frutos, fundamentalmente, debido a sus hábitos alimenticios. Las más destacadas son:
- Trips. Estos insectos raspan la superficie vegetal constantemente. Cuando afectan a los frutos en sus inicios (1 – 2 cm), donde son especialmente tiernos, provocan su torcedura, la cual se va agravando conforme se van desarrollando. Por tanto, suponen una de las plagas que más daños provoca en los pepinos.
Ácaro blanco. Es un enemigo del cultivo al que puede considerarse como sigiloso, ya que cuando se observan los síntomas suele ser tarde. Los frutos presentan un aspecto brillante, tipo aceitoso, además de que se afinan las puntas y se curvan.
Cómo reducir la incidencia
Hemos visto que los frutos torcidos de pepino pueden deberse a diversos factores de todo tipo. A continuación, vamos a mencionar algunas medidas para reducir, en mayor o menor grado, la incidencia de este fenómeno que tantos problemas ocasiona al productor. Atendiendo a la clasificación de los motivos del apartado anterior, algunas recomendaciones al respecto serían las siguientes:
Se deben intentar reducir los efectos negativos que provocan las condiciones climáticas extremas. En el caso de situaciones muy cálidas y secas, es conveniente bajar la temperatura ambiental, así como aumentar la humedad relativa. Para ello, se pueden aplicar medidas como:
- Aumentar la dotación de los riegos.
- Aplicar métodos de sombreo: mallas, cubiertas o encalado de los techos, en caso de invernaderos.
- Aportar agua al aire por medio de nebulizadores.
En el caso contrario, es decir, con bajas temperaturas, es recomendable aplicar medidas contra el frío:
- Protecciones para las plantas en las estructuras: doble techo, doble banda, manta térmica, etc.
- Acolchado de plástico en el suelo.
- Sistemas de calefacción, especialmente durante la noche.
También, es importante intentar reducir las grandes diferencias ambientales entre el día y la noche.
Estas acciones recaen sobre el agricultor, que es el responsable de la plantación, las cuales deben llevarse a cabo de la manera más metódica posible. Si es necesario, con un asesoramiento técnico específico.
- Labores culturales. Deben realizarse con mucho cuidado, evitando causar heridas en los frutos que, al crecer provocarán daños irreversibles.
- Déficit hídrico. Es preciso mantener un nivel de humedad en el suelo adecuado y continuo, pero sin llegar a excederse. El uso de tensiómetros puede ser una ayuda, manteniendo sus lecturas en torno a 10 – 15 centibares.
- Nutrición deficiente o desequilibrada. La fertilización debe ser lo más completa posible, intentando cubrir las necesidades de las plantas en cada fase del ciclo de cultivo. Como puede observarse en la tabla 1, que muestra una solución nutritiva general para este cultivo, los aportes de nitrógeno, calcio y potasio deben ser generosos.
Cultivo | Solución nutritiva (meq·l-1) | ||||||
Aniones | Cationes | ||||||
NO3– | H2PO4– | SO4= | NH4+ | K+ | Ca++ | Mg++ | |
Pepino | 16 | 1.25 | 2.7 | 1.25 | 8 | 8 | 2.7 |
Tabla 1. Solución nutritiva general para el cultivo de pepino (Sonneveld, 1994).
Por lo tanto, para lograr un buen balance nutricional es recomendable realizar análisis iniciales de agua y suelo, comprobando de manera periódica los resultados mediante análisis foliares de las plantas.
Exceso de salinidad. De forma previa a la siembra, debe elegirse con mucho cuidado la parcela de cultivo, teniendo presente las características físico-químicas, tanto del terreno como del agua de riego. El nivel de sales debe regularse mediante los volúmenes de agua aportados, así como su frecuencia. De este modo, se lavará el exceso de sales perjudiciales para las plantas. En el caso del sodio, las aplicaciones de calcio ayudan a reducirlo en el entorno de las raíces.
La principal recomendación en estos casos es mantener una vigilancia constante del cultivo para evitar situaciones en su origen que, una vez que se producen, ya no tienen solución posible.
- Exceso de producción. Es recomendable realizar una valoración de la carga de frutos que presenta la planta, ajustando el aporte de insumos a la misma, ya que la fase de engorde de frutos es la más exigente en agua y nutrientes. También, se puede descargar la planta de aquellas piezas que no presentan un aspecto óptimo y, probablemente, se perderán.
- Apoyo del fruto en las hojas. Hay que anticiparse a esta situación, colocando los frutos en una posición adecuada antes de que se doblen.
Desarrollo de zarcillos o bigotes. Se pueden eliminar los zarcillos a medida que se van desarrollando, disminuyendo así el riesgo y evitando problemas posteriores más serios.
Detectar su presencia en el cultivo lo más temprano posible resulta fundamental a la hora de evitar daños mayores. Para ello, se deben realizar monitoreos periódicos. Una vez detectada la plaga, se deben llevar a cabo medidas de control, principalmente compaginando el empleo de enemigos naturales y los tratamientos fitosanitarios compatibles con éstos. Es preciso señalar que, en pepino, las sueltas de estos organismos suelen funcionar bastante bien, destacando el uso de Orius insidiosus, Amblyseius swirskii o Phytoseiulus persimilis, entre otros insectos benéficos.
Como se ha podido comprobar, son muchas las razones por las que los frutos de pepino se pueden torcer, perdiendo su valor comercial. En general, es necesario estar muy pendiente del tipo de curvatura que se presente, actuando con antelación y aplicando las medidas adecuadas lo antes posible. Igualmente, hay que aclarar que la curvatura será más destacada en aquellas variedades cuyos frutos son más largos, como pueden ser los pepinos europeos u holandeses.