03/04/2024

Revista InfoAgro México

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Un temible virus en el jitomate. Parte II

Un temible virus en el jitomate. Parte II

  1. Principales huéspedes

Los cultivos de tabaco, jitomate y chile (familia Solanaceae) se ven afectados de forma severa por diferentes virus del género Tobamovirus (Dombrovsky y Smith, 2017), como son TMV, TMGMV, ToMV, ToMMV o PMMoV, entre otros. En cuanto a ToBRFV, el tomate (Solanum lycopersicum) y el pimiento (Capsicum sp.) son los principales huéspedes, siendo el primero infectado mayormente y de manera natural. Sin embargo, se ha inoculado el ToBRFV en otras solanáceas de forma experimental (Luria et al., 2017), mostrando los siguientes resultados:

Hospedantes                                                   Síntomas

Capsicum annum                                             Amarillamiento de hojas, caída de hojas

Solanum nigrum                                               Asintomática

Chenopodium murale                                       Reacción de hipersensibilidad

Petunia hybrida                                                Asintomática

Nicotiana benthamiana                                     Lesiones locales necróticas

  1. glutinosa Lesiones locales necróticas
  2. sylvestris Lesiones locales necróticas

De este modo, se pueden obtener datos importantes con respecto a la infección de este virus, ya que especies como Nicotiana benthamiana, N. glutinosa, N. sylvestris y N. tabacum desarrollan síntomas y malezas como el Chenopodium murale y Solanum nigrum pueden actuar como reservorios del ToBRFV.

  1. Formas de contagio

Las formas principales de transmisión del virus se suelen producir mediante semillas y de forma mecánica, es decir, por contacto a través de distintas maneras. Mediante semillas se dispersa a distancias más largas, mientras que el contacto directo se produce en espacios más cortos, así como en el entorno más cercano del cultivo.

Algunos de los medios de contagio más comunes son: contacto entre plantas, labores propias del manejo del cultivo (tutorado, liado, poda, etc.), manos y ropa de los trabajadores, herramientas, cualquier estructura del invernadero, máquinas de trabajo, terreno de cultivo, agua de riego contaminada (circulante en el caso de hidroponía), incluso insectos polinizadores como los abejorros. En definitiva, cualquier acción que suponga un contacto con las plantas provocará la infección por parte del ToBRFV.

  1. Síntomas y daños

La acción de este virus sobre las plantas de tomate provoca diferentes síntomas, viéndose afectados a su vez distintas partes de las mismas, aunque también es preciso señalar que la sintomatología puede variar según la variedad dentro de un mismo tipo de tomate.

Así pues, dependiendo del órgano infectado, se pueden enumerar los siguientes síntomas observados (Salem et al., 2015; Luria et al., 2017; Cambrón-Crisantos et al., 2018):

– Hojas:

  • Clorosis, en forma de puntos o pequeñas zonas.
  • Manchas necróticas (necrosis).
  • Mosaico, que puede variar de ligero a severo.
  • Estrechamiento ocasional, a veces con moteado.
  • Amarillamiento intervenal (o internervial).
  • Amarillamiento general.
  • Deformación de nervaduras.
  • Marchitez

– Ramilletes:

  • Manchas necróticas en pedúnculos, cálices y peciolos.
  • Reducción del número de flores.

– Frutos:

  • Manchas o estriado de color verde oscuro.
  • Manchas amarillentas o de color marrón.
  • Maduración irregular.
  • Rugosidad marrón.
  • Deformaciones

También es importante destacar que el ToBRFV actúa en combinación con otros virus como, por ejemplo, PepMV o ToLCNDV, cuyo efecto sinérgico aumenta los daños, pudiendo causar en determinadas ocasiones la muerte de las plantas por colapso de estas.

En cuanto a los daños provocados en los cultivos, estos dependerán de distintos factores, como pueden ser: la severidad del fitopatógeno, la tolerancia del cultivo al virus, las medidas adoptadas, la fase en la que se encuentran las plantas en el momento de ser contagiadas, etc. Posiblemente, la relación o combinación de algunos de estos factores determinará la gravedad de los daños sufridos, siendo estos variables, desde una pequeña zona afectada de la parcela hasta la totalidad.

Es preciso señalar que los virus constituyen casi el 50% de los patógenos emergentes y reemergentes, siendo capaces de infectar, tanto a la vegetación natural como a las plantas cultivadas (Jones y Naidu, 2019). Según Aranda et al. (2019), las pérdidas económicas en cultivos asociadas a enfermedades causadas por virus pueden suponer, globalmente, más de 30 mil millones de dólares al año.

Obviamente, el tomate no escapa a esta situación, ya que se han descrito más de 130 especies virales a las que es susceptible, entre las que se encuentra el ToBRFV, un tobamovirus emergente. Además, hay que recordar otros virus que han venido provocando serios problemas en este cultivo, como son el virus del rizado amarillo del tomate o, comúnmente conocido, virus de la cuchara (Tomato yellow leaf curl virus, TYLCV); el virus del mosaico del pepino dulce (Pepino mosaic virus, PepMV); el virus del bronceado del tomate (Tomato spotted wilt virus, TSWV); el virus de la clorosis del tomate (Tomato chlorosis virus, ToCV) y el virus del mosaico del pepino (Cucumber mosaic virus, CMV).

  1. Medidas preventivas

Sin lugar a dudas, las estrategias basadas en la prevención son la mejor opción frente a las enfermedades causadas por virus, ya que cuando los síntomas aparecen y comienzan a extenderse por la parcela, ya resulta demasiado tarde cualquier tipo de actuación.

En este sentido, autores como Aranda et al. (2019), afirman que la ausencia de productos antivirales directos unida a la limitada disponibilidad de productos fitosanitarios contra los vectores hace que el control de los virus fitopatógenos resulte una tarea cada vez más difícil. Por tanto, en estas condiciones, es imprescindible acudir al uso combinado de actuaciones preventivas y paliativas, las cuales vayan encaminadas a minimizar el establecimiento de focos primarios de infección, así como a limitar la dispersión secundaria del virus en el cultivo.

De este modo, las medidas preventivas adoptadas en las parcelas tendrán una tremenda importancia de cara a la infección inicial y, posteriormente, a las dispersiones secundarias a partir de esta. Asimismo, la identificación del virus en cuestión, a partir de los síntomas iniciales detectados, será también una valiosa información para adoptar medidas posteriores.

Algunas medidas a llevar a cabo en las zonas de producción y alrededores, que son recomendadas por las entidades SADER – SENSICA (2019), se enumeran a continuación:

– Verificar que la semilla de tomate se encuentra libre de la presencia del virus.

– Mantener limpias las áreas de producción de plántulas, así como las parcelas de cultivo, tanto en el interior como en el exterior.

– Desinfectar las charolas (o bandejas) para la producción de plántulas, en caso de ser reutilizadas, de manera previa a la siembra o plantación.

– Eliminar las charolas contenedoras de plántulas infectadas con el virus.

– Restringir el ingreso de personal que no lleve las protecciones adecuadas como pueden ser guantes, bata, fundas para los zapatos, etc.

– Crear una estación de higiene personal y de desinfección de ropa, donde los trabajadores puedan lavarse cuando entren y salgan del recinto de cultivo.

– Colocar tapetes fitosanitarios de desinfección con sustancias como fosfato trisódico (10 %), hipoclorito de sodio (1-3 %) e hipoclorito de calcio (1-5 %), en la entrada de cada invernadero.

– Desinfectar periódicamente las distintas instalaciones como sistemas de riego, recipientes o bolsas de sustrato, terreno de cultivo, etc.

– Usar productos desinfectantes como, por ejemplo, hipoclorito sódico, peróxido de hidrógeno, alcohol, jabón, etc. Existen estudios al respecto, como el de Rodríguez-Díaz et al. (2022), para evaluar la efectividad de distintas sustancias en el control de ToBRFV en plantas de tabaco.

– Utilizar guantes de nitrilo o látex en las labores de manejo, como poda, tutorado, etc.

– Desinfectar las herramientas utilizadas en el cultivo, especialmente tijeras o cuchillos, los cuales deben alternarse para permitir un tiempo adecuado de desinfección.

– Evitar el contacto con las plantas y entre plantas.

– Designar herramientas de trabajo concretas, así como personal que trabaje de forma exclusiva en áreas con presencia del virus.

– Intensificar el muestreo y el diagnóstico del ToBRFV para detectar nuevos focos de infección y poder aplicar las medidas fitosanitarias oportunas.

– Desechar los guantes y ropas usados en las actividades en un cesto provisto especialmente para este propósito.

– Eliminar los residuos de podas y las malezas dentro del invernadero y/o alrededor del cultivo para evitar los reservorios de inóculo.

– Arrancar y sacar fuera de la parcela de cultivo cualquier planta enferma detectada, con las debidas medidas profilácticas, como meterla en una bolsa herméticamente cerrada.

– Emplear variedades de tomate que presenten algún tipo de tolerancia frente al virus.

Como hemos podido comprobar, el virus del fruto rugoso marrón del tomate (ToBRFV) es muy peligroso, al ser tremendamente contagioso a la vez que difícilmente controlable. Por ello, es más que necesario aplicar acciones como la prevención, la vigilancia constante y el muestreo continuo, entre otras, para reducir al máximo los daños ocasionados por este temible fitopatógeno.