02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Virus de la Mancha Anular

[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»Introducción»][vc_wp_text]

La papaya se extiende por la mayoría de países tropicales y subtropicales, donde sus semillas fueron distribuidas hace mucho tiempo por las exploraciones españolas a lo largo de la zona del Caribe y, posteriormente, por Europa y las islas del Pacífico a mediados del siglo XVII. En estas regiones la producción, el consumo y el comercio de esta fruta están sólidamente arraigados, siendo valorada por su sabor y sus cualidades saludables. Sin embargo, estas premisas se ven seriamente afectadas por algunos organismos nocivos, como los virus, que amenazan la viabilidad de estas plantaciones. Entre éstos destaca el Virus de la mancha anular de la papaya, que constituye uno de los mayores problemas en los procesos de producción y es responsable de cuantiosas pérdidas en las cosechas. La dificultad que supone su control hace, sin ninguna duda, que sea un enemigo realmente complicado de combatir.

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El Virus de la mancha anular de la papaya pertenece a la familia Potyviridae, género Potyvirus (Fauquet et al., 2005), el cual está considerado como uno de los géneros más extensos e importantes desde el punto de vista económico (Tripathi et al., 2008). Asimismo, aparece en muchos países tropicales y subtropicales donde la papaya es cultivada (Bateson et al.,1994) como el principal problema en su producción (Purcifull et al., 1984).

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De los Santos et al. (1997), señalan que este virus es el principal problema del cultivo del papayo a nivel mundial, afectando a la mayor parte de los países productores. Por ejemplo, en Brasil, uno de los mayores productores de papaya del mundo (FAO, 2009), se observó dicho virus en varios estados del país y supone el principal impedimento para este cultivo (Barreto et al., 2002). De esta forma, se ha visto afectada la industria, siendo cada vez más difícil el establecimiento de nuevos campos que escapen del virus, lo que ha convertido su manejo en una práctica más costosa y no siempre efectiva, con una producción más cara y de menor calidad (Gonsalves, 1998). Igualmente, en Venezuela ha ocasionado la pérdida total en siembras comerciales y está considerada como una enfermedad severa y endémica en algunos estados (Vegas et al., 1998).  

También en Cuba, cuyo cultivo y exportación se desarrollaron de manera destacada en la década de 1930 a 1940, fue citado por primera vez por Acuña y Zayas (1946). En la década de 1980 varios muestreos realizados en diferentes localidades del país determinaron que el virus se encontraba ampliamente distribuido (Fariñas y López, 1986), lo que originó la destrucción de la mayoría de las plantaciones, reduciendo drásticamente su producción. Actualmente, se encuentra disperso por muchas zonas del país (Pérez y González, 2007) y se ha convertido en una enfermedad endémica en numerosas áreas productivas. Situación similar se observa en México, donde el virus de la mancha anular de la papaya (VMAP) se encuentra distribuido a lo largo de todo el país (Noa-Carrazana et al., 2006)

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El VMAP puede ser infectado mecánicamente o a través de injerto (Vázquez et al., 2010), también por las semillas, aunque no parece significativa (Bayot et al., 1990). Sin embargo, los principales transmisores son los áfidos, cuya capacidad infectiva está en función de la especie. Así, existen algunas especies más reconocidas como vectores del virus. En Veracruz, Escalona (1995), señala las siguientes:

  • Aphis citrícola
  • A. gossypii
  • A. nerii
  • A. coeropsidis
  • A. craccivora
  • Myzus persicae
  • Rhopalosiphum maidis
  • Macrosiphum euphorbiae
  • Toxoptera aurantii 
  • Uroleucon spp.

En otros países se han citado otras especies de pulgones capaces de propagar el virus en las plantaciones de papaya. Por ejemplo, Cabrera et al. (2010) destacan en la zona central de Cuba, además de M. persicae y A. gossypii, a Aphis spiraecola como los áfidos que mayor importancia tienen en la transmisión del virus, los cuales pueden transportarlo a través del estilete desde algunos segundos hasta unos 25 minutos. Asimismo, en Colombia, Páez (2003), cita como diseminadores de la enfermedad a especies como A. rumicis, Acyrtosiphor solani, Hysteroneura setariae, Toxoptera citricidus y Macrosiphun rosae, a parte de las ya mencionadas A. citricola, A. gossypii, A. craccivora y M. persicae. De todas las especies nombradas parece existir cierta coincidencia de que el vector más eficaz de manera natural es Myzus persicae.

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Otro aspecto muy destacado es que la transmisión del virus se produce de manera “no persistente” por estos áfidos, la cual se caracterizada por periodos de adquisición e inoculación muy cortos, de segundos a minutos (Raccah et al., 2001; Pirone y Perry, 2002). De este modo, el virus puede ser inoculado inmediatamente tras la adquisición, pero la capacidad de transmisión por el vector puede mantenerse durante periodos no prolongados (Ng y Perry, 2004).

Para Cabrera et al. (2010), el modo de transmisión de este virus impide el éxito de los tratamientos con insecticidas. Esto, unido a la presencia de pulgones vectores durante todo el año en las plantaciones supone una vía primordial para la distribución de la enfermedad. Por lo tanto, una vez infectadas las plantaciones no existen tratamientos eficaces para su control.

En cuanto al rango de hospedantes, se ha demostrado experimentalmente que las especies susceptibles al virus son: Carica papaya, Chenopodium quinoa, Cucumis melo, Cucumis sativus, Cucurbita maxima, Cucurbita moschata y Cucurbita pepo (Purcifull et al., 1984). Parece que el grupo de familias botánicas susceptibles a este Potyvirus se limita Caricaceae, Cucurbitaceae y Chenopodiaceae (Gonsalves,1993).

En este sentido, los potyvirus parecen bien adaptados a la agricultura intensiva moderna de regiones templadas y trópicos. Por ello, es importante entender cómo han evolucionado y el origen de su variabilidad (Bousalem et al., 2000), la cual puede ser grande entre estos virus y los diferentes aislados de una misma especie pueden tener distintos rangos de hospedantes que los solapan con aquellos de otras especies (Spetz et al., 2003).

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Las plantas de papaya son susceptibles al VMAP en todas las edades y, generalmente, muestran síntomas 2 – 3 semanas después de la inoculación (Páez, 2003), los cuales son muy variados (Purcifull et al., 1984) y dependen de diversos factores como el aislado viral, el estado de desarrollo y nutricional de la planta, el nivel de infección o la temperatura (Conover,1964).

Algunos de los síntomas más característicos son expuestos por diversos autores del siguiente modo:

– En las hojas de las plantas jóvenes se presenta un aclarado de las nervaduras con ligero amarillamiento del ápice, seguido de una deformación de la expansión foliar, con inhibición del desarrollo de ésta en forma completa o parcial, donde se llega a deformar hasta quedar con una estructura filiforme (Fariñas, 1983; Mosqueda, 1986; Escalona, 1995). 

– Las hojas menos deformadas presentan mosaicos de manchas verde-oscuro, verde-claro y, finalmente, sobreviene su caída (Vázquez et al., 2010).

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– Las plantas adultas muestran un moteado verde amarillento en forma de mosaico y deformación de limbos en la que la lámina de las hojas se dobla hacia arriba por la nervadura central, la superficie se arruga, los márgenes se erizan y disminuye su crecimiento (Cook 1971; Mosqueda 1986; Escalona, 1995).

– En pecíolos y tallos se muestran manchas pequeñas, alargadas, curvas, de apariencia grasosa, acuosa y en forma de anillos verde olivo, que pueden aparecer concéntricos, el flujo de látex no se afecta y, finalmente, se reduce el crecimiento de los tallos (Conover. 1964; Fariñas 1983; Mosqueda 1986).

– En los frutos se presentan manchas en forma de anillo o con apariencia grasosa verde olivo que pueden aparecer concéntricas. Cuando llegan a la madurez, en la pulpa se forman grumos que deterioran su calidad (Vázquez et al., 2010).

Otras características generales pueden ser:

– El mosaico que se forma en las hojas infectadas está asociado con la disminución de pigmentos fotosintéticos (Cabrera et al., 2009). 

– Cuando la infección ocurre en la etapa inicial del cultivo, antes de los dos meses de plantado, no se producen frutos, pero si se produce en una etapa más avanzada, se reducen los rendimientos, disminuye el contenido de azúcar de los frutos y la calidad de éstos es pobre (Gonsalves, 1998).

– Impide el crecimiento de la planta y se reduce drásticamente el tamaño y calidad de las frutas (Yeh et al., 2007). 

– Puede limitar las producciones de grandes áreas a solo una cosecha (Gonsalves, 1998). 

– Debido a esta enfermedad viral, las cosechas no se extienden más allá de cuatro meses (Cabrera et al., 2010).

[/vc_wp_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»Medidas de control»][vc_wp_text]

Teniendo en cuenta las condiciones en las que actúa y se propaga el virus de la mancha anular de la papaya, así como el difícil control de sus potentes y variados vectores, los pulgones, resulta muy difícil contener esta enfermedad viral mediante el uso exclusivo de insecticidas y bioestimulantes.

En cuanto a las medidas alternativas de control, además de los plaguicidas, existe cierta controversia en lo que respecta a los métodos que resultan más eficaces. Así, en muchos países se ha aplicado la transformación genética como vía de desarrollar producciones estables en zonas de alta incidencia del virus, mediante la obtención de líneas transgénicas de papaya con resistencia al VMAP. Para Cabrera et al. (2010), los resultados, hasta la fecha, indican que es posible, a partir del conocimiento del agente patógeno, diseñar mejores estrategias de control con el empleo de técnicas biotecnológicas.

Por el contrario, para Páez (2003), el uso de prácticas culturales constituye una alternativa viable económicamente y práctica en su aplicabilidad frente a la poca eficacia del mejoramiento genético tradicional y la inestabilidad de materiales modificados genéticamente. Las técnicas adaptadas en fincas de zonas productoras han permitido aumentar el ciclo productivo entre 6 y 10 meses. Estas técnicas incluyen el monitoreo en semilleros, el raleo temprano de plantas infectadas, el uso de barreras de plantas y la eliminación de hojas amarillas, entre otras.

A continuación, se explican algunas prácticas de manejo que pueden resultar útiles en la lucha frente a este virus. Son las siguientes:

[/vc_wp_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»Implementación de medidas culturales»][vc_wp_text]

En papaya, el poco éxito de medidas de control, como resistencia genética, uso de productos químicos o ingeniería genética, crean una posibilidad para que las prácticas culturales se conviertan en una herramienta a tener en cuenta para el control fitosanitario. Dentro de estas prácticas culturales, se pueden considerar: 

  • Establecer cultivos con plántulas libres del virus.
  • Evitar tener en una misma zona de cultivo, plantas de diferentes edades.
  • Sembrar en áreas distintas a las ya establecidas.
  • Erradicar de forma temprana las plantas con síntomas.
  • Evitar el crecimiento de cucurbitáceas y leguminosas silvestres dentro del cultivo sin vigilancia.
  • Controlar malezas que puedan permitir la instalación de colonias de áfidos.
  • Realizar un manejo adecuado del riego y la fertilización.

Estas acciones deben llevarse a cabo por la mayor parte de los productores de una zona agrícola, ya que, si solamente la realizan unos pocos, no servirían de mucho. 

[/vc_wp_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»Raleo temprano de plantas enfermas»][vc_wp_text]

Esta labor significa eliminar las plantas que muestran los síntomas del problema en cuestión, basándose en el principio de exclusión dentro del control de enfermedades y aplicable a las enfermedades sistémicas causadas por virus, hongos y bacterias vasculares, es decir, las que afectan el sistema circulatorio de las plantas y se desplazan a través de ellos: xilema y floema.

De este modo, el fin principal es extraer las plantas enfermas, las cuales no tienen cura y son una fuente potencial de inóculo para que las demás sigan enfermando. En el caso de la papaya, puede considerarse una práctica válida para reducir los problemas causados por el virus de la mancha anular, así como otras enfermedades tales como pudriciones radicales, marchitamiento y muerte de plantas.

Sin embargo, para que este raleo sanitario sea eficiente se requiere que las plantas sean eliminadas de la manera más precoz posible, para evitar así la exposición a los pulgones y no provocar infecciones permanentes. Por tanto, es necesario conocer con certeza los síntomas propios de la enfermedad.

[/vc_wp_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»Uso de plantas complementarias»][vc_wp_text]

Cualquier planta se considera maleza cuando compite con la del cultivo por la luz, el agua y los nutrientes, suponiendo una amenaza. Si, además, puede constituirse como reservorio de insectos plaga, siendo hospedante de ellos, el efecto perjudicial de dicha maleza es mayor.

En este sentido, los áfidos transmisores del virus pueden localizarse en otros hospedantes distintos a la papaya, destacando las cucurbitáceas, algunas solanáceas como berenjena y tomate, pastos y otras gramíneas. Por tanto, en condiciones de alta presencia de virus, no se recomienda mantener cultivos de cucurbitáceas como sandía, melón, pepino, calabaza, etc. También puede suceder lo mismo con algunas leguminosas silvestres, que son hospedantes asintomáticos (Páez, 2003).

Del mismo modo, es necesario llevar un estricto seguimiento a las poblaciones de áfidos presentes en las familias señaladas, como solanáceas y gramíneas, para tomar medidas de control y evitar que dichas poblaciones se dispersen propagando la enfermedad.

En sentido contrario, existen ciertas especies de plantas, como leguminosas rastreras y gramíneas de porte bajo, que también compiten con las plantas de cultivo, pero tienen efectos beneficiosos, ya que forman una cobertura sobre la superficie del suelo que permite retener la humedad, disminuir la erosión del mismo o fijar determinados nutrientes como es el ejemplo del nitrógeno atmosférico por parte de las leguminosas. 

Asimismo, algunas de estas plantas causan un efecto adverso a ciertos patógenos (hongos, bacterias, nematodos, etc.), contribuyendo así a reducir la probabilidad de ataques generados por estos organismos.

Tradicionalmente, el cultivo de papaya se ha manejado como monocultivo y en ocasiones en sistemas productivos que incluyen melón o yuca, entre otras especies. No obstante, la combinación con otra especie complementaria que suponga algún beneficio al cultivo puede ser recomendable. Por ejemplo, la siembra de frijol u otra leguminosa son deseables en cualquier sistema de cultivo, por el efecto que ejerce sobre la fertilidad de los suelos. Con papaya, además, sería una estrategia interesante para romper 

[/vc_wp_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_custom_heading text=»Deshoje sanitario para reducir la diseminación»][vc_wp_text]

Consiste en quitar las hojas de la planta que pueden estar jugando un papel determinante dentro del proceso infectivo del virus de la mancha anular. Está comprobado que las hojas amarillas atraen algunas especies de insectos, como pulgones, moscas blancas y chinches. Según Cabrera et al. (2010), hay trabajos que indican que la incidencia de este virus es menor cuando se eliminan las hojas amarillas de las plantas.

A tal efecto, se recomienda realizar un recorrido periódico para desprender las hojas amarillas de las plantas, especialmente en los tipos de papaya en las que no se despeguen de forma natural con cierta facilidad.

Como conclusión final, si tenemos en cuenta aspectos como la gran distribución del virus de la mancha anular en los cultivos de papaya a nivel mundial, su fácil y rápida dispersión en el cultivo o la dificultad que supone su control, es totalmente necesario emplear y combinar todas las estrategias posibles para que el daño que supone esta enfermedad sea el menor posible. Entre ellas están el uso de material vegetal sano, las labores preventivas, el uso de insecticidas, la vigilancia de los áfidos vectores y/o plantas huéspedes de éstos o el empleo de técnicas biotecnológicas que incluyan variedades tolerantes, entre otras.

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