Fertilización mineral y orgánica
- Introducción
- Principales macroelementos
- Fertilización mineral
- Fertilización orgánica
- Introducción
Como es bien sabido, los elementos nutricionales se pueden dividir en dos grupos: macroelementos y microelementos. Ambos resultan esenciales para las plantas, la única diferencia entre los dos grupos es la cantidad en que son requeridos por las mismas. Todos ellos deben ser aportados a lo largo del ciclo de cultivo, siempre en función de las necesidades de la planta, la fase fenológica en la que se encuentre y/o distintos aspectos como el agua de riego, las características del suelo o la climatología, principalmente. Por ello, se va a tratar la importancia de los macroelementos en la fertilización de la papa, así como sus necesidades y dosificación.
- Principales macroelementos
Conocer el papel que desempeña cada nutriente en la planta resulta fundamental a la hora de la gestión de la fertilización. A continuación, se va a exponer la importancia de los mismos, así como el momento más adecuado para aportarlos. Son los siguientes:
– Nitrógeno
Es el macroelemento más diferenciador cuando se pretende llevar a cabo el crecimiento vegetativo del cultivo, además de otros procesos como engorde de frutos, etc. En el cultivo de la papa, igualmente supone un factor determinante en el rendimiento del mismo, ya que favorece, tanto el desarrollo foliar como la formación y el engrosamiento de los tubérculos.
Sin embargo, este nutriente debe ser empleado con cierta mesura, ya que, si se aplica de manera excesiva o en procesos concretos como por ejemplo, durante la tuberización, puede provocar un retraso de esta, reduciendo con ello la cosecha. Asimismo, el exceso de N también está relacionado con efectos negativos como pueden ser el ennegrecimiento y la presencia de tubérculos huecos.
Normalmente, los fertilizantes nitrogenados pueden ser utilizados para darle un mayor porte a la planta, si fuese necesario, la cual requiere una demanda máxima en el estado de floración. La extracción que se establece de este elemento por tonelada cosechada de tubérculo es de unos 5 kg de N.
– Fósforo
En general, el fósforo está relacionado con el desarrollo de las raíces y los procesos de floración. En el caso de la patata no es una excepción, favoreciendo el crecimiento radicular, adelantando la tuberización e induciendo la formación de un mayor número de tubérculos, así como mejorando la calidad de los mismos y reduciendo su sensibilidad a daños, especialmente el ennegrecimiento interno.
Lo mismo que ocurre con el nitrógeno, la absorción del fósforo es máxima durante el momento de la floración, estimándose unas necesidades en torno a 2 kg de P2O5 por tonelada de tubérculos.
– Potasio
El potasio es el macroelemento que marca la calidad de los tubérculos, además de ofrecer un gran número de beneficios al cultivo, entre los que destacan:
- Favorece la formación de almidón.
- Proporciona a las plantas una mayor resistencia a las heladas y a la sequía.
- Ofrece una mayor resistencia frente a enfermedades criptogámicas, como el mildiu.
- Favorece el engrosamiento de los tubérculos, incrementando el porcentaje de calibres mayores.
- Mejora la conservación del producto cosechado.
La mayor demanda de este elemento por parte del cultivo se produce durante el estado de tuberización, estimándose las extracciones aproximadas de potasio en 9 kg de K2O por tonelada de tubérculos.
– Calcio y magnesio
Estos dos nutrientes también resultan esenciales para el rendimiento del cultivo, ya que la patata no tolera su deficiencia. Es preciso tener en cuenta que estos dos elementos ejercen una acción antagonista frente al potasio (y entre sí también), por lo que el control de sus concentraciones en la planta, el suelo y el agua puede ser crucial en el manejo de la fertilización.
Asimismo, debe prestarse particular atención al magnesio en suelos ligeros y al calcio en terrenos cuyos valores de pH resulte demasiado ácido. Finalmente, las necesidades de extracción suelen estar en torno a 1 kg de MgO y 4 kg de CaO por tonelada de tubérculos cosechados.
- Fertilización mineral
Es necesario aclarar siempre que no se puede generalizar unas dosis de abonado para cualquier situación, ya que los aportes van a variar en función de numerosos aspectos como la variedad, el clima, el agua de riego o el terreno de cultivo, entre otros. De este modo, un mismo abonado con dosis idénticas puede generar resultados muy diferentes, dependiendo de la interacción de los demás factores del entorno.
Para calcular de forma más adecuada las cantidades a aportar de cada uno de los elementos fertilizantes sería conveniente realizar un análisis de suelo para conocer el contenido nutricional del mismo y, por tanto, la disponibilidad de estos para las plantas. También deben tenerse en cuenta los niveles deficitarios del cultivo, así como las extracciones correspondientes a las producciones esperadas.
A este respecto, García González (2014) estima, para una producción media en torno a 40 toneladas por hectárea, las siguientes aportaciones globales de nutrientes:
- N: 175 – 200 kg
- P2O5: 70 – 100 kg
- K2O: 300 – 350 kg
- MgO: 140 – 160 kg
- CaO: 35 – 40 kg
Asimismo, este autor recomienda una serie de pautas en cuanto al abonado que llevar a cabo en el cultivo de patata:
– Incorporar todo el fósforo en una sola aplicación, 15 – 20 días antes de la plantación, aprovechando las labores superficiales de preparación del terreno. Si este presenta una carencia severa de fósforo, dicha incorporación debe anticiparse un periodo de 2 – 3 meses con respecto a la plantación. Pueden emplearse abonos simples como el superfosfato de cal (riqueza en fósforo del 18 %) y el superfosfato triple (riqueza del 45 %).
– El potasio puede ser aportado igualmente de una sola vez, y conjuntamente con el fósforo, aunque en suelos arenosos es recomendable fraccionarlo en dos aportes iguales: la primera como abonado de fondo y la segunda con la última aportación de nitrógeno. Un fertilizante bastante recomendable es el sulfato de potasio (riqueza del 52 %).
– Por su parte, la dosis total de nitrógeno se aconseja fraccionarla en tres momentos diferentes:
- El 50 % al inicio, junto con el fósforo y el potasio.
- Un 25% nada más nacer las plantas.
- El 25 % restante, aproximadamente un mes después, haciendo coincidir esta incorporación con el aporcado.
El abono más adecuado para la primera incorporación es el sulfato amónico (riqueza del 21 %). Las otras dos aplicaciones se pueden realizar con nitrato amónico (riqueza del 34,5%) o con nitrato cálcico en suelos de carácter ácido (15.5 % de N y 27 % de CaO).
– El magnesio puede aportarse en forma de sulfato de magnesio (16 % MgO) o de nitrato de magnesio (7 % de N y 9 % de MgO). Puede hacerse en las labores preparatorias o después, si el cultivo muestra algún déficit de este macroelemento.
– Para los aportes de calcio, las enmiendas de cal se deben aplicar uno o dos años antes de la siembra, ya que, si se hace antes, puede dar lugar a la sarna común de la papa.
Por otra parte, las explotaciones que dispongan de instalación de riego, especialmente por goteo, ofrecen la posibilidad de aportar los fertilizantes minerales disueltos en el agua de riego (técnica conocida como fertirrigación), en cuyo caso García González (2014) recomienda hacerlo del siguiente modo:
– El abonado de fondo debe incorporar el 30 % del nitrógeno, el 70 % del fósforo y el 50 % del potasio.
– Las cantidades restantes se aplicarán disueltas en el agua de riego mediante el uso de abonos solubles, aportados en dos etapas:
1) En el periodo comprendido entre la nascencia y el fin del crecimiento vegetativo, se debe aplicar todo el N restante (70 %), así como la mitad del fósforo (15 %) y del potasio (25 %), siendo distribuidos entre los riegos realizados en dicho periodo.
2) El fósforo y el potasio restantes (15 % y 25 %, respectivamente) deben ser aplicados en los riegos que se vayan a realizar hasta el final del engrosamiento de los tubérculos.
Los abonos simples mencionados anteriormente pueden sustituirse por abonos complejos del tipo N – P – K o N – P – K – Mg, los cuales podrían ser incorporarse en las labores previas a la plantación.
- Fertilización orgánica
La patata es un cultivo que agradece las aportaciones de estiércol o de compost, ya que estas mejoran las condiciones físicas del suelo y, con ello, el desarrollo de los tubérculos. Por tanto, siempre que sea posible, especialmente en suelos con bajos niveles de materia orgánica, es recomendable realizar dichas enmiendas orgánicas.
El rango estimado en la cantidad a aportar puede variar entre 20 y 50 toneladas por hectárea, en función del grado de maduración del estiércol, donde las cantidades más bajas corresponden a material bien fermentado, el cual puede ser aportado en el laboreo superficial previo a la plantación, mientras que las más elevadas conciernen a estiércol fresco, que debe incorporarse con mayor antelación.
Es importante destacar que en siembras tardías no es aconsejable aportar estiércol porque existe el riesgo de aumentar la pudrición de los tubérculos plantados. En cualquier caso, las materias orgánicas, como el estiércol, siempre suponen una fuente de elementos nutritivos para las plantas, siempre y cuando se aplique en condiciones óptimas. A continuación, se muestra la composición mineral que ofrecen distintos tipos según la fuente animal de la que proviene (tabla 1):
En cualquier caso, ya se trate de fertilización orgánica, mineral o de ambas, es fundamental aportar los nutrientes necesarios para que el cultivo pueda ofrecer un rendimiento aceptable. Para ello, se puede realizar un cálculo aproximado teniendo en cuenta las extracciones de la papa, la composición nutricional de los insumos y la disponibilidad existente en el terreno de cultivo.
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