12/06/2025

Revista InfoAgro México

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Control de plagas en Cultivo de Zanahoria

Control integrado de plagas 

 

  1. Introducción
  1. En qué consiste el control integrado de plagas
  1. Mosca de la zanahoria
  1. Pulgones

 

  1. Introducción

 

Distintos enemigos atacan al cultivo de la zanahoria, entre ellos moscas, pulgones, gusanos, trips, ácaros y demás. Tradicionalmente, el principal medio de control ha sido el químico, mediante pulverizaciones de productos insecticidas que, en ocasiones, han dado lugar a consecuencias desafortunadas debido a un mal uso. Por ello, es preciso llevar a cabo en el control de plagas el denominado “control integrado”, el cual combina tratamientos fitosanitarios autorizados con otras técnicas basadas en labores agronómicas responsables, destacando, por ejemplo, el uso de fauna auxiliar, el monitoreo, las barreras naturales, etc., cuyo resultado será la obtención de hortalizas de mayor garantía y calidad.  

 

  1. En qué consiste el control integrado de plagas

 

El control integrado de plagas puede definirse como un conjunto de técnicas enfocadas en el control de, tanto plagas como enfermedades, con el objetivo de mantener la sanidad de los cultivos dentro de un umbral de daños razonable o permisivo, de manera eficaz, pero que a la vez sea respetuoso con el consumidor y con el medioambiente. 

 

De este modo, dicho programa de control debe combinar las diferentes técnicas de protección vegetal disponibles, en función de cada situación específica que se encuentre el cultivo. Por tanto, no solamente debe considerarse el nivel de incidencia de la plaga sino también otros factores de su entorno como los enemigos naturales de ésta, las labores culturales a realizar o los tratamientos fitosanitarios, entre otros. 

 

Los productos empleados en la lucha frente a plagas deben estar autorizados, con el correspondiente registro de uso en el cultivo, además, deben cumplirse ciertos condicionantes como, por ejemplo, no superar los límites de residuos establecidos, no afectar negativamente a la fauna auxiliar y no contaminar el medio natural donde se desarrolla el cultivo. 

 

Por ello, el objetivo principal es combinar los tres tipos básicos de control, como son el químico, el biológico y el cultural, intentando obtener una cosecha satisfactoria con el menor índice posible de daños de las plagas, pero que resulten inocuos para los consumidores, así como respetuosos con el medioambiente. En definitiva, se trata de mantener un cultivo relativamente sano y productivo con la mínima agresión posible a los agroecosistemas. 

 

Algunas de las principales prácticas que deben llevarse a cabo son: 

 

  • Labores agronómicas adecuadas: Una aplicación correcta de éstas ayuda a reducir las poblaciones de enemigos de los cultivos, como fechas y marcos de plantación, estrategias de riego y fertilización, uso de variedades resistentes, etc. 

 

  • Labores de vigilancia y monitoreo: Son importantes las inspecciones visuales periódicas, el monitoreo y captura de individuos plaga o la toma de datos de su dispersión y/o evolución en el cultivo, entre otros. 

 

  • Labores físicas: También pueden mantener a las plagas en niveles aceptables. En este caso, se trata de acciones mecánicas sobre dichos individuos. 

 

  • Uso de fauna auxiliar: El empleo de parasitoides y depredadores de los insectos plaga son una herramienta muy útil de control, que facilitan la obtención de cosechas libres de residuos de plaguicidas. 

 

  • Aplicación de tratamientos fitosanitarios: Ésta debe ser la última opción de control y, sin embargo, suele ser la primera. En cualquier caso, los productos utilizados deben ser autorizados y respetuosos con los enemigos naturales y el medioambiente. 

 

Asimismo, este método de control debe incluir algunas fases, entre las que se incluyen las siguientes: 

 

  • Establecimiento de un umbral de intervención, a partir del cual los niveles de población de las plagas, así como los condicionantes del entorno, indican que es necesario tomar medidas de control, ya que suponen una amenaza, tanto agronómica como económica para el productor. 

 

  • Identificación y monitorización de los individuos presentes en las parcelas de cultivo porque no todos resultan perjudiciales. Dicha identificación es fundamental, ya que existen insectos y otros organismos vivos que son inocuos, incluso beneficiosos para las plantas cultivadas. Del mismo modo, este monitoreo puede impedir llevar a cabo un uso innecesario de los plaguicidas. 

 

  • Realización de acciones preventivas, las cuales pueden resultar efectivas y rentables, sin conllevar ningún riesgo para las personas que trabajan en las parcelas de cultivo como, por ejemplo, la limpieza de las mismas, la eliminación de malas hierbas o la rotación de cultivos. 

 

  • Llevar a cabo acciones de control, combinando las distintas alternativas disponibles para mantener las poblaciones de plaga en los umbrales deseados. Se recomienda anteponer el control biológico al control químico, en la medida que esto sea posible. 

 

A continuación, se van a describir los distintos métodos de control de algunas de las plagas que atacan al cultivo de zanahoria como son moscas y pulgones. 

 

  1. Mosca de la zanahoria

 

La mosca de la zanahoria (Psila rosae o Psylla rosae) supone una de las plagas más temidas para diferentes hortalizas, no solamente la zanahoria, como puede ser el perejil, el apio, el eneldo o el hinojo, entre otras, aunque su predilección son siempre las zanahorias. 

 

Este insecto presenta unas características muy marcadas, destacando de su morfología el tamaño del adulto, que mide en torno a 4.5 mm y presenta una cabeza de color marrón o pardo, así como un abdomen de forma alargada y un tono negro, con unas patas amarillas y alas iridiscentes. Sin embargo, la larva de P. rosae es de un color blanco amarillento brillante, entre 7 y 8 mm de longitud y sin patas. Para pasar a la fase de pupa tiene que hibernar en el suelo, haciendo su aparición en primavera (López, 2013).   

 

En lo referente a la oviposición, se realiza en el suelo o sobre otros cultivos por parte de las hembras, apareciendo las larvas de los huevos en un periodo aproximado de 10 – 12 días, las cuales se adentran en el interior de la raíz mediante una galería descendente que llega hasta el final de la misma. En la parte exterior, estas galerías darán lugar a pudriciones, si las condiciones son favorables se produce una pérdida del valor comercial de las raíces atacadas (López, 2009; Torres, 2013; Guerrón 2016).  

 

Por tanto, los daños corresponden a la penetración de las larvas de esta mosca en la raíz, donde practican galerías sinuosas, especialmente en su parte exterior, provocando una pérdida del valor comercial de la zanahoria, además de una decoloración típica de color marrón óxido y otorgando un desagradable sabor si la planta finalmente consigue sobrevivir al ataque (Torres 2013; Torres y Suasnabar, 2022; Bellido, 2023). 

 

 

Otra consecuencia de dichos ataques de P. rosae es que las plantas detienen su crecimiento, adoptando las zanahorias una apariencia bulbosa que indica la gravedad de la situación, adquiriendo deformaciones considerables que impedirán su posterior comercialización. Igualmente, el follaje de la planta se vuelve marchito, sin coloración alguna, con un “aspecto oxidado” difícil de superar, particularmente en ambientes secos, ya que estas heridas influyen negativamente en el ascenso del agua a estas zonas desde la dañada raíz. También pueden producirse ataques de patógenos, como hongos y bacterias, consecuencia de los daños causados por las larvas y del ambiente provocado (Bellido, 2023). 

 

En lo que respecta al control integrado de la plaga, se pueden destacar como principales medidas a aplicar en campo, propuestas por Torres y Suasnabar (2022), las siguientes: 

 

– Control cultural:  

 

  • Instalación de plantas de romero en las parcelas de cultivo, ya que tiene un efecto repelente frente a los adultos. 

 

  • Alternancia de siembras de zanahoria con cebolla y/o ajo ofrecen también un efecto repelente contra la plaga.  

 

  • Rotación de cultivos con plantas no hospedantes (papa, maíz, etc.), que reduzcan la presencia de la plaga en el suelo o en los residuos de cosecha, así como la interrupción de su ciclo biológico. 

 

  • Mejora de la calidad del suelo en sus distintas capas, evitando la presencia de estos individuos a través del uso del arado que oxigene el terreno y remueva de manera efectiva los huevos y crisálidas ocultos en la tierra. 

 

  • Eliminación de malas hierbas presentes en las parcelas cultivadas.  

 

  • Erradicación de las plantas muertas, reduciendo así la infección entre éstas y las que se encuentran aún en buen estado. 

 

  • Protección con mallas para evitar que las moscas se acerquen al follaje del cultivo, lo cual resulta especialmente importante durante el otoño al incrementarse su actividad y reproducción. Igualmente, es necesario proteger los semilleros para evitar infestaciones de la mosca de la zanahoria, ya que se sienten atraídas por el olor. 

 

  • Colocación de trampas adhesivas de color amarillo, las cuales sirven también de monitoreo a la vez que pueden atrapar un buen número de individuos. 

 

– Control biológico:  

 

  • El uso de depredadores naturales, como nematodos entomopatógenos, puede reducir las poblaciones de larvas de manera notable. 

 

  • Los microorganismos Beauveria bassiana y Metharhizium anisopliae también presentan acción insecticida. 

 

– Control químico 

 

  • Desinfección previa del suelo y/o de las semillas. 

 

  • Tratamientos fitosanitarios sobre el follaje de las plantas con diferentes productos de acción insecticida. 

 

  • Es preciso recordar que, tanto en las desinfecciones como en las pulverizaciones, deben emplearse productos permitidos en el cultivo, respetando dosis, plazos de seguridad y demás requerimientos. 

 

  1. Pulgones

 

Los pulgones son insectos polifitófagos, es decir, que colonizan más de una especie vegetal. A pesar de que existe alguna especie de estos áfidos que puede ser específica en sus hábitos de colonización, lo más común es encontrar numerosas especies que ataquen diversos tipos de cultivos, desde frutales u hortícolas hasta herbáceas. 

 

Cecchini (2015), enumera las diferentes especies de pulgones que se pueden encontrar en el mundo atacando cultivos de zanahoria, siendo las siguientes: Pemphigus phenax, Semiaphis dauci, S. heraclei, Myzus persicae, M. ornatus, Dysaphis foeniculus, D. crataegi, Hyadaphis foeniculi, H. coriandri, Aphis lambersi, A. armoranciae, A. helianthi, A. fabae, A. citrícola, A. gossypii, Cavariella aegopodii, Macrosiphum euphorbiae y Rhopalosiphoninus latysiphon. 

 

Cavariella aegopodii es uno de los pulgones más destacados, ya que se encuentra presente en numerosas zonas del centro y del sur del continente americano, siendo reportada su presencia por diversos autores en las parcelas de zanahoria. Es, por tanto, un claro representante de los áfidos que atacan a este cultivo. 

 

La morfología y el color de estos insectos va a variar dependiendo de la especie que se trate, aunque en general se distinguen con cierta facilidad, respondiendo a un cuerpo relativamente globoso, que puede ser más o menos alargado, ápteros o alados, con antenas en la cabeza y sus característicos sifones en la parte posterior del cuerpo por donde exuda las sustancias azucaradas que produce, las cuales son aprovechadas por otros insectos como es el caso de las hormigas, existiendo entre ambos una relación de intereses. En cuanto al color, varían desde el verde al negro, pasando por diferentes tonos amarillentos, grisáceos, etc. 

 

Presentan una complicada ecología y ciclo biológico, alternando ciclos de reproducción sexual y partenogenética. La multiplicación puede ser ovípara o vivípara, mostrando la mayoría de los pulgones la viviparidad durante el periodo de primavera-verano y oviparidad en la última generación otoñal, cerrando así su ciclo estacional (Dughetti y Lanati, 2013).  

 

Estos insectos plaga son picadores-chupadores, debido a su aparato bucal, los cuales inoculan saliva y succionan los jugos de las plantas, afectando severamente a éstas por la extracción de la savia, así como por la inyección de saliva, que es tóxica y produce fitotoxemias (Dughetti y Mongabure, 2011). 

 

En lo que respecta a los daños que ocasiona al cultivo, éstos pueden clasificarse en directos e indirectos. Los directos responden a los descritos anteriormente, especialmente si succionan gran cantidad de savia, provocando un debilitamiento general de la planta, cambios en la coloración (amarillamiento, palidez), deformación de los tejidos (abarquillamientos, rizados), marchitamiento, incluso la muerte, resultando más severos en plantas jóvenes y/o tejidos tiernos (Dughetti y Lanati, 2013).  

 

Por otra parte, los daños indirectos derivan de la transmisión de distintos virus (son potentes vectores), la proliferación de hongos sobre los jugos secretados, que impiden la fotosíntesis (Lanati, 2005; Torres, 2013; Guerrón, 2016). De este modo, con tal estrés provocado a las plantas por esta temible plaga, la producción de raíces de calidad y volumen se ve seriamente afectada (Suasnabar, 2022). 

 

Entre las distintas técnicas que podrían aplicarse, formando parte de la estrategia de control integrado, se pueden citar las siguientes (Lanati, 2005; López, 2013; Torres, 2013; Cecchini, 2015; Torres y Suasnabar, 2022): 

 

 

 

 

– Control cultural:   

 

  • Vigilancia y monitoreo de la plaga. Es preciso conocer su presencia y evolución cuanto antes. 

 

  • Gestión adecuada del riego. Plantas tiernas resultan más apetecibles para esta plaga. 

 

  • Equilibrio de los abonados. Es importante fertilizar de manera correcta, evitando el exceso de nitrógeno. Igualmente, el cultivo vigoroso resulta más apetecible para estos insectos. 

 

  • Evitar plantaciones densas, con marcos demasiado estrechos, ya que altas densidades de siembra provocan unas condiciones favorables para el desarrollo de grandes poblaciones de pulgones.  

 

  • Vigilancia oportuna y erradicación de las malezas. Éstas suponen una fuente de contagio para el cultivo.  

 

  • Barreras naturales en el perímetro de las parcelas. Usar especies vegetales que tengan un efecto repelente sobre los áfidos puede ser una excelente opción. 

 

  • Colocación de distintas especies vegetales que puedan albergar a los enemigos naturales de la plaga. 

 

– Control biológico: 

 

  • Es recomendable el uso de insectos depredadores y parasitoides, en una estrategia de combinación de ambas formas de actuación. 

 

  • Como depredadores de pulgones, en sus distintas fases biológicas, destacan las especies: Coccinella septempunctata, C. ancoralis, Chrysoperla carnea, C. externa, Aphidoletes aphidimyza, Cydloneda sanguínea, Coleomegilla maculata, Eriopis connexa, Hippodamia convergens, Adalia bipunctata, Harmonia axydiris o Scymnus sp. 

 

  • Entre los parasitoides se pueden citar: Aphidius matricariae, A. colemani, A. ervi, Ephedrus cerasícola o Lysiplebus testaceipes, entre otros. 

 

  • Algunos hongos entomopatógenos, como es el cado de Beauveria bassiana, puede ejercer algún efecto frente a estos áfidos. 

 

– Control químico:  

 

  • Los tratamientos al cultivo deben ser aplicados cuando las demás técnicas han fracasado. Siempre como último recurso. 

 

  • Aplicaciones a los focos cuando se detecten las primeras colonias porque una vez que se dispersen por la parcela será mucho más complicado su control. 

 

  • Existen diversas materias activas de acción insecticida frente a esta plaga, algunas de ellas con una buena eficacia. Sin embargo, es preciso llevar a cabo un buen uso de éstas para no provocar las resistencias de estos individuos. 

 

Para concluir, es importante recordar que la mejor opción de control es combinar o integrar los tratamientos fitosanitarios con el resto de medidas preventivas y la acción de los enemigos naturales de la plaga. Para ello, los insecticidas utilizados deben ser respetuosos con la fauna auxiliar y el medioambiente, haciendo un uso racional y correcto de los mismos.