02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Manejo de las condiciones de clima y suelo

Manejo de las condiciones de clima y suelo

1.Introducción

2.Preferencias de clima

3. Preferencias de suelo

  1. Introducción

El almendro es un cultivo arbóreo muy típico de la costa del mar Mediterráneo, aunque puede desarrollarse en otros lugares, de hecho, lo hace en distintas zonas del mundo, ya que se adapta a condiciones edafoclimáticas muy diversas. Por ello, es capaz de soportar las elevadas temperaturas que se producen durante el verano, así como los intensos fríos de ciertos periodos invernales. Igualmente, puede sobrevivir en condiciones bastante adversas, como son periodos de sequía prolongados y/o crecer en terrenos muy pobres. Sin embargo, hay que tener presente que dichas condiciones de estrés van a afectar de forma negativa a la cuantía de su cosecha, siendo esta más alta y de mayor calidad, cuanto mejores sean las condiciones de su entorno.

  1. Preferencias de clima

En lo referente a las condiciones climáticas, estas resultan determinantes en el normal desarrollo del cultivo, así como a la hora de obtener los resultados productivos esperados. Algunos de los valores a tener en cuenta en tal sentido, según Arquero (2013), se describen a continuación:

– Temperatura

El almendro se considera un árbol frutal de zona templada, cuyo rango óptimo de temperaturas para una adecuada actividad fotosintética se sitúa entre 25º y 30ºC, descendiendo dicha actividad con valores inferiores a 15ºC y superiores a 35ºC.

En cuanto a las altas temperaturas, estas pueden provocar severos daños a las plantas. Así, por encima de 35ºC, un proceso fundamental, como es la fotosíntesis, se ve seriamente reducido, sufriendo una situación negativa conocida como “parada vegetativa estival”, especialmente los almendros que se encuentran en condiciones de secano (sin aportes de riego).

Si la temperatura se eleva, por encima de los 40ºC, pueden ocurrir fenómenos muy perjudiciales como, por ejemplo, deshidratación, necrosis y caída de hojas, daños en los frutos e incluso quemaduras en los tejidos de la madera, entre otros.

En el caso opuesto, es decir, en relación a las bajas temperaturas, el almendro es una de las especies frutales más resistentes al frío durante el periodo de “parada vegetativa invernal”, pudiendo soportar valores térmicos inferiores a los -15ºC.

Es preciso destacar que los frutos recién cuajados son los órganos más sensibles a las heladas, seguidos de las flores y las yemas, pudiendo sufrir daños al exponerse a temperaturas ligeramente inferiores a 0ºC. Marcelo-Conaglio (2008), precisa a -1.1ºC para afectar a los frutos recién cuajados, -2.0ºC a las flores y entre -4.0º y -6.0°C para la destrucción de las yemas. En este sentido, se debe prestar especial atención a la fecha de floración, siendo crucial escoger variedades en zonas con riesgo de heladas, de manera que no coincida la floración con la acción de estas.

También es importante tener en cuenta que, para que se inicie el periodo vegetativo y llegue después una correcta floración, así como el cuajado de los frutos, se deben satisfacer unas necesidades de frío invernal y, posteriormente, otras de calor. Para cuantificar las primeras, se utiliza el concepto de horas de frío (HF), siendo el número de horas que debe pasar el árbol expuesto a temperaturas inferiores a 7.2ºC.

Estas necesidades no se consideran elevadas en el almendro, al situarse entre 100 y 400 HF, dependiendo de la variedad cultivada, siendo estas similares a las de otros frutales como la higuera o el olivo.

– Humedad relativa

La humedad existente en el aire es un factor de gran importancia, ya que valores excesivamente altos y/o bajos inducen el cierre estomático en las plantas, afectando así de forma negativa a las funciones básicas de las mismas. Además, en situaciones de HR elevada, la incidencia de enfermedades en el cultivo se ve notablemente favorecida, lo que supone mermas en la producción y aumento de costes en tratamientos fungicidas, entre otros inconvenientes, siendo un factor limitante.

Por ello, es muy recomendable emplear adecuadamente las labores de manejo para situar la humedad relativa en niveles no perjudiciales. Algunos ejemplos pueden ser:

  • Las distancias entre árboles, que constituyen el marco de plantación, influyen sobre la HR del entorno del cultivo.
  • La orientación de las líneas de cultivo, considerando el recorrido del sol o de los vientos dominantes de la región, van a influir en este parámetro climático.

Los sistemas de formación y poda, que pueden disminuir la masa foliar, permitiendo la entrada de la luz y el aire en las copas de los árboles, disminuyendo así la HR. Si se desea que esta sea mayor, se actuaría en sentido contrario, dejando más vegetación y, por tanto, podando menos.

– Lluvia

El almendro es un cultivo que está bien adaptado a las condiciones de secano, con altas temperaturas y épocas de sequía prolongada, aunque su rendimiento se ve incrementado de manera importante con la aplicación del riego.

Es preciso señalar que las precipitaciones en los regiones productoras de almendra suelen ser escasas y mal repartidas a lo largo del año, existiendo un amplio periodo de déficit hídrico para las plantas. Marcelo-Conaglio(2008), estima que el cultivo se puede adaptar y producir a partir de un régimen pluviométrico de 300 mm anuales, asegurando la rentabilidad a partir de 600 mm al año.

Los episodios de lluvia abundante suelen provocar efectos negativos en el cultivo, afectando a la floración y cuajado de frutos, favoreciendo la aparición de enfermedades, dificultando la actividad de insectos polinizadores, disminuyendo la calidad de las almendras, etc.

– Viento

La intensidad de los vientos aumenta considerablemente la tasa de transpiración del cultivo, provocando en este un estrés hídrico. Asimismo, van a potenciar el efecto negativo que causan las temperaturas extremas, tanto las mínimas en invierno como las máximas en verano. Las labores de formación de los árboles también se ven afectadas, al igual que ocurre con el trabajo de las abejas, incidiendo negativamente en la polinización.

Por último, la incidencia de vientos fuertes puede provocar daños físicos en la estructura de los árboles, tales como caída de flores y de frutos, rotura de ramas, incluso llegar a tumbar árboles enteros. Por ello, es recomendable la colocación de tutores que garanticen la sujeción y la verticalidad del árbol en sus primeros años. También es importante realizar un buen diseño de la plantación y una poda adecuada. De este modo, se facilita la circulación del aire, evitando el efecto de pantalla, disminuyendo así el riesgo de daños al cultivo.

  1. Preferencias de suelo

En general, el almendro se adapta bien en suelos pobres, secos y pedregosos, aunque obviamente, prefiere los terrenos ligeros, profundos y fértiles, lo que aumentará sin duda su producción. Además, es uno de los frutales que más resiste la acción de los suelos calcáreos, pero es muy sensible a la asfixia radicular por anegamiento (Marcelo-Conaglio, 2008).

En lo que respecta a las propiedades físicas de un suelo, se puede destacar:

– Textura

Los suelos medios serían los ideales para el cultivo, ya que los de textura pesada o arcillosa pueden ocasionar problemas debido a falta de aireación y, por tanto, causar la asfixia radicular del árbol. Por el contrario, los suelos arenosos son muy permeables, provocando una rápida filtración de agua, lo que supone una pérdida significativa, así como una escasa retención del preciado recurso, pero facilitan el crecimiento de las raíces debido a su alta aireación.

En cualquier caso, si las características texturales del terreno de cultivo no son las óptimas, se pueden llevar a cabo prácticas como laboreo, incorporación de materia orgánica, enmiendas calizas, etc. para un mejor comportamiento del mismo. También es recomendable utilizar patrones o portainjertos que ayuden frente a las condiciones desfavorables del medio edáfico.

– Profundidad

El almendro puede cultivarse en suelos poco profundos, aunque hay que tener presente que, a mayor profundidad del suelo, donde se produzca un correcto desarrollo radicular, así como una mayor disponibilidad de agua y nutrientes, mejorará el rendimiento de los árboles frutales.

A este respecto surge el concepto de “profundidad efectiva” de un suelo, que suele estar determinada por la presencia de una capa freática o de un horizonte endurecido, lo que supone un impedimento físico para el desarrollo de las raíces hacia abajo, influyendo negativamente en el crecimiento y funcionalidad de estas.

Las labores profundas de subsolado mediante aperos, previas a la plantación, pueden mejorar considerablemente dicha profundidad útil, al romper estas capas que resultan perjudiciales, así como la suela de labor o la compactación que pueda presentar el terreno.

Por su parte, las propiedades químicas resultan igualmente importantes en el desarrollo y rendimiento del cultivo, destacando aspectos como los siguientes:

–  Contenido de materia orgánica, cuyo óptimo se sitúa en torno al 2%, siendo lo habitual encontrar niveles inferiores a este. Por lo tanto, la fertilización orgánica es un aspecto fundamental en las prácticas de manejo.

– Nivel de carbonatos, los cuales tienen una acción positiva en la estructura del suelo y sobre la actividad de los microorganismos que viven en él. Sin embargo, puede disminuir el rendimiento del cultivo cuando se encuentran en concentraciones superiores al 20%. Hay que destacar a la caliza activa, partículas finas de carbonatos, muy activas químicamente que pueden interferir en el desarrollo del árbol con concentración superiores al 10%.

– PH, cuyo valor determina principalmente la capacidad de absorción de nutrientes, aunque también interviene en otros procesos como la proliferación de microorganismos, la velocidad de humificación y de mineralización o la capacidad de adsorción de cationes en el complejo de cambio, entre otros. El intervalo tolerado por el almendro oscila entre 5.5 y 8.5.

– Salinidad, que se determina a través de la Conductividad Eléctrica (CE) y establece la concentración de sales presentes en el suelo. El cultivo es relativamente tolerante a este factor, pudiendo desarrollarse hasta valores de 4 dS m-1, aunque, aproximadamente, cuando se supera la mitad de dicho valor, se vería amenazada su capacidad productiva.

En definitiva, se considera al cultivo del almendro como una especie muy resistente a las condiciones extremas, especialmente al calor y a la sequía, estableciéndose de forma marginal en algunos casos, tal vez en demasiados. Sin embargo, si se gestionan los factores edafoclimáticos que le influyen, de manera que no resulten tan adversos, podría aumentar fácilmente su rendimiento, hecho que está demostrado.