02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Morfología y fases del cultivo de Alfalfa

Morfología y fases del cultivo 

 

  1. Introducción
  1. Semilla y germinación
  1. Hojas, tallo y corona
  1. Sistema radicular
  1. Floración, polinización y fructificación

 

  1. Introducción

 

La alfalfa es estudiada, generalmente, como una planta forrajera, donde interesan principalmente los aspectos de rendimiento de forraje para la producción de carne y leche. Por ello, a veces se olvida su estudio desde la perspectiva botánica, en la que se describen todos sus órganos de forma más gráfica. 

 

A este respecto, la organografía es la ciencia que describe los distintos órganos vegetales, la cual forma parte de la morfología botánica, tanto la general como la experimental. Por tanto, el objetivo del presente artículo es ofrecer un mejor conocimiento de los distintos componentes de esta leguminosa, así como sus fases principales en el ciclo de cultivo.  

 

  1. Semilla y germinación

 

La descripción de este órgano, así como del proceso germinativo, según diversos autores (Del Pozo, 1977; Teuber y Brick, 1988; Rodríguez y Spada, 2007) corresponde a una estructura, generalmente, con forma de riñón y color amarillento, aunque también se pueden encontrar semillas con formas angulares y coloración variable, entre el verde oliva y distintas tonalidades de marrón. En estado maduro, tienen aproximadamente un tamaño de 1 a 2 mm de longitud, 1 – 2 mm de ancho y 1 mm de espesor, estando constituidas por las siguientes partes: 

 

– Funículo. Mantiene unida la semilla al fruto y, al secarse, se desprende, formando una cicatriz llamada hilio. 

 

– Tegumento (o testa). Es la capa externa que rodea al embrión y le da protección, siendo también el responsable del color de la semilla.  

 

– Embrión. Formará la futura plántula y en él se pueden observar la radícula (formará la raíz), el hipocótilo (dará origen a las partes aéreas), la plúmula (esbozo formado por hojitas que originará el tallo) y los cotiledones (almacenan la mayor parte del tejido de reserva para el desarrollo del embrión). 

 

– Albumen. Es un tejido de reserva que, en el caso de la alfalfa, se encuentra reducido y cuya función principal es facilitar el proceso de germinación. 

 

En dicho proceso, la semilla, en contacto con el suelo húmedo, comienza a embeberse de agua, lo que desencadena una serie de transformaciones, empezando por el desarrollo de una raíz (partiendo de la radícula preexistente en la semilla) y de un talluelo, que se alarga hasta sacar los cotiledones por encima de la superficie del suelo. Estos procesos se realizan a partir de las reservas existentes en la semilla. 

 

Por otro lado, en la alfalfa es común encontrar semillas consideradas “duras”, que son aquellas incapaces de embeberse de agua aun en condiciones óptimas de humedad. Este fenómeno, que responde a un mecanismo de supervivencia de la especie, se debe a la existencia de un engrosamiento de las paredes exteriores de las células de la testa, formando una barrera física para la absorción de agua.  

 

El porcentaje de semillas duras, que puede ser alto en el momento de la cosecha, va disminuyendo con el tiempo, siendo el mejor método para eliminar dicha dureza el escarificado mecánico, que consiste en exponer la testa a la acción de superficies abrasivas. 

 

En cuanto al desarrollo de la parte aérea de la plántula, el talluelo se alarga y muestra los cotiledones por encima de la superficie del suelo, exhibiendo primeramente una hoja unifoliada y después las hojas trifoliadas, también llamadas “hojas verdaderas”. 

 

  1. Hojas, tallo y corona

 

Estas estructuras aéreas se describen atendiendo a fuentes bibliográficas (Grove y Carlson, 1972; Teuber y Brick, 1988; Rodríguez y Spada, 2007). En cuanto a las hojas, la primera de la plántula de alfalfa es unifoliada y de forma orbicular, mientras que las segundas y subsecuentes son pinnaticompuestas o imparipinnadas, y se originan en el ápice del tallo. Posteriormente, cuando la planta ya está desarrollada, las hojas pueden formarse del ápice del tallo o de las yemas laterales ubicadas en los nudos de los tallos.  

 

Las hojas suelen ser trifolioladas y se unen al tallo por los pecíolos, normalmente oblongos u obovados, pero se pueden encontrar formas desde redondeadas a lineales. El borde de los folíolos es dentado, principalmente en el tercio superior, aunque también puede extenderse hasta la mitad superior. 

 

Las hojas se disponen a lo largo del eje del tallo en forma alterna, observándose las estípulas en su nacimiento, que son unos apéndices delgados a modo de pequeñas hojas modificadas, situadas en la base del pecíolo y adheridas a sus lados, normalmente laciniadas, aunque también lisas. Las laciniadas se encuentran en hojas de plantas más antiguas y las lisas en hojas de plantas jóvenes, siendo la edad de la planta el factor principal.  

 

Los folíolos tienen una nervadura central prominente, que se extiende a lo largo de la lámina y de la cual parten nervaduras laterales pinnadas, que se subdividen a su vez formando una red. Las nervaduras son más notables en la cara inferior del folíolo, mientras que la superior muestra un mayor número de estomas. 

 

Los tallos suelen presentar una consistencia maciza, aunque en algunos casos pueden encontrarse huecos. El crecimiento de los mismos es inducido por su utilización (pastoreo o corte) o por un nuevo ciclo fisiológico. Además del crecimiento primario, también poseen un crecimiento secundario, que da origen a un eje leñoso, o porción perenne, que forma parte de la corona. En su parte herbácea, presenta nudos desde donde nacen las hojas. El número de tallos depende de la edad y del vigor de la planta, pudiendo llegar hasta 20.  

 

A medida que la planta se desarrolla, el conjunto de tallos de la parte basal (nuevos y viejos) forma, entre la parte aérea y la raíz, una estructura que recibe el nombre de corona. Más adelante, en la planta adulta, la corona incluirá la porción perenne de los tallos.  

 

Se puede señalar que la delimitación morfológica exacta de la corona tiene poca importancia, ya que, además de las partes involucradas de la planta, aspectos como la sequía estival, el frío invernal, las prácticas culturales, el ataque de plagas y enfermedades, el vigor general o la edad de las plantas, influyen en la cantidad y en el tipo de partes vegetativas que intervienen en su conformación. 

 

Además de su morfología, es conveniente resaltar la importancia funcional de la corona como estructura almacenadora de sustancias de reserva y sede de yemas a partir de las cuales se producirán los nuevos rebrotes de la planta, ya que la acumulación y utilización de sustancias de reservas es fundamental para la vida de ésta. 

 

Por otra parte, el tamaño y el tipo de corona (compacta, intermedia o abierta) dependen de factores genéticos y ambientales. En general, las alfalfas sin reposo invernal tienen coronas pequeñas y compactas, en tanto que los cultivares de mayor reposo invernal tienden a poseer coronas más anchas y abiertas. No obstante, factores como la densidad de plantas, el tipo de suelo, el daño de plagas y enfermedades, el pisoteo de los animales o el daño de la maquinaria pueden influir en gran medida en las características de la corona. 

 

  1. Sistema radicular

 

Distintos autores (Heinrichs, 1968; Goplen et al., 1980; Pérez y Aguilar, 2002; Rodríguez y Spada, 2007) describen el sistema radicular de la alfalfa como robusto y profundo, cuya función principal es la absorción de agua. Si no existen impedimentos en el perfil de suelo, la raíz puede alcanzar de 2 a 5 metros en un periodo comprendido entre 2 y 4 años, de modo que la posibilidad de extraerla de las capas profundas del suelo le ha conferido a la alfalfa su reputación de tolerante a la sequía. 

 

La raíz principal de la planta emerge cerca del hilio, partiendo de ésta un variado número de raíces secundarias o laterales. El sistema radical de la alfalfa puede clasificarse en cuatro tipos generales: raíz pivotante o típica (axonomorfa), ramificada, rizomatosa y rastrera, dependiendo del reposo invernal. Así, en alfalfas sin reposo invernal (GRI 8-11), se observa mayoritariamente una raíz pivotante sin muchas ramificaciones, con reposo invernal intermedio o moderado (GRI 4-7) suelen presentar un alto número de raíces secundarias, con marcado reposo invernal (GRI 1-3), las raíces laterales poseen yemas de las que se originan tallos que formarán nuevas plantas.  

 

  1. Floración, polinización y fructificación

 

La flor se desarrolla cuando el ápice del tallo pasa del estado de crecimiento vegetativo al reproductivo, cuyas características florales son descritas bibliográficamente (Burkart, 1952; Del Pozo, 1977; Viands et al., 1988; Rodríguez y Spada, 2007) a continuación. 

 

La flor de la alfalfa es completa, respondiendo a los caracteres sistemáticos de la subfamilia Papilionoidea, generalmente de color púrpura, variando desde el violeta claro al morado oscuro, aunque también se pueden encontrar flores blancas, azuladas, amarillas y variegadas, que son mezclas de tonalidades, cambiantes conforme a su desarrollo. Está formada por los siguientes componentes: 

 

Cáliz. Consta de cinco sépalos soldados formando un tubo. Cada sépalo termina en un lóbulo o diente, que es mayor en longitud al largo del tubo calicino.  

 

– Corola. Es papilionada, en forma de mariposa y compuesta por cinco pétalos desiguales: el estandarte, que es el superior y el más grande de los cinco; las alas, que son dos pétalos más pequeños ubicados a ambos lados del estandarte; y la quilla, que está envuelta por las alas y que se forma por dos pétalos soldados que se encuentran más internamente. 

 

– Estambres. Son diez y están divididos en dos grupos: uno constituido por nueve, soldados en la base; y el restante formado por el décimo, que está libre y más cerca del estandarte. Esta disposición, que recibe el nombre de diadelfia, indica que los estambres de la alfalfa son diadelfos. 

 

Los filamentos de los nueve estambres soldados tienen distinta longitud, los cuales, al fusionarse para formar el tubo, se alternan los largos con los cortos. Por el interior del tubo que forman, pasa el estilo, que culmina en un estigma rodeado por las anteras de los estambres fusionados.   

 

– Gineceo. Presenta un carpelo, que desarrolla un ovario súpero, y posee un estilo y un estigma bien definidos. 

 

La polinización sólo es posible cuando se produce un proceso denominado “desenlace floral”, en el que la columna estaminal se libera y expone el estigma al contacto con el polen. El movimiento brusco que ocurre, provoca la apertura de las anteras maduras y la consiguiente diseminación de los granos de polen. 

 

Diversos mecanismos naturales pueden provocar el desenlace floral, como la acción de insectos, las variaciones de temperatura, humedad y velocidad del viento, etc. También lo puede provocar el ser humano de manera artificial, con movimientos mecánicos provocados, tanto con la mano como con diversos instrumentos.  

 

La flor puede fecundarse con su propio polen (autofecundación o autogamia) o con el polen de otra flor (fecundación cruzada o alogamia). No obstante, la alfalfa es una especie de fecundación preponderantemente alógama, favorecida por mecanismos naturales de autoincompatibilidad y autoesterilidad.  

 

En condiciones naturales, la polinización de la alfalfa es entomófila, consecuencia de la acción de distintas especies de abejas y abejorros. Cuando estos insectos acuden a la flor para libar el néctar y/o recolectar el polen, la presión que ejercen al posarse es suficiente para provocar el desenlace floral, haciendo que la columna estaminal impacte sobre su abdomen.  

 

Es preciso tener en cuenta el hecho de que esos insectos visitan flores de varias plantas de forma sucesiva, por lo que su abdomen está impregnado de polen de diferentes plantas, lo que asegura la alogamia. Según Del Pozo (1977), se estima que el 85 – 95 % de las flores desenlazadas son fecundadas por este mecanismo. 

 

Por último, el fruto de alfalfa es del tipo legumbre o vaina, monocarpelar, seco e indehiscente, generalmente alargado y comprimido, con las semillas alineadas en la hilera ventral. La vaina, por encorvamiento, desarrolla una espiral que, generalmente, posee una espira con autofecundación y de 3 a 5 vueltas con fecundación cruzada. La dirección de la espira puede ser dextrógira (en sentido horario) o levógira (en sentido antihorario). Cada fruto contiene un número variable de semillas arriñonadas: 2 – 3 con autofecundación y alrededor de 9 con fecundación cruzada.