02/04/2024

Revista InfoAgro México

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Enfermedades causadas por bacterias y virus 

Enfermedades causadas por  

bacterias y virus 

 

  1. Introducción
  1. Enfermedades causadas por bacterias
  1. Enfermedades causadas por virus

 

  1. Introducción

 

La alfalfa puede verse afectada por diversas enfermedades, normalmente causadas por hongos, bacterias y virus. Si las condiciones del cultivo y/o de su entorno son favorables para su desarrollo y dispersión, los daños provocados pueden suponer importantes mermas productivas. Por ello, es necesario vigilar las condiciones que puedan resultar favorables a su ataque, además de tomar mediadas preventivas y de control para reducir los daños. 

 

  1. Enfermedades causadas por bacterias

 

Las bacterias suelen penetrar en la planta a través de aberturas naturales o heridas. Para que esto ocurra es necesaria una película de agua que facilite su penetración, o por medios mecánicos cuando intervienen insectos, nematodos, partículas de suelo o la maquinaria, entre otros.  

 

Algunas bacterias se dispersan a través del tejido vascular, otras provocan infecciones locales y degradan el tejido enzimáticamente, dando una apariencia húmeda y blanda. Estos microorganismos causan una amplia gama de enfermedades: manchas foliares, tizones, marchitamiento vascular, agallas de la corona y pudriciones de raíz. Alarcón et al. (2008) describen, a continuación, las enfermedades denominadas marchitez bacteriana y mancha bacteriana.  

 

Marchitez bacteriana  

 

Esta enfermedad probablemente fue introducida en México por medio de semillas procedentes de Turquía. Es causada por la bacteria Clavibacter michiganensis sp. insidiosus y es frecuente en suelos con niveles altos de humedad.  

 

Las plantas dañadas se encuentran comúnmente dispersas en el cultivo y presentan un color verde amarillento (moteado), hojas enrolladas y achaparradas. Los síntomas de plantas enfermas son más evidentes en los rebrotes después del corte. La sección transversal de la raíz muestra un color café amarillento alrededor del tejido vascular. Es un síntoma similar al causado por Pseudomonas marginalis var. alfalfae y Serratia marcescens. Al retirar el tejido corchoso de la raíz, la estela presenta color café amarillento, que contrasta con el color blanco en las plantas sanas. 

 

La bacteria sobrevive en el material vegetal presente en el suelo, infectando a las plantas a través de heridas de la raíz y la corona, o a través de las lesiones de los tallos recientemente cortados. Asimismo, se ubica en el tejido del parénquima y se multiplica intercelularmente, después se introduce en el tejido vascular y se distribuye por la planta. Las plantas susceptibles ya no se recuperan.  

 

Finalmente, la planta muere por intoxicación con glucopéptidos producidos por la bacteria y por la interrupción del flujo en el tejido vascular. Los síntomas de la enfermedad aparecen después del segundo o tercer año de infección. Es importante destacar que la incidencia y severidad de la enfermedad se incrementa al asociarse con el nematodo Meloinogyne hapla o Ditylenchus dipsaci. 

 

Estas bacterias sobreviven en el tejido vegetal seco o en semillas al menos durante diez años en condiciones de laboratorio. Se disemina a través de distintos medios como la semilla, el agua de riego, la fauna del suelo o la maquinaria agrícola. La temperatura óptima de crecimiento está en torno a 23 º C.  

  

En cuanto a las medidas de control, se pueden: utilizar variedades resistentes, cosechar primeramente los alfalfares jóvenes y después los viejos, no cortar las plantas cuando están húmedas para evitar la dispersión de la enfermedad, no aplicar riegos en exceso, no abonar de manera excesivamente nitrogenada, etc. 

 

Mancha bacteriana  

 

El organismo responsable es Xanthomonas campestris pv. alfalfae. Esta bacteria no infecta a otras especies de leguminosas y la temperatura óptima para su crecimiento se sitúa entre 27 º y 32 º C.  

 

Las plántulas infectadas pueden mostrar ahogamiento o severa reducción del tamaño, especialmente con altas temperaturas. En las hojas, inicialmente, se observan áreas cloróticas difusas dentro de las cuales se ubican manchas circulares blandas (acuosas), principalmente en el envés. En plantas resistentes, las manchas permanecen pequeñas, se secan y se ennegrecen. 

 

Las manchas son parecidas a las causadas por Leptosphaerulin, en condiciones favorables crecen hasta formar manchas irregulares con o sin márgenes cloróticos. El centro de las lesiones grandes se seca, originando una textura como papel, frecuentemente brillantes por los exudados secos y llegando a un color ligeramente amarillo y traslúcido. Estas lesiones también pueden ser invadidas por hongos, enmascarando los síntomas. Una severa defoliación también es común.  

 

En los tallos, las lesiones son pequeñas, de aspecto húmedo y aceitoso, que conforme se extienden, alcanzan varios entrenudos y raramente rodea los tallos. Las lesiones viejas son de color café a negro, cuyo aspecto se parece a la enfermedad del tallo negro. Estos tallos ya no se alargan y las plantas permanecen pequeñas.  

 

La bacteria persiste en el suelo o en la alfalfa durante varios años, incluso en la semilla. Se dispersan con el viento y la lluvia, introduciéndose por los estomas o heridas. La enfermedad se ve favorecida en los periodos cálidos y lluviosos, siendo más severa en los cálidos y secos, especialmente en alfalfares con baja densidad de plantas, donde el viento permite la inoculación de plantas sanas.  

 

Las medidas de control son similares a las del caso anterior, añadiendo la siembra en primavera, principalmente en regiones templadas, para prevenir la infección de plántulas.  

 

  1. Enfermedades causadas por virus

 

Los virus, generalmente, consisten en partículas de ARN con una cubierta proteica. Se transmiten por medio de semillas o por vectores (insectos, nematodos, hongos y medios mecánicos). Los síntomas que causan son: mosaicos, enanismo y/o malformaciones de alguna parte de la planta.  

 

A pesar de que se considera a la alfalfa como tolerante a las infecciones virales, se han encontrado 31 virus que infectan a este cultivo, entre los que se encuentran: virus del mosaico de la alfalfa, luteovirus del enrollamiento foliar del frijol, potyvirus del mosaico amarillo del frijol, potexvirus del mosaico amarillo del trébol, potyvirus de las venas amarillas del trébol, sobemovirus del rayado de la alfalfa, virus del mosaico y enanismo del chícharo, carlavirus del rayado del chícharo, carlavirus del mosaico de la vena del trébol rojo y diantovirus del mosaico necrótico del trébol dulce. La mayoría de estos virus son transmitidos por áfidos. Alarcón et al. (2008) describen el virus del mosaico de la alfalfa y el virus del enanismo de la alfalfa. 

 

 

 

 

Virus del mosaico de la alfalfa  

  

La alfalfa es el hospedero natural del virus del mosaico y también el hospedante alternativo de otros virus que resultan infecciosos y dañinos. Sus efectos causan mermas económicas al reducir la materia fresca, la calidad de las semillas y el rendimiento. Las pérdidas en el rendimiento dependen de factores como la variedad de alfalfa, las temperaturas máxima y mínima, así como de otros factores ambientales. Las pérdidas en materia seca alcanzan el 56 % y de materia fresca hasta el 65 %. 

  

Este virus tiene distribución mundial, abarcando entre sus hospedantes a más de 400 especies derivadas de 50 familias. La mayoría de las especies atacadas son de la familia Solanaceae. Las especies que se usan para diagnosticar el efecto del virus son: frijol, chícharo, amaranto, quinoa y tabaco. 

 

Los síntomas causados por el virus son visibles en hojas tiernas, presentando un reducido crecimiento, redondeadas y con manchas verde-amarillentas. Las marcas cloróticas se agrandan en forma de rayas, círculos o de aspecto irregular. En las hojas maduras, las manchas permanecen de color amarillo claro a blanquecinas y se observan arrugadas con un menor crecimiento.  

 

La pérdida de vigor culmina con la muerte de hasta el 40 % y de plantas achaparradas hasta el 30 %, posiblemente por la interacción con la sequía o el daño por heladas. Los tallos se vuelven quebradizos y la planta presenta un subdesarrollo aéreo y radicular notorio en casos severos. No obstante, las plantas pueden recuperarse después del primar corte, sobre todo si el clima es cálido.  

 

Su diseminación en condiciones naturales se produce a través de áfidos o pulgones, destacando: Macrosiphum pisum, M. solanifolii, Aphis gossypii, A. medicaginis, A. fabae, Myzus persicae, Myzodes ajugae, Ceresipha thalictri, Neomyzus circunflexus, Raphis bakeri y Therioaphis trifolii. Asimismo, se trasmite a través de semillas, siendo evidente durante la germinación o también por la acción de plantas parasitas (Cuscuta campestris, C. epilinum, C. europea, C. lupuliformis y C. subinclusa). La trasmisión por algún daño mecánico no es común en alfalfa.  

 

Algunas medidas de control se enumeran a continuación:  

 

  • Sembrar variedades resistentes.  

 

  • Utilizar semillas libres de virus, que puede ser producida en ambientes desfavorables para los áfidos vectores.  

 

  • Evitar la cercanía de cultivos hospedantes susceptibles (chile, tomate, papa, chícharo, garbanzo, etc.).  

 

  • Combatir los pulgones principalmente en los dos primeros años del establecimiento del cultivo. 

 

  • Rotar el cultivo con especies no susceptibles (trigo, maíz, girasol, etc.). 

 

Virus del enanismo de la alfalfa  

 

Es un rhabdovirus, transmitido por el áfido del chícharo (Aphis craccivora), cuyos síntomas aparecen de 28 a 30 días posteriores a la transmisión. Se observan abultamientos de varios milímetros de largo en las venas de los foliolos, ya que las células del floema tienen forma laminada y aplanada, y las células del parénquima del floema se agrandan.  

 

Las hojas son arrugadas y la planta mantiene su tamaño normal, así como su porte erecto. Las flores se deforman y no se polinizan por insectos, lo que reduce la producción de semilla. Las plantas infectadas mueren prematuramente.   

 

Además de las medidas mencionadas anteriormente para su control, se pueden utilizar genotipos con epidermis foliar gruesa, para bloquear la penetración del estilete de los áfidos vectores de virus.